Con fechas como el 14 de febrero, independientemente de si sea algo capitalista y demás, hay personas que me preguntan “¿Cómo le haces si tienes más de una pareja?”. Y debo confesar que cuando empecé a considerar tener varios vínculos no necesariamente conectados, sí fue un tema que me hizo ruido. ¿Con quién voy a pasar Navidades, cumpleaños y demás? ¿Cómo le hago para que uno no se sienta menos importante que el otro?
Decidir por jerarquía no es una opción ética para mí
Como explico en este artículo, existen relaciones que se basan en una jerarquía prescriptiva donde una pareja (o más) deciden hasta dónde llegará otra persona sin preguntarle, consultarle, ni considerar cómo podría afectarle. En estos casos, una persona podría decir “claro que voy a pasar todas las festividades con mi vínculo primario” y ahí se acaba la discusión.
Evidentemente, esto vuelve al vínculo secundario (o terciario) poco más que un objeto satisfactor de mis necesidades cuando me es conveniente. Es cierto que puede ser que esa persona esté “eligiendo” ser secundario, pero cuando no hay otra opción, el consentimiento no puede considerarse como tal.
¿Cuál es la alternativa?
Tomar el camino más largo: considerar las necesidades y deseos de todas las personas involucradas, negociar, experimentar y buscar una opción que sea lo más cómodo para todos los involucrados.
¿Es más engorroso? Sí. ¿Se llega a un punto donde todos estén completamente satisfechos? No. Afortunadamente, tampoco es necesario. Cuando tomo esta ruta, las personas mantienen su agencia y dejan de ser víctimas de la situación. Por supuesto, todo eso suena súper bonito y como vértice en una relación en V, puedo decirte que no es tan fácil como pareciera.
En mi experiencia, me encontré haciendo y deshaciendo para lograr que mis dos vínculos se sintieran importantes, validados, amados y atendidos constantemente. Sin embargo, había un fantasma siempre presente en nuestra relación: el miedo a ser secundarios.
Considerando lo que comentaba al principio, este miedo viene de un lugar bastante real donde existe la amenaza de que mi corazón esté siendo utilizado y pueda ser descartado sin compasión. Esto es MUY DIFERENTE a estar conscientes de que las relaciones pueden terminar. Cualquier persona puede retirar su consentimiento para estar en una relación en cualquier momento y no necesita más razón que simplemente “ya no querer”, pero esto no implica dejar de tener el bienestar de la otra persona en mente. La compasión es de los pilares más importantes para construir una relación ética.
Desafortunadamente, a veces no hay nada que yo pueda hacer para que la otra persona deje de sentirse amenazada de ser secundaria. De hecho, es muy común que la persona misma esté perpetuando esta situación.
No quiero ser secundario, pero tampoco hago nada al respecto
Muchos no estamos acostumbrados a pedir lo que necesitamos. Es más, culturalmente está tan mal visto que se le dice ser “egoísta” y tenemos cero práctica siquiera identificando qué nos hace sentirnos seguros, amados y validados. En relaciones monógamas tradicionales se espera que la pareja lo adivine porque si no lo hace, “no es amor de verdad”. Todo esto se traduce a las relaciones poliamorosas como una posición donde no me siento digno o merecedor de pedir. Me siento hecho a un lado y eso me indigna, pero mi respuesta no va más allá de culpar a mi vínculo de que “no me da mi lugar”.
Si has pensado cosas como “yo quién soy para pedirle que…”, “ bueno, es que obviamente no me va a dar esto porque…” y “si se lo pido, me voy a ver mal”, probablemente estés atorado en un lugar secundario porque tú mismo estás descartando tu agencia.
Ahora, esto que voy a exponer a continuación NO APLICA si tu vínculo te ha dicho explícitamente que tienes una jerarquía menor y hay limitaciones establecidas sin tu consentimiento. Para eso, lee el artículo “Poliamor consensuado, no jerárquico«.
Retoma tu agencia y responsabilízate del lugar que quieres
La forma de sentirte seguro en una relación no es ponerte la etiqueta de primario, sino tener agencia y sentirte capaz de pedir lo que necesitas. Echarle la culpa a la estructura de la relación (ser monógamos, poner reglas y restricciones emocionales o sexuales, establecer jerarquías poco éticas) no es más que una forma de evitar hacer el trabajo personal que implica ser vulnerables con nosotros mismos y explorar qué es eso que nos amenaza para hacer algo al respecto.
Para empezar, es necesario que te des cuenta de que esto no depende de lo que haga tu vínculo, sino de qué necesitas tú y cómo lo estás expresando. Comienza echándole un ojo a esas cosas que te mueven y te hacen sentir “menos” o “hecho a un lado”. Como explico en este artículo, tendemos a alejarnos y no escuchar estas situaciones desagradables y perdemos la oportunidad de atender lo que nos está haciendo falta.
Por ejemplo, puede ser que me sienta menos importante porque mi vínculo viva con alguien más y no conmigo. Aquí es posible que yo asuma que así es como debe ser y yo no puedo pedir nada más. En este caso, puedo ver qué es lo que necesito de esta relación. ¿Necesito que vivamos juntos o sentir que tenemos un espacio compartido? ¿Quiero que durmamos juntos? ¿Cuántas veces a la semana sería el mínimo?
Otra vez, el punto no es tanto el hecho, sino la necesidad que no está siendo cubierta. Por supuesto, si no estoy acostumbrado a escucharme, puede que me quede atorado en que hay una ÚNICA forma de cubrir mi petición. Esto no es tu culpa, no nos enseñaron diferente, pero sí es tu responsabilidad comenzar a explorarlo si es que quieres que algo cambie.
Recuerda que tú puedes pedir ABSOLUTAMENTE lo que tú quieras. TODO. Siempre y cuando la otra persona pueda decir “no” sin amenazas, ni castigos. Además, ese “no” es el inicio de una negociación que puede llevarlos a un lugar nuevo e interesante.
Ejemplo
A: Quiero que nos veamos todos los días, al menos 4 horas seguidas y que durante esas 4 horas me digas que me amas, al menos 5 veces.
Si te parece algo tóxico o irracional, probablemente lo estás leyendo como una exigencia. La realidad es que es una petición clara, ética y específica. Lo tóxico sería decir “Quiero que nos veamos mucho más”, sin especificar qué significa eso y, por lo tanto, haciéndolo imposible de cumplir.
B: No me siento cómodo con eso. Me interesa poder atenderte y satisfacerte, ¿me puedes platicar acerca de qué necesidad cubre esa petición?
A: Tengo miedo a no ser importante para ti y que te olvides de mí cuando estás con tu otro vínculo. Como viven juntos, pasan más tiempo de calidad y me siento menos importante. Gracias por confiar en que puedo recibir tu “no” ¿de qué otra forma puedes ayudarme a sentirme importante?
B: Se me ocurre que hagamos planes juntos y que tengamos un fin de semana completo tú y yo solos. Yo lo disfrutaría mucho y sería un momento bonito para conectar. También puedo mandarte mensajes diarios diciéndote lo importante que eres para mí. ¿Qué te parece si lo intentamos un mes y luego vemos si fue suficiente o demasiado para alguno de los dos?
En este caso, “A” tiene clara su necesidad y hace una petición clara. “B” escucha e indaga para conocer la necesidad y buscar alternativas para atenderle.
Tip: Los acuerdos pueden ser experimentales, no tienen que ser decretos eternos. Para que esto funcione, hay que ponerles fecha de revisión y/o caducidad para que las personas involucradas puedan renegociar con seguridad.
¡Lo bueno es que no tienes que hacerlo solo! Puedes utilizar herramientas como esta para hacerlo con tu(s) vínculo(s), buscar una red de apoyo como explico aquí o acompañarte de un profesional que te guíe a encontrar un camino nuevo.
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