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Quitarte el miedo no es la respuesta

La última vez que realicé un viaje en avión, iba yo solito. Desde hace muchos años desarrollé un pánico a volar en avión, aunque eso no me ha detenido de ir a algunos lugares con mis vínculos. A pesar de que no era una experiencia nueva para mí y que iba completamente mentalizado a que iba a suceder, el ataque de pánico me abrumó.

Cuando la gente empezó a formarse para abordar, pude sentir claramente cómo mi respuesta fisiológica de escape se activó. Empecé a dejar de ver claramente porque mis ojos iban de un lado a otro rápidamente, ayudando a mi mente a evaluar si las personas que estaban frente a mí estaban seguras de lo que estaban haciendo. “¿Acaso nadie más se da cuenta del peligro al que nos estamos lanzando?”, pensaba. Mis manos comenzaron a tensarse y moverse, sudando. Logré levantarme del asiento y caminé hacia el avión, sintiendo mi corazón acelerarse más y más con cada paso que daba. La asistente de vuelo me recibió con una sonrisa y yo la respondí, mientras mis ojos la examinaban para saber si me estaba mintiendo y ella sabía más de lo que me decía.

Al llegar a mi asiento, puse mi mochila debajo del asiento frente a mí y me abroché el cinturón inmediatamente. En ese momento, mi respuesta fisiológica se desbordó. Me paralicé y escuché la voz en mi cabeza que me gritaba “¡quítate el cinturón, toma tus cosas y huye! ¡HUYE POR TU VIDA!”. Sentí como las lágrimas llenaban mis ojos y mi garganta se cerraba. Todas mis herramientas para manejar la ansiedad se quedaron cortas ante esta amenaza inminente. Lo único que había en mi cabeza era no un pensamiento, sino una realidad: el avión se va a caer y voy a morir.

¿Qué pasa cuando no es un avión, sino tu pareja amando a alguien más?

Claramente, siendo que estás leyendo este artículo, no morí. ¿Eso resuelve de alguna manera lo que sentí? No. ¿Hubiera sido suficiente que alguien me hubiera dicho que no me iba a morir? Tampoco.

Tal vez tu compartas mi miedo a volar o tal vez te identifiques con la sensación, pero no con la experiencia. Esas mismas sensaciones me pasaban al principio cuando empecé a abrir mi relación hacia algo más poliamoroso. Simplemente imaginar que mi pareja estaría compartiendo un momento romántico donde otra persona se volviera el centro de su atención me desataba cosas similares. La primera vez que salió con alguien, experimenté algo terriblemente similar al momento de estar sentado en el avión.

Así como mi cerebro me explicaba tranquilamente que las probabilidades de que el avión explotara a medio camino eran mínimas, también me decía que mi pareja era una persona leal, amorosa y que habíamos hecho muchos acuerdos donde él me había demostrado con palabras y hechos que yo le importaba y no iba a dejarme así como así. Y de la misma forma, mi cuerpo me gritaba “¡Detenlo! ¡Estás a punto de perder una conexión muy importante en tu vida! ¡Vas a desaparecer para él!”.

Tu cerebro no percibe la diferencia entre la realidad y la fantasía

El miedo es una emoción esencial para nuestra supervivencia. Como explico en este artículo, aunque sea extremadamente desagradable tiene la función de protegernos de amenazas. Es por eso que “quitarse el miedo” nunca es la respuesta. Ese miedo está ahí por una razón y hay que atenderlo.

¿Sirve identificar si es miedo o ansiedad? Pues, vemos. El miedo es una respuesta ante una amenaza presente y externa (si tengo un tigre enfrente viéndome y gruñéndome) y la ansiedad es una respuesta generalizada hacia una amenaza desconocida o un conflicto interno (puedes leer más aquí). Y aunque hay quienes usan los conceptos de miedo y ansiedad de forma indistinta, precisamente porque tienen la misma respuesta fisiológica, me parece importante identificar las diferencias. Siempre y cuando esto no me lleve a invalidar la ansiedad simplemente porque “está en mi cabeza y ya”.

Mi padre siempre fue un maestro del gaslighting y recuerdo que cuando íbamos a la playa y yo salía del mar temblando de frío, él me decía «no tienes frío, el frío está en tu mente, ¡ni hace frío!”. Esto confundía mucho mi pequeña mente de aquel tiempo y pensaba “pero, yo siento frío y estoy temblando, ¡claramente debería poder controlarlo y estoy fallando al no poder hacerlo!». En ese momento aparte de sentir frío, me sentía insuficiente e inadecuado.

Sucede lo mismo cuando tienes ansiedad. Tu respuesta fisiológica, tu cuerpo y tu cerebro, están intentando cuidarte de una amenaza y activan los sistemas de alarma necesarios para que les hagas caso. Decirles “nah, estás exagerando”, probablemente sólo los lleve a exacerbar la alerta para que dejes de ignorarles. Esto sucede porque tu amígdala (la de tu cerebro, no la de tu garganta) se activa e influye en tus proceso cognitivos, percepción, atención selectiva y memoria explícita; en otras palabras, tu cerebro deja de percibir la realidad y atiende lo que considera amenazante.

Escucha tus alarmas y atiéndelas

Así como el dolor te avisa que tienes que detenerte, la ansiedad te avisa que necesitas sentirte seguro. Esto no siempre implica que debes dejar de hacer cosas porque tu cuerpo te está diciendo que lo percibe como una amenaza, de hecho la ansiedad se vuelve un problema sólo cuando te imposibilita llevar a cabo actividades de la vida diaria (si no eres instructor de paracaidismo y te da ansiedad aventarte de un avión, todo bien). Más bien, es un momento para explorar y conocer qué cosas, acciones y palabras te dan seguridad a ti.

Al estar en una relación romántica (en el modelo que sea) la amenaza desconocida siempre va a estar presente. El simple hecho de estar interactuando con otra persona humana va a implicar incertidumbre, negociación y conflicto. Muchas veces nos pasamos gran parte del tiempo buscando formas de evitar ese malestar y eso mismo es lo que nos lleva a la ansiedad. “Tengo que hacer acuerdos para asegurarme de que no saldré lastimado”, “tengo que anticipar todos los escenarios posibles para que no me agarre desprevenido” y “¿qué pasa si se rompen los acuerdos?”.

Entonces, estar en una relación romántica pareciera ser lo mismo que estar en amenaza constante. Sobre todo cuando es tan importante que pareciera que es lo único que tengo.

Afortunadamente tu amígdala no es sólo la que te está jodiendo para que entres en pánico, también está involucrada en el procesamiento de estímulos positivos. En otras palabras, también puedes trabajar en percibir mejor aquellas cosas que te hacen feliz.

Aunque pareciera que el camino más rápido para lidiar con el miedo y la ansiedad es retirar eso que nos da miedo (aka vetar a mi pareja para que no vea a esa persona con quien tiene una conexión que me amenaza), eso sólo posterga la alerta hasta que llegue otra situación nueva. La alternativa es empezar a ubicar qué cosas me dan tranquilidad, seguridad, amor, apapacho y me ayudan a sentir la suficiente confianza para poder atravesar el bosque obscuro.

Construye un refugio antes de que llegue la tormenta

Empieza a hacerte consciente de las acciones, palabras y situaciones en tu relación que te ayudan a sentir seguridad. Identifica cómo responde tu cuerpo ante ellas y haz una nota mental (o, mejor aún, escríbelas en algún lado) acerca de cuáles son. Personalmente, me ha servido mucho conocer mis lenguajes del amor para tener una idea de por dónde empezar a explorar. En mi caso, me siento amado con palabras de afirmación y contacto físico, por lo que cuando mis vínculos me reconocen verbalmente y me dan cariño físico, mis sistemas de alarma internos se apaciguan.

Como explico en este artículo, si es que el conflicto escala a niveles donde ya estoy inundado emocionalmente, es una buena idea tener una rutina de auto-cuidado y auto-tranquilización fisiológica (aquí puedes leer los pasos para hacerlo).

Recuerda que no tienes que hacerlo solo. Puedes platicar con tu(s) vínculo(s) cuando estén en momentos neutrales o felices y explorar qué cosas hacen para darse seguridad mutuamente. Es posible que tu pareja tenga sugerencias o que lleguen a lugares nuevos juntos. Ya que tengan algunas ideas, practíquenlas y cuéntense cómo lo reciben, incluyendo algún gesto o palabra que puedan usar en medio de un conflicto para recordarse uno al otro que cuentan con herramientas para poder acompañarse y resolver esto en equipo, no en competencia.

2 Comentarios

  1. Jaime, por favor apóyame con leerte sobre el dilema «por qué no soy suficiente» en una relación abierta, no. monógama.
    Empecé con esta inseguridad desde que me vine a vivir con mi chavo, somos no monógamos, pero a mi me ha costado horrores saber que saldrá con otras justo en este contexto de «luna de miel» por empezar a vivir juntos
    qué texto tuyo me recomiendas?

    • ¡Hola Daniela! Gracias por compartir esto. Ese es un dilema con el que yo también he luchado por mucho tiempo. Puedo recomendarte echarle un ojo a «Cómo no sentirte secundario», «Abriendo tu relación éticamente» y «Si duele, ahí no es».


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