Popularmente, se confunde la “codependencia” con buscar que alguien satisfaga tus necesidades de conexión, atención, sexo y apapacho. ¡Como si esto fuera algo sin lo que se pudiera vivir! Aún así, vemos como “intensas” a las personas que buscan esta conexión y se alaba a aquellas que son independientes y no “necesitan a nadie”. Si tengo a dos personas, una de ellas se siente triste cuando la persona que ama se va por un tiempo y la otra ni cuenta se da, ¿quién tiene el apego más sano?
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Mi jornada hacia la no monogamia ética comenzó realmente con una cuasi-tríada accidentada que surgió a partir de asumir que podía controlar lo incontrolable e ignorar todo aquello que me incomodaba. La historia clásica fue: una pareja conoce a una persona, comienzan a relacionarse sexualmente, surgen afectos que se ignoran por miedo e inseguridad, todos se hacen mensos y, eventualmente, la relación colapsa cuando el vínculo entre dos es más fuerte que el que había entre los tres.
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Empezando mi vida en relaciones románticas, estaba muy emocionado y lleno de anticipación pensando todo lo que podría pasar. ¿Sería que el destino me llevaría a conocer a mi príncipe azul inmediatamente? O tal vez tendría que pasar por algunas pruebas primero, hasta que los dioses del Olimpo decidieran que finalmente merecería mi final feliz.
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No hay un hack del internet que te quite los celos y te vuelva un ser divino sin sentimientos (ah, porque recuerda que los celos son eso). Lo que sí hay son técnicas y estrategias que puedes probar para mejorar tu relación con ellos.
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Hay amistades que son tan cercanas, que nos llevan a preguntarnos “nos llevamos tan bien, ¿por qué no somos pareja?”. Puede ser que pasemos mucho tiempo juntos, tengamos muestras de cariño constantes, nos cuidemos, confiemos el uno en el otro y hasta haya interacción sexual, pero no estamos “enamorados”.
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Con fechas como el 14 de febrero, independientemente de si sea algo capitalista y demás, hay personas que me preguntan “¿Cómo le haces si tienes más de una pareja?”. Y debo confesar que cuando empecé a considerar tener varios vínculos no necesariamente conectados, sí fue un tema que me hizo ruido. ¿Con quién voy a pasar Navidades, cumpleaños y demás? ¿Cómo le hago para que uno no se sienta menos importante que el otro?
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Cuando escuchas la palabra “víctima”, ¿qué te viene a la mente? Un estudio muy interesante habla de cómo esta palabra contiene un significado colectivo de pasividad, debilidad y, sobre todo, de inocencia. En algunas ocasiones de conflicto, tendemos a culpar a la otra persona viéndole como villano y eso nos pone en un lugar de víctima impotente, pasiva pero, sobre todo, libre de toda responsabilidad.
Para efectos de este artículo, estaré hablando de situaciones donde no existe amenaza de violencia física, dolo, ni abuso psicológico como luz de gas. En todos esos casos se requiere atención particular y acompañamiento profesional. Si identificas esto en tu relación, puedes ponerte en contacto conmigo para iniciar un proceso terapéutico y atenderlo personalmente.
Como parte de una campaña para promover la ética relacional, esta semana colaboré con Vínculo Colectivo con experiencias personales donde detecto que me hubiera hecho mucho bien tener esa herramienta. Ellas me mandaron una serie de casos con los que yo haría lo mismo, pero me di cuenta que en cinco de ellos el problema era el mismo pero con palabras diferentes: las personas habían caído en un papel de víctima donde se deslindaban de la responsabilidad que les pertenecía en el conflicto.
Te engaño por tu culpa
El primer caso es de un hombre que dice:
Mi deseo sexual es más bajo que el de mi esposa y por esto ella me insulta constantemente, cuestiona mi preferencia, me dice que soy poco hombre y que va a tener que engañarme con alguien más para poder satisfacerse.
Para empezar, me identifico mucho ya que mi deseo sexual es más bajo que el de mis dos parejas. Leo que su esposa reacciona violentamente atacando al esposo, llegando al punto de decirle que tendrá que hacer algo al respecto aunque implique romper un acuerdo. Desmenuzando la situación, hay enojo claro por parte de ella. Considerando que el enojo tiene la función de proteger algo, generalmente atacando, ¿qué es lo que ella está tratando de proteger? Aunque es imposible para mí saberlo sin hablarlo con ella, puedo hacer algunas inferencias como ejercicio didáctico.
OJO: ESTO NO ES ALGO GENERALIZABLE Y SÓLO ES UN EJERCICIO. No vayas a ir con tu vínculo, citando al “psicólogo de internet” diciéndole ¿ves cómo sí eres súper tóxicx?
Ya aclarado eso, puedo libremente pensar que tal vez sienta que el vínculo con su esposo se está deteriorando debido a la falta de deseo sexual. Eso puede generar mucho miedo y es válido necesitar reafirmación de que el vínculo no se está perdiendo. Sin embargo, es posible que ella no tenga ninguna herramienta para comunicar esto. ¡Yo tampoco las tuve en algún momento! Ella podría practicar comunicación no violenta leyendo este artículo.
Por otro lado, no dejemos de lado al esposo, la víctima del ataque. Recordando que responsabilidad y culpa NO son lo mismo, en este caso el esposo está en una posición pasiva. La parte del conflicto que le corresponde es, en primera, que decide permanecer en una relación con alguien que le violenta y amenaza, además de que no hay límites claros.
Es importante que empecemos a dejar de vernos como víctimas de las circunstancias y nos percibamos como agentes vivos, responsables y capaces. Y sí, yo sé que no es fácil, pero tal vez con un poco de ética relacional esto podría suceder.
Soy pobre por tu culpa
El segundo caso está relacionado con una de las razones principales por la que las relaciones terminan: el dinero.
Mi pareja y yo vivimos juntos, él gana el triple que yo y de todos modos me pide que los gastos los llevemos 50 y 50. Cada mes termino con mi cuenta vacía y no me alcanza para comprarme lo que necesito, mientras que a él lo que le sobra se lo gasta en videojuegos o salidas.
Nuevamente, esta persona es víctima de sus circunstancias. Sabe que su economía no es compatible con la de su pareja y es posible que haya resentimiento. Para escapar del lugar de víctima, es importante empoderarse y, para eso, hay que identificar qué áreas son mi responsabilidad para poder hacer algo al respecto.
En este caso, su agencia está en el decidir quedarse en esa relación, a pesar de la incomodidad que genera la diferencia en ingresos económicos. Esta persona da su consentimiento sabiendo que el acuerdo no le es placentero. En este caso, recomendaría utilizar esta herramienta para negociar.
Tengo que hacerlo porque soy mujer
Antes de iniciar con este tercer artículo, quiero atender a algunas personas que tal vez hayan leído el subtítulo y hayan sentido un golpe acompañado del pensamiento ¡eso es absurdo! Para ti que pensaste eso, comparto tu opinión e indignación.
Ya que eso quedó aclarado, algo que sucede con los roles de género es que pueden convertirse en un chivo expiatorio bastante conveniente. Le echo la culpa a que tú eres la mujer y tus responsabilidades son unas o que soy hombre y por eso no hago tal cosa. En este caso, la persona habla de que hace la limpieza por “ser la mujer”. Tal vez el primer impulso sea atacar al esposo por “machista”, pero en este momento el esposo no está y sólo tengo la experiencia de ella. Personalmente, me pregunto qué está pasando con la agencia de esta mujer. Es posible que se sienta obligada porque simplemente “así siempre ha sido” o tal vez tiene amenazas de violencia física, verbal, sexual o emocional.
El tratamiento sugerido de Gotitas de Poliamor es: Tómese tres píldoras de comunicación, una para eliminar las reglas, una para hacer acuerdos y otra para poner límites firmes y amorosos. En caso de que el problema persista, acuda a un psicoterapeuta calificado para obtener ayuda en cuanto a su agencia.
Apropiarme de lo que me toca, evita que sea víctima
El último caso es algo que varios hemos experimentado:
Mi novia acusa a todos mis amigos de intentar ligársela o de que la acosan, buscando que yo me enojé con ello y me aleje.
Aquí me pongo a pensar si la persona sabe que su novia quiere que se enoje y se aleje o solamente lo asume. De cualquier modo, nuevamente vemos que pareciera que ambas personas no tienen opción y son víctimas del entorno.
¿Logras ver el punto común en todos estos casos?
Todas las personas involucradas están siendo sujetos pasivos en la situación. Pareciera que es suficiente con asignar la responsabilidad a algo etéreo como “la obligación”, “los celos” o “las otras personas”, y las personas afectadas no tienen más opción que sufrir lo que les sucede.
Y es que también puede ser muy cómodo entregarle mi agencia a otra persona. Si tú tomas todas las decisiones, lo que salga mal no será mi culpa. Hacer esto puede servirme para no tener que establecer límites firmes, haciéndome responsable de mis deseos y necesidades. Más bien, espero que la otra persona satisfaga mis necesidades así como yo lo requiero, aunque a veces ni yo mismo sé cómo. Ponerse los lentes de la compasión para saber que eso es lo mejor que puedo hacer me permite perdonarme y atenderme; tomar el camino de la ética relacional donde me hago responsable de mi agencia, mi honestidad y mi compasión me llevan hacia donde quiero ir.
La vida después de mi ex
Antes de comenzar mi relación poliamorosa, me consideraba monógamo. De hecho, era un monógamo serial aunque utilizaba el concepto como una broma sin saber que realmente es algo que existe. Desde mis dieciocho años estuve en relaciones de dos años o más, una tras otra, con periodos de algunos meses en medio (en los cuales estaba saliendo con gente hasta encontrar a mi siguiente novio). En esos periodos de “soltería”, experimenté salir con mucha gente, estar solo, enfocarme en mis amigos y hasta practicar nuevas habilidades.
Aún así, siempre arrastraba cosas de mis relaciones pasadas y me llegaron a hacer ruido cuando empezaba una nueva. Ahora que no tengo que dejar una relación actual para empezar otra, tengo una perspectiva diferente.
Más larga no es más exitosa
Uno de los mitos del amor romántico es que tenemos que estar con nuestra pareja “hasta que la muerte nos separe”. El problema aquí es que la única forma en que tu relación monógama sea exitosa es que alguno de los involucrados se muera. Cualquier otra alternativa asume un fracaso inmediato: separarse, divorciarse, abrir la relación o tomarse un tiempo. No importa qué tan hermosa, nutritiva, amorosa y maravillosa haya sido a relación, si se separan y siguen vivos, los comentarios son qué lástima que no haya funcionado.
Esto también implica que puedes estar en una relación tormentosa con alguien que tenga una forma de amar completamente incompatible contigo y recibir aprobación social porque “no se dieron por vencidos”. Eso está algo jodido, ¿no? En algún momento uno de mis exes me dijo que yo había “estado con él dos años más de lo que debí aguantar” (duramos dos años y medio), y tenía toda la razón. Desde que nos conocimos éramos fundamentalmente incompatibles: nuestras formas de expresar y recibir amor eran opuestas y conflictivas, nuestras metas no se encontraban y sexualmente nos gustaban cosas diferentes. Pero yo seguí insistiendo que debíamos seguir intentándolo porque “era amor de verdad”.
Hoy me detengo un poco a preguntarme qué hace mi relación exitosa. Qué cosas me hacen feliz día a día y cómo me ayuda a crecer en el gozo. Además, es importante revisar con qué lentes estoy viendo mi relación.
A veces, puedo pasar un día maravilloso en un parque de diversiones pero si me caigo antes de salir para regresar a casa y me lastimo, voy a recordar ese día como “el día que me lastimé” borrando todo lo divertido.
Todos hicieron lo mejor que pudieron con lo que tenían
Dependiendo de cómo termina la relación, es posible que nos quedemos con un mal sabor de boca debido a la culpa, al enojo, el resentimiento o la decepción que vienen con perder algo que era importante para nosotros. Y ese punto de vista reescribe la historia y de pronto ya “nos damos cuenta” de todo lo malo que no habíamos visto antes. Ay, qué tonto, si siempre fue horrendo y nunca lo supe. Pues, ¿qué crees? Igual y en ese momento no era horrendo.
Es como cuando te comes una hamburguesa así súper grasosa con queso, mucha salsa y chiles. La disfrutas muchísimo mientras la comes y después la maldices mientras te retuerces por la gastritis.
Tu “yo” de ese momento no sabía lo que sabes hoy. Siendo psicoterapeuta y especializándomelos en herramientas de comunicación y resolución de conflictos en pareja, me pasa que volteo a ver mi pasado y pienso qué tonto, ¿por qué hice tanto drama por eso que es tan insignificante?. Sólo que eso no era insignificante para mi “yo” pasado, de hecho mi “yo” pasado lo necesitaba y consideraba esencial para su bienestar. Y ESTÁ BIEN.
El Jaime de 18 años no se sentía suficiente, se sentía feo y creía que nadie podría amarlo como él necesitaba. Ese Jaime pensaba que era dramático, exagerado y codependiente. La única forma que tenía de poder obtener lo que necesitaba era estableciendo reglas restrictivas y siendo inflexible. En ese tiempo, yo no tenía las herramientas que tengo ahora y estaba haciendo lo mejor que podía. Mis parejas en su momento también. Ese hombre que me castigaba ignorándome no tenía otra forma de pedirme espacio, el que me presentaba como su primo no podía aceptarse a sí mismo ante su familia y el que me engañó para quedarse con el departamento sucumbió a su terror de no tener dónde vivir.
Entender lo que hice o hicieron no es para justificarlo, es sólo para validar mi experiencia y la del otro de forma que pueda verlo más compasivamente y hacer las paces con nuestro pasado.
Empezando de nuevo pero no desde cero
La idea de “borrón y cuenta nueva” no me parece útil. Personalmente, ahora utilizo todo eso “desagradable” que sucedió antes para poder conocerme más. ¿Qué límites fueron cruzados y que ahora quiero proteger? ¿Qué acuerdos me hicieron daño y ahora necesito renegociar? ¿Qué reglas nos restringían y qué había detrás?
Cuando dejo de ver a mi ex como el villano y a mí como la víctima, soy capaz de ver mi “relación fallida” como lo que es: una relación entre dos seres humanos que se hicieron lo que pudieron.
Tips prácticos:
Conoce tus lenguajes del amor (haz el quiz aquí).
Estos no son un horóscopo ni un manual que te exhibe de responsabilidad de pedir lo que necesitas. Sin embargo, sí puede ayudarte a identificar y poner en palabras eso que necesitas.
Practica tus lenguajes del amor en ti mismo.
Ya que sabes cuáles de los cinco son los que mejor recibes, inténtalos contigo mismo y descubre cómo te sientes mejor. Esto es útil también para poder comunicárselo a una futura pareja. Es mucho más efectivo decirle a tu pareja las palabras de afirmación me ayudan a sentirme amado y especial que quiero que me hagas sentir que me amas.
Reaprópiate de tus hábitos
Cuando terminamos una relación, hay hábitos que se interrumpen de golpe. A veces extrañamos más eso que a la persona en sí. Por ejemplo, los mensajitos de buenos días, la compañía constante o la sensación de complicidad ante ciertas cosas. Desmenuza las necesidades que cubren esas acciones y explora alternativas que podrían empezar a darte algo similar.
Para hacer esto, primero piensa momentos agradables de tu relación y escríbelos, describiendo cómo te sentías físicamente en ese momento. Ubica las cosas observables que sucedieron (me dio una rosa es observable, me demostró amor es interpretación). Replica esas acciones con otras personas o pídele a alguien que lo haga para ti.
No, no es “patético” pedir lo que necesitas. Empieza a decirte a ti mismo que mereces pedir lo que quieres.
Con todo esto puedes ser más intencional al empezar una relación nueva. No es que te “pase”, puedes ir construyendo la relación que necesitas y quieres.
“No” es confianza, no un rechazo. Aprendiendo a dar y recibirlo.
TL;DR – Al final del artículo puedes encontrar instrucciones para hacer un ejercicio práctico con este tema.
Cuando era adolescente, mi padre tenía el proyecto personal de hacerme un hombre de negocios cuando creciera. Me compró un set de cassettes (ya tengo algunos años) que enseñaban la estrategia perfecta para siempre recibir un sí. Algunas de las cosas que recuerdo son:
• Haz una oferta o petición firme y quédate callado. A partir de ahí, el primero en hablar pierde.
• No muestres tus cartas prematuramente. La otra persona no debe saber lo que realmente quieres.
• Ofrece menos de lo que realmente estás dispuesto a dar.
• Nunca recibas un “no” como respuesta.
Finalmente como comerciante, mi padre estaba acostumbrado a eso y le iba bastante bien. Tenía una forma muy particular de poder convencer a las otras personas de que querían o necesitaban cosas que él quería darles. Durante varios años, intenté llevar a cabo esas estrategias pero había algo en mí que no se sentía cómodo haciéndolo. Me parecía absurdo tener que mentir cuando estaba hablando de algo que quería.
En mi última entrevista de trabajo en un colegio, llegó el momento que más aborrezco: la negociación de sueldo. Mi ahora jefa me preguntó cuánto quería ganar, como es costumbre y yo le contesté no sé, preferiría que me dijeras cuánto me puedes pagar. Ella me regresó la responsabilidad y le dije ok, quiero ganar 50,000 pesos al mes. Sorprendida, se rió y me dijo que era demasiado, a lo que contesté entonces sí sabes cuál es tu límite máximo, ésa es la cantidad que quiero conocer. No me interesa negociar y buscarle a ver quién puede más o menos, yo te puedo decir que lo mínimo que puedo aceptar para este trabajo es esta cantidad, pero conoces mi trabajo y no considero que valga pagarme lo mínimo aceptable.
Las relaciones románticas no son negocios
Al menos no en el sentido que los conocemos. Las relaciones éticas implican que podamos ser vulnerables ante la otra persona y eso incluye dejar de buscar ganar. Frecuentemente se establecen reglas rígidas que deben cumplirse y, cuando se rompen, alguno de los involucrados tiene derecho a reclamo, venganza o castigo.
De una forma bastante literal, las reglas nos llevan a un lugar moralmente superior donde podemos tratar a la otra persona con desdén en caso de que las rompa (y este es el jinete del Apocalipsis más peligroso en una relación).
Al negociar desde un lugar horizontal no jerárquico (donde ni tú ni yo somos moralmente superiores), me veo en la necesidad de considerar un “no” como respuesta. Esto me lleva a conocer mis límites y ser firme con ellos (NO son reglas, lee qué son aquí), además de poner mis cartas sobre la mesa para poder llegar a acuerdos. Esto va directamente en contra de las reglas de un buen negociador que aprendí cuando era adolescente.
Siempre recibe un “no”
Si llegas a una negociación en tu relación con la idea de ganar, necesariamente vas a perder. ¿Por qué? Después de la plática, vas a seguir interactuando con esta otra persona y su relación va a cambiar de acuerdo a los resultados.
Si tu pareja pierde, TÚ PIERDES.
Una relación ética necesita compasión, donde el bienestar de todas las personas involucradas es esencial. Puede que obtengas la satisfacción de creer o sentir que tienes la razón y eso tal vez alimente tu ego de una forma placentera. ¿Qué pasa con tu pareja? Si tu pareja se siente invalidado, derrotado, fracasado o devaluado, tu relación va a sufrir y vas a perder lo que estás tratando de obtener: una relación amorosa donde te sientas bien.
¿Cómo recibo un “no”?
Ahora, no es tan fácil como suena. Generalmente recibimos un “no” como una invalidación de quienes somos, no de lo que hacemos. Por ejemplo, si le ofreces un pastel que tú horneaste a alguien y lo rechaza, es probable que te sientas rechazado. Pareciera que el “no” es una fuerza absoluta que nos niega, sobre todo cuando consideramos que nuestro valor está puesto en eso que hacemos o decimos.
Para poder recibir un “no” de otra forma, primero hay que considerar que la otra persona es un ser humano independiente. Después, saber que es completamente válido sentirnos rechazados y que podemos atender esa sensación con la otra persona. Finalmente, ponernos los lentes de la compasión para asumir buena intención y validar a la otra persona.
Ejemplo:
A: Te traigo muchas ganas hoy, mi amor. Quiero hacer el amor contigo.
B: No tengo ganas hoy.
A: Gracias por confiar en que puedo recibir tu “no”. En este momento me siento rechazado y me da miedo que no te sientas atraído por mí. ¿Podemos hacer algo más que me ayude a no sentirme así?
“No” como un regalo
Siendo que el “no” es una palabra tan fuerte que puede llevarnos a lugares tan vulnerables (tanto al decirlo como al recibirlo), podemos resignificar esta palabra como una señal de confianza. Poder decir “no” es una muy buena señal de comunicación y salud en una relación de pareja. Implica que las personas se sienten con confianza para cuidarse y saben que la relación puede aguantar una negativa.
Un “no” puede ser un regalo así:
-No como un nuevo camino
Decir “no” no tiene que cerrar la conversación. Al contrario, puede ser una oportunidad para explorar algo nuevo. Si recibo ese no como una puerta cerrada que me permite explorar otras nuevas, me será posible conocer alternativas que tal vez no había considerado.
-No como un regalo
Como mencioné anteriormente, decir no también es una muestra de confianza. Una forma muy hermosa de aprender a recibir “no” es contestando gracias por confiar en que puedo recibir tu “no”.
-No como un reconocimiento
Decir “no” también implica que estamos reconociendo y respetando nuestros límites. Para dejarle saber a la otra persona que apreciamos eso podemos responder con un gracias por cuidarte. Esto es útil sobre todo con personas que tienden a ser muy complacientes y ponen el bienestar de otros antes que el propio. Cuando dicen “no”, es realmente un gran esfuerzo y es de admirar que puedan cuidarse.
Ejercicio práctico
No sé cómo haya sido tu experiencia pero a mí no me enseñaron a decir ni a recibir un “no”. Por eso, lo practico con mis parejas en situaciones poco amenazantes para que sea más fácil en temas fuertes. El ejercicio es así:
Siéntense frente a frente. A mí me sirve tomar de la mano a mi pareja pero eso depende de lo que ustedes prefieran. Pongan un temporizador para tomar turnos y elijan quién será A y quién B.
Advertencia: NO hagan peticiones emocionalmente cargadas o significativas. Eviten cosas como “quiero que me digas que me amas” o “quiero que tengamos sexo”, especialmente en el turno de “no”.
Turno 1: A pide – B contesta sí y una pregunta de seguimiento
Durante tres minutos, A le pedirá a B cosas pequeñas e insignificantes (dejo una lista de peticiones al final). B contestará que sí y hará una pregunta de seguimiento como “¿cómo quieres que lo haga?”
Turno 2: A pide – B contesta no – A contesta “gracias por decirme que no” o “gracias por confiar en que puedo recibir tu no”
Al terminar el tiempo, continúa el turno de A pero en esta ocasión, B le dirá que no a todo. Importante: A debe contestar con “gracias por decirme que no” o “gracias por confiar en que puedo recibir tu ‘no’”.
Turno 3: B pide – A contesta no – B contesta “gracias por decirme que no” o “gracias por confiar en que puedo recibir tu no”
Terminando el turno de A, sigue B. En este tercer momento, A responderá siempre “no” y B contestará como mencioné anteriormente.
Turno 4: B pide – A contesta sí y una pregunta de seguimiento
El último turno es B haciendo peticiones y A respondiendo “sí” más la pregunta de seguimiento.
Al terminar el ejercicio, tómense unos minutos para reconectar con un abrazo, apapachos, caricias y palabras de afirmación.
Lista de peticiones sugeridas:
- Quiero que gires tu cabeza a la izquierda/derecha
- Quiero que me pases mi vaso con agua
- Quiero que pongas tu teléfono en tu otra bolsa
- Quiero que me digas hola
- Quiero que levantes una mano
Poliamor consensuado, no jerárquico
Hace unos días subí una publicación a Instagram que generó algo de controversia. La imagen dice «La jerarquía en las relaciones no es ética». Los comentarios comenzaron con algunas personas diciendo que era algo que necesitaban escuchar y leer debido a su situación actual; sin embargo, también hubo quienes lo tomaron como un ataque a su forma particular de relacionarse diciéndome que no estaba mal y no le hacían daño a nadie.
Lo primero que creo debo aclarar es que no creo que el poliamor jerárquico sea malo o que nadie deba hacerlo. Todos somos libres de relacionarnos como mejor nos acomode y eso siempre será válido.
Cuando digo que el poliamor jerárquico no es ético, me refiero solamente a eso. No cumple con los pilares de una relación ética.
¿Cómo es una relación ética?
En mi investigación y jornada personal y académica, he recopilado varias ideas propuestas por algunos autores acerca de este tema. Mientras que algunos mencionan una o dos características, mi propuesta tiene cuatro pilares (que puedes leer a detalle aquí). Como individuos, todos tenemos la capacidad de hacer lo que queramos (agencia), siempre y cuando comuniquemos aquella información que afecte a mis relaciones (honestidad) para que las personas involucradas puedan dar su consentimiento (libre, reversible, informado, entusiasta y específico), manteniendo el bienestar de todas las personas involucradas en mente (compasión).
¿Entonces, cuál es el problema con la jerarquía?
Una jerarquía implica autoridad, alguien por encima de otras personas de acuerdo a su nivel de importancia. La palabra misma viene de jerarca, que es un superior; del griego hierarchēs, compuesto por hieros (divino) y archos (regente o soberano). Si yo entro a una jerarquía, hay un lugar predeterminado para mí con lineamientos específicos que debo seguir. No se me pregunta si me acomodan, más bien se me advierte que, de no cumplirlos, perderé mi lugar – te ajustas o te vas. Hay relaciones jerárquicas donde los vínculos primarios tienen el poder de «vetar» a los vínculos secundarios y terciarios.
Aquí una pausa. Tal vez leas ese párrafo anterior y pienses ¡cómo puede alguien pensar que eso está bien! o ¡si todos están de acuerdo, no está mal!. Repito, no es que alguna de estas formas de relacionarse sea «mala». Hablar de que algo está bien o mal de forma generalizada nos lleva a un lugar moralista que no permite la reflexión. Yo no soy nadie para decirle a alguien cómo debe relacionarse porque estaría ignorando el primer pilar de una relación ética: la agencia. Lo que intento con este artículo es llevarte a la reflexión de si esta forma de relacionarte está alineada con tu propia ética.
A diferencia de la moral, la ética es personal y lo importante es relacionarme con personas que tengan una ética compatible con la propia.
Ya que quedó ese punto claro, veamos más específicamente qué pasa con los cuatro pilares en el poliamor jerárquico:
- Agencia: Los vínculos secundarios no tienen la capacidad de hacer lo que quieran, ya está decidido por ellos. La relación primaria dicta cómo será la relación secundaria y hasta dónde llega.
- Honestidad: Como vínculo secundario, si mis deseos o necesidades cambian, no puedo decirlo ya que implicaría ir en contra de la jerarquía preestablecida. En esta estructura, una petición de renegociación de términos puede encontrarse con un pues tú sabías a qué le entrabas y es lo que hay.
- Consentimiento: Más que consentimiento, se vuelve coerción. Si no haces lo que te decimos, no puedes tener lo que quieres. El vínculo secundario no tiene voz ni voto en las negociaciones y debe aceptar lo impuesto.
- Compasión: La satisfacción de las necesidades de los vínculos secundarios dependen de que lo que la relación primaria decida. Como vínculo secundario, mi bienestar es decidido por una relación en la que no tengo voz ni voto.
More than two: El mito de la noche obscura
Uno de los primeros libros que leí acerca de poliamor es More than Two de Franklin Veaux y Eve Rickert. Es literal una guía práctica para comenzar y me abrió el camino a este mundo de la no monogamia ética. En este libro, Franklin habla del poliamor jerárquico y cómo funciona, por lo que hay varias personas que lo utilizan para justificar que es ético. Sin embargo, hay que tomar en cuenta dos cosas: More than Two es experiencia personal, no académica; y, más importante, hay una controversia que llevó a Eve a retractarse de lo que dijo en el libro al darse cuenta de que había estado en una relación abusiva.
Franklin Veaux literalmente dice que “como vínculo secundario, la satisfacción de tus necesidades depende de la relación primaria” y debes estar dispuesto a que así sea, de otro modo el poliamor jerárquico no es para ti. Nuevamente, no digo que eso sea malo, sino que no es ético.
Nadie puede decidir cómo quieres que sean tus relaciones, ni siquiera tus vínculos. Parte esencial de la ética es tener la posibilidad de intervenir en decisiones que te afectan.
Por otro lado, Eve Rickert publicó en su blog que cometió un error enorme en More than Two. En ese libro, Eve habla de “la noche obscura del alma”, indicando que el proceso de deconstrucción es difícil y doloroso, por lo que hay que “aguantarlo”. Esto la llevó a ponerse en lugares tortuosos y aceptar condiciones con las que nunca estuvo cómoda (yo pasé por algo similar, puedes leerlo aquí). Eve dice que esto implicaba no hacer caso a incomodidades cuando “repetidamente sorprender a tus vínculos con decisiones que les afectan, sin considerar sus aportaciones y haciéndoles gaslighting cuando se quejan”.
Entrar a una dinámica de poliamor jerárquico no necesariamente implica que esté de acuerdo. Aquellos que tenemos apego inseguro tendemos a poner las necesidades de la otra persona sobre las propias. Aquellos que vivimos un apego a partir del trauma, difícilmente podemos poner límites claros y precisos.
Aquí el “gaslighting” que menciona Eve puede verse cuando la pareja primaria le dice al vínculo secundario “es tu problema, tú sabías a qué le entrabas y cómo era esto. Si no te gusta, vete”. Eso no es ético ni compasivo.
¿Para qué sirve la jerarquía?
A todo esto, ¿para qué necesitamos la jerarquía? Tener a una relación primaria “intocable” nos ayuda a protegerla. De esa forma, se aseguran de que su relación “no cambiará” aunque se abran al poliamor.
Spoiler alert: al entrar al poliamor, tu relación va a cambiar. De hecho, ese es el objetivo.
Personalmente, soy fan de Dedeker Winston y su más actualizada Smart Girl’s Guide to Polyamory. Además de que tiene una mirada ética y compasiva, es bastante detallada y profesional (finalmente, es una terapeuta especializada). Ella habla de cómo el “privilegio de pareja” está tan grabado en nuestra forma de ser que consideramos esencial ser parte de una relación de pareja para estar completos. Y claro que así es, nos enseñan que las parejas estables tienen un estatus mayor en la sociedad.
Mientras que Dedeker también considera que una jerarquía en el poliamor es algo controversial (tiene un capítulo completo dedicado al tema), explica que existe la jerarquía descriptiva que sucede más orgánicamente. Esto implica que algunas personas tienen ciertos derechos y obligaciones que van con el momento de vida en el que están. Por ejemplo, yo tengo un vínculo con quien vivo y otro con el que no. No es que uno sea más importante que el otro, sino que así decidimos que fuera.
Poliamor consensuado
Si estoy en una relación donde tenemos acuerdos donde todos podemos dar nuestro input y estamos involucrados en las decisiones que nos afectan, entonces ¿es necesario que haya una jerarquía? ¿Realmente hay alguien más importante que otra persona? ¿Es ése el tipo de relación que quiero?
A veces venimos tan acostumbrados a algo que nos funcionaba, que es difícil considerar nuevas opciones. Hablar de una relación poliamorosa consensuada me permite tener la flexibilidad necesaria sin perder la seguridad que requiero. Aún en situaciones donde decido que mi vínculo “primario” es quien vivirá conmigo y estará encargado de la crianza de mis hijos conmigo mientras que mis vínculos secundarios no, esto no tiene que ser imponerle a otras personas este rol. Además, considera a los vínculos como personas, no como satisfactores de la relación primaria.
Y sí, el lenguaje que usamos sí es importante. Cuando le digo a un vínculo que es secundario ante mi primario, estoy replicando una estructura donde alguien tiene más importancia que otra persona. Si estamos en una jerarquía prescriptiva donde todos pueden negociar, ¿para qué hablar de primarios y secundarios? Personalmente, me refiero a mis vínculos como «mi vínculo con el que vivo», «mi vínculo de 6 años» o simplemente «mi vínculo». Porque eso es. Por supuesto, mi vínculo que vive solo no tiene que pagar renta ni comida de la casa, sería absurdo porque no cohabitamos. Eso no lo hace más ni menos importante que la persona con quien sí vivo.
Una de las habilidades más útiles en la no monogamia ética es la flexibilidad. Saber que todo cambia y que podemos cambiar juntos.
En el ejemplo de la crianza, puede acordarse que los vínculos secundarios no estén involucrados. Si a lo largo de la relación surge un deseo o necesidad de alguna de las partes para hacer un cambio, es importante que exista un terreno fértil para que esa discusión ocurra. No quiere decir que debas aceptar o negarte, simplemente que no haya un muro que evite que siquiera se mencione el tema.
La decisión del tipo de poliamor que quieras llevar a cabo es completamente tuya. Espero que con esta información puedas sea más claro lo que es el poliamor jerárquico y a qué me refiero con que no sea ético.