“No” es confianza, no un rechazo. Aprendiendo a dar y recibirlo.

TL;DR – Al final del artículo puedes encontrar instrucciones para hacer un ejercicio práctico con este tema.

Cuando era adolescente, mi padre tenía el proyecto personal de hacerme un hombre de negocios cuando creciera. Me compró un set de cassettes (ya tengo algunos años) que enseñaban la estrategia perfecta para siempre recibir un sí. Algunas de las cosas que recuerdo son:

• Haz una oferta o petición firme y quédate callado. A partir de ahí, el primero en hablar pierde.

• No muestres tus cartas prematuramente. La otra persona no debe saber lo que realmente quieres.

Ofrece menos de lo que realmente estás dispuesto a dar.

Nunca recibas un “no” como respuesta.

Finalmente como comerciante, mi padre estaba acostumbrado a eso y le iba bastante bien. Tenía una forma muy particular de poder convencer a las otras personas de que querían o necesitaban cosas que él quería darles. Durante varios años, intenté llevar a cabo esas estrategias pero había algo en mí que no se sentía cómodo haciéndolo. Me parecía absurdo tener que mentir cuando estaba hablando de algo que quería.

En mi última entrevista de trabajo en un colegio, llegó el momento que más aborrezco: la negociación de sueldo. Mi ahora jefa me preguntó cuánto quería ganar, como es costumbre y yo le contesté no sé, preferiría que me dijeras cuánto me puedes pagar. Ella me regresó la responsabilidad y le dije ok, quiero ganar 50,000 pesos al mes. Sorprendida, se rió y me dijo que era demasiado, a lo que contesté entonces sí sabes cuál es tu límite máximo, ésa es la cantidad que quiero conocer. No me interesa negociar y buscarle a ver quién puede más o menos, yo te puedo decir que lo mínimo que puedo aceptar para este trabajo es esta cantidad, pero conoces mi trabajo y no considero que valga pagarme lo mínimo aceptable.

Las relaciones románticas no son negocios

Al menos no en el sentido que los conocemos. Las relaciones éticas implican que podamos ser vulnerables ante la otra persona y eso incluye dejar de buscar ganar. Frecuentemente se establecen reglas rígidas que deben cumplirse y, cuando se rompen, alguno de los involucrados tiene derecho a reclamo, venganza o castigo.

De una forma bastante literal, las reglas nos llevan a un lugar moralmente superior donde podemos tratar a la otra persona con desdén en caso de que las rompa (y este es el jinete del Apocalipsis más peligroso en una relación).

Al negociar desde un lugar horizontal no jerárquico (donde ni tú ni yo somos moralmente superiores), me veo en la necesidad de considerar un “no” como respuesta. Esto me lleva a conocer mis límites y ser firme con ellos (NO son reglas, lee qué son aquí), además de poner mis cartas sobre la mesa para poder llegar a acuerdos. Esto va directamente en contra de las reglas de un buen negociador que aprendí cuando era adolescente.

Siempre recibe un “no”

Si llegas a una negociación en tu relación con la idea de ganar, necesariamente vas a perder. ¿Por qué? Después de la plática, vas a seguir interactuando con esta otra persona y su relación va a cambiar de acuerdo a los resultados.

Si tu pareja pierde, TÚ PIERDES.

Una relación ética necesita compasión, donde el bienestar de todas las personas involucradas es esencial. Puede que obtengas la satisfacción de creer o sentir que tienes la razón y eso tal vez alimente tu ego de una forma placentera. ¿Qué pasa con tu pareja? Si tu pareja se siente invalidado, derrotado, fracasado o devaluado, tu relación va a sufrir y vas a perder lo que estás tratando de obtener: una relación amorosa donde te sientas bien.

¿Cómo recibo un “no”?

Ahora, no es tan fácil como suena. Generalmente recibimos un “no” como una invalidación de quienes somos, no de lo que hacemos. Por ejemplo, si le ofreces un pastel que tú horneaste a alguien y lo rechaza, es probable que te sientas rechazado. Pareciera que el “no” es una fuerza absoluta que nos niega, sobre todo cuando consideramos que nuestro valor está puesto en eso que hacemos o decimos.

Para poder recibir un “no” de otra forma, primero hay que considerar que la otra persona es un ser humano independiente. Después, saber que es completamente válido sentirnos rechazados y que podemos atender esa sensación con la otra persona. Finalmente, ponernos los lentes de la compasión para asumir buena intención y validar a la otra persona.

Ejemplo:

A: Te traigo muchas ganas hoy, mi amor. Quiero hacer el amor contigo.

B: No tengo ganas hoy.

A: Gracias por confiar en que puedo recibir tu “no”. En este momento me siento rechazado y me da miedo que no te sientas atraído por mí. ¿Podemos hacer algo más que me ayude a no sentirme así?

“No” como un regalo

Siendo que el “no” es una palabra tan fuerte que puede llevarnos a lugares tan vulnerables (tanto al decirlo como al recibirlo), podemos resignificar esta palabra como una señal de confianza. Poder decir “no” es una muy buena señal de comunicación y salud en una relación de pareja. Implica que las personas se sienten con confianza para cuidarse y saben que la relación puede aguantar una negativa.

Un “no” puede ser un regalo así:

-No como un nuevo camino

Decir “no” no tiene que cerrar la conversación. Al contrario, puede ser una oportunidad para explorar algo nuevo. Si recibo ese no como una puerta cerrada que me permite explorar otras nuevas, me será posible conocer alternativas que tal vez no había considerado.

-No como un regalo

Como mencioné anteriormente, decir no también es una muestra de confianza. Una forma muy hermosa de aprender a recibir “no” es contestando gracias por confiar en que puedo recibir tu “no”.

-No como un reconocimiento

Decir “no” también implica que estamos reconociendo y respetando nuestros límites. Para dejarle saber a la otra persona que apreciamos eso podemos responder con un gracias por cuidarte. Esto es útil sobre todo con personas que tienden a ser muy complacientes y ponen el bienestar de otros antes que el propio. Cuando dicen “no”, es realmente un gran esfuerzo y es de admirar que puedan cuidarse.

Ejercicio práctico

No sé cómo haya sido tu experiencia pero a mí no me enseñaron a decir ni a recibir un “no”. Por eso, lo practico con mis parejas en situaciones poco amenazantes para que sea más fácil en temas fuertes. El ejercicio es así:

Siéntense frente a frente. A mí me sirve tomar de la mano a mi pareja pero eso depende de lo que ustedes prefieran. Pongan un temporizador para tomar turnos y elijan quién será A y quién B.

Advertencia: NO hagan peticiones emocionalmente cargadas o significativas. Eviten cosas como “quiero que me digas que me amas” o “quiero que tengamos sexo”, especialmente en el turno de “no”.

Turno 1: A pide – B contesta sí y una pregunta de seguimiento

Durante tres minutos, A le pedirá a B cosas pequeñas e insignificantes (dejo una lista de peticiones al final). B contestará que sí y hará una pregunta de seguimiento como “¿cómo quieres que lo haga?”

Turno 2: A pide – B contesta no – A contesta “gracias por decirme que no” o “gracias por confiar en que puedo recibir tu no”

Al terminar el tiempo, continúa el turno de A pero en esta ocasión, B le dirá que no a todo. Importante: A debe contestar con “gracias por decirme que no” o “gracias por confiar en que puedo recibir tu ‘no’”.

Turno 3: B pide – A contesta no – B contesta “gracias por decirme que no” o “gracias por confiar en que puedo recibir tu no”

Terminando el turno de A, sigue B. En este tercer momento, A responderá siempre “no” y B contestará como mencioné anteriormente.

Turno 4: B pide – A contesta sí y una pregunta de seguimiento

El último turno es B haciendo peticiones y A respondiendo “sí” más la pregunta de seguimiento.

Al terminar el ejercicio, tómense unos minutos para reconectar con un abrazo, apapachos, caricias y palabras de afirmación.

Lista de peticiones sugeridas:

  • Quiero que gires tu cabeza a la izquierda/derecha
  • Quiero que me pases mi vaso con agua
  • Quiero que pongas tu teléfono en tu otra bolsa
  • Quiero que me digas hola
  • Quiero que levantes una mano

Poliamor consensuado, no jerárquico

Hace unos días subí una publicación a Instagram que generó algo de controversia. La imagen dice «La jerarquía en las relaciones no es ética». Los comentarios comenzaron con algunas personas diciendo que era algo que necesitaban escuchar y leer debido a su situación actual; sin embargo, también hubo quienes lo tomaron como un ataque a su forma particular de relacionarse diciéndome que no estaba mal y no le hacían daño a nadie.

Lo primero que creo debo aclarar es que no creo que el poliamor jerárquico sea malo o que nadie deba hacerlo. Todos somos libres de relacionarnos como mejor nos acomode y eso siempre será válido.

Cuando digo que el poliamor jerárquico no es ético, me refiero solamente a eso. No cumple con los pilares de una relación ética.

¿Cómo es una relación ética?

En mi investigación y jornada personal y académica, he recopilado varias ideas propuestas por algunos autores acerca de este tema. Mientras que algunos mencionan una o dos características, mi propuesta tiene cuatro pilares (que puedes leer a detalle aquí). Como individuos, todos tenemos la capacidad de hacer lo que queramos (agencia), siempre y cuando comuniquemos aquella información que afecte a mis relaciones (honestidad) para que las personas involucradas puedan dar su consentimiento (libre, reversible, informado, entusiasta y específico), manteniendo el bienestar de todas las personas involucradas en mente (compasión).

¿Entonces, cuál es el problema con la jerarquía?

Una jerarquía implica autoridad, alguien por encima de otras personas de acuerdo a su nivel de importancia. La palabra misma viene de jerarca, que es un superior; del griego hierarchēs, compuesto por hieros (divino) y archos (regente o soberano). Si yo entro a una jerarquía, hay un lugar predeterminado para mí con lineamientos específicos que debo seguir. No se me pregunta si me acomodan, más bien se me advierte que, de no cumplirlos, perderé mi lugar – te ajustas o te vas. Hay relaciones jerárquicas donde los vínculos primarios tienen el poder de «vetar» a los vínculos secundarios y terciarios.

Aquí una pausa. Tal vez leas ese párrafo anterior y pienses ¡cómo puede alguien pensar que eso está bien! o ¡si todos están de acuerdo, no está mal!. Repito, no es que alguna de estas formas de relacionarse sea «mala». Hablar de que algo está bien o mal de forma generalizada nos lleva a un lugar moralista que no permite la reflexión. Yo no soy nadie para decirle a alguien cómo debe relacionarse porque estaría ignorando el primer pilar de una relación ética: la agencia. Lo que intento con este artículo es llevarte a la reflexión de si esta forma de relacionarte está alineada con tu propia ética.

A diferencia de la moral, la ética es personal y lo importante es relacionarme con personas que tengan una ética compatible con la propia.

Ya que quedó ese punto claro, veamos más específicamente qué pasa con los cuatro pilares en el poliamor jerárquico:

  • Agencia: Los vínculos secundarios no tienen la capacidad de hacer lo que quieran, ya está decidido por ellos. La relación primaria dicta cómo será la relación secundaria y hasta dónde llega.
  • Honestidad: Como vínculo secundario, si mis deseos o necesidades cambian, no puedo decirlo ya que implicaría ir en contra de la jerarquía preestablecida. En esta estructura, una petición de renegociación de términos puede encontrarse con un pues tú sabías a qué le entrabas y es lo que hay.
  • Consentimiento: Más que consentimiento, se vuelve coerción. Si no haces lo que te decimos, no puedes tener lo que quieres. El vínculo secundario no tiene voz ni voto en las negociaciones y debe aceptar lo impuesto.
  • Compasión: La satisfacción de las necesidades de los vínculos secundarios dependen de que lo que la relación primaria decida. Como vínculo secundario, mi bienestar es decidido por una relación en la que no tengo voz ni voto.

More than two: El mito de la noche obscura

Uno de los primeros libros que leí acerca de poliamor es More than Two de Franklin Veaux y Eve Rickert. Es literal una guía práctica para comenzar y me abrió el camino a este mundo de la no monogamia ética. En este libro, Franklin habla del poliamor jerárquico y cómo funciona, por lo que hay varias personas que lo utilizan para justificar que es ético. Sin embargo, hay que tomar en cuenta dos cosas: More than Two es experiencia personal, no académica; y, más importante, hay una controversia que llevó a Eve a retractarse de lo que dijo en el libro al darse cuenta de que había estado en una relación abusiva.

Franklin Veaux literalmente dice que “como vínculo secundario, la satisfacción de tus necesidades depende de la relación primaria” y debes estar dispuesto a que así sea, de otro modo el poliamor jerárquico no es para ti. Nuevamente, no digo que eso sea malo, sino que no es ético.

Nadie puede decidir cómo quieres que sean tus relaciones, ni siquiera tus vínculos. Parte esencial de la ética es tener la posibilidad de intervenir en decisiones que te afectan.

Por otro lado, Eve Rickert publicó en su blog que cometió un error enorme en More than Two. En ese libro, Eve habla de “la noche obscura del alma”, indicando que el proceso de deconstrucción es difícil y doloroso, por lo que hay que “aguantarlo”. Esto la llevó a ponerse en lugares tortuosos y aceptar condiciones con las que nunca estuvo cómoda (yo pasé por algo similar, puedes leerlo aquí). Eve dice que esto implicaba no hacer caso a incomodidades cuando “repetidamente sorprender a tus vínculos con decisiones que les afectan, sin considerar sus aportaciones y haciéndoles gaslighting cuando se quejan”.

Entrar a una dinámica de poliamor jerárquico no necesariamente implica que esté de acuerdo. Aquellos que tenemos apego inseguro tendemos a poner las necesidades de la otra persona sobre las propias. Aquellos que vivimos un apego a partir del trauma, difícilmente podemos poner límites claros y precisos.

Aquí el “gaslighting” que menciona Eve puede verse cuando la pareja primaria le dice al vínculo secundario “es tu problema, tú sabías a qué le entrabas y cómo era esto. Si no te gusta, vete”. Eso no es ético ni compasivo.

¿Para qué sirve la jerarquía?

A todo esto, ¿para qué necesitamos la jerarquía? Tener a una relación primaria “intocable” nos ayuda a protegerla. De esa forma, se aseguran de que su relación “no cambiará” aunque se abran al poliamor.

Spoiler alert: al entrar al poliamor, tu relación va a cambiar. De hecho, ese es el objetivo.

Personalmente, soy fan de Dedeker Winston y su más actualizada Smart Girl’s Guide to Polyamory. Además de que tiene una mirada ética y compasiva, es bastante detallada y profesional (finalmente, es una terapeuta especializada). Ella habla de cómo el “privilegio de pareja” está tan grabado en nuestra forma de ser que consideramos esencial ser parte de una relación de pareja para estar completos. Y claro que así es, nos enseñan que las parejas estables tienen un estatus mayor en la sociedad.

Mientras que Dedeker también considera que una jerarquía en el poliamor es algo controversial (tiene un capítulo completo dedicado al tema), explica que existe la jerarquía descriptiva que sucede más orgánicamente. Esto implica que algunas personas tienen ciertos derechos y obligaciones que van con el momento de vida en el que están. Por ejemplo, yo tengo un vínculo con quien vivo y otro con el que no. No es que uno sea más importante que el otro, sino que así decidimos que fuera.

Poliamor consensuado

Si estoy en una relación donde tenemos acuerdos donde todos podemos dar nuestro input y estamos involucrados en las decisiones que nos afectan, entonces ¿es necesario que haya una jerarquía? ¿Realmente hay alguien más importante que otra persona? ¿Es ése el tipo de relación que quiero?

A veces venimos tan acostumbrados a algo que nos funcionaba, que es difícil considerar nuevas opciones. Hablar de una relación poliamorosa consensuada me permite tener la flexibilidad necesaria sin perder la seguridad que requiero. Aún en situaciones donde decido que mi vínculo “primario” es quien vivirá conmigo y estará encargado de la crianza de mis hijos conmigo mientras que mis vínculos secundarios no, esto no tiene que ser imponerle a otras personas este rol. Además, considera a los vínculos como personas, no como satisfactores de la relación primaria.

Y sí, el lenguaje que usamos sí es importante. Cuando le digo a un vínculo que es secundario ante mi primario, estoy replicando una estructura donde alguien tiene más importancia que otra persona. Si estamos en una jerarquía prescriptiva donde todos pueden negociar, ¿para qué hablar de primarios y secundarios? Personalmente, me refiero a mis vínculos como «mi vínculo con el que vivo», «mi vínculo de 6 años» o simplemente «mi vínculo». Porque eso es. Por supuesto, mi vínculo que vive solo no tiene que pagar renta ni comida de la casa, sería absurdo porque no cohabitamos. Eso no lo hace más ni menos importante que la persona con quien sí vivo.

Una de las habilidades más útiles en la no monogamia ética es la flexibilidad. Saber que todo cambia y que podemos cambiar juntos.

En el ejemplo de la crianza, puede acordarse que los vínculos secundarios no estén involucrados. Si a lo largo de la relación surge un deseo o necesidad de alguna de las partes para hacer un cambio, es importante que exista un terreno fértil para que esa discusión ocurra. No quiere decir que debas aceptar o negarte, simplemente que no haya un muro que evite que siquiera se mencione el tema.

La decisión del tipo de poliamor que quieras llevar a cabo es completamente tuya. Espero que con esta información puedas sea más claro lo que es el poliamor jerárquico y a qué me refiero con que no sea ético.

Poliamor 101: No sólo es sexo desenfrenado

Hace algunos años conocí a una pareja que se hacía llamar poliamorosa. Estaban casados y tenían encuentros sexuales con otras personas, siempre juntos. Conforme fui conociendo sus relaciones, me di cuenta de que conocían a alguien y comenzaban a interactuar mucho con él, hasta el punto de invitarlo a vivir con ellos. Sin embargo, esa persona no tenía el mismo lugar en la jerarquía y, después de un tiempo, era desechado para dar lugar a una persona nueva. Poco a poco fue evidente el camino de cadáveres emocionales que iban dejando a su paso en su búsqueda por satisfacer sus necesidades como pareja, haciendo uso de un ‘tercero’.

Los cazadores de unicornios y la responsabilidad afectiva

En algún momento, se le llamó ‘unicornio’ a una mujer bisexual que tenía una relación exclusivamente sexual con una pareja heterosexual. Se decía que era tan difícil encontrarla que era como “buscar un unicornio”. Esto, por supuesto, ya no se reduce a un movimiento sexista que cosifica a una mujer, ahora los cazadores de unicornios pueden ser de cualquier género y orientación sexual – como los que te contaba al principio de este artículo.

Aquí siento la necesidad de hacer una confesión: yo también fui cazador de unicornios. Bueno, de unicornio – uno nada más. Al comenzar a abrir mi relación, sucedió que conocimos a un hermoso hombre con quien ambos tuvimos excelente química. Sin embargo, por nuestra jerarquía le dejamos claro que no tendríamos una relación más que sexual. El problema de esta regla (claramente no ética, como lo explico aquí) fue que nos dejó a todos heridos.

La relación entre los tres fue creciendo y cambiando orgánicamente pero ninguno se atrevió a mencionarlo debido a las restricciones jerárquicas preestablecidas.

Este es un buen momento para hablar de la famosa “responsabilidad afectiva”. En círculos de personas no monógamas este término se usa frecuentemente aunque pocos puedan decirte qué es. En pocas palabras, la responsabilidad afectiva implica que todos somos responsables de nuestros afectos, nadie más. Por eso, los clásicos es que tú me hiciste sentir mal, me voy por tu culpa, o si no fueras tan coqueto, no te hubiera puesto el cuerno, no son válidos. SIN EMBARGO, hay muchos que la utilizan como un arma.

El decirle a la otra persona tú eres responsable de sentirte mal así que no sé por qué vienes a hacerme drama, no es ético y no es ser responsable. Eso es una forma de deslindarme de mi parte en el desorden y decirle a alguien más que lo limpie. En este artículo puedes conocer más a detalle cómo funciona la responsabilidad afectiva en una relación ética.

Polidefiniciones

Entonces si el poliamor no son parejas que buscan “un tercero”, ¿qué es? Uno de los errores más frecuentes que encuentro en conversaciones con personas interesadas en el tema (para conocer o para criticarlo) es hablar de poligamia. La poligamia es un término legal para uniones de un hombre con varias esposas (poliginia) o una mujer con varios esposos (poliandria). Esto no tiene nada que ver con poliamor.

El poliamor es un estilo relacional donde las personas están abiertas a tener más de un vínculo afectivo (romántico) simultáneamente donde todos los involucrados están enterados. *Respira* Eso son muchas palabras y nada de pausas así que vamos a desempacarlo.

  • Es un estilo relacional porque no depende de la orientación sexual, sexo, expresión ni identidad de género de los involucrados. Puedes ser hombre trans heterosexual que disfrute de tener sexo con personas que tienen pene y ser poliamoroso. Lo único que implica es cómo quieres relacionarte tú con otras personas.
  • Tener más de un vínculo afectivo/romántico es lo que comúnmente conocemos como “novios” o “parejas”, sólo que no está limitado a que sea una sola persona. Afectivo/romántico habla del tipo de vínculo. Evito decir sexoafectivo porque puedes ser una persona asexual poliamorosa – de hecho, es una buena alternativa cuando se relacionan con alguien sexual.
  • Todos los involucrados deben estar enterados. No todos tienen que relacionarse entre ellos, ni amistosa, ni afectiva ni sexualmente. Con que todos sepan de la existencia de los otros es suficiente aunque nunca se vean la cara.

Como es posible que haya más de dos personas en la relación, generalmente se habla de vínculos en lugar de parejas. Ahora, no es necesario que una persona tenga varios vínculos para ser poliamorosa. No es como que soy poliamoroso hoy porque tengo dos vínculos y si una de esas relaciones transiciona ya no lo soy.

Juntos pero no necesariamente revueltos

Ya que dejamos claro que no todos tienen que estar en una relación cuando se es poliamoroso, creo que es importante explicar algunas de las configuraciones más comunes:

  • Triada o trieja: Tres personas que tienen un vínculo entre ellas.
  • Relación en V: Una persona con dos vínculos que no se relacionan entre sí. Piensa a la persona como el vértice y a los vínculos como aristas. Ya con esa imagen, puedes imaginar cómo es una relación en W y en N.
  • Solo-poli: Una relación donde una persona elige mantener vínculos con otras personas pero sin planes de cohabitar… porque en poliamor no seguimos el guión prescrito de novio, pareja, vivir juntos y casarnos (a menos que sea una decisión consciente).
  • Mono-poli: Una relación donde una persona es monógama y sólo tiene un vínculo con otra persona que decide vincularse con más personas.

Esas no son todas las configuraciones ya que depende completamente de lo que los involucrados decidan.

¿Cómo se ponen de acuerdo?

Considerando que no tienes que llevarte bien con todos tus metamores (los vínculos de tus vínculos, conoce más a detalle este concepto aquí), es importante que haya mucha comunicación y que todos estén claros en lo que sucede en la relación. Aún cuando tú no estés vinculado con el novio de tu novio, lo que ellos hacen tendrá cierta influencia en tus relaciones.

Esa red que se construye entre los involucrados se conoce como polícula (mezcla de poliamor y molécula) – piénsalo como una familia.

Cuando llega un nuevo integrante a la polícula, es importante que todos estén enterados y tener en cuenta la ENR (energía de nueva relación). Así como en la monogamia hablamos de enamorarnos, en poliamor hablamos de ENR que es esa emoción e intoxicación que nos da al empezar una nueva relación. Esta distinción surge principalmente porque puede suceder con varias personas simultáneamente y en lo tradicional uno se enamora de una persona a la vez. Pero nos emboba igual.

Igual que en la monogamia, no hay que tomar decisiones cuando estamos bajo la influencia de alguna droga (incluyendo la ENR). Aún así, y por más tentador que parezca, en las relaciones poliamorosas éticas es esencial recordar que las reglas no son éticas (aquí te digo por qué). Las alternativas son los acuerdos y los límites, ya que estos dos toman en cuenta las necesidades de todas las personas involucradas y no limitan la agencia de nadie.

¿Y los celos? ¿A poco los poliamorosos no sienten celos?

No puedo hablar de todas las personas poliamorosas, pero en mi caso yo sigo sintiendo celos. Uno de mis vínculos no siente celos (al menos no tradicionalmente pero puedes leer la historia aquí) y el otro sí. Lo que he aprendido es que estos celos no son tóxicos ni malvados, de hecho así los he transformado en mis amigos para poder aprovechar lo que me dan.

Y precisamente esa es una de las razones por las que algunas parejas se vuelven cazadores de unicornios. La inseguridad e incertidumbre que me da el que mi pareja pueda vincularse con alguien más nos lleva a muchos a pensar que nos van a dejar por la otra persona. Entonces se generan relaciones jerárquicas donde existe la pareja principal y los secundarios (que tienen un límite de hasta dónde van a llegar).

Las relaciones jerárquicas no son éticas ya que interfieren con los cuatro pilares: la agencia, la honestidad, el consentimiento y la compasión. Hay relaciones donde llegan a tener poder de “veto” donde uno le puede decir a la otra persona con quién sí puede o no vincularse.

Tal vez te podrás dar cuenta de que en todo esto, el sexo llega a pasar a segundo plano. En algún momento alguien comentó muy acertadamente que los poliamorosos nos pasamos mucho más tiempo platicando de cómo nos sentimos de tener sexo con otras personas, de cómo se sienten nuestros vínculos de que tengamos sexo con otras personas y de cómo se sienten esas otras personas que teniendo sexo. Y es que tener una relación poliamorosa implica ética, asertividad e intencionalidad. No es algo que nos “pase”. No es una infidelidad. Es tenerlo todo claro, estar dispuesto a ser vulnerable ante varias personas, respetar su agencia para actuar, ser honestos, dar nuestro consentimiento y actuar con compasión.

Amar es una decisión, no un accidente.

Mi primera relación romántica estuvo llena de sufrimiento, dolor y malos entendidos. A mis 19 años mi madre me dijo, «si no puedes dejarlo no lo dejes, eventualmente el dolor será tanto que no tendrás opción«.

Nos conocimos en uno de los primeros antros gay a los que fui. Estaba yo con un amigo y tenía la firme intención de conocer al «amor de mi vida» para empezar mi primera relación fuera del clóset, llena de momentos clichés románticos. Vi a un hombre que me pareció muy guapo y, para mi sorpresa, me sonrió. Cuando le dije a mi amigo lo que estaba sucediendo, él me vio a los ojos y me dijo «no, él no».

Por supuesto, no le hice caso. Si no, no habría historia qué contar.

Las primeras citas fueron muy bonitas y románticas. Ambos estábamos haciendo lo mejor para ser lo más alejados de lo que realmente éramos para sorprendernos mutuamente. Yo hacía como que no necesitaba mucho apapacho y él actuaba como que era muy amoroso. Para cuando nos dimos cuenta de que nuestros lenguajes de amor, nuestros círculos sociales, nuestros intereses y nuestros proyectos a futuro eran absolutamente incompatibles, ya era demasiado tarde. Ya éramos novios.

Amar es una decisión

Un amigo muy querido me compartió hace un tiempo su definición de amor. Él dice que ama a su esposo porque así lo decide, no porque sea el destino o porque se hayan enamorado. Ese día, mi mente explotó un poco. Se nos enseña que nuestra vida amorosa es muy sencilla: conoces a alguien, te gusta, te enamoras y ya, no hay necesidad de que tú hagas nada puesto que todo se ha decidido por ti.

En la historia que te conté al principio, yo asumí que nos enamoramos porque simplemente así es la vida. No es que no me haya dado cuenta de qué tan incompatibles éramos sino que pensé que eso no era importante si era amor de verdad. Cuando por fin pude terminar con él (en una escena dramática en una madrugada nublada), pasé años hablando de él como la persona más «tóxica» que había conocido, juzgando todo lo que había hecho «para hacerme daño» y cómo yo era un «imbécil» por haber dejado que me tratara así.

Yo era de esos que le echaba la culpa a Cupido por haberme enamorado de «ese infame» o «esa persona tóxica» siendo que yo soy tan amoroso y fiel. El problema de esto es que me quita toda responsabilidad y capacidad de agencia. Las princesas son rescatadas y los príncipes son cautivados, nosotros somos los héroes de nuestra propia historia y todo aquello que salga «mal» es responsabilidad de los dioses del amor que juegan con nuestro corazón.

No soy yo, es Cupido

Probablemente conoces cómo se siente la energía de nueva relación (ENR). Hay quienes dicen que el enamoramiento es una situación universal y que «no hay ninguna cultura que no lo experimente». Yo siempre tomo este tipo de generalizaciones con algo de cautela ya que me es difícil pensar en absolutos. Por otro lado, tampoco me parece relevante. Lo importante para este artículo es como tú y yo experimentamos esta sensación. Para mí, es un calor en el pecho, en las mejillas, pensamientos constantes en la otra persona y un alivio placentero cuando tenemos cualquier tipo de contacto. Pero eso es ya cuando estoy bastante metido en el enamoramiento.

Y es que fisiológicamente sí hay químicos en nuestro cerebro que se ponen intensos cuando conocemos a alguien con quien hacemos click, así como también nos dan ganas de dar el tarjetazo cuando vemos ese artículo que nos encanta o queremos comernos la pizza completa. Esa parte animal está ahí y es muy real.

Sólo que como seres humanos, no somos esclavos de nuestros instintos.

Cuando conocí a este hombre de la historia de hoy, me sentí inmediatamente atraído. ¿Por qué? Puede ser por mi historia, por mi contexto, por mis carencias, por mis habilidades, por los astros, por Cupido o porque simplemente era un hombre atractivo. Yo decidí seguir conociéndolo. Cuando tuvimos las primeras discusiones, cuando empezaron las situaciones donde yo me sentía denigrado y rechazado, yo decidí seguir en esa relación. Cuando me quedé solo en la calle esperándolo porque había ido a ver a su jefa sin saber que tenía una hora que se había ido a su casa, yo decidí seguir viéndolo.

Yo digo hasta dónde

Hay varios mitos del amor romántico que nos dicen que debemos seguir en una relación, escalando cada vez más. Entre los más evidentes está «el amor es escaso». En este artículo puedes leer más a detalle cómo vivimos este mito pero una de las ideas que más me resuena es que cuando elijo algo porque creo que no tengo opción, no estoy eligiendo realmente.

Como yo pensaba que enamorarme era una condena ante la cual yo era completamente impotente, sufrí nuestras incompatibilidades y me forcé a cambiar elementos muy importantes para mí. Por otro lado, constantemente insistía en que él cambiara cosas que «evidentemente estaban mal», ¿cómo iba a estar bien irse con alguien a Honduras después de que le declaró amor eterno, sabiendo que éramos monógamos?, me preguntaba.

¿Qué pasa cuando me vuelvo responsable de mis decisiones y tomo acción al respecto?

Ahora cuando conozco a alguien que me gusta, estoy consciente de mis reacciones fisiológicas y emocionales. Amo disfrutarlas y sentir esa emoción tan rica que es propia del flechazo de cupido. También decido si quiero seguir sintiendo eso o no dependiendo de qué es lo que quiero.

Aunque suena intimidante, elegir mis relaciones y elegir enamorarme me empodera para saber si es lo que quiero para mí en mi vida.

La escalera eléctrica de las relaciones en la monogamia tradicional funciona así: te subes al primer escalón y la relación comienza a avanzar, quieras o no. Si te quedas mucho tiempo en un nivel (como ser novios sin vivir juntos), la gente empieza a preguntarte si todo está bien. Si no te mueves, se asume que tu escalera eléctrica está rota y hay que arreglarla o buscar otra que sí sirva.

En las relaciones éticas, monógamas y no monógamas, la escalera no es eléctrica y no está rota. Los involucrados pueden subir de escalón, bajar o quedarse en el que más les acomode el tiempo que quieran. Mediante la comunicación asertiva, la empatía y siguiendo los cuatro pilares de una relación ética (con la compasión por delante), la relación puede mantenerse viviendo separados, amándose profundamente toda su vida. También pueden decidir dejar de vivir juntos y seguir con su relación. Y pueden decidir que son «novios», «pareja», «vínculos», «langostas» o lo que quieran, siempre y cuando todos los involucrados lleguen a un significado común.

No hay una forma correcta de tener una relación romántica ya que todos somos diferentes. Lo que necesito contigo es diferente a lo que necesito con otra persona. Lo que necesito hoy probablemente sea diferente a lo que necesite en un año. La flexibilidad desde la compasión y la comunicación es clave.

Las relaciones no «pasan»

Al cambiar este punto de vista, me doy cuenta de que las cosas no me «pasan». Yo decido y elijo, independientemente de lo que el entorno me diga. No me enamoré de mi pareja «de pronto», construimos una relación poco a poco con mensajitos, apapachos, regalitos, palabras bonitas, besos, caricias, sexo, complicidad y tantas otras cosas que requieren que yo sea un agente activo en la situación. Estoy consciente de que mis sentimientos van creciendo poco a poco (a veces, no tan poco a poco) y veo los detalles que funcionan como leña que va avivando el fuego del enamoramiento.

También soy capaz de detenerme, ir más lento, retroceder o retirarme por completo dependiendo de lo que yo necesite (siempre informando al otro para mantenernos éticos). Es cierto que hay personas que disfrutan con dejarse llevar y eso es completamente válido, siempre y cuando se hagan responsables de esa decisión y no estén culpando al mundo por forzarlos a hacer cosas que no quieren.

Sí quiero pero me da vergüenza

Como hombre homosexual cisgénero y poliamoroso, la vergüenza no me es nada ajena. Cuando era niño, le pedí a mi mamá que me comprara unas hermosas casitas de Sailor Moon que estaban PRECIOSAS. Traían sus muñequitas, unos stickers para decorar la casa, muebles y hasta platitos. Muy contento las puse en un estante en mi cuarto para verlas todo el tiempo porque me hacían muy feliz… hasta que invité a un amigo a jugar a mi casa.

¿Y esas muñecas que están en tu cuarto?, me preguntó haciendo una mueca que anunciaba una inminente burla. ¡Son de mi hermana!, le dije inmediatamente. Mi hermana, bastante hábil, aprovechó la oportunidad y dijo sí, son mías, voy a agarrarlas para jugar con ellas. Volteé a verla y le recordé que mi mamá la había castigado, por lo que no podía jugar con ellas (con una mirada que decía ay de ti si me echas de cabeza).

Desde una temprana edad he enfrentado conflictos por mis gustos hacia las muñecas de Sailor Moon, mi gusto por la música, mi cuerpo delgado, mi orientación sexual, mi sexualidad y mi forma de relacionarme. Y a todo eso le decía «vergüenza».

Estoy mal, soy defectuoso, no soy suficiente, soy débil.

Gershen Kaufman dice que la vergüenza es la experiencia más perturbadora que los individuos pueden tener acerca de sí mismos; ninguna otra emoción se siente más profundamente perturbadora porque en el momento de la vergüenza, me siento herido desde adentro. Y es que la vergüenza no es sólo un sentimiento, es algo parecido a los celos en tanto que involucra varias emociones y depende de las circunstancias. Sin embargo, no sé cómo haya sido para ti, pero a mí no me enseñaron a distinguir las sutilezas esenciales que pueden ayudarme a trabajar este tipo de sensaciones.

Para empezar, ¿qué es la vergüenza? Es eso que te sucede cuando sientes que hiciste algo mal, aunque no es tan sencillo. Esa sensación viene de pensar que hice algo mal según otras personas. De ahí pueden venir emociones como la tristeza, el enojo y la decepción.

Y todo esto no es porque yo haya hecho algo malo, más bien se siente como si yo estuviera mal. Me defino como defectuoso, insuficiente, débil o, simplemente, un fracasado.

En el ejemplo del principio, yo sentía vergüenza porque se me había enseñado que los niños no juegan con muñecas. Es más, se esperaba que me dieran asco. El hecho de que a mí sí me gustaran implicaba que era un «maricón» o «joto», aunque no entendía muy bien qué significaba eso pero sabía que no era algo por lo que te aplaudieran. Y es eso, como seres sociales necesitamos el reconocimiento y el sentido de pertenencia, por lo que buscamos ser aceptados de una forma u otra.

Sí, aún esa persona que se jacta de ser extraña e inusual, que escucha música que nadie conoce y publica en Facebook su inconformidad con el capitalismo y lo mainstream. Hay un cierto orgullo en creer que no se pertenece a un grupo social pero eso, por definición, surge a partir del reconocimiento de ese grupo que me «desprecia» y, de cierta forma, me reconoce.

¡Qué difícil es decir sí quiero sin vergüenza!

Así como la historia de mis muñequitas (hoy tengo dos repisas enormes llenas), podría contarte mil ejemplos más de cosas que me atraían y me rehusaba a aceptar por vergüenza. No puedo decirle a mi pareja que quiero que nos mandemos mensajitos todo el día porque va a decir que soy un tóxico, no puedo pintarme las uñas porque van a decir que me veo mal, no puedo ponerme un short porque voy a parecer pollito con mis piernas flaquitas, no puedo subir fotos en calzones porque van a decir que soy un fácil, etc., etc., etc.

Y si hago una pausa para leer eso que acabo de escribir puedo darme cuenta que ninguno de esos juicios es mío. Todo eso son voces de otras personas en mi cabeza, desde mi padre que no entendía la homosexualidad hasta los comerciales de «antes y después» que mandan un mensaje muy claro: mi cuerpo no es atractivo y debo cambiarlo.

Por otro lado, socialmente no es aceptable sentir vergüenza. Esa palabra despierta muchas defensas del tipo ay, no, yo no siento vergüenza nunca. Precisamente porque pensamos que es algo que sienten los «débiles» o las personas que «necesitan más trabajo», ya sabes, esos otros, no yo.

¿De dónde viene mi vergüenza?

Depende de dónde venga. En español tendemos a utilizar «vergüenza» como un término general para varias situaciones. El problema con eso es que nos dificulta el poder identificar de dónde viene y, por lo tanto, cómo trabajarla. Yo ubico que la vergüenza que me provoca la voz de mi padre es insuficiencia, la voz de mi maestro que me dice que debería haber hecho un trabajo mejor es decepción. Aquí te pongo un pequeño acordeón para darle nombre a esas voces:

  • Timidez – Ante un extraño
    • Esto que siento es porque me siento juzgado por alguien que no conozco.
      • Me siento tímido de subir una foto sin playera por lo que vayan a pensar otros.
  • Decepción – Por una derrota temporal
    • Particularmente por algo que intenté hacer y no salió como esperaba.
      • Estoy decepcionado porque obtuve una calificación baja en mi examen.
  • Bochorno – Ante otras personas
    • Me siento abochornado porque mis amigos me vieron caerme.
  • Cohibición – Acerca de mi desempeño
    • Me siento cohibido porque temo no poder darle placer a mi pareja como siempre lo hago.
  • Inferioridad o insuficiencia – Acerca de quién soy
    • Me siento insuficiente porque no estoy tan musculoso como creo que debería estar para ser atractivo.

Además, todos esos tipos de vergüenza pueden ser situacionales o crónicos. La vergüenza situacional surge por un hecho o un acto específico, como cuando te caes enfrente de toda la clase y te levantas como si hubieras rebotado, sonriendo y diciendo así camino escondiendo el bochorno. La crónica tiene que ver más por quién soy, como la insuficiencia que siento cuando alguien me dice ¡qué flaquito estás! Como podrás imaginar, el problema de esta última es que se vuelve algo que me creo y se vuelve parte de mi personalidad. Siempre está en mi cabeza, resonando y recordándome lo inadecuado que soy.

Si le llamamos «vergüenza» a todos estos sentimientos, se vuelve difícil identificar qué hacer con ella. Ross Rosenberg habla de la vergüenza como si fuera musgo, dice que requiere obscuridad para poder crecer y estoy totalmente de acuerdo.

La vergüenza se alimenta de sí misma y, mientras no podamos lanzar luz sobre lo que la genera, seguirá haciéndose más grande y más molesta.

En un área como las relaciones afectivas o románticas, donde me encuentro con otra persona en una intimidad muy vulnerable, es posible que surjan estos sentimientos que me dificulten el poder disfrutar estar y pedir lo que necesito. Por ejemplo, si cuando estoy con mi pareja quisiera que me diera dos nalgadas y me amarrara a la cama pero no se lo digo por «vergüenza», es posible que esté perdiéndome de una oportunidad hermosa de conectar con la otra persona y vivir una parte muy placentera de mi sexualidad (o, en el peor de los casos, experimentar algo nuevo y reforzar la confianza en mi relación sabiendo que no hay juicios).

Si en lugar de «vergüenza» identifico que me siento cohibido, puedo platicar con mi pareja acerca de mi necesidad de sentirme validado en mi forma de darle u obtener placer. Si ubico inferioridad, puede ser que considere que la gente que disfruta esas prácticas sea desagradable y sienta miedo de que mi pareja piense eso de mí.

El mayor beneficio de poder trabajar la vergüenza es acceder a esas áreas de mi vida que están cerradas por miedo pero realmente tienen el potencial de darme placer, reconocimiento y felicidad.

Si puedes sentirlo, puedes sanarlo

Una de las razones por las que no hablo de emociones negativas es precisamente que para sanar algo, hay que saber qué duele, dónde y cómo. Es como ir al dentista y decirle quiero que me arregles el diente, sé que me duele pero como no quiero sentirlo me puse anestesia. No estoy seguro cuál es el que me duele ni cómo pero quiero que lo cures. Es cierto que estas emociones son desagradables pero están ahí por una razón y pueden ayudarnos a ubicar el problema.

Por supuesto, no tienes que hacer esto solo. Un terapeuta calificado puede acompañarte y ayudarte a obtener herramientas para poder observar esos sentimientos desagradables y sanar tu experiencia poco a poco. Además de eso, aquí hay otras formas de lidiar con la vergüenza:

  1. Escribe un incidente específico de tu niñez donde hayas sentido vergüenza. Incluye lo que sentiste y pensaste en ese momento, así como los que llegaron después.
  2. ¿Qué impulsos tuviste?
  3. ¿Querías alejarte de otros, acercarte o atacarlos?
  4. Si es posible, ubica dónde se siente esa vergüenza en tu cuerpo. Trata de ponerle color, textura, sonido y temperatura.
  5. Finalmente, escribe cómo crees que esa vergüenza todavía te influye.

Recuerda que la vergüenza no es tuya. Siempre está relacionada con alguien más, ya sea de tu presente o de tu pasado. Aunque tendemos a identificarnos con la vergüenza y eso nos lleva a creer que no somos dignos no tenemos la posibilidad de ser aceptados, no somos un sentimiento, somos seres complejos con varias capas.

Previniendo el apocalipsis: Los cuatro antídotos

En algunas relaciones empezamos en el paraíso, todo es hermoso hasta que suenan las trompetas que anuncian a los cuatro jinetes del apocalipsis. En el artículo anterior entré en detalle acerca de cada uno de ellos para que pudieras identificarlos. La crítica sucede cuando realizamos juicios que van más allá de la acción que nos incomoda y atacamos la otra persona por quien es, el desdén viene después cuando nos ponemos en un lugar de superioridad moral, el tercer jinete es estar a la defensiva que surge generalmente como respuesta a los primeros dos, y el cuarto jinete, stonewalling, sucede cuando se pierde la esperanza de llegar a algo y la persona decide retirarse vencida y decepcionada.

Bueno, ya sé que ahí están, no los vi llegar pero siento cómo mi relación se acerca al Final de sus Días. ¿Qué hago?

El primer antídoto – Ante la crítica, hablar desde mí

Una queja se enfoca en el comportamiento de otra persona y es completamente válida. Cuando le digo al otro que no quiero besarlo porque tiene aliento a cebolla, puedo hacerlo de muchas maneras y, a fin de cuentas, estoy hablando de un suceso específico. Es muy diferente cuando le digo que es un puerco, sucio y desconsiderado.

El antídoto ante la crítica es hablar desde ti. Evita decir «tú» y habla de lo que te sucede a ti, empezando tus oraciones con «yo» o «a mí».

Para lograr esto, es esencial que te hagas dos preguntas:

  • ¿Qué siento?
  • ¿Qué necesito?

Este antídoto se ve así:

Crítica: Llevas toda la tarde hablando de lo que te pasa a ti y no te importa cómo me fue a mí en el día. ¿Por qué eres tan egoísta?

Antídoto: Necesito sentirme escuchado por ti. Quiero platicar contigo acerca de qué me pasa, ¿puedes escucharme?

Tip: Utiliza estas herramientas de comunicación.

El segundo antídoto: Ante el desdén, la apreciación y la gratitud

Este jinete viene desde un lugar de superioridad moral. Puede surgir en forma de sarcasmo, insultos, voltear los ojos, burlas y humor hostil. En sociedades machistas, todo esto no sólo es aceptable sino llega a considerarse la mejor forma de manejar una situación de conflicto. Nos enseñan que siempre hay que ganarle al otro y demostrar que somos mejores.

El antídoto al desdén es construir una cultura de apreciación en tu relación. Expresa aprecio, gratitud y respeto frecuentemente y en pequeñas dosis. Gestos pequeños como decirle a tu pareja gracias por sacar la basura, aprecio tu presencia, respeto tu trabajo, comienzan a establecer un terreno fértil para una relación más amorosa.

De esta forma se crea una perspectiva positiva que funciona como una reserva de sentimientos amorosos ante los sentimientos negativos. Un problema que surge es que tendemos a dar por hecho lo positivo y solo remarcamos lo negativo. Por eso a veces parece que TODO ESTÁ MAL.

Velo como una cuenta de banco emocional. Si haces cinco depósitos positivos por cada negativo, te mantienes en una buena economía.

Ejemplo:

Desdén: No limpiaste bien el baño otra vez. Pero bueno, ¿qué puedo esperar de ti?

Antídoto: Entiendo que has estado más ocupado de lo normal últimamente. ¿Podríamos revisar las tareas de casa que nos tocan a cada quien para asegurarnos de que el baño esté limpio en la semana? Apreciaría mucho eso.

Tip: Utiliza los pasos para responder con empatía.

El tercer antídoto: Ante la defensa, la responsabilidad.

Cuando nos sentimos atacados, la respuesta natural es defendernos. Esta defensa puede surgir en forma de indignación o victimización ante una crítica o el desdén. Al surgir, el enfoque está en quién tiene la culpa, no en el problema o las necesidades de los involucrados.

El antídoto a la defensa es aceptar responsabilidad por la parte que me toca en el conflicto. Generalmente nos cuesta trabajo porque tenemos esta mentalidad de competencia y no queremos «ceder» o «perder».

La alternativa es dejar de verlo como una competencia entre nosotros y más como trabajo en equipo. Somos tú y yo contra este problema que tenemos. Estamos del mismo lado y, para que eso suceda, tenemos que reconocer que ambos somos responsables de una parte del conflicto. No siempre es fácil detener la respuesta automática de ¡yo no hice nada! La culpa nos detiene y lastima, la responsabilidad mueve.

Ejemplo:

Defensa: Ya teníamos esto planeado desde antes y ahora resulta que no va a pasar. Es tu culpa porque no lo apuntaste en el calendario y sabía que se te iba a olvidar.

Antídoto: Estoy frustrado porque no vamos a poder hacer esto que teníamos planeado. Sin embargo, entiendo que yo tampoco hice algo para prepararnos y asegurar que sucediera. Me gustaría que lo reagendáramos y pusiéramos un recordatorio ambos. ¿Qué opinas?

El cuarto antídoto: Ante el muro de piedra, el auto-cuidado.

Stonewalling es cuando alguien se retira completamente de un conflicto y deja de responder. Esto puede suceder cuando la persona se siente abrumada emocionalmente o bombardeada. De hecho, es algo que se siente fisiológicamente cuando tu cuerpo activa la respuesta de pelea o huida. Aunque puede ser difícil de aceptar, tu cuerpo no distingue la diferencia entre una amenaza externa y una generada por tu cerebro, ¡ambas son percibidas como reales!

El antídoto ante el muro de piedra es el auto-cuidado. Tu sistema nervioso requiere de alrededor de 30 minutos de espacio para poder reiniciarse y regresar a un equilibrio. Hay muchas formas de auto-cuidado, lo importante es que identifiques qué es lo que sirve para ti y que, durante ese tiempo, te enfoques en lo que TÚ necesitas.

Una herramienta muy efectiva para poder atender este jinete es el timeout. Esto implica tomar un tiempo para poder calmarse antes de continuar con una plática o discusión. Para que funcione, recuerda que los términos del timeout deben ser negociado con anterioridad para no tener que lidiar con detalles en el momento de emociones altas.

Algunos puntos a tomar en cuenta para un timeout efectivo son:

  • Debe durar al menos 20 minutos (con reloj en mano). Cuando se pide el timeout, se acuerda a qué hora se retomará la discusión.
  • Evitar indignación aparentemente justa (pues me voy porque contigo no se puede)
  • Evitar victimización (pues me voy porque nunca me escuchas)
  • Durante ese tiempo, haz algo que te tranquilice y te distraiga. No te pases 20 minutos pensando en lo que le vas a decir a la otra persona cuando regreses.

Ejemplo:

A: ¡Ya tenemos una hora discutiéndolo y no entiendo qué está pasando! ¿Por qué no puedes–

B: Mi amor, necesito interrumpirte porque me estoy sintiendo abrumado y necesito un timeout. Como acordamos anteriormente, me gustaría tomarnos veinte minutos y retomar la plática. ¿Estás de acuerdo?

Las guerras se ganan con planeación y estrategia

Y esta guerra no es contra tu pareja sino contra los jinetes. Cuando estén en momentos de tranquilidad, hagan planes y platiquen acerca de estrategias que pueden llevar a cabo cuando aparezca uno de los jinetes. Revisen sus detonantes y compártanlos para poder hacer equipo y evitar el apocalipsis.

El apocalipsis de tu relación: Los cuatro jinetes

Imagina estar en un día hermoso, en uno de tus lugares favoritos. A tu lado, está una persona que amas profundamente y están pasando el mejor tiempo de sus vidas. De pronto, te parece escuchar una trompeta a lo lejos y te dan escalofríos porque sabes qué significa. El clima cambia ligeramente, es algo casi imperceptible, y la persona a tu lado te ve un poco diferente. Hay algo inusual en su mirada pero lo reconoces. Sabes que ahí viene. Te levantas y haces lo posible por arreglar el mundo e impedir lo inminente. Entonces sientes algo en ti que cambia, una presión en tu pecho que comienza a crecer y ya no hay escapatoria.

Sin saber cómo, esa persona y tú están discutiendo primero acerca de algo banal como quién fue el último en lavar los platos porque hay una cuchara sucia e inmediatamente después acerca de cómo nunca se escuchan y siempre se hace lo que el otro quiere.

Tal vez te suene familiar. Si es así, ya conoces a los cuatro jinetes del apocalipsis. Cada uno más destructivo que el anterior y todos anunciando la llegada de un conflicto que irá escalando hasta terminar la relación.

El doctor John Gottman del instituto Gottman afirma poder predecir con hasta 90% de certeza el fin de una relación a partir de la presencia y persistencia de los cuatro jinetes del apocalipsis: crítica, estar a la defensiva, desdén y stonewalling. Estos son estilos de comunicación que generan conflicto y evitan la comunicación y la conexión.

El primer jinete: Crítica

Los cuatro jinetes están íntimamente conectados con los pilares de las relaciones éticas. El primero se ve así:

A: ¿No sacaste a los perros? ¡Eres un flojo y un irresponsable!

La crítica como estilo de comunicación se enfoca en atacar lo que tu pareja es, no lo que hace.

En otras palabras, descalifica e invalida a la otra persona en cuanto a su personalidad y forma de ser, más que concentrarse en un hecho específico. En el ejemplo, el problema es que la pareja no sacó a los perros y eso puede arreglarse fácilmente. Sin embargo, el ataque se va hacia la integridad del otro. Esto es un problema porque, para empezar, la crítica prepara el terreno para que surjan los otros tres. Es violento ya que es un ataque directo hacia la otra persona. Al recibirlo, puede experimentarse como rechazo o dolor y frecuentemente el conflicto escala exponencialmente.

Pero, ¿y si no sacó a los perros?, pensarán algunos de ustedes. Aquí primero hay que considerar que, como seres humanos, tendemos a generalizar. ¡Nuestro cerebro lo hace normalmente para poder maximizar la eficiencia con la que trabaja! Por eso algunas personas dicen ¿cuál es tu Pikachu favorito, el de fuego o el de agua? En las relaciones humanas, necesitamos actuar con compasión (lee cómo aquí) y considerar a la otra persona como un ser completo, complejo, con historia y pensamientos propios. Y cuidado con querer resolver toda tu relación en una conversación. Si lo que te molesta es que tu pareja SIEMPRE hace algo que no te gusta, tal vez es tiempo de preguntarte por qué estás con alguien que SIEMPRE hace eso.

Ahora, hay formas de expresar incomodidad o molestia sin necesidad de atacar a la otra persona. Si tienes una queja (como que no haya sacado a los perros), asegúrate de enfocarte en UN HECHO ESPECÍFICO y claro. Evita los hoyos negros de la comunicación (decir SIEMPRE, NUNCA, TODO y NADA), y ten cuidado con la crítica.

El segundo jinete: Desdén

Ya que escuchaste la trompeta de la crítica hay que estar alerta porque, de no tener cuidado, llegará el desdén. Cuando critico a la otra persona por lo que es y no por lo que hace, comienzo a ponerme en un lugar de superioridad moral donde claramente «yo sí sé cómo hacer las cosas». El desdén se ve así:

A: (Crítica) ¿Por qué dejas tu ropa por todos lados? ¡Eres un descuidado y un flojo! (Desdén) Pero claro, seguro así te educaron en tu casa y ni qué esperar de alguien como tú.

Este jinete se ve como burlas, sarcasmo, imitaciones físicas o verbales y otras formas de expresar fastidio o desesperación porque la otra persona «no entiende lo mal que está». El receptor lo que experimenta es una sensación de ser despreciado, menospreciado y que tiene poco valor. Según John Gottman, este jinete es el principal predictor de divorcio.

Cuando el desdén prevalece, nos lleva a creer que la otra persona no tiene cualidades positivas. Probablemente esto lleve a la otra persona a vivirse como un ser negativo y enfermizo, con poco que dar en cuanto a amor y gozo. Se pierde la admiración por la otra persona y es muy difícil encontrar puntos de conexión e intimidad de esta forma. Generalmente, el desdén surge cuando hay pensamientos negativos que no se expresan y se han estado cociendo a fuego lento muy dentro de nosotros.

El tercer jinete: Estar a la defensiva

Este generalmente surge como reacción a la crítica. Cuando nos sentimos atacados, buscamos cómo defendernos y utilizamos excusas (explicaciones) o caemos en una victimización donde nos sentimos injustamente juzgados. Sin embargo, aunque nos estamos defendiendo de un ataque, lo hacemos invalidando al otro y se vuelve un espiral.

Ejemplo:

A: Ayer quedamos que tú harías de comer hoy, ¿lo hiciste?

B: No, no me dio tiempo.

A: (Crítica) ¡Siempre es lo mismo contigo! Eres un irresponsable.

B: (Defensividad) Pues estuve trabajando todo el día. Aparte, yo compré la comida y tú viste que yo estaba atareado, ¿por qué no lo hiciste tú?

En este ejemplo (y generalmente) la culpa se redirige al otro, probablemente resultando en una crítica o desdén que provoca defensividad en el otro.

Estar a la defensiva escala el conflicto ya que sólo agrega más capas de problema. Se vuelve un juego de ping pong donde cada golpe hace que la pelota crezca.

El cuarto jinete: Stonewalling (cerrarse)

Este último jinete llega a suceder como respuesta al desdén. Stonewalling es literalmente poner un muro de piedra; la persona se cierra y deja de responder a lo que la otra persona dice. Utiliza maniobras evasivas como desconectarse, actuar como si estuviera ocupado o distracciones.

Ejemplo:

A: Nunca escuchas lo que se te dice. Eres un distraído e irresponsable.

B: Ok, soy un irresponsable. Ya déjalo así. Me voy a acostar porque mañana tengo mucho qué hacer.

A: No hemos terminado de discutir.

B: Está bien así. ¿Qué quieres comer mañana?

Al sentirse abrumada por los otros tres jinetes, la persona reacciona comprensiblemente retirándose y poniendo una muralla. Este comportamiento puede ser válido como withdrawer o en forma de timeout, desafortunadamente, también puede volverse un mal hábito rápidamente.

En esos casos, es difícil detenerlo porque surge como una respuesta de agobio fisiológico.

¿Cómo detienes el apocalipsis?

Lo principal es empezar a identificar cuando cada jinete está tocando su trompeta. En ese momento pueden detenerse y utilizar el timeout negociado como herramienta de emergencia. Afortunadamente, cada jinete tiene su antídoto. En la siguiente entrada hablaré más a detalle cómo es cada antídoto, cómo llevarlo a cabo y qué hacer como medida preventiva.

Compasión – Abrazando nuestro dolor

Cuando muchos empezamos nuestro camino hacia relaciones más funcionales, dejando atrás la ilusión del amor Disney, nos encontramos con el término «responsabilidad afectiva». Esto implica que yo soy responsable de lo que me pasa y nadie puede hacerme sentir algo que yo no quiera. Suena bonito cuando piensas en quitarte cargas como el tú me hiciste sentir mal y poder decirle a la persona que necesita hacerse cargo de lo que le toca.

Desafortunadamente, esto puede rápidamente convertirse en un arma. Últimamente, estamos tan obsesionados con deslindarnos del amor «tóxico» que terminamos en interacciones muy crueles. Es cierto que yo no puedo hacerte sentir mal, pero también es cierto que la experiencia sucede entre ambos y yo estoy involucrado. Al menos, si estoy con alguien que me ama, esperaría que le importara mi bienestar.

Asume buena intención

En mi artículo de los cuatro pilares de las relaciones éticas, menciono que la compasión es esencial para asegurarte de que no estás incurriendo en violencia sutil; en otras palabras, que no te estés pasando de cabrón.

La compasión en este contexto es asumir buena intención del otro y que está haciendo lo mejor que puede con lo que tiene.

Algunos crecemos en ambientes que nos enseñan que para expresar amor hay que mentir, esconder cosas, manipular y hasta ser violentos. Conozco muchos hombres heterosexuales cisgénero que sólo pueden abrazar a otro hombre golpeándolo (no palmaditas, realmente golpeándolo) en la espalda. El contacto y la intimidad son muy amenazantes y necesitan ser acompañados de algún gesto que mantenga su virilidad intacta. He visto grupos de amigos unidos por el gusto por criticar a otras personas, donde la forma de establecer conexión es haciendo menos al otro para poder permanecer en un nivel seguro.

Y es que si nunca te enseñaron que había otra forma de amar, ni siquiera vas a tener la oportunidad de cuestionar si lo que estás haciendo te es agradable o no.

Un elemento que ha cambiado mi vida radicalmente es asumir que mi pareja tiene la intención de expresar amor y conservar nuestra relación cuando hace lo que hace. Hasta cuando decide cerrarse y alejarse, enojado por algo que le disgustó y se rehusa a hablar del tema. O cuando rompe un acuerdo que tenía conmigo acerca de algo importante. Asumo que en ninguna de esas ocasiones mi pareja pensó voy a hacer esto para joder a Jaime y que sienta dolor. En este artículo puedes ver ejemplos más claros de cómo estas acciones tienen una necesidad y un deseo amoroso detrás, por más difícil que parezca creerlo.

¿Entonces le perdono todo y ya?

Aguas. La compasión es para comprender, no para justificar. Veamos un ejemplo menos amenazante:

Yo nunca como huevo. NUNCA. Me da mucho asco en todas las formas posibles. Un problema enorme que tengo es que para los desayunos todo es «huevo con», «huevo en» o, de plano, nomás le echan un huevo porque sí.

Hace unos años fui a comer a un mercado y pedí un rico y delicioso arrocito como segundo tiempo. Al llegar el plato, me doy cuenta de que tenía un huevo frito encima. Le mencioné a la señorita que yo no lo había pedido con huevo y ella, con una gran sonrisa, me dijo no se apure, joven, es cortesía de la casa. Entonces, con toda la pena del mundo le dije que se lo agradecía y que yo no como huevo. Lo que hizo después fue llevarse el plato, quitarle el huevo y regresarme el arroz.

Obviamente, el arroz tenía pedacitos de huevo y, seguramente, también sabía a huevo.

¿A dónde va todo esto (aparte de horrorizarte con la idea de que yo no como huevo)? Ella no pensó voy a ponerle un huevo al arroz para joder su día. La verdad, nunca sabré qué pensó, pero elijo asumir que lo hizo como un gesto de amabilidad. ¿Significa eso que tenía que violar mis límites y comer el arroz con todo el asco que me da? No.

El entender que la intención del otro no es hacerme daño no implica aceptar su comportamiento. Trasladando ese ejemplo a una relación de pareja, si la forma en que mi pareja expresa amor no es agradable para mí, puedo pedir exactamente lo que necesito. Si no puede dármelo o me lo da con pedacitos de huevo, puedo elegir no recibirlo.

La compasión mal entendida

El Dalai Lama define la compasión como «una emoción que es el sentido de sufrimiento compartido, frecuentemente combinado con un deseo de aliviar el sufrimiento de otro o mostrar amabilidad especial a aquellos que sufren». Para entender esta definición hay que saber que el sufrimiento y el dolor NO son lo mismo.

El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional.

El sufrimiento es eso que nos sucede cuando no aceptamos el dolor que nos pasa. Como cuando te están carcomiendo los celos y en lugar de sentarte a platicar con ellos (aprende cómo aquí), te la pasas diciéndote que no debes sentirte así y que es absurdo porque tu pareja te ama, mientras tu estómago sigue revuelto. Entonces la compasión es poder entender que el otro está pasando por dolor que le es difícil procesar o aceptar y poder acompañarlo en eso. La compasión NO ES QUITARLE EL DOLOR AL OTRO sino poder acompañarlo en él.

La compasión TAMPOCO es perdón. Puedes ser empático y entender que tu pareja no tiene la intención de hacerte daño y, al mismo tiempo, validar tu propio dolor y responsabilizar al otro de lo que le toca. Una respuesta compasiva es:

Entiendo que llegaste tarde por una razón válida y que no era tu intención lastimarme. Yo me siento triste porque siento que mi tiempo no fue tomado en cuenta. ¿Podemos platicar acerca de cómo ayudarme a sentirme importante y llegar a un acuerdo para atender esto de una forma diferente la próxima vez?

La compasión NO es sentir lástima porque el otro no tiene herramientas, sino reconocerlo tal y como es. No es decirle ay, pobrecito, no puedes comunicar tus necesidades porque te da miedo, sino entiendo que te es difícil, ¿qué podemos hacer para trabajar hacia eso?. Tampoco es dar pases libres para que los demás eviten hacer el trabajo que necesitan.

La compasión empieza contigo

En una relación, la compasión no implica darle permiso al otro para que te haga daño. La idea es dejar de ver al otro como «bueno» o «malo» y entender que es un ser humano con historia, con dificultades y virtudes. Con esto se abre la comunicación a encontrar nuevas formas de relacionarse. Pero, para eso, primero debes ser compasivo contigo mismo.

Piénsalo como el clásico ejemplo del avión. Antes de ayudar a otros con la mascarilla, debes asegurarte de tenerla bien puesta tú. Sé compasivo contigo mismo, sabiendo que haces lo mejor que puedes con lo que tienes. Si te equivocas, es lo mejor que podías hacer y ahora puedes buscar una forma diferente de hacer algo.

¿Cómo se ve la compasión?

Saber que no todo es acerca de ti. Lo que le pasa al otro tiene más que ver con él, con su historia y con sus aprendizajes que contigo. Ve a la otra persona como lo que es, no lo que te gustaría que fuera. La realidad es que, por más que se gusten y se amen, es posible que no pueda darte lo que necesites. En ese caso, la decisión es flexibilizar tus expectativas o tomar una decisión acerca de la relación. Sabiendo esto, ¿cómo puedes acompañar al otro en su proceso? y, aún más importante, ¿quieres acompañarlo? Recuerda que uno de los cuatro pilares de una relación ética también es el consentimiento, que puede ser retirado en cualquier momento.

Compasión también es confiar. Confiar en que la otra persona es capaz de crecer y aprender, poniendo acuerdos que pueden ser renegociados mientras mantienes límites firmes y amorosos.

¿Por qué es difícil?

Por alguna razón, asumimos que nosotros somos los protagonistas, personajes tridimensionales con un arco desarrollado, y que todos los demás son personajes secundarios o terciarios que dependen de nuestro desempeño. Los demás no están en un estado neutral esperando nuestro estímulo para reaccionar de acuerdo a lo que queremos. ¡Ellos también tienen su historia! Nuestra sociedad ahora nos lleva a enfocarnos en lo que nos hace diferentes y nos aleja de lo que nos une en similitud. Valoramos la competencia sobre la cooperación y pareciera que siempre estamos peleando por ser el número uno. Vemos a las personas como buenas o malas, no como seres complejos con decisiones y cambios constantes.

La compasión es difícil porque no nos enseñan a acompañar al otro validando su experiencia.

No es mi amante, es tu metamor.

¿Entonces el poliamor es lo mismo que si todos tuvieran amantes? No exactamente, aunque tiende a ser una creencia muy popular.

¿Un metamor no es un amante?

Literalmente, un metamor es el amor de tu amor, la pareja de tu pareja o el vínculo de tu vínculo. Tradicionalmente, los amantes son algo parecido pero existe una pequeña diferencia crucial: la ética. En relaciones poliamorosas, se tiene más de un vínculo romántico/íntimo a la vez y es necesario que TODOS LOS INVOLUCRADOS ESTÉN ENTERADOS. Por supuesto, se espera que esas relaciones cumplan con los cuatro pilares de las relaciones éticas (que puedes conocer a fondo aquí).

Al principio esto me sonaba increíble a menos que se hablara de una relación donde todos están románticamente involucrados. Si somos tres y los tres tenemos un vínculo igual, entonces sí se puede, pensaba yo. ¿Qué pasa cuando tu pareja te dice voy a ver a mi novio, mi amor, regreso en la noche?

No sé cómo lo sentiste tú al leerlo pero a mí me generó un vacío en el estómago cuando lo escuché la primera vez.

Todos a la mesa

Todas las relaciones poliamorosas son diferentes y dependen de los involucrados. Sin embargo, en cuestiones de metamores hay dos estilos particulares que tienden a surgir: poliamor de mesa (kitchen table polyamory) o poliamor paralelo.

En el poliamor de mesa todos se relacionan de forma cordial, al punto en el que podrían todos sentarse a comer a la mesa y llevar una conversación agradable. Nuevamente, esto no quiere decir que todos estén involucrados románticamente.

Imaginemos la siguiente escena: Jaime tiene dos parejas, Marco y Ricardo. Marco tiene una pareja llamada Chanchito y Ricardo tiene dos parejas más, Juanjo y Raúl. Aquí te dejo una versión más visual:

En ese caso, Jaime y Chanchito no tienen ningún vínculo romántico pero eso no evita que se puedan llevar bien. Jaime y Chanchito son metamores, igual que Raúl y Juanjo, Marco y Ricardo, etc. Es posible que los metamores sean amigos, amigos con derechos, conocidos o que en algún momento formen otro tipo de vínculo. Lo importante es que NO TIENEN que hacerlo si no quieren.

Es por eso que existe el poliamor paralelo. En este caso, los involucrados prefieren mantener sus relaciones independientes.

Poliamor paralelo: Todos saben de la existencia de los otros pero no conviven ni comparten cosas juntos.

Mitos y miedos acerca de los metamores

Amigas y rivales: Como venimos de una cultura de competencia y donde el amor es tan escaso que tenemos que luchar para poder merecerlo, es lógico para algunos pensar que un metamor sea nuestro “rival” en el amor (te recomiendo leer el artículo de amor escaso aquí). Y sí puede suceder. Si los involucrados no han trabajado este tema de escasez, probablemente haya luchas constantes llenas de inseguridad y resentimiento. Por otro lado, también existe la idea de que tienen que ser amigos para que todo pueda salir bien. Es cierto que la vida es mucho más fácil cuando tus metamores tienen una relación cordial o hasta amistosa, pero no somos monedita de oro para caerle bien a todo el mundo y eso está bien.

No me compares: Otro miedo común es pensar ¿Y si le gusta más tener sexo con él que conmigo? ¿Qué tal que lo hace mejor que yo? La realidad es que lo va a hacer diferente y puede que sí le guste más a tu pareja como su otro vínculo le besa el cuello. Y eso da mucho miedo. Más que por ese acto particular, el temor es a dejar de ser importante o especial para tu pareja. Pero, ¡tu relación es más que un beso en el cuello!

Pues si ve pero no me cuentes nada: Esta regla es muy común y hasta parece sensata. Como lo explico en mi artículo de reglas, el problema ético con esta es que tiene el objetivo de huir de un lugar desagradable. No quiero que me cuentes porque me genera inseguridad, probablemente lleve a mi pareja a un momento donde tenga que elegir entre mentirme o violar la regla. En este caso es más recomendable trabajar hacia la intimidad con un acuerdo como me da inseguridad saber que vas con ‘x’ porque me da miedo ser menos importante. ¿Qué podemos hacer juntos para que me sienta importante?

Me lo va a robar: Probablemente el primero que se nos ocurre a muchos. La realidad es que si tu pareja quiere irse con alguien más, lo va a hacer aunque estén en una pareja monógama, estén casados y tengan diez perros.

Tu pareja está contigo porque te ama y porque ASÍ LO ELIGE. Y tú no puedes hacer nada para que se quede. El lado menos desagradable es que tampoco puedes hacer nada para que se vaya. Eso depende completamente de él.

Mi pareja busca con aquella persona algo que no le doy: Probablemente sí. Y está bien. El mito romántico que nos dice que la pareja es TODO vuelve las relaciones algo exhaustivo. Tu pareja tiene que ser tu mejor amigo, tu compañero, la persona que escucha todo, la persona con quien te peleas, el cocinero, el amante, etc. Y puede que elijan ser eso el uno para el otro. ¿Qué pasa si tu pareja es súper fan de Star Wars y tú no puedes terminar de ver una película sin dormirte? Es posible que tenga un amigo igual de fan con quien comparta eso. Es posible que ese amigo también sea su novio.

Beneficios de tener un metamor

Sí, todos los puntos anteriores me han revuelto la panza en algún momento y han sido tema de mi terapia durante mucho tiempo. Afortunadamente, no todo es trabajo personal y emocional. Si logras tener una buena relación con tus metamores, vas a tener un grupo de apoyo único conformado por gente que tiene lazos fuertes, íntimos y que tienen el objetivo de lograr que todo funciona para todos los involucrados. Imagínate la complicidad de poder platicar con el novio de tu novio acerca de… pues… ¡tu novio! O lo hermoso que es juntarte con tus metamores para planear una sorpresa increíble para la persona que amas en su cumpleaños. Por cierto, a esta red de amores y metamores se le conoce como polícula.

Otro beneficio es que obtienes una buena reputación en la comunidad poliamorosa. Siendo pocos, es altamente probable que todos nos conozcamos. Alguien conocido por sus buenas relaciones con metamores va a ser mucho más deseable e interesante para generar un nuevo vínculo.

¿Y no pueden tener amigos y ya?

Sí, es cierto que suena a tener amigos y ya. ¿Para qué complicarnos las cosas? El dilema surge cuando pensamos que el sexo y los lazos afectivos son exclusivos y escasos. Darle la vuelta a esta narrativa puede generar una nueva forma de relacionarte donde construyas hacia la intimidad por elección, en lugar de huir del miedo.

Si me acerco, te retiras. ¡Así podemos hacerle! (Parte 2)

En la entrada anterior expliqué la diferencia entre dos formas en las que las personas tendemos a enfrentar un conflicto, los buscadores (pursuers) y los que se retiran (withdrawers). Como complemento, creo que es importante aclarar que estos conceptos no están directamente relacionados con ser extrovertido o introvertido. Puedes ser el alma de la fiesta que habla con todo mundo y, aún así, cerrarte y alejarte en el momento que hay un conflicto con una persona cercana.

Bueno, entonces ya que sabes cómo actúa cada uno y, probablemente, has identificado cómo reaccionas tú, probablemente te preguntes qué sigue. ¿Busco a un pursuer igual que yo o le enseño a mi withdrawer qué hacer?

La respuesta correcta es: Ninguna de esas dos.

No hay un “deber ser”

Para ambas personas lo que hace el otro parece una complicación innecesaria. ¿Por qué pelear si podemos dejar esto pasar y seguir contentos?, piensa el withdrawer mientras que el pursuer considera que ¿para qué dejamos que se acumule si lo podemos resolver en este momento? Y, por más difícil que sea entenderlo, ninguno de los dos tiene razón.

Entonces, ¿cómo le hacemos?

Antes que nada, identifica tus patrones. ¿Cómo reaccionas TÚ al conflicto? Considera que no eres un pursuer o withdtrawer rígido. Tu respuesta puede variar dependiendo del tipo de relación o hasta del tema a tratar. Por ejemplo, yo tiendo a ser un pursuer en casi todas mis relaciones, excepto cuando es tiempo de poner límites. En ese momento, me vuelvo un withdrawer y prefiero no hablarlo para “evitar problemas”. Y eso sólo es con mis parejas románticas, porque con mi familia hasta el momento no he identificado un momento en el que no sea un pursuer que quiere resolverlo todo en el momento, directo y sin escalas.

Ahora sí, aquí van los tips prácticos

  1. Escribe un guión de tu último conflicto o de algún conflicto que recuerdes

Sí, así. Siéntate solo o con tu pareja y escribe de la forma más objetiva posible cómo fue el conflicto. Incluye SÓLO lo que es observable. Evita incluir juicios, opiniones, ideas no expresadas e interpretaciones.

Pro tip: lee el guión cuando acabes y borra cualquier instancia en la que generalices utilizando “siempre”, “nunca”, “todo” y “nada”.

Ejemplo INCORRECTO:

Ayer que llegué a casa, vi que estabas echado en el sillón en la flojera total. Los trastes estaban sucios como siempre. Me saludaste como si no pasara nada porque claramente te importa muy poco que llego cansado del trabajo. Actué fríamente para que te dieras cuenta de que algo me molestaba y no me dijiste nada. Después te acercaste y me preguntaste qué sucedía pero ya era muy tarde así que te dije que no pasaba nada. Insististe y me hiciste enojar así que te dije que lo dejaras así y mejor nos fuéramos a acostar. No me hiciste caso y seguiste fregando porque siempre se hace todo como quieres y cuando quieres.

Ejemplo CORRECTO:

Ayer llegué a casa y te vi en el sillón acostado. Vi que los trastes estaban sucios. Me saludaste. Después te acercaste y me preguntaste qué sucedía – yo respondí que no pasaba nada. Me volviste a preguntar qué pasaba y te dije que nos fuéramos a acostar. Insististe en saber qué pasaba.

  1. Identifica detonantes

¿En qué parte del conflicto te sientes detonado? ¿Qué palabras, acciones, gestos o situaciones te llevan a retirarte de o a buscar a la otra persona?

En el ejemplo anterior puedo identificar que un detonante es que el narrador considera que la otra persona “actúa como si no pasara nada”.

  1. Identifica las necesidades que hay detrás

¿Qué es lo que necesitas en ese momento del conflicto? Seguramente surgen sensaciones y emociones desagradables en el momento. ¡No huyas de ellas tan rápido! Aprovéchalas porque pueden avisarte específicamente qué necesitas. Puedes ver cómo aquí.

En el ejemplo, es posible que el narrador necesite sentirse atendido e importante.

  1. Practica comunicación no violenta

Utiliza los pasos de la comunicación no violenta para expresar lo que sucede. Puedes verlos en esta entrada.

  1. Termina con tu necesidad, atendiendo tu forma de llevar el conflicto

¿Recuerdas lo que buscan los pursuers y los withdrawers? Realiza tu petición desde ahí.

Pursuers

Necesidad: Si tan sólo podemos reconectar, todo estará bien.

Petición: Quiero platicar esto que me molesta y llegar a una solución porque quiero saber que nuestra conexión está bien. Si no quieres hacerlo en este momento, ¿podemos acordar cuándo lo haremos y dedicarnos en este momento a poder reconectar?

Withdrawers

Necesidad: Quiero evitar que esto escale a un nivel que dañe nuestra conexión.

Petición: Quiero platicar esto en otro momento porque me da miedo que escale y dañe nuestra relación. Podemos decidir cuándo lo platicaremos y quiero que en este momento hagamos algo juntos para poder reconectar. ¿Qué te parece?

  1. Hablen antes de un conflicto y preparen respuestas

Al identificar detonantes, es posible prepararse para una situación futura. Si sé que me detona que mi pareja me pele los ojos, podemos tener una palabra, un gesto amoroso o algún otro elemento que nos ayude a detener el ciclo antes de que empiece. Yo he platicado con mis parejas el apretar nuestra mano dos veces gentilmente para avisar que hay un detonante y hay que parar.

  1. Consideren los timeouts

Como explicaba en la entrada anterior, los timeouts son acuerdos de tiempo personal que están acordados por todos los involucrados. Para negociarlos considera qué es importante, la diferencia entre una exigencia y una petición, y cómo expresar tus necesidades de forma no violenta. Puedes ver esos puntos en esta entrada.

  1. ¡Sean empáticos!

Y no, no es cuestión de ponerte en los zapatos del otro. En este artículo te doy una explicación más a detalle con una estrategia paso a paso para lograrlo.