Skip to content
,

Cuando un vínculo cruza un límite

¿Cómo sabes que alguien cruzó un límite importante para ti? ¿Cómo lo sientes?

Puede ser que en tu cabeza surja la duda de cómo esta persona que te ama puede estar haciendo lo que sea que esté haciendo. Tal vez haya incredulidad y, más que enojo, te pasmes y te congeles porque no entiendes lo que está pasando. O quizá es un simple “no, no, no, no” que resuena en tu cabeza.

Yo lo siento en el pecho. Es como una masa densa y pesada que comienza a moverse alrededor de mi corazón. Siento un cosquilleo en el estómago y vibración o energía en mi garganta. Mi mandíbula se aprieta y mis ojos se abren, claramente alerta.

Paradójicamente, mi mente se aclara e inmediatamente se encienden los sistemas de defensa que me han permitido sobrevivir tantos años. Racionalizo lo que sucede para poder entender las posibles motivaciones de esta persona y, así, comprender que no lo hace para joderme. Me explico que no estoy justificando, ya que valido mi incomodidad o dolor y me repito a mí mismo que estoy actuando con compasión. Mis labios forman una sonrisa que no es reflejada por mis ojos, pero que expresan un “sí, estoy jodido, pero está bien”.

Y esa es la frase que se ha vuelto un foco rojo para mí: “pero está bien”.

Te entiendo y valido mi dolor

Es cierto que actuar con compasión implica asumir buena intención de la otra persona. También es cierto que entender y justificar son cosas completamente diferentes. Precisamente, la diferencia está en que si te justifico, estoy borrando mi malestar y quitándole valor porque “ya entendí por qué lo hiciste”.

Viene a mi cabeza un ejemplo algo simple, tal vez. Un perro que amas mucho, comienza a jugar porque te levantaste y pensó que lo estabas invitando, pero con su cola tira un vaso que tenías en la mesa de centro que está exactamente a su altura.

Justificar sería decir “Es un perro, no quería romper el vaso para joderme la vida, sólo se emocionó y pasó un accidente. Además, el vaso estaba muy cerca de la orilla de la mesa y está a una altura muy inconveniente”. Y ya. El vaso se queda en el piso, roto, listo para lastimar a cualquiera que pase por ahí. La mesa se queda en el mismo lugar y el perro sigue pensando que levantarse es una invitación a jugar.

Actuar con compasión y entendimiento se ve muy similar, sólo que no me olvido de lo que me sucede a mí.

Es válido que me enoje que el vaso esté roto, es válido pensar que algo tiene que cambiar para que yo pueda sentirme mejor y es completamente válido hacer algo al respecto.

El comportamiento “tóxico” aquí surge cuando dirigimos nuestro enojo hacia algo que ya no va a cambiar (por ejemplo, gritarle al perro no va a reconstruir el vaso).

¿Qué opciones tengo?

Puedo pedirle al perro que cambie su comportamiento (sí, suena absurdo en este ejemplo, pero puedo hacerlo) o poner un límite como “no voy a poner algo frágil cerca de este ser que puede hacerle daño sin querer”.

Dejando un poco de lado este ejemplo del perro que creo que ya se me fue de las manos, algo similar sucede cuando un vínculo rompe un acuerdo o cruza un límite importante.

Es importante saber que la persona (probablemente) no lo hizo para jodernos y la compasión aplicada así lo que nos puede ayudar a movernos lejos de la idea de desquitarnos o contraatacar, ya que el problema no es ese. El enfoque debe estar en la consecuencia y la necesidad que queda. Aquí la tarea que tengo es poder identificar qué necesito y cómo, para poder ser atendido. Personalmente, cuando sucede algo que me abruma por ser delicado o grave, me he dado cuenta de que me sirve pedir un timeout de, al menos, 30 minutos para poder darle tiempo a mi sistema nervioso de reiniciarse y equilibrarse.

Después, mi responsabilidad será pedir lo que necesito o poner un límite amoroso pero firme. Recuerda que los límites NO SON REGLAS, sino acciones que yo voy a llevar a cabo para cuidarme, que sólo me involucran a mí y no requieren la participación de nadie más (lee cómo funcionan aquí). 

Por supuesto, no es tan fácil como suena. Habemos algunas personas para quienes es difícil poner límites debido a situaciones traumáticas donde aprendimos que es mejor lidiar nosotros con nuestro dolor que incomodar a las demás personas. En este caso, es importante poder tener acompañamiento terapéutico que nos ayude a sanar y recuperar nuestra agencia, siempre con compasión y evitando obligarnos a estar en lugares para los que no estamos listos aún. Hay un delicado balance entre poder validar nuestro dolor y caer en un rol de víctima. Como explico en este artículo, el problema de ser víctima es que, además de ser inocentes, nos volvemos impotentes e indefensos. Cambiar esta mentalidad nos regresa nuestra agencia, nos empodera y abre el camino hacia poder modificar lo que nos está haciendo daño. 

Para conocer algunos tips prácticos para lidiar con situaciones conflictivas en tus relaciones, échale un ojo a los antídotos a los cuatro jinetes del apocalipsis en tu relación.

Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Carrito de compras