El tóxico no eres tú…

No, tampoco es tu pareja, si es lo que esperabas encontrar aquí. Se ha vuelto muy común usar la palabra “tóxico” para hablar de cosas que consideramos no deberían ser o simplemente que no nos hacen felices.

¿Qué es ser tóxico?

En internet todos somos expertos en salud mental y relaciones sanas. Sólo con entrar a Facebook y publicar un problema, tendrás decenas de comentarios de todos aquellos que saben exactamente qué hacer y qué no hacer. Los memes de dejar tu “ex tóxico” abundan y todos nos reímos porque sabemos exactamente a qué se refiere. ¿Cierto? ¿Crees que tu definición de tóxico sea la misma que la de las demás personas?

Como profesional de la salud mental, más de una vez me he encontrado con personas que me piden validar su definición de toxicidad. Yo sólo los veo y les pregunto qué es toxicidad para ellos. Por más sorprendente que parezca, ni en la universidad ni en la maestría tuve una materia que se llamara “relaciones tóxicas 101: cómo identificarlas y qué hacer con ellas”.

Lo que sí puedo decir es que yo no creo que existan las personas tóxicas.

¿Toxicidad o incompatibilidad?

Veamos un ejemplo de una relación “tóxica”: A y B son pareja y tienen una discusión. A insiste que deben platicar en ese momento para resolver el problema y se rehusa a dejarlo ir. B se retrae y busca un espacio para pensar y evitar que el conflicto siga.

¿Quién es la persona tóxica?

Yo me atrevo a decir que ninguna de las dos. Más que hablar de personas tóxicas, prefiero pensar en relaciones incompatibles. Es como si nos emparejáramos al azar, sin siquiera considerar quién es la otra persona.

Para empezar, se piensa en el enamoramiento como si fuera una maldición. Te gusta alguien, te enamoras de esa persona y ya. No tienes opción. No importa si sus vidas, su forma de ser y sus necesidades son compatibles. Las películas y la sociedad nos enseñan que si es “verdadero amor”, nada de eso es esencial. Además de que estamos intoxicados y todo lo que la otra persona hace es perfecto y hermoso. El problema está cuando eso no sucede y nos quedamos pensando que tenemos una falla fundamental.

¿Demandante o amoroso?

Durante gran parte de mi vida adulta, me describí como una persona demandante, encimosa y codependiente. Frases como “pides demasiado apapacho”, “no podemos estar pegados todo el tiempo” y “si no te mando mensaje un día, no es que no te quiera, no exageres” eran comunes. Por supuesto, comencé a pensar que yo tenía un gran arsenal de actitudes tóxicas que necesitaba cambiar.

Y entonces conocí a alguien que ama ir de la mano conmigo a todos lados. Alguien con quien siempre estamos abrazados cuando estamos en casa. Alguien que me dice que me ama cada que puede, me dice lo mucho que le gusto y me demuestra su cariño de muchas maneras diferentes. Lo mejor de todo, es alguien que disfruta todo eso y lo recibe como amor y atención, no como algo fastidioso.

De pronto mi ser “demandante y codependiente” se volvió ser “amoroso y atento”. No cambió nada de cómo me manejo, simplemente encontré a una persona que es compatible con mi forma de expresar y recibir amor.

Y entonces entendí que esa persona que me decía esporádicamente que me quería, que no quería estar en contacto físico todo el tiempo y que no necesitaba que nos habláramos todo el tiempo, no era tóxica. Seguramente tenía mil maneras de demostrarme su amor y cariño, sólo que yo no lo recibía así.

Relaciones tóxicas

Tú tienes derecho a estar con alguien que cubra tus necesidades y te haga sentir amado y acompañado. El punto está en que la persona que estás no tiene que adaptarse a eso, más bien es encontrar a alguien para quien ser así sea natural. Hay que hacer del amor algo menos azaroso y más intencional.

Si te gusta alguien y te enamoras, puedes disfrutar de la intoxicación que da esos sentimientos. Si esa persona y tú no hablan el mismo lenguaje, probablemente se vuelva “tóxica”, pero no es porque tú o esa persona sean malvados o busquen hacerse daño; sólo no son compatibles.

Yo no crecí poliamoroso – De Poli-Dioses y otros seres.

“Gnothi Seauton” – “Conócete a ti mismo”

Antes de empezar debo confesar que no voy a hablar de dioses míticos ni de leyendas inspiradoras de poliamorosos perfectos. ¡Qué padre sería que existieran esas historias para decirnos cómo rayos hacerle en este mar de novedad!

Actualmente estoy en una relación con dos personas a quienes yo llamo “Poli-Dioses” porque están, desde mi punto de vista, increíblemente adaptados a esta filosofía poliamorosa de forma natural. Con ambos he aprendido que hay personas que no sólo no experimentan celos, sino que parecen estar pre-programados para sentir compersión. Ambos tienen una gran capacidad de sentir y compartir amor, sin el ruido que causa la necesidad de poseer o controlar al otro. Por otro lado, yo soy un simple Poli-Mortal que está en la interminable búsqueda por la deconstrucción para olvidarme de esos modelos que no me son funcionales y adquirir nuevas ideologías un poco más sanas para mí.


¡Poli-Glosario!

Compersión: Originalmente un concepto creado por la comunidad Kerista (hablaré de ellos después pero vale la pena una búsqueda en Google). La compersión es un híbrido de “compasión” y “conversión”, se define como sentimientos positivos acerca de la felicidad que tu pareja experimenta con sus otras parejas. Esencialmente, es lo opuesto a los celos.

Para más información, checa The Smart Girl’s Guide to Polyamory de Dedeker Winston.


Amor = Conflicto

Podría pasar horas escribiendo acerca de las ideas que nos enseñan acerca de cómo el amor siempre viene cargado de dificultades y problemas. No sólo no tenemos modelos positivos de relaciones poliamorosas en los medios y en la sociedad, ¡creo que tampoco hay muchos modelos monógamos!

Yo crecí creyendo que había un objetivo claro y único en las relaciones románticas: Estar juntos para siempre. A pesar de infidelidades, a pesar de conflictos, a pesar de incompatibilidades. Si era el elegido, todo eso era poco importante.

No me enseñaste…

A mí nadie me enseñó a amar. Realmente aprendí viendo mi entorno y la sociedad. Puros mensajes incongruentes. ¿Qué aprendí?

  • Si te enamoras de alguien, no tienes opción. Esa es la persona que “robó” tu corazón y ya fue.
  • Cuando amas, esa persona es tuya y de nadie más. Sus acciones, pensamientos, palabras y ausencias están relacionadas conmigo, me afectan y son dirigidas a mí. Siempre. Para bien o para mal.
  • Al momento de aceptar estar en una relación con el amor de tu vida, sucede un cambio mágico y la parte de tu cerebro que se siente atraída a otras personas se pone en modo hibernación, esperando al día que la relación termine para volver a activarse.
  • Si una relación termina, automáticamente todo lo bonito que fue pierde su valor y se convierte en un fracaso. Debes cortar completa comunicación con tu ex y tus amigos deben elegir bandos.
  • Si me cela, le importo. Si no, es que secretamente tiene amantes y no le importa si me voy con alguien porque él tiene otros tantos esperándolo.
  • El sexo es sólo con tu pareja. Es algo sagrado que se devalúa como una moneda; entre más haya, menos valioso es. Entonces hay que asegurarse de encontrar al elegido rápido porque si no, llegas pobre a tu relación destinada.

Aprendiendo en el dolor (o creciendo a trancazos)

Después de cada relación donde buscaba, de alguna forma, que todos los puntos anteriores funcionaran, pasaba por mucho dolor, sufrimiento, desesperación y desesperanza. Sin embargo, los paradigmas sociales llegaron a mi rescate: No te preocupes, con cada corazón roto, has aprendido y crecido más.

Yo sólo pensaba, “a este paso, voy a ser inmortal pronto”.

Una enseñanza más de cómo el amor y el dolor son compañeros íntimos. Para crecer y encontrar a tu verdadero amor, vas a pasar por varios sapos con los que vas a sufrir.

También en el gozo se crece

Hace un par de meses, un terapeuta me hizo la observación de que “a mí me encanta darme en la madre”. Yo sólo pensé, “claro, por eso he crecido tanto”. Afortunadamente, su intervención no terminó ahí. Me ayudó a darme cuenta que en los cinco años y medio que llevo de relación con mi pareja, hemos crecido en gozo. No mediante peleas, sufrimiento y despecho. Ambos nos hemos ido nutriendo en amor, comunicación, compañerismo, comprensión y ética. ¡Me pareció algo que no creería si no lo hubiera vivido yo mismo! Resulta que también es posible crecer en gozo; crecer mediante la felicidad y el amor.

No soy (ni seré) un Poli-Dios

En ese momento me di cuenta de que estaba esperando el momento en que yo hubiera sufrido lo suficiente para transformarme en un dios mítico que ha trascendido estos sentimientos de mortales. Y hoy no sé si eso vaya a suceder algún día, pero tampoco lo necesito.

Hoy me doy cuenta que no soy un Poli-Dios pero soy un Poli-Aprendiz. No estoy del otro lado, tal vez nunca lo esté, pero sí sé que puedo elegir el camino que voy a tomar. Si de cualquier modo el destino lejano es incierto, ¿no es mejor andar por el sendero de gozo y amor?

Amando a varias personas: El amor no es un pastel

No es lo que siento por ti, sino lo que no siento por nadie más.

Jaime Sabines

Durante mi tiempo en la monogamia, las relaciones de pareja eran bastante directas, al menos en el camino que deberían seguir. Conocía a alguien, nos gustábamos, salíamos y comenzábamos a conocernos hasta empezar a querernos. Posteriormente, si la relación seguía bien, sabía que tendríamos sexo, viviríamos juntos, nos casaríamos y viviríamos felices para siempre. En algún punto de ese camino, dejaríamos de decirnos “te quiero” para pasar al mucho más significativo “te amo”. Todo eso era un hecho que ni siquiera pensaba cuestionar ya que era obvio.

¿Y el anillo pa’ cuándo?

En poliamor a eso le llamamos la escalera eléctrica de las relaciones (the relationship escalator). Si te subes al primer escalón, se espera que te sigas moviendo hacia arriba. Si te quedas en cualquiera de los escalones por más tiempo del esperado, te preguntan cuál es el problema que tu relación claramente tiene (la escalera está defectuosa). Un noviazgo que lleva años sin hablar de matrimonio genera curiosidad en la gente (“yo creo que no van en serio”).

Es como si la única forma en que tu relación fuera válida, seria y real fuera que siguiera avanzando en ese camino predeterminado, te guste o no.

Por supuesto, las relaciones poliamorosas no gozan de ese guión prescrito indicando hacia dónde deben ir. Afortunadamente, eso significa que tenemos la oportunidad (y responsabilidad) de decidir cómo queremos que se vea nuestra relación. Cada relación con cada persona nueva es diferente y requiere una construcción conjunta a base de mucha comunicación.

Entonces, ¿cómo sabes a quién amas?

Este ha sido de los puntos que más me ha costado entender. Algo que diferenciaba claramente a mi amor verdadero de mis amigos, conocidos y ligues era el decir te amo. Era un sentimiento único, evidente, que expresaba sólo a mi pareja. Cuando una relación terminaba, no dejaba de amar a esa persona pero asumía que ese te amo ya no le correspondía. Después conocería a alguien más y volvería a amar.

Nunca consideré que realmente ese amor no desaparecía, sólo se iba al fondo.

En mi vida jamás pensé que podría decirle a dos personas que las amo simultáneamente. Debo confesar que más de una vez me detuve a observar el sentimiento y tratar de entenderlo. Se siente diferente, a pesar de que sé que en ambos casos es amor. ¿A quién amo más? ¿A quién amo realmente?

Una rebanada de amor para ti y tres para mi marido.

El amor que siento por mis amigos y mi familia es diferente. No es que ame más a unos que a otros, ni que uno sea real y el otro no. De alguna forma consideramos que el amor romántico es tan único que ése sí escasea.

Uno de mis sabios amigos tiene una excelente analogía para este tema. Él dice que mucha gente ve el amor como si fuera un pastel. Si le doy mi amor a una persona y después decido dárselo a otra, me quedan menos rebanadas que darle. Sin embargo el amor no es pastel. El hecho de que yo ame a un amigo, a mi pareja y a mi familia no quiere decir que tengo que distribuir pedazos de corazón entre ellos y a ver a quién le toca más. Todos tienen su pastel completo.

¿Y ya? ¿Así de fácil?

¡Ojalá! Al menos para mí ha sido un largo camino de deconstrucción y reaprendizaje de muchas cosas que aprendí en mi tiempo en la monogamia. He tenido que tomar mis celos, desarmarlos en muchos pedacitos y enfrentarme a miedos, inseguridades, ansiedad y temas de autoestima que no sabía estaban ahí. He tenido que aprender que mi pareja no es mía, simplemente elige estar conmigo y es libre de irse cuando quiera. He tenido que tomar la palabra “novio” y darle la vuelta, desmenuzarla y finalmente desecharla.

Hoy mi escalera ya no se mueve sola. Si me quedo en un escalón en alguna de mis relaciones sé que es porque ambos acordamos estar ahí. De las lecciones más importantes que he aprendido en esto del poliamor es a ser intencional en mis relaciones. Soy responsable y participante activo en la construcción de mis relaciones románticas.

¿La monogamia duele?

Si crees que no tienes opciones, realmente no estás eligiendo.

Después de ver el título de mi blog, un amigo me preguntó qué tenía en contra de la monogamia. Debo aclarar un punto desde este momento: no creo que las personas poliamorosas / no-monógamas seamos más evolucionadas, sean más conscientes, tengan más capacidad o sean mejores que aquellos que practican la monogamia.

¿Cuáles son los dolores de la monogamia?

En mi búsqueda por el «EL indicado» me encontré con varios problemas. Para empezar, nadie me dijo cómo debían ser las relaciones monógamas que no tenían una mujer involucrada, así que por ahí empecé mal. Lo que aprendí en los medios es que si tu pareja se enoja, debes callarte porque sólo se hace más grande, los celos son indicadores de qué tanto te ama, el sexo es una comodidad y, por lo tanto, debe mantenerse tan escasa como sea posible para aumentar su valor… entre otras tantas lecciones que he tenido que desaprender.

No, la monogamia no duele. El camino preconcebido, el guión a seguir que yo aprendí para una relación monógama, está plagado de actitudes deshonestas, manipuladoras, hirientes y tóxicas (no me encanta esa palabra, por cierto).

¿Entonces?

Al tener un camino prepavimentado a seguir y pensar que es el único camino posible para llegar a la felicidad (el felices para siempre), vivía frustrado forzándome a querer lo que se supone que debía querer. En ningún momento elegí ser monógamo – simplemente asumí que no había de otra.

Cuando comencé a conocer que había otras opciones, pasé por un largo proceso de introspección donde tuve que preguntarme: ¿Y yo qué quiero? Es muy sencillo echarle la culpa a la monogamia cuando te quitas la responsabilidad de saber que es lo que tú eliges. De pronto, cuando ya es algo consciente, no puedes decir «así son las relaciones», sino que se vuelve un «así son las relaciones que yo estoy eligiendo«.

¿Y las gotitas de poliamor?

Debido a que el poliamor exige cuestionar todos los conceptos que tenemos precargados en nuestro sistema operativo, es posible elegir a través de la comunicación, la compasión y la ética. En mi aventura en el poliamor, he obtenido herramientas de comunicación, comprensión, interacción y libertad que me han ayudado a mejorar la calidad de mis relaciones en general, no sólo románticas.

Todas esas herramientas son útiles para aquellos que eligen seguir practicando la monogamia de manera consciente. Por eso he creado este blog: para personas poliamorosas que busquen un lugar donde encontrar información… pero también para personas monógamas que quieran encontrar herramientas para atender esos dolores causados por los paradigmas que se mueven cuando uno se pregunta ¿y yo qué quiero?

No estás loco y no estás solo – Poliamor y ética

«El poliamor es sólo una excusa para putear a gusto» – Todos, siempre.

Esa es de las frases que más escucho cuando comento que no sólo practico el poliamor sino que mi investigación de maestría está enfocada en el tema.

Spoiler: Nunca conocí «el amor de mi vida»

Como muchas personas de mi generación y mi ubicación geográfica, crecí con la idea del cuento de hadas que terminaba en el final feliz: una boda donde hay un beso romántico al final y salen los créditos. Por supuesto, a nadie le importa qué pasa después porque ya los protagonistas obtuvieron lo que querían. Entonces me dediqué a entregarme completamente cuando me enamoraba – uno nunca sabe si ese sería el indicado. Además, cuando fuera «amor de verdad» yo dejaría de sentir atracción por otras personas y mi pareja sería todo lo que necesitaría en mi vida, ¿no? El problema es que eso no pasaba.

La conclusión más evidente era que ese no era «el indicado» y era necesario seguir buscando. Dejar de lado lo que se había construido y buscar aquella relación que haría redundante la existencia de cualquier otra persona en el mundo. Spoiler: nunca la encontré.

Gays promiscuos

En el ambiente gay, me encontré con que muchas parejas terminaban abriendo su relación. Fue algo tan común que deduje que todas la relaciones entre hombres homosexuales estaban destinadas a terminar siendo abiertas. La sociedad nos dice que los hombres somos calientes y necesitamos sexo – mucho sexo. Además, «sólo es coger» y ya, o eso escuchaba. Por ahora, dejaré de lado todas las implicaciones morales y éticas que tiene el ser sexualmente activo y libre (o esta publicación sería eterna).

Entonces tenía dos opciones: ser monógamo y negar que sentía atracción por otras personas o ser «promiscuo» y coger con todo mundo.

Poliamorosos y sus parejas desechables

Después escuché la idea del «poliamor» – que para mí era lo mismo que una relación abierta pero donde ya de plano todos hacen lo que quieran sin preocuparse por el compromiso que tenían al principio. No ayudó a mi experiencia el hecho de que sólo conocía parejas «poliamorosas» que utilizaban a la gente y luego los desechaban cuando ya se aburrían de ellos. O la otra variante, personas que preferían ser «poliamorosos» porque no querían «atarse» a una persona.

Por supuesto, alguien tan celoso, posesivo y controlador como yo jamás podría llegar a un punto donde mi pareja (énfasis en MI) fuera a involucrarse con alguien más allá de algo banal y carnal. Y yo jamás podría enamorarme de alguien más mientras estaba con MI pareja, el indicado, el «verdadero amor».

Hasta que sucedió.

Entrando al bosque

Mi pareja y yo conocimos a alguien guapo, interesante, entregado y poliamoroso. Comenzamos a frecuentarnos y, sin saber en qué momento sucedió, empezamos a dormir con él al menos una vez cada quince días. De pronto había flores, mensajes diarios, llamadas, salidas, fotos juntos en redes sociales y, por supuesto, mucho cariño. Cuando nos dimos cuenta ya había pasado casi un año.

Yo me rehusaba a pensar que podríamos tener una «relación» los tres – eso no era algo que estuviera dentro de mis capacidades y paradigmas. Desafortunadamente, el negarlo no era suficiente para cambiar la realidad. Lo único que sucedió fue que la relación se desgastó para los tres y tuvo que transicionar a algo diferente (ah, en poliamor no hablamos de «tronar», pero ese también es tema para otro día).

¿Y luego?

Hoy, después de mucho tiempo de investigación, estudio y pláticas con otras personas, puedo identificar qué es lo que realmente quería, quiero y, probablemente, querré para mis relaciones actuales y futuras. Ahora puedo enfocarme en la ética del poliamor, la comunicación asertiva, el crecimiento y, sobre todo, el amor.

En este blog planeo compartir contigo esta jornada. Estaré compartiendo mi experiencia personal mezclándola con toda la parte académica que me ha ayudado a navegar tanta novedad. ¿Tú cómo empezaste?