Prepárate para hacerle daño a quienes amas.

En algún momento de mi vida aprendí que decir “no”, expresar lo que necesito y ser firme acerca de mi autocuidado, le hacían daño a las personas que amo. Por lo tanto, fui desarrollando habilidades de autogestión basadas en ser extremadamente complaciente, mantener mi ojo puesto en las necesidades de la otra persona, invalidar mis deseos y necesidades diciendo “no es para tanto” y, efectivamente, haciendo hasta lo imposible para no tener que decir “no”.

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La legendaria responsabilidad afectiva

La famosa y legendaria responsabilidad afectiva. La equiparo un poco al santo grial que se dice te puede llenar de gozo y felicidad, pero que frecuentemente es el centro de guerras y batallas donde mucha gente sale herida. Mucha.

Sucede que es un término que se lanza de un lado a otro, a veces como un requisito para ser «buen poliamoroso», a veces como un arma para castigar y juzgar a otros y, de pronto, como una herramienta para poder amar más éticamente.

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Poliamor consensuado, no jerárquico

Hace unos días subí una publicación a Instagram que generó algo de controversia. La imagen dice «La jerarquía en las relaciones no es ética». Los comentarios comenzaron con algunas personas diciendo que era algo que necesitaban escuchar y leer debido a su situación actual; sin embargo, también hubo quienes lo tomaron como un ataque a su forma particular de relacionarse diciéndome que no estaba mal y no le hacían daño a nadie.

Lo primero que creo debo aclarar es que no creo que el poliamor jerárquico sea malo o que nadie deba hacerlo. Todos somos libres de relacionarnos como mejor nos acomode y eso siempre será válido.

Cuando digo que el poliamor jerárquico no es ético, me refiero solamente a eso. No cumple con los pilares de una relación ética.

¿Cómo es una relación ética?

En mi investigación y jornada personal y académica, he recopilado varias ideas propuestas por algunos autores acerca de este tema. Mientras que algunos mencionan una o dos características, mi propuesta tiene cuatro pilares (que puedes leer a detalle aquí). Como individuos, todos tenemos la capacidad de hacer lo que queramos (agencia), siempre y cuando comuniquemos aquella información que afecte a mis relaciones (honestidad) para que las personas involucradas puedan dar su consentimiento (libre, reversible, informado, entusiasta y específico), manteniendo el bienestar de todas las personas involucradas en mente (compasión).

¿Entonces, cuál es el problema con la jerarquía?

Una jerarquía implica autoridad, alguien por encima de otras personas de acuerdo a su nivel de importancia. La palabra misma viene de jerarca, que es un superior; del griego hierarchēs, compuesto por hieros (divino) y archos (regente o soberano). Si yo entro a una jerarquía, hay un lugar predeterminado para mí con lineamientos específicos que debo seguir. No se me pregunta si me acomodan, más bien se me advierte que, de no cumplirlos, perderé mi lugar – te ajustas o te vas. Hay relaciones jerárquicas donde los vínculos primarios tienen el poder de «vetar» a los vínculos secundarios y terciarios.

Aquí una pausa. Tal vez leas ese párrafo anterior y pienses ¡cómo puede alguien pensar que eso está bien! o ¡si todos están de acuerdo, no está mal!. Repito, no es que alguna de estas formas de relacionarse sea «mala». Hablar de que algo está bien o mal de forma generalizada nos lleva a un lugar moralista que no permite la reflexión. Yo no soy nadie para decirle a alguien cómo debe relacionarse porque estaría ignorando el primer pilar de una relación ética: la agencia. Lo que intento con este artículo es llevarte a la reflexión de si esta forma de relacionarte está alineada con tu propia ética.

A diferencia de la moral, la ética es personal y lo importante es relacionarme con personas que tengan una ética compatible con la propia.

Ya que quedó ese punto claro, veamos más específicamente qué pasa con los cuatro pilares en el poliamor jerárquico:

  • Agencia: Los vínculos secundarios no tienen la capacidad de hacer lo que quieran, ya está decidido por ellos. La relación primaria dicta cómo será la relación secundaria y hasta dónde llega.
  • Honestidad: Como vínculo secundario, si mis deseos o necesidades cambian, no puedo decirlo ya que implicaría ir en contra de la jerarquía preestablecida. En esta estructura, una petición de renegociación de términos puede encontrarse con un pues tú sabías a qué le entrabas y es lo que hay.
  • Consentimiento: Más que consentimiento, se vuelve coerción. Si no haces lo que te decimos, no puedes tener lo que quieres. El vínculo secundario no tiene voz ni voto en las negociaciones y debe aceptar lo impuesto.
  • Compasión: La satisfacción de las necesidades de los vínculos secundarios dependen de que lo que la relación primaria decida. Como vínculo secundario, mi bienestar es decidido por una relación en la que no tengo voz ni voto.

More than two: El mito de la noche obscura

Uno de los primeros libros que leí acerca de poliamor es More than Two de Franklin Veaux y Eve Rickert. Es literal una guía práctica para comenzar y me abrió el camino a este mundo de la no monogamia ética. En este libro, Franklin habla del poliamor jerárquico y cómo funciona, por lo que hay varias personas que lo utilizan para justificar que es ético. Sin embargo, hay que tomar en cuenta dos cosas: More than Two es experiencia personal, no académica; y, más importante, hay una controversia que llevó a Eve a retractarse de lo que dijo en el libro al darse cuenta de que había estado en una relación abusiva.

Franklin Veaux literalmente dice que “como vínculo secundario, la satisfacción de tus necesidades depende de la relación primaria” y debes estar dispuesto a que así sea, de otro modo el poliamor jerárquico no es para ti. Nuevamente, no digo que eso sea malo, sino que no es ético.

Nadie puede decidir cómo quieres que sean tus relaciones, ni siquiera tus vínculos. Parte esencial de la ética es tener la posibilidad de intervenir en decisiones que te afectan.

Por otro lado, Eve Rickert publicó en su blog que cometió un error enorme en More than Two. En ese libro, Eve habla de “la noche obscura del alma”, indicando que el proceso de deconstrucción es difícil y doloroso, por lo que hay que “aguantarlo”. Esto la llevó a ponerse en lugares tortuosos y aceptar condiciones con las que nunca estuvo cómoda (yo pasé por algo similar, puedes leerlo aquí). Eve dice que esto implicaba no hacer caso a incomodidades cuando “repetidamente sorprender a tus vínculos con decisiones que les afectan, sin considerar sus aportaciones y haciéndoles gaslighting cuando se quejan”.

Entrar a una dinámica de poliamor jerárquico no necesariamente implica que esté de acuerdo. Aquellos que tenemos apego inseguro tendemos a poner las necesidades de la otra persona sobre las propias. Aquellos que vivimos un apego a partir del trauma, difícilmente podemos poner límites claros y precisos.

Aquí el “gaslighting” que menciona Eve puede verse cuando la pareja primaria le dice al vínculo secundario “es tu problema, tú sabías a qué le entrabas y cómo era esto. Si no te gusta, vete”. Eso no es ético ni compasivo.

¿Para qué sirve la jerarquía?

A todo esto, ¿para qué necesitamos la jerarquía? Tener a una relación primaria “intocable” nos ayuda a protegerla. De esa forma, se aseguran de que su relación “no cambiará” aunque se abran al poliamor.

Spoiler alert: al entrar al poliamor, tu relación va a cambiar. De hecho, ese es el objetivo.

Personalmente, soy fan de Dedeker Winston y su más actualizada Smart Girl’s Guide to Polyamory. Además de que tiene una mirada ética y compasiva, es bastante detallada y profesional (finalmente, es una terapeuta especializada). Ella habla de cómo el “privilegio de pareja” está tan grabado en nuestra forma de ser que consideramos esencial ser parte de una relación de pareja para estar completos. Y claro que así es, nos enseñan que las parejas estables tienen un estatus mayor en la sociedad.

Mientras que Dedeker también considera que una jerarquía en el poliamor es algo controversial (tiene un capítulo completo dedicado al tema), explica que existe la jerarquía descriptiva que sucede más orgánicamente. Esto implica que algunas personas tienen ciertos derechos y obligaciones que van con el momento de vida en el que están. Por ejemplo, yo tengo un vínculo con quien vivo y otro con el que no. No es que uno sea más importante que el otro, sino que así decidimos que fuera.

Poliamor consensuado

Si estoy en una relación donde tenemos acuerdos donde todos podemos dar nuestro input y estamos involucrados en las decisiones que nos afectan, entonces ¿es necesario que haya una jerarquía? ¿Realmente hay alguien más importante que otra persona? ¿Es ése el tipo de relación que quiero?

A veces venimos tan acostumbrados a algo que nos funcionaba, que es difícil considerar nuevas opciones. Hablar de una relación poliamorosa consensuada me permite tener la flexibilidad necesaria sin perder la seguridad que requiero. Aún en situaciones donde decido que mi vínculo “primario” es quien vivirá conmigo y estará encargado de la crianza de mis hijos conmigo mientras que mis vínculos secundarios no, esto no tiene que ser imponerle a otras personas este rol. Además, considera a los vínculos como personas, no como satisfactores de la relación primaria.

Y sí, el lenguaje que usamos sí es importante. Cuando le digo a un vínculo que es secundario ante mi primario, estoy replicando una estructura donde alguien tiene más importancia que otra persona. Si estamos en una jerarquía prescriptiva donde todos pueden negociar, ¿para qué hablar de primarios y secundarios? Personalmente, me refiero a mis vínculos como «mi vínculo con el que vivo», «mi vínculo de 6 años» o simplemente «mi vínculo». Porque eso es. Por supuesto, mi vínculo que vive solo no tiene que pagar renta ni comida de la casa, sería absurdo porque no cohabitamos. Eso no lo hace más ni menos importante que la persona con quien sí vivo.

Una de las habilidades más útiles en la no monogamia ética es la flexibilidad. Saber que todo cambia y que podemos cambiar juntos.

En el ejemplo de la crianza, puede acordarse que los vínculos secundarios no estén involucrados. Si a lo largo de la relación surge un deseo o necesidad de alguna de las partes para hacer un cambio, es importante que exista un terreno fértil para que esa discusión ocurra. No quiere decir que debas aceptar o negarte, simplemente que no haya un muro que evite que siquiera se mencione el tema.

La decisión del tipo de poliamor que quieras llevar a cabo es completamente tuya. Espero que con esta información puedas sea más claro lo que es el poliamor jerárquico y a qué me refiero con que no sea ético.

Poliamor 101: No sólo es sexo desenfrenado

Hace algunos años conocí a una pareja que se hacía llamar poliamorosa. Estaban casados y tenían encuentros sexuales con otras personas, siempre juntos. Conforme fui conociendo sus relaciones, me di cuenta de que conocían a alguien y comenzaban a interactuar mucho con él, hasta el punto de invitarlo a vivir con ellos. Sin embargo, esa persona no tenía el mismo lugar en la jerarquía y, después de un tiempo, era desechado para dar lugar a una persona nueva. Poco a poco fue evidente el camino de cadáveres emocionales que iban dejando a su paso en su búsqueda por satisfacer sus necesidades como pareja, haciendo uso de un ‘tercero’.

Los cazadores de unicornios y la responsabilidad afectiva

En algún momento, se le llamó ‘unicornio’ a una mujer bisexual que tenía una relación exclusivamente sexual con una pareja heterosexual. Se decía que era tan difícil encontrarla que era como “buscar un unicornio”. Esto, por supuesto, ya no se reduce a un movimiento sexista que cosifica a una mujer, ahora los cazadores de unicornios pueden ser de cualquier género y orientación sexual – como los que te contaba al principio de este artículo.

Aquí siento la necesidad de hacer una confesión: yo también fui cazador de unicornios. Bueno, de unicornio – uno nada más. Al comenzar a abrir mi relación, sucedió que conocimos a un hermoso hombre con quien ambos tuvimos excelente química. Sin embargo, por nuestra jerarquía le dejamos claro que no tendríamos una relación más que sexual. El problema de esta regla (claramente no ética, como lo explico aquí) fue que nos dejó a todos heridos.

La relación entre los tres fue creciendo y cambiando orgánicamente pero ninguno se atrevió a mencionarlo debido a las restricciones jerárquicas preestablecidas.

Este es un buen momento para hablar de la famosa “responsabilidad afectiva”. En círculos de personas no monógamas este término se usa frecuentemente aunque pocos puedan decirte qué es. En pocas palabras, la responsabilidad afectiva implica que todos somos responsables de nuestros afectos, nadie más. Por eso, los clásicos es que tú me hiciste sentir mal, me voy por tu culpa, o si no fueras tan coqueto, no te hubiera puesto el cuerno, no son válidos. SIN EMBARGO, hay muchos que la utilizan como un arma.

El decirle a la otra persona tú eres responsable de sentirte mal así que no sé por qué vienes a hacerme drama, no es ético y no es ser responsable. Eso es una forma de deslindarme de mi parte en el desorden y decirle a alguien más que lo limpie. En este artículo puedes conocer más a detalle cómo funciona la responsabilidad afectiva en una relación ética.

Polidefiniciones

Entonces si el poliamor no son parejas que buscan “un tercero”, ¿qué es? Uno de los errores más frecuentes que encuentro en conversaciones con personas interesadas en el tema (para conocer o para criticarlo) es hablar de poligamia. La poligamia es un término legal para uniones de un hombre con varias esposas (poliginia) o una mujer con varios esposos (poliandria). Esto no tiene nada que ver con poliamor.

El poliamor es un estilo relacional donde las personas están abiertas a tener más de un vínculo afectivo (romántico) simultáneamente donde todos los involucrados están enterados. *Respira* Eso son muchas palabras y nada de pausas así que vamos a desempacarlo.

  • Es un estilo relacional porque no depende de la orientación sexual, sexo, expresión ni identidad de género de los involucrados. Puedes ser hombre trans heterosexual que disfrute de tener sexo con personas que tienen pene y ser poliamoroso. Lo único que implica es cómo quieres relacionarte tú con otras personas.
  • Tener más de un vínculo afectivo/romántico es lo que comúnmente conocemos como “novios” o “parejas”, sólo que no está limitado a que sea una sola persona. Afectivo/romántico habla del tipo de vínculo. Evito decir sexoafectivo porque puedes ser una persona asexual poliamorosa – de hecho, es una buena alternativa cuando se relacionan con alguien sexual.
  • Todos los involucrados deben estar enterados. No todos tienen que relacionarse entre ellos, ni amistosa, ni afectiva ni sexualmente. Con que todos sepan de la existencia de los otros es suficiente aunque nunca se vean la cara.

Como es posible que haya más de dos personas en la relación, generalmente se habla de vínculos en lugar de parejas. Ahora, no es necesario que una persona tenga varios vínculos para ser poliamorosa. No es como que soy poliamoroso hoy porque tengo dos vínculos y si una de esas relaciones transiciona ya no lo soy.

Juntos pero no necesariamente revueltos

Ya que dejamos claro que no todos tienen que estar en una relación cuando se es poliamoroso, creo que es importante explicar algunas de las configuraciones más comunes:

  • Triada o trieja: Tres personas que tienen un vínculo entre ellas.
  • Relación en V: Una persona con dos vínculos que no se relacionan entre sí. Piensa a la persona como el vértice y a los vínculos como aristas. Ya con esa imagen, puedes imaginar cómo es una relación en W y en N.
  • Solo-poli: Una relación donde una persona elige mantener vínculos con otras personas pero sin planes de cohabitar… porque en poliamor no seguimos el guión prescrito de novio, pareja, vivir juntos y casarnos (a menos que sea una decisión consciente).
  • Mono-poli: Una relación donde una persona es monógama y sólo tiene un vínculo con otra persona que decide vincularse con más personas.

Esas no son todas las configuraciones ya que depende completamente de lo que los involucrados decidan.

¿Cómo se ponen de acuerdo?

Considerando que no tienes que llevarte bien con todos tus metamores (los vínculos de tus vínculos, conoce más a detalle este concepto aquí), es importante que haya mucha comunicación y que todos estén claros en lo que sucede en la relación. Aún cuando tú no estés vinculado con el novio de tu novio, lo que ellos hacen tendrá cierta influencia en tus relaciones.

Esa red que se construye entre los involucrados se conoce como polícula (mezcla de poliamor y molécula) – piénsalo como una familia.

Cuando llega un nuevo integrante a la polícula, es importante que todos estén enterados y tener en cuenta la ENR (energía de nueva relación). Así como en la monogamia hablamos de enamorarnos, en poliamor hablamos de ENR que es esa emoción e intoxicación que nos da al empezar una nueva relación. Esta distinción surge principalmente porque puede suceder con varias personas simultáneamente y en lo tradicional uno se enamora de una persona a la vez. Pero nos emboba igual.

Igual que en la monogamia, no hay que tomar decisiones cuando estamos bajo la influencia de alguna droga (incluyendo la ENR). Aún así, y por más tentador que parezca, en las relaciones poliamorosas éticas es esencial recordar que las reglas no son éticas (aquí te digo por qué). Las alternativas son los acuerdos y los límites, ya que estos dos toman en cuenta las necesidades de todas las personas involucradas y no limitan la agencia de nadie.

¿Y los celos? ¿A poco los poliamorosos no sienten celos?

No puedo hablar de todas las personas poliamorosas, pero en mi caso yo sigo sintiendo celos. Uno de mis vínculos no siente celos (al menos no tradicionalmente pero puedes leer la historia aquí) y el otro sí. Lo que he aprendido es que estos celos no son tóxicos ni malvados, de hecho así los he transformado en mis amigos para poder aprovechar lo que me dan.

Y precisamente esa es una de las razones por las que algunas parejas se vuelven cazadores de unicornios. La inseguridad e incertidumbre que me da el que mi pareja pueda vincularse con alguien más nos lleva a muchos a pensar que nos van a dejar por la otra persona. Entonces se generan relaciones jerárquicas donde existe la pareja principal y los secundarios (que tienen un límite de hasta dónde van a llegar).

Las relaciones jerárquicas no son éticas ya que interfieren con los cuatro pilares: la agencia, la honestidad, el consentimiento y la compasión. Hay relaciones donde llegan a tener poder de “veto” donde uno le puede decir a la otra persona con quién sí puede o no vincularse.

Tal vez te podrás dar cuenta de que en todo esto, el sexo llega a pasar a segundo plano. En algún momento alguien comentó muy acertadamente que los poliamorosos nos pasamos mucho más tiempo platicando de cómo nos sentimos de tener sexo con otras personas, de cómo se sienten nuestros vínculos de que tengamos sexo con otras personas y de cómo se sienten esas otras personas que teniendo sexo. Y es que tener una relación poliamorosa implica ética, asertividad e intencionalidad. No es algo que nos “pase”. No es una infidelidad. Es tenerlo todo claro, estar dispuesto a ser vulnerable ante varias personas, respetar su agencia para actuar, ser honestos, dar nuestro consentimiento y actuar con compasión.

Los celos son amigos, no comida.

Este es el tema del que muchos queremos hablar. Cuando empecé a considerar la idea del poliamor, los celos definitivamente fueron lo primero que investigué. ¿Cómo le hacían estas personas para poder superar sus celos? ¿Qué hacían con esa presión en el pecho, esa mandíbula apretada, hombros y espalda tensos, junto con todas las fantasías catastróficas que inundaban mi cabeza cuando imaginaba la mínima posibilidad de que mi pareja se interesara por alguien que no fuera yo?

Huimos de lo que no nos gusta

Desde que estaba en relaciones monógamas me identificaba como un hombre muy celoso y controlador. Para volverme menos «tóxico» (puedes leer aquí por qué lo pongo entre comillas), leí acerca del origen de los celos, su fundamento fisiológico y me pregunté, como algunos de ustedes, si es normal sentir celos.

¡Por supuesto que no es normal!, pensé.

Cuando mi pareja me contaba de alguien de su pasado, sentía un vacío en el estómago y un apretón en el pecho. Ya, no me cuentes más. No necesito saber. y paraba la conversación. Al menos la conversación con él porque en mi cabeza había una cascada de pensamientos que detonaban más reacciones fisiológicas desagradables.

Y es que los celos no son un sentimiento por sí mismos, son una mezcla de varios otros. Cuando surgen, puedes sentir miedo, tristeza, inseguridad, enojo, soledad, rechazo, ansiedad, desesperación y frustración entre otros.

En nuestra sociedad estamos entrenados a buscar la forma más rápida y efectiva de dejar de sentirnos «mal». Si tienes un dolor de cabeza, tómate una aspirina; si te sientes cansado, toma un café; si estás triste, habla con un amigo para que se te quite y te sientas mejor pronto. Le tenemos tanto miedo a nuestras emociones que hasta las describimos como negativas.

Por supuesto que los celos, siendo una bomba de emociones, son clasificados como tóxicos e indeseables. Hay quienes dicen que si los sientes, ¡te hace falta madurez y deconstrucción!

Los celos como comida

Todo esto nos lleva a usar los celos como comida. Tomamos esos pensamientos y sensaciones y tratamos de reprimirlo o huir de ellos, sin darnos cuenta de que lo único que hacemos es alimentar esas emociones que nos dan tanto miedo.

Los celos alimentan tu inseguridad cuando te llevan a compararte con otras personas, sabiendo que siempre habrá alguien que tenga algo que tú no tienes. Alimentan tu enojo cuando no puedes hacer nada para detener una situación y te sientes tratado de manera injusta. Incrementan tu miedo y ansiedad cuando intentas evitar ver la realidad y cierras tus ojos, pensando solamente en una inmensa cantidad de fantasías catastróficas.

¿Los celos así son malos? No. ¿Son agradables? Por supuesto que no.

Al tomarlos y echarlos como papa caliente al bote de tu interior, se vuelven el combustible para el fuego que son tus reacciones fisiológicas. Ese dolor físico que sientes es real y sólo tú sabes cómo es.

En algún momento, cuando aún tenía una relación monógama con una de mis parejas, tuvimos una situación así. Poco después de empezar a vivir juntos, me comentó que había tenido sexo con una persona que a mí no me caía nada bien y que, además, vivía junto a su trabajo. Por mera coincidencia, el siguiente día llegó más tarde a casa de lo normal. Yo estaba angustiado, enojado, frustrado y dolido pensando en la posibilidad de que se hubiera ido con él. Mi pareja llegó a casa y tuve dos opciones: tragarme mis celos y alimentar esa tensión, ese vacío en el estómago y en el corazón o hacer algo con ellos.

Durante muchos años, me acostumbré a tragarme esos sentimientos. Siempre pensando que estaban mal, debía dejar de sentirlos y seguir con mi vida. Nunca me funcionó. Sólo me llevaron a tener discusiones después que escalaban mucho más allá de lo que pudieron haber sido en un momento.

Ese día, tomé a mi pareja de la mano y le dije estoy teniendo muchos celos. Tengo miedo de que te hayas ido con el sujeto que me platicaste ayer, me siento triste y adolorido. Esto que siento no tiene nada que ver con la realidad y no importa si sucedió o no. En este momento no te estoy acusando ni sospecho nada, por lo que no te pido que me expliques nada. Sólo quiero poder compartir mi malestar contigo y buscar una forma de sentirme mejor. Me gustaría que me ayudaras, ¿puedes? ¿quieres?

Los celos como amigos

¿Qué pasa si en lugar de tratarlos como algo horrible que no queremos tocar tomamos otro camino?

Las emociones y sensaciones tienen una función y existen para algo. Nos han enseñado a tenerles miedo y huir rápidamente en lugar de aprender a sentarnos con ellas a escucharlas. Si te sientas con tu cansancio sin distractores o estimulantes y escuchas lo que te dice, probablemente sea algo tan sencillo como «necesito descansar«.

Probablemente no tengas una muy buena relación con tus emociones desagradables. Es posible que hayas pasado gran parte de tu vida ignorándolas, haciéndolas a un lado, devaluándolas o peleando con ellas. Imagina a un amigo que tiene tu bienestar como prioridad y que siempre intenta avisarte de lo que necesitas pero lo tratas así. Eventualmente se desesperará y recurrirá a medidas más intensas para que lo escuches.

Tus emociones hacen lo mismo.

Cuando me senté con mis celos, la pasé muy mal. Fue como estar cayendo en un espiral obscuro sin saber cuándo iba a parar. Afortunadamente, al quedarme atendiendo mi sensación sin seguirle dando de comer ideas y sin intentar huir, la incomodidad extrema pasó bastante rápido. Lo que quedó detrás fue un mensaje muy útil.

En mi caso, mis celos me estaban avisando de mi necesidad de cuidarme, reconocerme y ponerme como prioridad. Mi miedo a que mi pareja me abandonara me habló de mi creencia de que no soy valioso. Mi ansiedad de que pasaran cosas que no podía controlar me comunicaba la necesidad de sentirme seguro. Mi tristeza por pensar que mi pareja se olvidaría de mí estando con otra persona me mostró lo poco que me reconozco y cuido. La soledad que me abrumaba cuando no estaba con mi pareja me hablaba de una necesidad enorme de sentirme suficiente.

No te los quites, úsalos

Después de que logré hacer eso, mis relaciones dieron un giro maravilloso. En lugar de simplemente sufrir porque tenía celos, pude platicar con mis parejas desde mi necesidad y pedir exactamente lo que me hacía falta.

Celos: No quiero que salgas con él

Necesidad: Tengo miedo de no ser valioso para ti, ¿podríamos buscar algo juntos para que me sienta valioso para ti?

Celos: Es que si te vas, quién sabe qué vas a hacer y a qué hora vas a regresar

Necesidad: Me siento inseguro cuando sales, ¿qué podemos hacer juntos para ayudarme a sentir seguridad?

Celos: Si te vas con él, voy a desaparecer de tu mente y de tu corazón

Necesidad: Me da tristeza pensar que no soy importante y soy reemplazable. ¿Puedes ayudarme a saber lo que aporto a tu vida y cómo soy importante?

Suena fácil. No lo es. Requiere reprogramar años y años de enseñanzas y creencias. Es necesario sentirse seguro y con la fuerza para ver al monstruo de ojos verdes a la cara para poder conocerlo.

Pero ya que lo conoces, puede ser tu amigo. Puede ayudarte a identificar lo que necesitas y pedirlo para sentirte más pleno en tus relaciones.

¿Qué tanto es tantito? Parte 3 – Límites

Si no puedo poner reglas para controlar lo que hace mi pareja y los acuerdos son flexibles, adaptándose a las situaciones que van surgiendo, ¿qué me protege de estar en una relación donde no soy feliz y sólo estoy aguantando cosas que me lastiman?

Cuando estás en una relación donde los acuerdos no se cumplen, puedes caer en un espiral constante donde pareciera que sólo cedes. ¿Hasta qué punto sigue la negociación?

Deal-Breakers (No-negociables)

Es muy común confundir los límites con las reglas y los acuerdos. Sin embargo, para mí es más fácil identificar ejemplos de límites en relaciones monógamas.

  • No tendré una relación con alguien que quiere seguir teniendo sexo con otras personas.
  • No me quedaré en una relación si mis ideas de formar una familia y las de mi pareja no son compatibles.
  • No tendré una relación con alguien que ya tenga una relación con alguien más.

En todos estos ejemplos, no se está imponiendo ninguna acción a la otra persona y el resultado de cruzar el límite es muy claro.

En la casa, la escuela y la oficina…

Lo particular de los límites es que pueden ser llevados a cabo unilateralmente; no requieren el consentimiento, permiso ni participación de nadie más. Generalmente, el resultado de que un límite sea cruzado es que tú mismo te retires de una situación o dejes de hacer algo específico.

De hecho, son algo que hacemos todo el tiempo. En una situación laboral, por ejemplo, un límite puede ser no trabajaré para alguien que no me paga. Esto no implica forzar a tu jefe a que te pague, sino que te retirarás en caso de que eso suceda.

Tipos de límites

Los límites pueden dividirse en físicos y mentales. Los físicos incluyen lo que sucede con tu cuerpo y tu sexualidad, por lo que puede ser más evidente cuando se cruzan. Al decir no quiero ser tocado así o no tendré relaciones sexuales sin condón estás estableciendo un límite claro. Por otro lado, los mentales/emocionales pueden ser un poco más complejos ya que implican tu intimidad, tus emociones y tus afectos. Por ejemplo, no participaré en una discusión donde me sienta agredido o demeritado.

Hay aquí un detalle. Los límites emocionales pueden fácilmente volverse coercitivos cuando lo enfoco más en lo que tendría que hacer la otra persona en lugar de mi propia agencia. Por ejemplo, no hagas cosas que me molesten no es un límite, es una advertencia o una preferencia. En ese caso, estoy intentando controlar lo que la otra persona haga o no y le estoy dando una orden. La versión de límite sería me retiraré si es que me siento enojado e incómodo.

No es una amenaza

No creo que sea posible repetir suficiente la importancia que tiene entender que los límites no actúan sobre el comportamiento de la otra persona. Parte de vivir una relación ética es aceptar que mi pareja es libre de tomar cualquier decisión que quiera. Es por eso que debemos tener cuidado en tratar de utilizar los límites como amenazas.

Si establezco un límite (no voy a estar en una relación con alguien que me mienta) y se cruza pero lo dejo pasar, realmente no es un límite – es una preferencia. Si sólo aviso y pospongo la consecuencia (ya te dije que no voy a estar en una relación con alguien que me mienta, si me mientes otra vez, me voy a ir), entonces es una amenaza. Esta última está intentando cambiar lo que hace la otra persona.

Y, ¿cómo le hago?

Recuerda que los límites son pocos. Abusar de esta herramienta puede volver una relación coercitiva o fundada en miedo. Además, siempre debes buscar establecer esos límites de forma ética y compasiva.

Primero es esencial identificar qué cosas no son negociables en tu vida. Puede ser algo tan evidente como no querer ser violentado físicamente hasta algo tan aparentemente mundano como no tolerar que alguien chifle.

Después, ¿qué tan flexible es? ¿Puedes adaptarte a alguien que de pronto silbe canciones mientras se baña? Es posible que algo de esto se resuelva con un acuerdo, más que un límite. También debes tomar en cuenta de dónde viene esa necesidad. ¿Es un límite que te protege de algo que te sucedió en una relación anterior? Podría ser que le estés cobrando facturas pasadas a alguien que ni siquiera existía en tu vida en ese momento.

¿Cómo los ejerces?

Ya que encontraste aquellas cosas que simplemente no son negociables, piensa en qué acción puedes tomar tú mismo para protegerte. Puede ser retirarte temporalmente, retirar consentimiento o, en casos más severos, terminar una relación.

¡Ojo! Los límites no siempre son tan extremos como para decir si esto sucede, ¡me voy!

La panacea

Desafortunadamente ni los límites, ni los acuerdos, ni las reglas van a garantizarte que no tendrás problemas en tus relaciones. Ninguna de esas cosas va a evitar que pases por situaciones incómodas y dolorosas. Lo que sí puede ayudar a que suceda poco y dure menos es ser flexible y aprender a comunicarte.

En esta entrada puedes encontrar ejemplos y ejercicios para que puedas practicar cambiar reglas no éticas a acuerdos y establecer límites.

¿A ti cómo te va con este tema? ¿Qué preguntas tienes?

¿Qué tanto es tantito? Parte 1 – Reglas

Si le dices a tu pareja que no puede ver La Casa de las Flores con nadie más antes de verla contigo, ¿es ético? Y si lo hace y terminas tu relación con esa persona, ¿es exagerado y dramático?

Relaciones éticas

Antes de hablar de qué le vas a prohibir a tu pareja- digo, de cómo llegar a acuerdos éticos, vamos a ver un resumen de qué hay en una relación ética. Los cuatro pilares que propongo son:

  1. Agencia – Cada persona es independiente y tiene todo el derecho de hacer lo que quiera. Nadie puede decirte qué hacer o no hacer. Tú eres responsable de tus propias decisiones.
  2. Consentimiento – Tú decides estar o no en una relación. Como persona con agencia, también puedes decidir retirar tu consentimiento en cualquier momento que te sientas incómodo.
  3. Honestidad – Decir la verdad implica que las personas que dan su consentimiento cuentan con toda la información pertinente. Si tienes información que cambiaría cómo alguien se comporta contigo y eliges retenerla, cuenta como mentir.
  4. Compasión – Todos hacemos lo mejor que podemos con lo que tenemos. Todas las personas en la relación hacen todo lo posible para que los participantes estén bien. A veces no sale como queremos pero no es por mala fe.

Si quieres ver estos cuatro pilares más a fondo, checa mi artículo en https://vinculocolectivo.com/2019/09/27/cuando-todos-pueden-hacer-lo-que-quieran-poliamor-y-etica/

Reglas para controlar y apaciguar el miedo

Si no ponemos reglas, ¡esto no va a funcionar! Imagínate, ¡si cada quien hace lo que quiera, vamos a salir lastimados todos!!

Cuando digo que las reglas son poco éticas esa es la respuesta que generalmente recibo. Estamos tan acostumbrados a vivir con miedo de que toda la gente quiere lastimarnos y aprovecharse de nosotros que necesitamos asegurarnos de alguna forma que eso no suceda. El miedo a perder el control, a sentirnos incómodos o a ser abandonados nos puede llevar a querer restringir lo que nuestra pareja hace.

¿Por qué no son éticas?

Una regla se establece para limitar la agencia de la otra persona. Debido a que las consecuencias generalmente implican recriminación, enojo o castigo, lo que era consentimiento se vuelve coerción. Reglas como «no puede gustarte nadie más que yo», puede comprometer la honestidad de la otra persona. Finalmente, una regla se establece para que yo no me sienta incómodo y no toma en cuenta el bienestar y las necesidades de mi pareja, careciendo entonces de compasión.

Las reglas van en contra de los cuatro pilares de una relación ética.

¿Entonces anarquía?

No vivimos en un mundo donde todo es blanco o negro; de hecho, más bien es un mundo de grises. La alternativa ética a las reglas son los acuerdos y los límites.

Mientras que las reglas terminan conversaciones (vas a hacer esto o tienes esta consecuencia y punto), los acuerdos las comienzan. Donde las reglas intentan controlar el comportamiento de mi pareja, los límites me protegen y atienden mis necesidades de forma independiente.

Además, ¿cuántas veces no hemos caído en el hoyo negro de la semántica? Como cuando dices «¡ayer no llegaste a casa y nuestra regla es que no puedes dormir con nadie más!», pero tu pareja astutamente contesta «pero no dormimos, así que no rompí la regla».

Más que palabras bonitas

Uno de los miembros del grupo que manejo me comentaba que para él, la diferencia entre reglas y acuerdos no era más que las palabras que se utilizan. Esto puede suceder, sobre todo cuando la diferencia no está muy clara.

Los acuerdos son flexibles y se adaptan a los cambios que suceden conforme la relación crece. En la siguiente entrada hablaré más a fondo acerca de estas diferencias.

Ejemplo de regla:

No puedes ver La Casa de las Flores si no estamos juntos (¡o verás lo que sucede!).

Ejemplo de acuerdo:

Quiero ver La Casa de las Flores y me gustaría mucho verla contigo. ¿Te parece si vemos la serie juntos?

Se trata de confianza

En Multiamory.com explican que mientras que las reglas dicen «no puedes hacer X o Y porque me puedo sentir mal o incómodo», los acuerdos dicen «espero que tomes decisiones que me beneficien y nos hagan bien y confío en que harás lo posible por que así sea».

Si te suena utópico, sería importante explorar qué tanto confías en tu pareja. Qué tanto sabes que tu pareja tiene tu bienestar en mente y hará lo mejor que puede con lo que tiene. ¡Elige estar con alguien en quien confíes!

Práctica

Por supuesto, esto requiere práctica. La semana que viene seguiré con la segunda parte de este tema, explorando qué son los acuerdos, tips para poder utilizarlos y ejemplos de cómo funcionan.