“No” es confianza, no un rechazo. Aprendiendo a dar y recibirlo.

TL;DR – Al final del artículo puedes encontrar instrucciones para hacer un ejercicio práctico con este tema.

Cuando era adolescente, mi padre tenía el proyecto personal de hacerme un hombre de negocios cuando creciera. Me compró un set de cassettes (ya tengo algunos años) que enseñaban la estrategia perfecta para siempre recibir un sí. Algunas de las cosas que recuerdo son:

• Haz una oferta o petición firme y quédate callado. A partir de ahí, el primero en hablar pierde.

• No muestres tus cartas prematuramente. La otra persona no debe saber lo que realmente quieres.

Ofrece menos de lo que realmente estás dispuesto a dar.

Nunca recibas un “no” como respuesta.

Finalmente como comerciante, mi padre estaba acostumbrado a eso y le iba bastante bien. Tenía una forma muy particular de poder convencer a las otras personas de que querían o necesitaban cosas que él quería darles. Durante varios años, intenté llevar a cabo esas estrategias pero había algo en mí que no se sentía cómodo haciéndolo. Me parecía absurdo tener que mentir cuando estaba hablando de algo que quería.

En mi última entrevista de trabajo en un colegio, llegó el momento que más aborrezco: la negociación de sueldo. Mi ahora jefa me preguntó cuánto quería ganar, como es costumbre y yo le contesté no sé, preferiría que me dijeras cuánto me puedes pagar. Ella me regresó la responsabilidad y le dije ok, quiero ganar 50,000 pesos al mes. Sorprendida, se rió y me dijo que era demasiado, a lo que contesté entonces sí sabes cuál es tu límite máximo, ésa es la cantidad que quiero conocer. No me interesa negociar y buscarle a ver quién puede más o menos, yo te puedo decir que lo mínimo que puedo aceptar para este trabajo es esta cantidad, pero conoces mi trabajo y no considero que valga pagarme lo mínimo aceptable.

Las relaciones románticas no son negocios

Al menos no en el sentido que los conocemos. Las relaciones éticas implican que podamos ser vulnerables ante la otra persona y eso incluye dejar de buscar ganar. Frecuentemente se establecen reglas rígidas que deben cumplirse y, cuando se rompen, alguno de los involucrados tiene derecho a reclamo, venganza o castigo.

De una forma bastante literal, las reglas nos llevan a un lugar moralmente superior donde podemos tratar a la otra persona con desdén en caso de que las rompa (y este es el jinete del Apocalipsis más peligroso en una relación).

Al negociar desde un lugar horizontal no jerárquico (donde ni tú ni yo somos moralmente superiores), me veo en la necesidad de considerar un “no” como respuesta. Esto me lleva a conocer mis límites y ser firme con ellos (NO son reglas, lee qué son aquí), además de poner mis cartas sobre la mesa para poder llegar a acuerdos. Esto va directamente en contra de las reglas de un buen negociador que aprendí cuando era adolescente.

Siempre recibe un “no”

Si llegas a una negociación en tu relación con la idea de ganar, necesariamente vas a perder. ¿Por qué? Después de la plática, vas a seguir interactuando con esta otra persona y su relación va a cambiar de acuerdo a los resultados.

Si tu pareja pierde, TÚ PIERDES.

Una relación ética necesita compasión, donde el bienestar de todas las personas involucradas es esencial. Puede que obtengas la satisfacción de creer o sentir que tienes la razón y eso tal vez alimente tu ego de una forma placentera. ¿Qué pasa con tu pareja? Si tu pareja se siente invalidado, derrotado, fracasado o devaluado, tu relación va a sufrir y vas a perder lo que estás tratando de obtener: una relación amorosa donde te sientas bien.

¿Cómo recibo un “no”?

Ahora, no es tan fácil como suena. Generalmente recibimos un “no” como una invalidación de quienes somos, no de lo que hacemos. Por ejemplo, si le ofreces un pastel que tú horneaste a alguien y lo rechaza, es probable que te sientas rechazado. Pareciera que el “no” es una fuerza absoluta que nos niega, sobre todo cuando consideramos que nuestro valor está puesto en eso que hacemos o decimos.

Para poder recibir un “no” de otra forma, primero hay que considerar que la otra persona es un ser humano independiente. Después, saber que es completamente válido sentirnos rechazados y que podemos atender esa sensación con la otra persona. Finalmente, ponernos los lentes de la compasión para asumir buena intención y validar a la otra persona.

Ejemplo:

A: Te traigo muchas ganas hoy, mi amor. Quiero hacer el amor contigo.

B: No tengo ganas hoy.

A: Gracias por confiar en que puedo recibir tu “no”. En este momento me siento rechazado y me da miedo que no te sientas atraído por mí. ¿Podemos hacer algo más que me ayude a no sentirme así?

“No” como un regalo

Siendo que el “no” es una palabra tan fuerte que puede llevarnos a lugares tan vulnerables (tanto al decirlo como al recibirlo), podemos resignificar esta palabra como una señal de confianza. Poder decir “no” es una muy buena señal de comunicación y salud en una relación de pareja. Implica que las personas se sienten con confianza para cuidarse y saben que la relación puede aguantar una negativa.

Un “no” puede ser un regalo así:

-No como un nuevo camino

Decir “no” no tiene que cerrar la conversación. Al contrario, puede ser una oportunidad para explorar algo nuevo. Si recibo ese no como una puerta cerrada que me permite explorar otras nuevas, me será posible conocer alternativas que tal vez no había considerado.

-No como un regalo

Como mencioné anteriormente, decir no también es una muestra de confianza. Una forma muy hermosa de aprender a recibir “no” es contestando gracias por confiar en que puedo recibir tu “no”.

-No como un reconocimiento

Decir “no” también implica que estamos reconociendo y respetando nuestros límites. Para dejarle saber a la otra persona que apreciamos eso podemos responder con un gracias por cuidarte. Esto es útil sobre todo con personas que tienden a ser muy complacientes y ponen el bienestar de otros antes que el propio. Cuando dicen “no”, es realmente un gran esfuerzo y es de admirar que puedan cuidarse.

Ejercicio práctico

No sé cómo haya sido tu experiencia pero a mí no me enseñaron a decir ni a recibir un “no”. Por eso, lo practico con mis parejas en situaciones poco amenazantes para que sea más fácil en temas fuertes. El ejercicio es así:

Siéntense frente a frente. A mí me sirve tomar de la mano a mi pareja pero eso depende de lo que ustedes prefieran. Pongan un temporizador para tomar turnos y elijan quién será A y quién B.

Advertencia: NO hagan peticiones emocionalmente cargadas o significativas. Eviten cosas como “quiero que me digas que me amas” o “quiero que tengamos sexo”, especialmente en el turno de “no”.

Turno 1: A pide – B contesta sí y una pregunta de seguimiento

Durante tres minutos, A le pedirá a B cosas pequeñas e insignificantes (dejo una lista de peticiones al final). B contestará que sí y hará una pregunta de seguimiento como “¿cómo quieres que lo haga?”

Turno 2: A pide – B contesta no – A contesta “gracias por decirme que no” o “gracias por confiar en que puedo recibir tu no”

Al terminar el tiempo, continúa el turno de A pero en esta ocasión, B le dirá que no a todo. Importante: A debe contestar con “gracias por decirme que no” o “gracias por confiar en que puedo recibir tu ‘no’”.

Turno 3: B pide – A contesta no – B contesta “gracias por decirme que no” o “gracias por confiar en que puedo recibir tu no”

Terminando el turno de A, sigue B. En este tercer momento, A responderá siempre “no” y B contestará como mencioné anteriormente.

Turno 4: B pide – A contesta sí y una pregunta de seguimiento

El último turno es B haciendo peticiones y A respondiendo “sí” más la pregunta de seguimiento.

Al terminar el ejercicio, tómense unos minutos para reconectar con un abrazo, apapachos, caricias y palabras de afirmación.

Lista de peticiones sugeridas:

  • Quiero que gires tu cabeza a la izquierda/derecha
  • Quiero que me pases mi vaso con agua
  • Quiero que pongas tu teléfono en tu otra bolsa
  • Quiero que me digas hola
  • Quiero que levantes una mano

Amar es una decisión, no un accidente.

Mi primera relación romántica estuvo llena de sufrimiento, dolor y malos entendidos. A mis 19 años mi madre me dijo, «si no puedes dejarlo no lo dejes, eventualmente el dolor será tanto que no tendrás opción«.

Nos conocimos en uno de los primeros antros gay a los que fui. Estaba yo con un amigo y tenía la firme intención de conocer al «amor de mi vida» para empezar mi primera relación fuera del clóset, llena de momentos clichés románticos. Vi a un hombre que me pareció muy guapo y, para mi sorpresa, me sonrió. Cuando le dije a mi amigo lo que estaba sucediendo, él me vio a los ojos y me dijo «no, él no».

Por supuesto, no le hice caso. Si no, no habría historia qué contar.

Las primeras citas fueron muy bonitas y románticas. Ambos estábamos haciendo lo mejor para ser lo más alejados de lo que realmente éramos para sorprendernos mutuamente. Yo hacía como que no necesitaba mucho apapacho y él actuaba como que era muy amoroso. Para cuando nos dimos cuenta de que nuestros lenguajes de amor, nuestros círculos sociales, nuestros intereses y nuestros proyectos a futuro eran absolutamente incompatibles, ya era demasiado tarde. Ya éramos novios.

Amar es una decisión

Un amigo muy querido me compartió hace un tiempo su definición de amor. Él dice que ama a su esposo porque así lo decide, no porque sea el destino o porque se hayan enamorado. Ese día, mi mente explotó un poco. Se nos enseña que nuestra vida amorosa es muy sencilla: conoces a alguien, te gusta, te enamoras y ya, no hay necesidad de que tú hagas nada puesto que todo se ha decidido por ti.

En la historia que te conté al principio, yo asumí que nos enamoramos porque simplemente así es la vida. No es que no me haya dado cuenta de qué tan incompatibles éramos sino que pensé que eso no era importante si era amor de verdad. Cuando por fin pude terminar con él (en una escena dramática en una madrugada nublada), pasé años hablando de él como la persona más «tóxica» que había conocido, juzgando todo lo que había hecho «para hacerme daño» y cómo yo era un «imbécil» por haber dejado que me tratara así.

Yo era de esos que le echaba la culpa a Cupido por haberme enamorado de «ese infame» o «esa persona tóxica» siendo que yo soy tan amoroso y fiel. El problema de esto es que me quita toda responsabilidad y capacidad de agencia. Las princesas son rescatadas y los príncipes son cautivados, nosotros somos los héroes de nuestra propia historia y todo aquello que salga «mal» es responsabilidad de los dioses del amor que juegan con nuestro corazón.

No soy yo, es Cupido

Probablemente conoces cómo se siente la energía de nueva relación (ENR). Hay quienes dicen que el enamoramiento es una situación universal y que «no hay ninguna cultura que no lo experimente». Yo siempre tomo este tipo de generalizaciones con algo de cautela ya que me es difícil pensar en absolutos. Por otro lado, tampoco me parece relevante. Lo importante para este artículo es como tú y yo experimentamos esta sensación. Para mí, es un calor en el pecho, en las mejillas, pensamientos constantes en la otra persona y un alivio placentero cuando tenemos cualquier tipo de contacto. Pero eso es ya cuando estoy bastante metido en el enamoramiento.

Y es que fisiológicamente sí hay químicos en nuestro cerebro que se ponen intensos cuando conocemos a alguien con quien hacemos click, así como también nos dan ganas de dar el tarjetazo cuando vemos ese artículo que nos encanta o queremos comernos la pizza completa. Esa parte animal está ahí y es muy real.

Sólo que como seres humanos, no somos esclavos de nuestros instintos.

Cuando conocí a este hombre de la historia de hoy, me sentí inmediatamente atraído. ¿Por qué? Puede ser por mi historia, por mi contexto, por mis carencias, por mis habilidades, por los astros, por Cupido o porque simplemente era un hombre atractivo. Yo decidí seguir conociéndolo. Cuando tuvimos las primeras discusiones, cuando empezaron las situaciones donde yo me sentía denigrado y rechazado, yo decidí seguir en esa relación. Cuando me quedé solo en la calle esperándolo porque había ido a ver a su jefa sin saber que tenía una hora que se había ido a su casa, yo decidí seguir viéndolo.

Yo digo hasta dónde

Hay varios mitos del amor romántico que nos dicen que debemos seguir en una relación, escalando cada vez más. Entre los más evidentes está «el amor es escaso». En este artículo puedes leer más a detalle cómo vivimos este mito pero una de las ideas que más me resuena es que cuando elijo algo porque creo que no tengo opción, no estoy eligiendo realmente.

Como yo pensaba que enamorarme era una condena ante la cual yo era completamente impotente, sufrí nuestras incompatibilidades y me forcé a cambiar elementos muy importantes para mí. Por otro lado, constantemente insistía en que él cambiara cosas que «evidentemente estaban mal», ¿cómo iba a estar bien irse con alguien a Honduras después de que le declaró amor eterno, sabiendo que éramos monógamos?, me preguntaba.

¿Qué pasa cuando me vuelvo responsable de mis decisiones y tomo acción al respecto?

Ahora cuando conozco a alguien que me gusta, estoy consciente de mis reacciones fisiológicas y emocionales. Amo disfrutarlas y sentir esa emoción tan rica que es propia del flechazo de cupido. También decido si quiero seguir sintiendo eso o no dependiendo de qué es lo que quiero.

Aunque suena intimidante, elegir mis relaciones y elegir enamorarme me empodera para saber si es lo que quiero para mí en mi vida.

La escalera eléctrica de las relaciones en la monogamia tradicional funciona así: te subes al primer escalón y la relación comienza a avanzar, quieras o no. Si te quedas mucho tiempo en un nivel (como ser novios sin vivir juntos), la gente empieza a preguntarte si todo está bien. Si no te mueves, se asume que tu escalera eléctrica está rota y hay que arreglarla o buscar otra que sí sirva.

En las relaciones éticas, monógamas y no monógamas, la escalera no es eléctrica y no está rota. Los involucrados pueden subir de escalón, bajar o quedarse en el que más les acomode el tiempo que quieran. Mediante la comunicación asertiva, la empatía y siguiendo los cuatro pilares de una relación ética (con la compasión por delante), la relación puede mantenerse viviendo separados, amándose profundamente toda su vida. También pueden decidir dejar de vivir juntos y seguir con su relación. Y pueden decidir que son «novios», «pareja», «vínculos», «langostas» o lo que quieran, siempre y cuando todos los involucrados lleguen a un significado común.

No hay una forma correcta de tener una relación romántica ya que todos somos diferentes. Lo que necesito contigo es diferente a lo que necesito con otra persona. Lo que necesito hoy probablemente sea diferente a lo que necesite en un año. La flexibilidad desde la compasión y la comunicación es clave.

Las relaciones no «pasan»

Al cambiar este punto de vista, me doy cuenta de que las cosas no me «pasan». Yo decido y elijo, independientemente de lo que el entorno me diga. No me enamoré de mi pareja «de pronto», construimos una relación poco a poco con mensajitos, apapachos, regalitos, palabras bonitas, besos, caricias, sexo, complicidad y tantas otras cosas que requieren que yo sea un agente activo en la situación. Estoy consciente de que mis sentimientos van creciendo poco a poco (a veces, no tan poco a poco) y veo los detalles que funcionan como leña que va avivando el fuego del enamoramiento.

También soy capaz de detenerme, ir más lento, retroceder o retirarme por completo dependiendo de lo que yo necesite (siempre informando al otro para mantenernos éticos). Es cierto que hay personas que disfrutan con dejarse llevar y eso es completamente válido, siempre y cuando se hagan responsables de esa decisión y no estén culpando al mundo por forzarlos a hacer cosas que no quieren.

Sí quiero pero me da vergüenza

Como hombre homosexual cisgénero y poliamoroso, la vergüenza no me es nada ajena. Cuando era niño, le pedí a mi mamá que me comprara unas hermosas casitas de Sailor Moon que estaban PRECIOSAS. Traían sus muñequitas, unos stickers para decorar la casa, muebles y hasta platitos. Muy contento las puse en un estante en mi cuarto para verlas todo el tiempo porque me hacían muy feliz… hasta que invité a un amigo a jugar a mi casa.

¿Y esas muñecas que están en tu cuarto?, me preguntó haciendo una mueca que anunciaba una inminente burla. ¡Son de mi hermana!, le dije inmediatamente. Mi hermana, bastante hábil, aprovechó la oportunidad y dijo sí, son mías, voy a agarrarlas para jugar con ellas. Volteé a verla y le recordé que mi mamá la había castigado, por lo que no podía jugar con ellas (con una mirada que decía ay de ti si me echas de cabeza).

Desde una temprana edad he enfrentado conflictos por mis gustos hacia las muñecas de Sailor Moon, mi gusto por la música, mi cuerpo delgado, mi orientación sexual, mi sexualidad y mi forma de relacionarme. Y a todo eso le decía «vergüenza».

Estoy mal, soy defectuoso, no soy suficiente, soy débil.

Gershen Kaufman dice que la vergüenza es la experiencia más perturbadora que los individuos pueden tener acerca de sí mismos; ninguna otra emoción se siente más profundamente perturbadora porque en el momento de la vergüenza, me siento herido desde adentro. Y es que la vergüenza no es sólo un sentimiento, es algo parecido a los celos en tanto que involucra varias emociones y depende de las circunstancias. Sin embargo, no sé cómo haya sido para ti, pero a mí no me enseñaron a distinguir las sutilezas esenciales que pueden ayudarme a trabajar este tipo de sensaciones.

Para empezar, ¿qué es la vergüenza? Es eso que te sucede cuando sientes que hiciste algo mal, aunque no es tan sencillo. Esa sensación viene de pensar que hice algo mal según otras personas. De ahí pueden venir emociones como la tristeza, el enojo y la decepción.

Y todo esto no es porque yo haya hecho algo malo, más bien se siente como si yo estuviera mal. Me defino como defectuoso, insuficiente, débil o, simplemente, un fracasado.

En el ejemplo del principio, yo sentía vergüenza porque se me había enseñado que los niños no juegan con muñecas. Es más, se esperaba que me dieran asco. El hecho de que a mí sí me gustaran implicaba que era un «maricón» o «joto», aunque no entendía muy bien qué significaba eso pero sabía que no era algo por lo que te aplaudieran. Y es eso, como seres sociales necesitamos el reconocimiento y el sentido de pertenencia, por lo que buscamos ser aceptados de una forma u otra.

Sí, aún esa persona que se jacta de ser extraña e inusual, que escucha música que nadie conoce y publica en Facebook su inconformidad con el capitalismo y lo mainstream. Hay un cierto orgullo en creer que no se pertenece a un grupo social pero eso, por definición, surge a partir del reconocimiento de ese grupo que me «desprecia» y, de cierta forma, me reconoce.

¡Qué difícil es decir sí quiero sin vergüenza!

Así como la historia de mis muñequitas (hoy tengo dos repisas enormes llenas), podría contarte mil ejemplos más de cosas que me atraían y me rehusaba a aceptar por vergüenza. No puedo decirle a mi pareja que quiero que nos mandemos mensajitos todo el día porque va a decir que soy un tóxico, no puedo pintarme las uñas porque van a decir que me veo mal, no puedo ponerme un short porque voy a parecer pollito con mis piernas flaquitas, no puedo subir fotos en calzones porque van a decir que soy un fácil, etc., etc., etc.

Y si hago una pausa para leer eso que acabo de escribir puedo darme cuenta que ninguno de esos juicios es mío. Todo eso son voces de otras personas en mi cabeza, desde mi padre que no entendía la homosexualidad hasta los comerciales de «antes y después» que mandan un mensaje muy claro: mi cuerpo no es atractivo y debo cambiarlo.

Por otro lado, socialmente no es aceptable sentir vergüenza. Esa palabra despierta muchas defensas del tipo ay, no, yo no siento vergüenza nunca. Precisamente porque pensamos que es algo que sienten los «débiles» o las personas que «necesitan más trabajo», ya sabes, esos otros, no yo.

¿De dónde viene mi vergüenza?

Depende de dónde venga. En español tendemos a utilizar «vergüenza» como un término general para varias situaciones. El problema con eso es que nos dificulta el poder identificar de dónde viene y, por lo tanto, cómo trabajarla. Yo ubico que la vergüenza que me provoca la voz de mi padre es insuficiencia, la voz de mi maestro que me dice que debería haber hecho un trabajo mejor es decepción. Aquí te pongo un pequeño acordeón para darle nombre a esas voces:

  • Timidez – Ante un extraño
    • Esto que siento es porque me siento juzgado por alguien que no conozco.
      • Me siento tímido de subir una foto sin playera por lo que vayan a pensar otros.
  • Decepción – Por una derrota temporal
    • Particularmente por algo que intenté hacer y no salió como esperaba.
      • Estoy decepcionado porque obtuve una calificación baja en mi examen.
  • Bochorno – Ante otras personas
    • Me siento abochornado porque mis amigos me vieron caerme.
  • Cohibición – Acerca de mi desempeño
    • Me siento cohibido porque temo no poder darle placer a mi pareja como siempre lo hago.
  • Inferioridad o insuficiencia – Acerca de quién soy
    • Me siento insuficiente porque no estoy tan musculoso como creo que debería estar para ser atractivo.

Además, todos esos tipos de vergüenza pueden ser situacionales o crónicos. La vergüenza situacional surge por un hecho o un acto específico, como cuando te caes enfrente de toda la clase y te levantas como si hubieras rebotado, sonriendo y diciendo así camino escondiendo el bochorno. La crónica tiene que ver más por quién soy, como la insuficiencia que siento cuando alguien me dice ¡qué flaquito estás! Como podrás imaginar, el problema de esta última es que se vuelve algo que me creo y se vuelve parte de mi personalidad. Siempre está en mi cabeza, resonando y recordándome lo inadecuado que soy.

Si le llamamos «vergüenza» a todos estos sentimientos, se vuelve difícil identificar qué hacer con ella. Ross Rosenberg habla de la vergüenza como si fuera musgo, dice que requiere obscuridad para poder crecer y estoy totalmente de acuerdo.

La vergüenza se alimenta de sí misma y, mientras no podamos lanzar luz sobre lo que la genera, seguirá haciéndose más grande y más molesta.

En un área como las relaciones afectivas o románticas, donde me encuentro con otra persona en una intimidad muy vulnerable, es posible que surjan estos sentimientos que me dificulten el poder disfrutar estar y pedir lo que necesito. Por ejemplo, si cuando estoy con mi pareja quisiera que me diera dos nalgadas y me amarrara a la cama pero no se lo digo por «vergüenza», es posible que esté perdiéndome de una oportunidad hermosa de conectar con la otra persona y vivir una parte muy placentera de mi sexualidad (o, en el peor de los casos, experimentar algo nuevo y reforzar la confianza en mi relación sabiendo que no hay juicios).

Si en lugar de «vergüenza» identifico que me siento cohibido, puedo platicar con mi pareja acerca de mi necesidad de sentirme validado en mi forma de darle u obtener placer. Si ubico inferioridad, puede ser que considere que la gente que disfruta esas prácticas sea desagradable y sienta miedo de que mi pareja piense eso de mí.

El mayor beneficio de poder trabajar la vergüenza es acceder a esas áreas de mi vida que están cerradas por miedo pero realmente tienen el potencial de darme placer, reconocimiento y felicidad.

Si puedes sentirlo, puedes sanarlo

Una de las razones por las que no hablo de emociones negativas es precisamente que para sanar algo, hay que saber qué duele, dónde y cómo. Es como ir al dentista y decirle quiero que me arregles el diente, sé que me duele pero como no quiero sentirlo me puse anestesia. No estoy seguro cuál es el que me duele ni cómo pero quiero que lo cures. Es cierto que estas emociones son desagradables pero están ahí por una razón y pueden ayudarnos a ubicar el problema.

Por supuesto, no tienes que hacer esto solo. Un terapeuta calificado puede acompañarte y ayudarte a obtener herramientas para poder observar esos sentimientos desagradables y sanar tu experiencia poco a poco. Además de eso, aquí hay otras formas de lidiar con la vergüenza:

  1. Escribe un incidente específico de tu niñez donde hayas sentido vergüenza. Incluye lo que sentiste y pensaste en ese momento, así como los que llegaron después.
  2. ¿Qué impulsos tuviste?
  3. ¿Querías alejarte de otros, acercarte o atacarlos?
  4. Si es posible, ubica dónde se siente esa vergüenza en tu cuerpo. Trata de ponerle color, textura, sonido y temperatura.
  5. Finalmente, escribe cómo crees que esa vergüenza todavía te influye.

Recuerda que la vergüenza no es tuya. Siempre está relacionada con alguien más, ya sea de tu presente o de tu pasado. Aunque tendemos a identificarnos con la vergüenza y eso nos lleva a creer que no somos dignos no tenemos la posibilidad de ser aceptados, no somos un sentimiento, somos seres complejos con varias capas.

Previniendo el apocalipsis: Los cuatro antídotos

En algunas relaciones empezamos en el paraíso, todo es hermoso hasta que suenan las trompetas que anuncian a los cuatro jinetes del apocalipsis. En el artículo anterior entré en detalle acerca de cada uno de ellos para que pudieras identificarlos. La crítica sucede cuando realizamos juicios que van más allá de la acción que nos incomoda y atacamos la otra persona por quien es, el desdén viene después cuando nos ponemos en un lugar de superioridad moral, el tercer jinete es estar a la defensiva que surge generalmente como respuesta a los primeros dos, y el cuarto jinete, stonewalling, sucede cuando se pierde la esperanza de llegar a algo y la persona decide retirarse vencida y decepcionada.

Bueno, ya sé que ahí están, no los vi llegar pero siento cómo mi relación se acerca al Final de sus Días. ¿Qué hago?

El primer antídoto – Ante la crítica, hablar desde mí

Una queja se enfoca en el comportamiento de otra persona y es completamente válida. Cuando le digo al otro que no quiero besarlo porque tiene aliento a cebolla, puedo hacerlo de muchas maneras y, a fin de cuentas, estoy hablando de un suceso específico. Es muy diferente cuando le digo que es un puerco, sucio y desconsiderado.

El antídoto ante la crítica es hablar desde ti. Evita decir «tú» y habla de lo que te sucede a ti, empezando tus oraciones con «yo» o «a mí».

Para lograr esto, es esencial que te hagas dos preguntas:

  • ¿Qué siento?
  • ¿Qué necesito?

Este antídoto se ve así:

Crítica: Llevas toda la tarde hablando de lo que te pasa a ti y no te importa cómo me fue a mí en el día. ¿Por qué eres tan egoísta?

Antídoto: Necesito sentirme escuchado por ti. Quiero platicar contigo acerca de qué me pasa, ¿puedes escucharme?

Tip: Utiliza estas herramientas de comunicación.

El segundo antídoto: Ante el desdén, la apreciación y la gratitud

Este jinete viene desde un lugar de superioridad moral. Puede surgir en forma de sarcasmo, insultos, voltear los ojos, burlas y humor hostil. En sociedades machistas, todo esto no sólo es aceptable sino llega a considerarse la mejor forma de manejar una situación de conflicto. Nos enseñan que siempre hay que ganarle al otro y demostrar que somos mejores.

El antídoto al desdén es construir una cultura de apreciación en tu relación. Expresa aprecio, gratitud y respeto frecuentemente y en pequeñas dosis. Gestos pequeños como decirle a tu pareja gracias por sacar la basura, aprecio tu presencia, respeto tu trabajo, comienzan a establecer un terreno fértil para una relación más amorosa.

De esta forma se crea una perspectiva positiva que funciona como una reserva de sentimientos amorosos ante los sentimientos negativos. Un problema que surge es que tendemos a dar por hecho lo positivo y solo remarcamos lo negativo. Por eso a veces parece que TODO ESTÁ MAL.

Velo como una cuenta de banco emocional. Si haces cinco depósitos positivos por cada negativo, te mantienes en una buena economía.

Ejemplo:

Desdén: No limpiaste bien el baño otra vez. Pero bueno, ¿qué puedo esperar de ti?

Antídoto: Entiendo que has estado más ocupado de lo normal últimamente. ¿Podríamos revisar las tareas de casa que nos tocan a cada quien para asegurarnos de que el baño esté limpio en la semana? Apreciaría mucho eso.

Tip: Utiliza los pasos para responder con empatía.

El tercer antídoto: Ante la defensa, la responsabilidad.

Cuando nos sentimos atacados, la respuesta natural es defendernos. Esta defensa puede surgir en forma de indignación o victimización ante una crítica o el desdén. Al surgir, el enfoque está en quién tiene la culpa, no en el problema o las necesidades de los involucrados.

El antídoto a la defensa es aceptar responsabilidad por la parte que me toca en el conflicto. Generalmente nos cuesta trabajo porque tenemos esta mentalidad de competencia y no queremos «ceder» o «perder».

La alternativa es dejar de verlo como una competencia entre nosotros y más como trabajo en equipo. Somos tú y yo contra este problema que tenemos. Estamos del mismo lado y, para que eso suceda, tenemos que reconocer que ambos somos responsables de una parte del conflicto. No siempre es fácil detener la respuesta automática de ¡yo no hice nada! La culpa nos detiene y lastima, la responsabilidad mueve.

Ejemplo:

Defensa: Ya teníamos esto planeado desde antes y ahora resulta que no va a pasar. Es tu culpa porque no lo apuntaste en el calendario y sabía que se te iba a olvidar.

Antídoto: Estoy frustrado porque no vamos a poder hacer esto que teníamos planeado. Sin embargo, entiendo que yo tampoco hice algo para prepararnos y asegurar que sucediera. Me gustaría que lo reagendáramos y pusiéramos un recordatorio ambos. ¿Qué opinas?

El cuarto antídoto: Ante el muro de piedra, el auto-cuidado.

Stonewalling es cuando alguien se retira completamente de un conflicto y deja de responder. Esto puede suceder cuando la persona se siente abrumada emocionalmente o bombardeada. De hecho, es algo que se siente fisiológicamente cuando tu cuerpo activa la respuesta de pelea o huida. Aunque puede ser difícil de aceptar, tu cuerpo no distingue la diferencia entre una amenaza externa y una generada por tu cerebro, ¡ambas son percibidas como reales!

El antídoto ante el muro de piedra es el auto-cuidado. Tu sistema nervioso requiere de alrededor de 30 minutos de espacio para poder reiniciarse y regresar a un equilibrio. Hay muchas formas de auto-cuidado, lo importante es que identifiques qué es lo que sirve para ti y que, durante ese tiempo, te enfoques en lo que TÚ necesitas.

Una herramienta muy efectiva para poder atender este jinete es el timeout. Esto implica tomar un tiempo para poder calmarse antes de continuar con una plática o discusión. Para que funcione, recuerda que los términos del timeout deben ser negociado con anterioridad para no tener que lidiar con detalles en el momento de emociones altas.

Algunos puntos a tomar en cuenta para un timeout efectivo son:

  • Debe durar al menos 20 minutos (con reloj en mano). Cuando se pide el timeout, se acuerda a qué hora se retomará la discusión.
  • Evitar indignación aparentemente justa (pues me voy porque contigo no se puede)
  • Evitar victimización (pues me voy porque nunca me escuchas)
  • Durante ese tiempo, haz algo que te tranquilice y te distraiga. No te pases 20 minutos pensando en lo que le vas a decir a la otra persona cuando regreses.

Ejemplo:

A: ¡Ya tenemos una hora discutiéndolo y no entiendo qué está pasando! ¿Por qué no puedes–

B: Mi amor, necesito interrumpirte porque me estoy sintiendo abrumado y necesito un timeout. Como acordamos anteriormente, me gustaría tomarnos veinte minutos y retomar la plática. ¿Estás de acuerdo?

Las guerras se ganan con planeación y estrategia

Y esta guerra no es contra tu pareja sino contra los jinetes. Cuando estén en momentos de tranquilidad, hagan planes y platiquen acerca de estrategias que pueden llevar a cabo cuando aparezca uno de los jinetes. Revisen sus detonantes y compártanlos para poder hacer equipo y evitar el apocalipsis.

El apocalipsis de tu relación: Los cuatro jinetes

Imagina estar en un día hermoso, en uno de tus lugares favoritos. A tu lado, está una persona que amas profundamente y están pasando el mejor tiempo de sus vidas. De pronto, te parece escuchar una trompeta a lo lejos y te dan escalofríos porque sabes qué significa. El clima cambia ligeramente, es algo casi imperceptible, y la persona a tu lado te ve un poco diferente. Hay algo inusual en su mirada pero lo reconoces. Sabes que ahí viene. Te levantas y haces lo posible por arreglar el mundo e impedir lo inminente. Entonces sientes algo en ti que cambia, una presión en tu pecho que comienza a crecer y ya no hay escapatoria.

Sin saber cómo, esa persona y tú están discutiendo primero acerca de algo banal como quién fue el último en lavar los platos porque hay una cuchara sucia e inmediatamente después acerca de cómo nunca se escuchan y siempre se hace lo que el otro quiere.

Tal vez te suene familiar. Si es así, ya conoces a los cuatro jinetes del apocalipsis. Cada uno más destructivo que el anterior y todos anunciando la llegada de un conflicto que irá escalando hasta terminar la relación.

El doctor John Gottman del instituto Gottman afirma poder predecir con hasta 90% de certeza el fin de una relación a partir de la presencia y persistencia de los cuatro jinetes del apocalipsis: crítica, estar a la defensiva, desdén y stonewalling. Estos son estilos de comunicación que generan conflicto y evitan la comunicación y la conexión.

El primer jinete: Crítica

Los cuatro jinetes están íntimamente conectados con los pilares de las relaciones éticas. El primero se ve así:

A: ¿No sacaste a los perros? ¡Eres un flojo y un irresponsable!

La crítica como estilo de comunicación se enfoca en atacar lo que tu pareja es, no lo que hace.

En otras palabras, descalifica e invalida a la otra persona en cuanto a su personalidad y forma de ser, más que concentrarse en un hecho específico. En el ejemplo, el problema es que la pareja no sacó a los perros y eso puede arreglarse fácilmente. Sin embargo, el ataque se va hacia la integridad del otro. Esto es un problema porque, para empezar, la crítica prepara el terreno para que surjan los otros tres. Es violento ya que es un ataque directo hacia la otra persona. Al recibirlo, puede experimentarse como rechazo o dolor y frecuentemente el conflicto escala exponencialmente.

Pero, ¿y si no sacó a los perros?, pensarán algunos de ustedes. Aquí primero hay que considerar que, como seres humanos, tendemos a generalizar. ¡Nuestro cerebro lo hace normalmente para poder maximizar la eficiencia con la que trabaja! Por eso algunas personas dicen ¿cuál es tu Pikachu favorito, el de fuego o el de agua? En las relaciones humanas, necesitamos actuar con compasión (lee cómo aquí) y considerar a la otra persona como un ser completo, complejo, con historia y pensamientos propios. Y cuidado con querer resolver toda tu relación en una conversación. Si lo que te molesta es que tu pareja SIEMPRE hace algo que no te gusta, tal vez es tiempo de preguntarte por qué estás con alguien que SIEMPRE hace eso.

Ahora, hay formas de expresar incomodidad o molestia sin necesidad de atacar a la otra persona. Si tienes una queja (como que no haya sacado a los perros), asegúrate de enfocarte en UN HECHO ESPECÍFICO y claro. Evita los hoyos negros de la comunicación (decir SIEMPRE, NUNCA, TODO y NADA), y ten cuidado con la crítica.

El segundo jinete: Desdén

Ya que escuchaste la trompeta de la crítica hay que estar alerta porque, de no tener cuidado, llegará el desdén. Cuando critico a la otra persona por lo que es y no por lo que hace, comienzo a ponerme en un lugar de superioridad moral donde claramente «yo sí sé cómo hacer las cosas». El desdén se ve así:

A: (Crítica) ¿Por qué dejas tu ropa por todos lados? ¡Eres un descuidado y un flojo! (Desdén) Pero claro, seguro así te educaron en tu casa y ni qué esperar de alguien como tú.

Este jinete se ve como burlas, sarcasmo, imitaciones físicas o verbales y otras formas de expresar fastidio o desesperación porque la otra persona «no entiende lo mal que está». El receptor lo que experimenta es una sensación de ser despreciado, menospreciado y que tiene poco valor. Según John Gottman, este jinete es el principal predictor de divorcio.

Cuando el desdén prevalece, nos lleva a creer que la otra persona no tiene cualidades positivas. Probablemente esto lleve a la otra persona a vivirse como un ser negativo y enfermizo, con poco que dar en cuanto a amor y gozo. Se pierde la admiración por la otra persona y es muy difícil encontrar puntos de conexión e intimidad de esta forma. Generalmente, el desdén surge cuando hay pensamientos negativos que no se expresan y se han estado cociendo a fuego lento muy dentro de nosotros.

El tercer jinete: Estar a la defensiva

Este generalmente surge como reacción a la crítica. Cuando nos sentimos atacados, buscamos cómo defendernos y utilizamos excusas (explicaciones) o caemos en una victimización donde nos sentimos injustamente juzgados. Sin embargo, aunque nos estamos defendiendo de un ataque, lo hacemos invalidando al otro y se vuelve un espiral.

Ejemplo:

A: Ayer quedamos que tú harías de comer hoy, ¿lo hiciste?

B: No, no me dio tiempo.

A: (Crítica) ¡Siempre es lo mismo contigo! Eres un irresponsable.

B: (Defensividad) Pues estuve trabajando todo el día. Aparte, yo compré la comida y tú viste que yo estaba atareado, ¿por qué no lo hiciste tú?

En este ejemplo (y generalmente) la culpa se redirige al otro, probablemente resultando en una crítica o desdén que provoca defensividad en el otro.

Estar a la defensiva escala el conflicto ya que sólo agrega más capas de problema. Se vuelve un juego de ping pong donde cada golpe hace que la pelota crezca.

El cuarto jinete: Stonewalling (cerrarse)

Este último jinete llega a suceder como respuesta al desdén. Stonewalling es literalmente poner un muro de piedra; la persona se cierra y deja de responder a lo que la otra persona dice. Utiliza maniobras evasivas como desconectarse, actuar como si estuviera ocupado o distracciones.

Ejemplo:

A: Nunca escuchas lo que se te dice. Eres un distraído e irresponsable.

B: Ok, soy un irresponsable. Ya déjalo así. Me voy a acostar porque mañana tengo mucho qué hacer.

A: No hemos terminado de discutir.

B: Está bien así. ¿Qué quieres comer mañana?

Al sentirse abrumada por los otros tres jinetes, la persona reacciona comprensiblemente retirándose y poniendo una muralla. Este comportamiento puede ser válido como withdrawer o en forma de timeout, desafortunadamente, también puede volverse un mal hábito rápidamente.

En esos casos, es difícil detenerlo porque surge como una respuesta de agobio fisiológico.

¿Cómo detienes el apocalipsis?

Lo principal es empezar a identificar cuando cada jinete está tocando su trompeta. En ese momento pueden detenerse y utilizar el timeout negociado como herramienta de emergencia. Afortunadamente, cada jinete tiene su antídoto. En la siguiente entrada hablaré más a detalle cómo es cada antídoto, cómo llevarlo a cabo y qué hacer como medida preventiva.

Compasión – Abrazando nuestro dolor

Cuando muchos empezamos nuestro camino hacia relaciones más funcionales, dejando atrás la ilusión del amor Disney, nos encontramos con el término «responsabilidad afectiva». Esto implica que yo soy responsable de lo que me pasa y nadie puede hacerme sentir algo que yo no quiera. Suena bonito cuando piensas en quitarte cargas como el tú me hiciste sentir mal y poder decirle a la persona que necesita hacerse cargo de lo que le toca.

Desafortunadamente, esto puede rápidamente convertirse en un arma. Últimamente, estamos tan obsesionados con deslindarnos del amor «tóxico» que terminamos en interacciones muy crueles. Es cierto que yo no puedo hacerte sentir mal, pero también es cierto que la experiencia sucede entre ambos y yo estoy involucrado. Al menos, si estoy con alguien que me ama, esperaría que le importara mi bienestar.

Asume buena intención

En mi artículo de los cuatro pilares de las relaciones éticas, menciono que la compasión es esencial para asegurarte de que no estás incurriendo en violencia sutil; en otras palabras, que no te estés pasando de cabrón.

La compasión en este contexto es asumir buena intención del otro y que está haciendo lo mejor que puede con lo que tiene.

Algunos crecemos en ambientes que nos enseñan que para expresar amor hay que mentir, esconder cosas, manipular y hasta ser violentos. Conozco muchos hombres heterosexuales cisgénero que sólo pueden abrazar a otro hombre golpeándolo (no palmaditas, realmente golpeándolo) en la espalda. El contacto y la intimidad son muy amenazantes y necesitan ser acompañados de algún gesto que mantenga su virilidad intacta. He visto grupos de amigos unidos por el gusto por criticar a otras personas, donde la forma de establecer conexión es haciendo menos al otro para poder permanecer en un nivel seguro.

Y es que si nunca te enseñaron que había otra forma de amar, ni siquiera vas a tener la oportunidad de cuestionar si lo que estás haciendo te es agradable o no.

Un elemento que ha cambiado mi vida radicalmente es asumir que mi pareja tiene la intención de expresar amor y conservar nuestra relación cuando hace lo que hace. Hasta cuando decide cerrarse y alejarse, enojado por algo que le disgustó y se rehusa a hablar del tema. O cuando rompe un acuerdo que tenía conmigo acerca de algo importante. Asumo que en ninguna de esas ocasiones mi pareja pensó voy a hacer esto para joder a Jaime y que sienta dolor. En este artículo puedes ver ejemplos más claros de cómo estas acciones tienen una necesidad y un deseo amoroso detrás, por más difícil que parezca creerlo.

¿Entonces le perdono todo y ya?

Aguas. La compasión es para comprender, no para justificar. Veamos un ejemplo menos amenazante:

Yo nunca como huevo. NUNCA. Me da mucho asco en todas las formas posibles. Un problema enorme que tengo es que para los desayunos todo es «huevo con», «huevo en» o, de plano, nomás le echan un huevo porque sí.

Hace unos años fui a comer a un mercado y pedí un rico y delicioso arrocito como segundo tiempo. Al llegar el plato, me doy cuenta de que tenía un huevo frito encima. Le mencioné a la señorita que yo no lo había pedido con huevo y ella, con una gran sonrisa, me dijo no se apure, joven, es cortesía de la casa. Entonces, con toda la pena del mundo le dije que se lo agradecía y que yo no como huevo. Lo que hizo después fue llevarse el plato, quitarle el huevo y regresarme el arroz.

Obviamente, el arroz tenía pedacitos de huevo y, seguramente, también sabía a huevo.

¿A dónde va todo esto (aparte de horrorizarte con la idea de que yo no como huevo)? Ella no pensó voy a ponerle un huevo al arroz para joder su día. La verdad, nunca sabré qué pensó, pero elijo asumir que lo hizo como un gesto de amabilidad. ¿Significa eso que tenía que violar mis límites y comer el arroz con todo el asco que me da? No.

El entender que la intención del otro no es hacerme daño no implica aceptar su comportamiento. Trasladando ese ejemplo a una relación de pareja, si la forma en que mi pareja expresa amor no es agradable para mí, puedo pedir exactamente lo que necesito. Si no puede dármelo o me lo da con pedacitos de huevo, puedo elegir no recibirlo.

La compasión mal entendida

El Dalai Lama define la compasión como «una emoción que es el sentido de sufrimiento compartido, frecuentemente combinado con un deseo de aliviar el sufrimiento de otro o mostrar amabilidad especial a aquellos que sufren». Para entender esta definición hay que saber que el sufrimiento y el dolor NO son lo mismo.

El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional.

El sufrimiento es eso que nos sucede cuando no aceptamos el dolor que nos pasa. Como cuando te están carcomiendo los celos y en lugar de sentarte a platicar con ellos (aprende cómo aquí), te la pasas diciéndote que no debes sentirte así y que es absurdo porque tu pareja te ama, mientras tu estómago sigue revuelto. Entonces la compasión es poder entender que el otro está pasando por dolor que le es difícil procesar o aceptar y poder acompañarlo en eso. La compasión NO ES QUITARLE EL DOLOR AL OTRO sino poder acompañarlo en él.

La compasión TAMPOCO es perdón. Puedes ser empático y entender que tu pareja no tiene la intención de hacerte daño y, al mismo tiempo, validar tu propio dolor y responsabilizar al otro de lo que le toca. Una respuesta compasiva es:

Entiendo que llegaste tarde por una razón válida y que no era tu intención lastimarme. Yo me siento triste porque siento que mi tiempo no fue tomado en cuenta. ¿Podemos platicar acerca de cómo ayudarme a sentirme importante y llegar a un acuerdo para atender esto de una forma diferente la próxima vez?

La compasión NO es sentir lástima porque el otro no tiene herramientas, sino reconocerlo tal y como es. No es decirle ay, pobrecito, no puedes comunicar tus necesidades porque te da miedo, sino entiendo que te es difícil, ¿qué podemos hacer para trabajar hacia eso?. Tampoco es dar pases libres para que los demás eviten hacer el trabajo que necesitan.

La compasión empieza contigo

En una relación, la compasión no implica darle permiso al otro para que te haga daño. La idea es dejar de ver al otro como «bueno» o «malo» y entender que es un ser humano con historia, con dificultades y virtudes. Con esto se abre la comunicación a encontrar nuevas formas de relacionarse. Pero, para eso, primero debes ser compasivo contigo mismo.

Piénsalo como el clásico ejemplo del avión. Antes de ayudar a otros con la mascarilla, debes asegurarte de tenerla bien puesta tú. Sé compasivo contigo mismo, sabiendo que haces lo mejor que puedes con lo que tienes. Si te equivocas, es lo mejor que podías hacer y ahora puedes buscar una forma diferente de hacer algo.

¿Cómo se ve la compasión?

Saber que no todo es acerca de ti. Lo que le pasa al otro tiene más que ver con él, con su historia y con sus aprendizajes que contigo. Ve a la otra persona como lo que es, no lo que te gustaría que fuera. La realidad es que, por más que se gusten y se amen, es posible que no pueda darte lo que necesites. En ese caso, la decisión es flexibilizar tus expectativas o tomar una decisión acerca de la relación. Sabiendo esto, ¿cómo puedes acompañar al otro en su proceso? y, aún más importante, ¿quieres acompañarlo? Recuerda que uno de los cuatro pilares de una relación ética también es el consentimiento, que puede ser retirado en cualquier momento.

Compasión también es confiar. Confiar en que la otra persona es capaz de crecer y aprender, poniendo acuerdos que pueden ser renegociados mientras mantienes límites firmes y amorosos.

¿Por qué es difícil?

Por alguna razón, asumimos que nosotros somos los protagonistas, personajes tridimensionales con un arco desarrollado, y que todos los demás son personajes secundarios o terciarios que dependen de nuestro desempeño. Los demás no están en un estado neutral esperando nuestro estímulo para reaccionar de acuerdo a lo que queremos. ¡Ellos también tienen su historia! Nuestra sociedad ahora nos lleva a enfocarnos en lo que nos hace diferentes y nos aleja de lo que nos une en similitud. Valoramos la competencia sobre la cooperación y pareciera que siempre estamos peleando por ser el número uno. Vemos a las personas como buenas o malas, no como seres complejos con decisiones y cambios constantes.

La compasión es difícil porque no nos enseñan a acompañar al otro validando su experiencia.

Si me acerco, te retiras. ¡Así podemos hacerle! (Parte 2)

En la entrada anterior expliqué la diferencia entre dos formas en las que las personas tendemos a enfrentar un conflicto, los buscadores (pursuers) y los que se retiran (withdrawers). Como complemento, creo que es importante aclarar que estos conceptos no están directamente relacionados con ser extrovertido o introvertido. Puedes ser el alma de la fiesta que habla con todo mundo y, aún así, cerrarte y alejarte en el momento que hay un conflicto con una persona cercana.

Bueno, entonces ya que sabes cómo actúa cada uno y, probablemente, has identificado cómo reaccionas tú, probablemente te preguntes qué sigue. ¿Busco a un pursuer igual que yo o le enseño a mi withdrawer qué hacer?

La respuesta correcta es: Ninguna de esas dos.

No hay un “deber ser”

Para ambas personas lo que hace el otro parece una complicación innecesaria. ¿Por qué pelear si podemos dejar esto pasar y seguir contentos?, piensa el withdrawer mientras que el pursuer considera que ¿para qué dejamos que se acumule si lo podemos resolver en este momento? Y, por más difícil que sea entenderlo, ninguno de los dos tiene razón.

Entonces, ¿cómo le hacemos?

Antes que nada, identifica tus patrones. ¿Cómo reaccionas TÚ al conflicto? Considera que no eres un pursuer o withdtrawer rígido. Tu respuesta puede variar dependiendo del tipo de relación o hasta del tema a tratar. Por ejemplo, yo tiendo a ser un pursuer en casi todas mis relaciones, excepto cuando es tiempo de poner límites. En ese momento, me vuelvo un withdrawer y prefiero no hablarlo para “evitar problemas”. Y eso sólo es con mis parejas románticas, porque con mi familia hasta el momento no he identificado un momento en el que no sea un pursuer que quiere resolverlo todo en el momento, directo y sin escalas.

Ahora sí, aquí van los tips prácticos

  1. Escribe un guión de tu último conflicto o de algún conflicto que recuerdes

Sí, así. Siéntate solo o con tu pareja y escribe de la forma más objetiva posible cómo fue el conflicto. Incluye SÓLO lo que es observable. Evita incluir juicios, opiniones, ideas no expresadas e interpretaciones.

Pro tip: lee el guión cuando acabes y borra cualquier instancia en la que generalices utilizando “siempre”, “nunca”, “todo” y “nada”.

Ejemplo INCORRECTO:

Ayer que llegué a casa, vi que estabas echado en el sillón en la flojera total. Los trastes estaban sucios como siempre. Me saludaste como si no pasara nada porque claramente te importa muy poco que llego cansado del trabajo. Actué fríamente para que te dieras cuenta de que algo me molestaba y no me dijiste nada. Después te acercaste y me preguntaste qué sucedía pero ya era muy tarde así que te dije que no pasaba nada. Insististe y me hiciste enojar así que te dije que lo dejaras así y mejor nos fuéramos a acostar. No me hiciste caso y seguiste fregando porque siempre se hace todo como quieres y cuando quieres.

Ejemplo CORRECTO:

Ayer llegué a casa y te vi en el sillón acostado. Vi que los trastes estaban sucios. Me saludaste. Después te acercaste y me preguntaste qué sucedía – yo respondí que no pasaba nada. Me volviste a preguntar qué pasaba y te dije que nos fuéramos a acostar. Insististe en saber qué pasaba.

  1. Identifica detonantes

¿En qué parte del conflicto te sientes detonado? ¿Qué palabras, acciones, gestos o situaciones te llevan a retirarte de o a buscar a la otra persona?

En el ejemplo anterior puedo identificar que un detonante es que el narrador considera que la otra persona “actúa como si no pasara nada”.

  1. Identifica las necesidades que hay detrás

¿Qué es lo que necesitas en ese momento del conflicto? Seguramente surgen sensaciones y emociones desagradables en el momento. ¡No huyas de ellas tan rápido! Aprovéchalas porque pueden avisarte específicamente qué necesitas. Puedes ver cómo aquí.

En el ejemplo, es posible que el narrador necesite sentirse atendido e importante.

  1. Practica comunicación no violenta

Utiliza los pasos de la comunicación no violenta para expresar lo que sucede. Puedes verlos en esta entrada.

  1. Termina con tu necesidad, atendiendo tu forma de llevar el conflicto

¿Recuerdas lo que buscan los pursuers y los withdrawers? Realiza tu petición desde ahí.

Pursuers

Necesidad: Si tan sólo podemos reconectar, todo estará bien.

Petición: Quiero platicar esto que me molesta y llegar a una solución porque quiero saber que nuestra conexión está bien. Si no quieres hacerlo en este momento, ¿podemos acordar cuándo lo haremos y dedicarnos en este momento a poder reconectar?

Withdrawers

Necesidad: Quiero evitar que esto escale a un nivel que dañe nuestra conexión.

Petición: Quiero platicar esto en otro momento porque me da miedo que escale y dañe nuestra relación. Podemos decidir cuándo lo platicaremos y quiero que en este momento hagamos algo juntos para poder reconectar. ¿Qué te parece?

  1. Hablen antes de un conflicto y preparen respuestas

Al identificar detonantes, es posible prepararse para una situación futura. Si sé que me detona que mi pareja me pele los ojos, podemos tener una palabra, un gesto amoroso o algún otro elemento que nos ayude a detener el ciclo antes de que empiece. Yo he platicado con mis parejas el apretar nuestra mano dos veces gentilmente para avisar que hay un detonante y hay que parar.

  1. Consideren los timeouts

Como explicaba en la entrada anterior, los timeouts son acuerdos de tiempo personal que están acordados por todos los involucrados. Para negociarlos considera qué es importante, la diferencia entre una exigencia y una petición, y cómo expresar tus necesidades de forma no violenta. Puedes ver esos puntos en esta entrada.

  1. ¡Sean empáticos!

Y no, no es cuestión de ponerte en los zapatos del otro. En este artículo te doy una explicación más a detalle con una estrategia paso a paso para lograrlo.

Si me acerco, te retiras. ¿Cómo le hacemos?

Llegas con tu pareja y le dices que quieres platicar de algo que te molesta. Tu intención más amorosa es encontrar una solución de la mejor manera para evitar un conflicto mayor. De pronto, sin entender en qué momento sucedió, tu pareja te dice que no quiere seguir hablando de eso y se va. Tú te quedas pasmado y lo sigues diciendo ¡no lo vamos a dejar así!. A fin de cuentas, claramente hay un conflicto que se tiene que resolver, ¿no?

Tal vez sepas qué pasa después. Esto sucede muy frecuentemente cuando un pursuer (el que busca) tiene un conflicto con un withdrawer (el que se retira).

¿Te busco o me retiro?

En el episodio 228 del podcast de Multiamory, exploran a detalle estas dos formas de atender un conflicto. El punto principal que mencionan, desde mi punto de vista, es que ambos estilos son válidos y ninguno es mejor que el otro. Para entender esto, es necesario recordar qué es lo que busca una persona cuando se acerca a otra para resolver un problema:

  • Cercanía
  • Conexión
  • Cuidarse y cuidar la relación

Así de sencillo. Lo complicado es que no todos hablamos el mismo idioma y no todos procesamos igual lo que nos sucede. Vamos a ver cada uno de estos dos estilos, por qué hacen lo que hacen y de dónde viene. Sólo recuerda, ninguno es mejor que el otro.

Pursuers: Los que buscan

Estos somos esas personas que no podemos dejar algo ir. Al encontrarnos ante una situación incómoda o un conflicto, queremos resolverlo y no pensamos retirarnos hasta encontrar la solución. Por supuesto, esto implica que nuestra pareja está involucrada en el proceso. Tendemos a hacer preguntas como ¿está todo bien?, ¿pasa algo? y te noto raro, ¿qué sucede? ya que obtenemos seguridad a partir de las palabras de afirmación y la cercanía física.

En un extremo, somos los que reclamamos, hacemos acusaciones, exigencias y terminamos con el clásico es que siempre soy yo el que resuelve todo. De hecho, parece que nosotros somos los que escalamos el conflicto porque los withdrawers (los que se retiran) buscan espacio y esperar a que se calmen las aguas. Aquí surge el pues tú eres el que quiere seguir peleando que no necesariamente es acertado.

Estos extremos tienen un mensaje muy claro detrás, aunque no es expresado de la mejor manera. Lo que revelan es la necesidad del pursuer de saber que a su pareja le importa y buscan esa reconexión que anhelan tanto. Para un pursuer una conexión en conflicto es mejor que no tener ninguna conexión.

Un pursuer piensa si tan sólo podemos reconectar, todo estará bien.

Ejemplo:

P: Oye, te pedí que sacaras la basura y ahí sigue. ¿Por qué no me haces caso? ¡Siempre me das el avión! No, no te vayas, ¡vamos a platicarlo en este momento!

Mensaje detrás: Necesito sentir que te importo y que te importa lo que te pido. No quiero que te vayas porque eso refuerza mi miedo a que nuestra conexión se está perdiendo.

De nuevo, no es la forma más efectiva de buscar satisfacer esa necesidad o transmitir el mensaje, pero recordemos que no todos tenemos las mejores herramientas para lidiar con situaciones difíciles. Todos estamos haciendo lo mejor que podemos con lo que tenemos. Nuestra responsabilidad no es culpabilizarnos y juzgarnos sino conocernos mejor y obtener nuevas herramientas.

Withdrawers: Los que se retiran

Estos son los que necesitan tiempo y espacio para poder procesar un conflicto. Generalmente su respuesta es cerrarse, no responder y retirarse temporalmente. Es popular pensar que «eso es lo que debe hacerse» y, por lo tanto, asumir que ellos son los que están en lo correcto. Sin embargo, esto también puede detonar un conflicto y escalarlo de la misma forma que los pursuers, sobre todo cuando remarcan la alteración del otro y se van diciendo pues el enojado eres tú así que yo me voy y a ver cómo le haces.

Ante un conflicto, pueden usar frases como no quiero hablarlo ahora, ¿podemos dejarlo para después?, no, no me pasa nada, no es importante, y mira, ya se me quitó, sigamos con la vida. El extremo es cuando definitivamente dejan de escuchar y se vuelven monosilábicos respondiendo ajá, hmmm y otras que seguramente conoces bien.

Igual que para el pursuer, estos extremos tienen una necesidad clara y válida detrás. El withdrawer quiere evitar que el conflicto crezca, busca cuidar la conexión para evitar que se dañe con la discusión y teme no ser suficiente para su pareja.

Un withdrawer piensa si tan sólo podemos dejar que esto pase, todo estará bien.

Ejemplo:

W: No, no ando raro. (Silencio inusual y distancia física). No, no pasa nada. (Más silencio y más distancia).

Mensaje detrás: Si no digo qué está pasando, puedo evitar que haya un problema que escale y nos lleve a enojarnos. No quiero perder nuestra conexión así que mejor la cuido.

Un pequeño paréntesis aquí. El comportamiento de los withdrawers es diferente a un timeout. Este último es cuando se negocia un tiempo específico para poder respirar y tomar un descanso antes de continuar una conversación difícil. Para que sea un timeout, debe haber validación de las dos partes y un acuerdo mutuo acerca de cuánto tiempo se necesita y cómo se llevará a cabo.

Si no hablamos el mismo idioma, ¿cómo le hacemos?

En la siguiente entrada analizaré un ejemplo específico de la interacción entre withdrawers y pursuers, además de que exploraré alternativas y puntos medios que permiten la interacción.

¿Tú logras identificarte con alguno de los dos estilos? ¡Cuéntame tu experiencia!

Abriendo tu relación éticamente (antes de que te explote en la cara)

Antes de hablar de relaciones abiertas, primero tenemos que llegar a un acuerdo acerca de una palabra obscura, escondida y tabú: sexo. Y no es sólo cuestión de poder entendernos y saber que compartimos la misma definición, también es importante ubicar qué valor tiene para nosotros y cómo nos mueve.

Durante toda mi vida, mi mundo me enseñó que el sexo tiene un objetivo principal: demostrar amor a una persona muy especial. Y ya. No había otra razón. Además, siendo un hombre homosexual, tener sexo para reproducirme estaba completamente fuera de la discusión.

Abriendo la relación como una bolsa de gomitas sin abre fácil

¿Ubicas esa experiencia? Quieres abrir un paquetito de algo que no se deja y, cuando lo logras, se rompe la bolsa y explota todo el contenido por todos lados. Si te va bien, quedan algunos dulces adentro que puedes comer pero también tienes la frustración de que no era lo que esperabas, tienes que limpiar el desorden y tirar a la basura pedazos de tu relación que pensabas que podrías disfrutar mucho. Ah, ¿dije relación? Quise decir gomitas.

La primera vez que consideré abrir una relación, me pasó algo similar. Sentía muchos celos y necesidad de poseer a mi pareja para asegurarme de que me amaría A MÍ por siempre. Al mismo tiempo, estaba esta parte racional que me decía lo absurdo que era pensar que sólo por tener sexo con alguien, perdería algo importante en mi relación; sólo para que ese mismo argumento fuera seguido de un latido fuerte de mi corazón y la firme creencia de que el sexo es algo que hago con alguien que amo.

Esta constante batalla en mi interior no me permitió disfrutar las pocas ocasiones en las que nos permitimos estar sexualmente con alguien más. ¡Ah!, porque, por supuesto, sólo lo hacíamos juntos, donde pudiéramos vigilarnos y asegurarnos de que no pasara nada que no estuviera acordado.

¡Debe haber una mejor manera!

Así como la bolsa de gomitas se pudo salvar si hubiera sido paciente para planear la mejor forma de abrirla, las relaciones pueden sufrir enormemente por creer que urge que suceda. Esta necesidad de que suceda ya puede venir de varios lugares:

En todas esas opciones, la decisión se está tomando para huir de algo desagradable. El resultado son relaciones lastimadas, forzadas y básicamente sacrificadas en nombre de una idea que no tiene el bienestar de los integrantes como principal objetivo.

¿Cómo abro mi relación éticamente?

El primer paso, antes de planteárselo a tu pareja, es saber para qué quieres abrir tu relación y ser completamente honesto contigo mismo. Piensa que cualquier razón es válida porque es tuya. Desde querer algo de novedad en tu vida sexual hasta el simple hecho de tener ganas.

No es necesario que justifiques tus deseos con bases biológicas explicando que somos animales sexuales; o con una teoría de sociedades en el mundo, haciendo una cartulina para explicarle a tu pareja que hay civilizaciones donde así se hace.

El simple hecho de que lo quieras hacer es razón suficiente.

El segundo paso es entender la diferencia entre reglas, acuerdos y límites. Esto es importante para poder ser lo más claro posible en tu petición y expectativas. Te recomiendo revisar los artículos para cada uno de esos elementos dándole click a esas palabras.

Una de las razones por las cuales este paso es esencial es para evitar poner reglas no éticas que compliquen el proceso después. Un ejemplo muy popular es el /sí podemos hacerlo pero no me quiero enterar de que lo haces/. El problema con esta regla es que orilla a la relación hacia un lugar deshonesto. Es altamente probable que un día le preguntes a tu pareja /¿cómo te fue hoy, mi amor, qué hiciste?/ y tenga que omitir que pasó un par de horas en un hotel.

En lugar de huir de lo desagradable, se puede caminar hacia la intimidad. Más que decir /no quiero saber/, es una buena oportunidad para explorar qué es lo que te mueve. Juntos pueden atender esa necesidad y crecer como pareja.

Hablando con tu pareja

El tercer paso es establecer y aclarar las necesidades de cada uno y de la relación. ¿Qué necesita cada quien en este momento? ¿Qué necesita su relación? Aquí es imperativo que sean completamente honestos. Platiquen sus miedos y sus expectativas.

Ejemplo:

  • A: Me da miedo que te enamores de alguien más
  • B: ¿Qué te da miedo que suceda si me enamoro de alguien más?
  • A: Que dejes de amarme a mí
  • B: ¿Qué puedo hacer para que te sientas amado por mí? ¿Cómo podemos, juntos, hacer algo para que te sientas más seguro antes de abrir la relación?

Cuarto paso, especificar acuerdos y límites (no reglas). Debido a que no estamos hablando de una relación poliamorosa, es posible establecer acuerdos donde se mantenga el bienestar de la pareja principalmente. Y no puedo repetirlo lo suficiente, hay que ser extremadamente claros y específicos.

  • Acuerdo vago: Podemos tener sexo con quien sea
  • Acuerdo específico: Podemos tener sexo con personas desconocidas, conocidos y familiares del otro.

¿Te hizo ruido el último punto? Precisamente por eso hay que hacer esto con calma y darse tiempo para explorar lo que nos mueve. Al decir puedes tener sexo con quien sea, existe la posibilidad de que ese “quien sea” incluya a tu ex o a tu hermano. Si esto te incomoda, puedes platicarlo con tu pareja.

Finalmente, el último paso es trabajar en sus herramientas de comunicación para poder atender lo que vaya surgiendo. Recuerden que los acuerdos son flexibles y pueden ser renegociados en cualquier momento. Si algo no funciona, es necesario que todo se detenga inmediatamente y se den el tiempo de poder platicar nuevamente para entender qué es lo que necesita cada quien.

El viernes 29 de mayo, estaré en vivo platicando con mi pareja con quien llevo 6 años acerca de cómo llevamos a cabo este proceso. Platicaremos nuestra experiencia, las complicaciones que tuvimos, cómo lo resolvimos y estaremos respondiendo las preguntas que vayan surgiendo. Si quieres verlo, ¡sígueme en @gotitasdepoliamor en Instagram!

Que dice que siempre no: Parte 2 – No tuvimos sexo, sólo fajamos

Estás con tu pareja y llegan al acuerdo de que tendrán exclusividad sexual en su relación. Ambos quedan contentos y seguros, sabiendo que pidieron lo que necesitan y lo obtendrán. Un día, te enteras de que tu pareja tuvo un faje con alguien en el antro y te sientes despechado, traicionado y burlado. ¡Claramente habían quedado que eso no sucedería! Evidentemente, tu pareja violó el acuerdo.

Pues, ¿qué crees?

Ay, nomás fue un besito

Cuando se llegó al acuerdo se establece que no tendrán sexo con nadie más. Aquí el problema es que, probablemente, no se detuvieron a pensar si comparten la misma definición de sexo. Y ya te escuché, querido lector, diciendo ¡pero si es súper obvio! ¡el sexo es sexo!

Pero, ¿un beso es sexo? ¿qué tal una caricia en el cuello? Si tu pareja está con alguien en la cama, abrazados, viéndose a los ojos, escuchando sus corazones palpitar y acariciando sus manos, sus labios y su cara durante horas, ¿es sexo? Por otro lado, si tiene coito con otra persona que le es completamente indiferente y no lo disfruta, es más, ni siquiera llega al orgasmo, ¿es sexo? Y si lo es, ¿son lo mismo?

No. No es obvio.

Uno de los principales enemigos de la comunicación asertiva es esta idea de asumir que las cosas son obvias para el mundo porque lo son para mí. Hay que considerar que, aunque todos hayamos crecido en el mismo mundo, las costumbres, ideas y maneras de pensar que aprendemos en nuestra vida nunca serán las mismas. Aún hermanos que vivieron en la misma casa toda su vida experimentan la vida desde un punto de vista individual.

Veamos un ejemplo sencillo. Para ti, ¿qué es una silla? Es obvio, ¿no? Una silla es una silla. A cualquier persona que le muestres una silla te lo podrá confirmar. Pero, ¿qué hace que la silla sea una silla? Si hay una variación en el número de patas, el tamaño, el material, ¿sigue siendo una silla? Si no me puedo sentar en ella porque se le rompió una pata, ¿deja de ser silla?

Espero que no te hayas detenido para ir a buscar la definición en el diccionario. Si lo hiciste, déjame decirte que no te va a ayudar en nada. Aquí lo importante es entender que existe más de una forma de ver el mundo y que la tuya no es la única ni necesariamente la mejor.

El bache en la comunicación sucede cuando asumimos que todo es como nosotros creemos e invalidamos la experiencia del otro. Además, si yo asumo que el otro entiende, recae en esa otra persona la responsabilidad de interpretar. Y ¡ay de él que piense algo diferente a lo que yo!

Entonces, ¿cómo nos entendemos?

Si todos tenemos significados diferentes, ¿cómo es que podemos entendernos? Preguntando. En nuestra sociedad tenemos un conjunto de significados comunes que nos permiten interactuar. Si te mudas a un lugar nuevo, probablemente tengas que aprender que hay palabras inofensivas para ti que son ofensas para los habitantes de ahí. Y aunque muchas cosas pueden darse por hecho, hay que ubicar cuáles no.

No hay una lista específica de conceptos que tengas que checar con tu pareja para evitar conflictos por presunción debido a que cada relación es un mundo. Lo que sí puedes hacer es enfocarte en aquellas cosas que son importantes para ustedes, las áreas donde surjan conflictos y todo lo que tenga que ver con mis expectativas. Antes de asumir que no son compatibles porque no se pueden poner de acuerdo con el desayuno rico, primero siéntense a platicar qué es un desayuno rico para cada quien.

Y no, no hay una forma de hacer las cosas «bien»

Un detonante infalible para empezar una buena discusión (de esas donde empiezas hablando de que estás incómodo por algo y terminas peleando porque siempre dejas los zapatos en la entrada) es decirle a la persona que es inútil, incapaz e ineficiente. Un ataque de ese tipo evidentemente se vuelve un problema inmediato, ¡imagínate tratar de actuar con ecuanimidad cuando tu pareja prácticamente te dice que eres un estúpido!

Y aquí podrás decir yo nunca le diría eso a alguien que amo y probablemente tengas razón, nunca se lo dirías con esas palabras. Sin embargo, tal vez te has encontrado diciendo algo como no acomodaste los trastes bien.

Aquí un tip: En lugar de decir que las cosas no se hicieron «bien», intenta decir «como a mí me gustan». Es completamente válido que tú prefieras que la ropa esté acomodada por colores y tipos de prenda. También es válido que no entiendas cómo es que tu pareja puede vivir dejando la ropa en el sillón y tomando la que vaya a usar (con un par de olidas para revisar que esté usable) pero, por más extraño que parezca, ninguna de las dos es la manera «correcta» de acomodar la ropa. Puedes comunicar tu necesidad diciendo yo prefiero que las cosas se hagan de esta forma, ¿podrías hacerlo así?, sabiendo que es posible y aceptable que tu pareja te diga no.

Revisa las letras chiquitas antes de acceder

Es muy común decir sí a todo al entrar a una relación como si fueran los términos y condiciones de iTunes (¿sabías que estos últimos explícitamente te prohiben utilizar iTunes para hacer armas nucleares?). Lo importante es saber que puedes ir renegociando y conociendo la relación sobre la marcha también. Sobre todo, que puedes retirar tu consentimiento o renegociar los términos en el momento que tú quieras. Si accediste a algo y después recibes información nueva, es completamente valido reevaluar si quieres continuar, si necesitas algún cambio o definitivamente detenerte.

Aquí te dejo algunas áreas en las que comúnmente surgen conflictos por no compartir significados (y no preguntar antes).

  • Sexo
    • ¿Qué implica ‘tener sexo’ para ti?
    • ¿Qué significa el sexo para ti en una relación?
    • ¿Qué tan importante es el sexo para ti?
    • ¿Con qué frecuencia necesitas/deseas tener sexo en tu relación?
  • Amor
    • ¿Cómo te gusta recibir amor?
    • ¿Cómo expresas amor?
    • ¿Hay jerarquía en el amor para ti?
    • ¿Qué necesitas para sentirte amado?
  • Intimidad
    • ¿Qué es la intimidad para ti?
    • ¿Con quién compartes intimidad?
    • ¿Hay diferentes grados de intimidad?
  • Fidelidad
    • ¿Qué es fidelidad para ti?
    • ¿La fidelidad sexual es lo mismo que la exclusividad sexual para ti?
      • Referirse al primer punto para saber qué implica
    • ¿Qué implica ser fiel para ti?
    • ¿Cómo manejarías una infidelidad?
  • Ser escuchado
    • ¿Cómo es ser escuchado para ti?
    • ¿Qué acciones observables puede hacer el otro para que te sientas observado?
  • Privacidad
    • ¿Qué es para ti la privacidad?
    • ¿Qué tan importante es y cómo la ejerces?
    • ¿Qué áreas de tu vida te gustaría compartir?
    • ¿Qué áreas de tu vida te gustaría tener sólo para ti?

¿Qué otras áreas de conflicto conoces que se relacionen con incompatibilidad de significados?