Tríadas: Una guía no definitiva.

Mi jornada hacia la no monogamia ética comenzó realmente con una cuasi-tríada accidentada que surgió a partir de asumir que podía controlar lo incontrolable e ignorar todo aquello que me incomodaba. La historia clásica fue: una pareja conoce a una persona, comienzan a relacionarse sexualmente, surgen afectos que se ignoran por miedo e inseguridad, todos se hacen mensos y, eventualmente, la relación colapsa cuando el vínculo entre dos es más fuerte que el que había entre los tres.

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Anarquía relacional: Relaciones personalizadas.

Imagina que tú y la otra persona con quien te quieres relacionar van a un buffet donde pueden elegir todo lo que quieran. La única condición es que van a compartir un plato. De las opciones que hay, cada quien elegirá cosas que le gusten y decidirá si es algo esencial, negociable o algo que definitivamente no quieren en el plato.

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Consentimiento entusiasta: ¿Lo quieres o lo aguantas?

De las cinco características del consentimiento, la que menos pensé que generaría dudas y controversia fue entusiasta. Cuando veía que me pedían que explicara a qué me refería con eso, me quedaba un poco confundido y sin saber cómo abordarlo porque pensaba, “entusiasta es… ¡pues entusiasta!”, aunque me sentí Sofía Niño de Rivera hablando de los winnies.

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Agencia: El primer pilar de relaciones éticas.

Empezando mi vida en relaciones románticas, estaba muy emocionado y lleno de anticipación pensando todo lo que podría pasar. ¿Sería que el destino me llevaría a conocer a mi príncipe azul inmediatamente? O tal vez tendría que pasar por algunas pruebas primero, hasta que los dioses del Olimpo decidieran que finalmente merecería mi final feliz.

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La legendaria responsabilidad afectiva

La famosa y legendaria responsabilidad afectiva. La equiparo un poco al santo grial que se dice te puede llenar de gozo y felicidad, pero que frecuentemente es el centro de guerras y batallas donde mucha gente sale herida. Mucha.

Sucede que es un término que se lanza de un lado a otro, a veces como un requisito para ser «buen poliamoroso», a veces como un arma para castigar y juzgar a otros y, de pronto, como una herramienta para poder amar más éticamente.

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¿Apego o codependencia?

Popularmente, se confunde la codependencia con buscar que alguien satisfaga tus necesidades de conexión, atención, sexo y apapacho. ¡Como si esto fuera algo sin lo que se pudiera vivir! Aún así, vemos como “intensas” a las personas que buscan esta conexión y se alaba a aquellas que son independientes y no “necesitan a nadie”. Si tengo a dos personas, una de ellas se siente triste cuando la persona que ama se va por un tiempo y la otra ni cuenta se da, ¿quién tiene el apego más sano?

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Mi ex no era un villano y yo no soy una víctima

Uno de los mitos del amor romántico es que tenemos que estar con nuestra pareja “hasta que la muerte nos separe”. El problema aquí es que la única forma en que tu relación monógama sea exitosa es que alguno de los involucrados se muera. Cualquier otra alternativa asume un fracaso inmediato: separarse, divorciarse, abrir la relación o tomarse un tiempo. No importa qué tan hermosa, nutritiva, amorosa y maravillosa haya sido a relación, si se separan y siguen vivos, los comentarios son “qué lástima que no haya funcionado”.

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Protegiendo tus relaciones de la pinche ENR

Ver a un vínculo completamente abrumado por esta ENR fácilmente ha desatado en mí olas y olas de inseguridades, miedos y respuestas poco funcionales. Pienso cosas como: “¿Por qué con él sí quiere hacer esas cosas que yo le he pedido y conmigo nunca quiso?”, “¿cómo es que con él quiere tener sexo a todas horas y conmigo no ha interactuado así en semanas?” y “ay, sí, qué bonito que sonría de oreja a oreja cada que le llega un mensajito de esa persona (sarcásticamente)”. ¿Qué hacer para evitar que esto joda mi relación?

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