¿Qué tanto es tantito? Parte 2 – Acuerdos

A veces, pareciera que las relaciones de pareja son una competencia entre dos personas a ver quién puede más. He visto (y vivido) relaciones donde uno de los miembros dice «puedes tener sexo con otras personas pero no puedes mantener contacto con ellos», sólo para recibir la respuesta «entonces tú no puedes salir con el chavo ese que te anda tirando la onda». Este tipo de escenarios no sólo es común sino hasta esperado en nuestra cultura. Y todo porque no nos enseñan a detenernos para saber qué necesitamos y mucho menos a cómo expresarlo.

¿Y mi mensaje de buenas noches?

En la entrada anterior expliqué mi punto de vista de por qué las reglas no son éticas. También mencioné un concepto que puede ser la alternativa a esas restricciones. Pero antes, un ejemplo de la vida real.

Mi novio y yo nos mandamos mensajes diariamente al despertar y antes de ir a dormir. Sin falta. Sin embargo, es algo que jamás platicamos – simplemente se dio. Después de varios meses, para mí sería algo muy extraño si me fuera a dormir y no le dijera buenas noches.

¿Qué pasaría si no lo hiciera? ¿Tronaríamos? Yo creo que no. Lo más probable sería que recibiría un mensaje como «me hizo falta tu mensajito ayer». De ahí surgiría una conversación donde podríamos explorar nuestro gusto por mantener contacto y lo bonito que es. Si fuera una regla que tenemos que mensajearnos diario y no lo hiciera, la conversación sería más «¿por qué no me mandaste mensaje ayer? ¿ya no te importo?» o algo parecido.

En tu libertad eliges hacerme feliz

La diferencia principal entre acuerdos y reglas, como decía en la entrada anterior, es que los primeros son flexibles mientras que las segundas son rígidas. Los acuerdos también atienden a las necesidades de todos los participantes, tomando en cuenta que todos somos diferentes y queremos cosas particulares. Finalmente, los acuerdos no tienen “consecuencias”. Si un acuerdo se rompe, la pareja debe sentarse a replantear por qué sucedió, qué necesidad no fue tomada en cuenta y pensar en uno nuevo.

Los acuerdos son un me gustaría más que un tienes que. Permiten que los participantes elijan qué harán, cómo y cuándo.

Ajá y ¿cómo le hago?

Las reglas con sencillas en cuanto a que nos permiten evitar conversaciones incómodas. Los acuerdos surgen precisamente de esas pláticas que nos puede dar miedo tener. Para poder generar acuerdos, debes estar muy claro en cuáles son tus necesidades, tus miedos y tus deseos.

Ejemplo: Si tu regla es «no puedes mandarle flores a nadie más que a mí», es necesario que pienses qué necesidad o miedo está detrás. Podría ser que necesites demostraciones de afecto que atiendan tu deseo de sentirte apreciado. O, tal vez, sea el miedo a que la otra persona sea más importante que tú y te lleve a dejar de ser considerado.

Por lo tanto, también requiere mucha honestidad contigo mismo. Es necesario que tomes las riendas de tu propio crecimiento y saber que el que tiene que decir lo que necesita eres . Cualquier deseo es válido y tienes el derecho a expresarlo (aunque no a exigirlo).

Paso a paso

Y como nadie nos enseña a hacer acuerdos basados en confianza, honestidad, responsabilidad y ética, vamos a verlo con más detenimiento.

  1. Rueditas de entrenamiento – Las reglas

Empieza por lo que se te da naturalmente – controlar utilizando reglas. Realmente no es que sean malas y, más bien, te pueden dar una muy buena idea de cuáles son tus necesidades más importantes.

Ejemplo: No puedes subir fotos abrazando cariñosamente a nadie más en redes sociales.

Esto puede venir del miedo a ser desplazado, el deseo de ser visto y apreciado o la necesidad de reconocimiento social de tu relación. Para efectos de este ejercicio, pensemos que lo más presente es el miedo a ser desplazado. El hecho de que tu pareja no suba fotos así, no necesariamente va a cubrir esa necesidad. Es más, es posible que surja de otras formas y genere conflictos.

2. ¿Qué es importante?

Ahora veamos qué es lo importante. En este caso lo importante es saber que tu lugar está siendo respetado y recibir seguridad por parte de tu pareja. La necesidad es precisamente sentirte seguro.

3. Petición versus exigencia

Ya que sabes qué es lo que necesitas, el siguiente paso es hacer una petición. Tal vez pienses «entonces ¿puedo pedir lo que yo quiera?» ¡Sí! Pero aquí necesito hacer una pausa. La diferencia está en que cuando exijo, espero obtener algo específico y hay consecuencias desagradables si no es así, mientras que las peticiones pueden ser negadas. Mi pareja tiene todo el derecho de decir que «no» a mis peticiones.

4. ¿Cómo lo expreso?

Ya con todo eso, tu propuesta de acuerdo quedaría así:

«Cuando subes fotos a redes sociales abrazando cariñosamente a alguien, me da miedo ser desplazado. Me gustaría encontrar alguna forma de cubrir esa necesidad. ¿Podríamos platicar de algunas formas en las que yo podría sentirme más seguro en nuestra relación?»

En este caso, primero describo la situación, después expreso mi deseo y, finalmente, hago una petición desde esa necesidad. Nótese que no estoy diciendo cómo quiero que mi necesidad sea cubierta («quiero que no subas fotos con nadie»), sino que invito a mi pareja a buscar alguna manera de cubrir mi necesidad sin coartar su agencia.

Trabajo en equipo

Los acuerdos son colaborativos. No son algo que decides ni tú ni tu pareja de manera unilateral. Asumiendo que hay confianza y compasión (hacer lo mejor para el bien de todos), se vuelve un trabajo donde el mensaje es «¿cómo le hacemos juntos para cubrir las necesidades de ambos?». Por lo tanto, no habrá una sola respuesta y no será siempre igual. Las parejas que mantienen comunicación abierta y se enfocan en su crecimiento son capaces de identificar cuando las necesidades van cambiando. Yo recomiendo establecer un chequeo mensual de acuerdos para asegurarse de que no haya cambios que te tomen por sorpresa.

¿Y si se rompen?

Cuando un acuerdo se «rompe» o no funciona, es posible que haya dolor, tristeza o decepción. Aquí es necesario poder platicarlo y replantear a partir de lo que no funcionó.

Ejemplo: «Oye, teníamos un acuerdo de que me avisarías si llegarías a casa o no y no lo hiciste. Me siento triste e inseguro. ¿Qué alternativa podemos explorar para cubrir mi necesidad?».

Y ¿qué tanto es tantito?

La pregunta que escucho en este punto es «¿y si nos la pasamos replanteando acuerdos y nomás no funciona? ¿hasta qué momento dejas de buscar alternativas y pones un ‘hasta aquí’?». Ahí es donde entran los límites, que puedes leer aquí.

Pronto estaré ofreciendo un taller para practicar acuerdos y límites. ¡Sígueme en Instagram (@gotitasdepoliamor) y en este blog para que no te lo pierdas!

¿Qué tanto es tantito? Parte 1 – Reglas

Si le dices a tu pareja que no puede ver La Casa de las Flores con nadie más antes de verla contigo, ¿es ético? Y si lo hace y terminas tu relación con esa persona, ¿es exagerado y dramático?

Relaciones éticas

Antes de hablar de qué le vas a prohibir a tu pareja- digo, de cómo llegar a acuerdos éticos, vamos a ver un resumen de qué hay en una relación ética. Los cuatro pilares que propongo son:

  1. Agencia – Cada persona es independiente y tiene todo el derecho de hacer lo que quiera. Nadie puede decirte qué hacer o no hacer. Tú eres responsable de tus propias decisiones.
  2. Consentimiento – Tú decides estar o no en una relación. Como persona con agencia, también puedes decidir retirar tu consentimiento en cualquier momento que te sientas incómodo.
  3. Honestidad – Decir la verdad implica que las personas que dan su consentimiento cuentan con toda la información pertinente. Si tienes información que cambiaría cómo alguien se comporta contigo y eliges retenerla, cuenta como mentir.
  4. Compasión – Todos hacemos lo mejor que podemos con lo que tenemos. Todas las personas en la relación hacen todo lo posible para que los participantes estén bien. A veces no sale como queremos pero no es por mala fe.

Si quieres ver estos cuatro pilares más a fondo, checa mi artículo en https://vinculocolectivo.com/2019/09/27/cuando-todos-pueden-hacer-lo-que-quieran-poliamor-y-etica/

Reglas para controlar y apaciguar el miedo

Si no ponemos reglas, ¡esto no va a funcionar! Imagínate, ¡si cada quien hace lo que quiera, vamos a salir lastimados todos!!

Cuando digo que las reglas son poco éticas esa es la respuesta que generalmente recibo. Estamos tan acostumbrados a vivir con miedo de que toda la gente quiere lastimarnos y aprovecharse de nosotros que necesitamos asegurarnos de alguna forma que eso no suceda. El miedo a perder el control, a sentirnos incómodos o a ser abandonados nos puede llevar a querer restringir lo que nuestra pareja hace.

¿Por qué no son éticas?

Una regla se establece para limitar la agencia de la otra persona. Debido a que las consecuencias generalmente implican recriminación, enojo o castigo, lo que era consentimiento se vuelve coerción. Reglas como «no puede gustarte nadie más que yo», puede comprometer la honestidad de la otra persona. Finalmente, una regla se establece para que yo no me sienta incómodo y no toma en cuenta el bienestar y las necesidades de mi pareja, careciendo entonces de compasión.

Las reglas van en contra de los cuatro pilares de una relación ética.

¿Entonces anarquía?

No vivimos en un mundo donde todo es blanco o negro; de hecho, más bien es un mundo de grises. La alternativa ética a las reglas son los acuerdos y los límites.

Mientras que las reglas terminan conversaciones (vas a hacer esto o tienes esta consecuencia y punto), los acuerdos las comienzan. Donde las reglas intentan controlar el comportamiento de mi pareja, los límites me protegen y atienden mis necesidades de forma independiente.

Además, ¿cuántas veces no hemos caído en el hoyo negro de la semántica? Como cuando dices «¡ayer no llegaste a casa y nuestra regla es que no puedes dormir con nadie más!», pero tu pareja astutamente contesta «pero no dormimos, así que no rompí la regla».

Más que palabras bonitas

Uno de los miembros del grupo que manejo me comentaba que para él, la diferencia entre reglas y acuerdos no era más que las palabras que se utilizan. Esto puede suceder, sobre todo cuando la diferencia no está muy clara.

Los acuerdos son flexibles y se adaptan a los cambios que suceden conforme la relación crece. En la siguiente entrada hablaré más a fondo acerca de estas diferencias.

Ejemplo de regla:

No puedes ver La Casa de las Flores si no estamos juntos (¡o verás lo que sucede!).

Ejemplo de acuerdo:

Quiero ver La Casa de las Flores y me gustaría mucho verla contigo. ¿Te parece si vemos la serie juntos?

Se trata de confianza

En Multiamory.com explican que mientras que las reglas dicen «no puedes hacer X o Y porque me puedo sentir mal o incómodo», los acuerdos dicen «espero que tomes decisiones que me beneficien y nos hagan bien y confío en que harás lo posible por que así sea».

Si te suena utópico, sería importante explorar qué tanto confías en tu pareja. Qué tanto sabes que tu pareja tiene tu bienestar en mente y hará lo mejor que puede con lo que tiene. ¡Elige estar con alguien en quien confíes!

Práctica

Por supuesto, esto requiere práctica. La semana que viene seguiré con la segunda parte de este tema, explorando qué son los acuerdos, tips para poder utilizarlos y ejemplos de cómo funcionan.

Peleando Limpio – Herramienta para comunicarte mejor.

Uno de los mantras en poliamor es “comunicación, comunicación, comunicación”. Suena obvio y muy sencillo pero la realidad es que nos enseñan a hablar pero rara vez nos enseñan a comunicarnos.

Veamos un ejemplo a ver si te suena familiar:

A: ¿No sacaste a los perros en la mañana?

B: No. Siempre los sacas tú.

A: Claro, si yo no lo hago no se hace. Nunca me apoyas.

B: Eres un exagerado. Yo tengo muchas cosas qué hacer, no entiendo por qué no puedes manejar algo tan simple como sacar a los perros. Además, uno es tuyo.

A: ¿O sea que lo que yo hago no es importante? Uy, ¡perdón! Siempre es lo mismo contigo.

En una conferencia que di hace unos días, expliqué que discusiones como el ejemplo anterior son intentos de resolver conflictos y vienen de un lugar de mucho amor y ganas de cuidar la relación. Por supuesto, todos hacemos lo que podemos con las herramientas que tenemos.

Desmenuzando el conflicto

Antes de pasar a la herramienta de resolución, veamos cómo es esta que todos traemos.

Tanto A como B tienen una necesidad y una petición. ¿Puedes identificar cuál es? A está pidiendo apoyo y B está pidiendo espacio. Claro, ninguno de los dos está siendo claro y, al sentirse frustrados, la situación rápidamente escala a utilizar palabras peligrosas como siempre y nunca.

No son ganas de fregar, hay una intención de conexión y afecto detrás del diálogo. Sólo está muy escondida.

Peleando limpio

Multiamory.com tiene varias herramientas de comunicación muy efectivas. Una de mis favoritas funciona así:

A: Veo a los perros inquietos y creo que no han salido aún. Me siento incómodo ya que tienen que salir y me siento muy cansado. ¿Podrías sacarlos hoy?

En el primer ejemplo, A asume que su petición está clara y se enfada cuando no es atendida. Además, se siente atacado y reacciona con más ataques.

Por otro lado, en el ejemplo de esta sección se está practicando la comunicación no violenta. Puede parecer sencillo pero hace toda la diferencia. Funciona así:

  1. Describir el suceso de la manera más objetiva posible (sin incluir sentimientos ni juicios). Ejemplo: «Cuando salimos de casa y caminamos, estabas unos pasos adelante de mí». NO «Cuando salimos de casa me ignoraste y no me tomaste de la mano como siempre«.
  2. Describir cómo te sientes con esa situación sin incluir acciones que haya hecho la otra persona. Ejemplo: «Me sentí triste porque me gusta caminar junto a ti y tomar tu mano». NO «Me hiciste sentir triste porque no me tomaste de la mano«.
  3. Expresa tu necesidad. Ejemplo: «Necesito sentirme cerca de ti.»
  4. Expresar una petición abierta y flexible. Ejemplo: «¿Me podrías ayudar a encontrar una manera de hacerte saber cuando esto pase para poder resolverlo?». NO «Tómame de la mano siempre para que no me sienta mal«.

¡Pro-tip!

Hay que tomar en cuenta los siguientes puntos:

  1. Si te sientes demasiado enojado, hambriento, cansado o solo, ¡detente! Tómate un tiempo antes de iniciar la conversación. Estas sensaciones fisiológicas tienden a anular la efectividad de la técnica.
  2. Habla de ti. No es lo que la persona te hizo a ti sino cómo te sentiste con lo que sucedió.
  3. Cuidado con los ataques y juicios disfrazados de sentimientos. Decir «me hiciste sentir mal» es un ataque, «me sentí mal cuando pasó esto» es una descripción.
  4. Las peticiones no son exigencias. Si le pides algo a alguien, esa persona está en toda la libertad de negarse… Y ESTÁ BIEN. Por eso las peticiones se dejan abiertas para que la otra persona pueda buscar una forma que le sea efectiva para ayudar. Una exigencia implica que la persona debe aceptar o lidiar con consecuencias poco agradables y a eso le llamamos coerción.

¡Practica!

La comunicación no violenta no es algo que nos enseñen a todos desde pequeños. Al principio requiere tomarte unos minutos y realmente pensar en lo que estás diciendo. Toma tiempo pero eventualmente se volverá tan natural para ti como reclamarle a tu pareja por qué no lava los platos (o más, espero).

Para empezar, ¿puedes identificar la forma no violenta para la respuesta de B en el ejemplo de arriba?

¿Y si mi pareja no sabe hacerlo?

Lo ideal es que todos los miembros del conflicto puedan utilizar esta herramienta para maximizar los resultados. Sin embargo, con que una persona sea capaz de llevar esto a cabo, el conflicto se volverá más llevadero y será más fácil resolverlo de la mejor forma.

Si te interesa aprender herramientas de comunicación en pareja y resolución positiva de conflictos, pronto estaré ofreciendo talleres en esos temas. ¡Sígueme en Instagram y Facebook para que no se te pasen!

Donde el amor es escaso

En mi adolescencia, pensaba que nunca encontraría un amor y moriría sin saber siquiera cómo era besar a alguien. No sólo era el único gay en el mundo (porque así me sentía en ese momento) sino que no me consideraba nada atractivo.

Por supuesto, salté sin pensar cuando alguien mostró interés por mí. Estaba tan emocionado y agradecido con el universo que no me importó que nuestras formas de ser, vidas, formas de querer y experiencias fueran completamente incompatibles. Después de que esa «relación» terminó, conocí a alguien más. Nuevamente pensé «este es el momento, ¡si no es él, no habrá nadie más!».

Esa segunda relación estuvo llena de conflicto, dolor, manipulación, inseguridad y celos. Yo no era feliz pero, al menos, tenía novio.

El modelo de austeridad en el amor

Al creer en el «amor verdadero», suponía que sólo tenía una oportunidad y ya. La tomas o la pierdes y vives solo para siempre. Cuando no me hacía feliz y eventualmente terminaba con un truene doloroso, lo justifiqué pensando que ese no era el bueno; había que seguir buscando.

Mi enfoque siempre estaba en todas las veces que había «fallado», en el rechazo y la incertidumbre de saber que cada relación le quitaba tiempo al verdadero amor. Además, me quedé mucho tiempo en relaciones que no me satisfacían por pensar que tenía que estar con ese de quien me había enamorado. No tenía más opción.

Franklin Veaux en su libro Más de dos: una guía práctica para el poliamor ético habla del modelo de austeridad en el amor. Él dice que el riesgo que tenemos al seguir esta idea de que hay pocas oportunidades de amar y ser amado es que se refuerza y comprueba por sí mismo. Si sólo veo las veces que he sido rechazado, eso afecta mi autoestima y seguridad. Si creo que tengo escasas oportunidades para amar, me vuelvo desesperado e impaciente y eso me hace menos atractivo. Por lo tanto, es más difícil que alguien se interese en mí y, entonces, creo que realmente es cierto que no hay opción.

El modelo de abundancia

Después de varios años de encontrar al «amor de mi vida» sólo para terminar con él me di cuenta de que, tal vez, no sólo hay un amor de mi vida. Es más, al ver hacia atrás me di cuenta de que había tenido, al menos, cuatro personas que se habían interesado en mí y me habían amado de la forma que les había sido posible. Además, durante ese tiempo había conocido gente atractiva e interesante que se había fijado en mí. Por supuesto, el número de mis parejas se había limitado a cuatro porque sólo había tenido uno a la vez… ¡Pero sí habían existido otros!

Algunas de mis relaciones pasadas habían estado tan enfocadas en hacerlas funcionar para no estar solo que no nos dimos cuenta de que dejamos de lado una motivación más funcional: estar juntos para compartir intimidad y amor.

Es cierto que de los billones de personas que hay en el mundo, un porcentaje se siente atraído por hombres, un porcentaje aún más pequeño coincide con el tipo de hombre que me gusta… Una cantidad aún menor incluye a las personas que también se sentirían atraídas por mí y, finalmente, pensar en compatibilidad de lenguaje de amor y objetivos de vida reduce ese número mucho más. Pero, ¿sabes qué? ¡Eso significa que existen miles de personas con las que me podría relacionar en amor y gozo! Claro que en mi vida sólo podré estar con unos cuantos porque ¿quién tiene tiempo para atender más de dos novios a la vez?

#Choices

El punto es que estadísticamente tengo miles de oportunidades para conocer al amor de mi vida y vivir feliz compartiendo amor con él. Puede que decida hacerlo uno a la vez (monogamia) o no (poliamor). Puede que mis parejas actuales y yo decidamos estar juntos el resto de nuestras vidas o transicionemos a ser amigos, amantes o extraños. Sin embargo, hoy eso es una decisión basada en un deseo por ser feliz y disfrutar el amor.

Cuando elijo algo porque creo que no tengo opción, no estoy eligiendo realmente. Estar con alguien por miedo a estar solo no permite gozar el amor y la intimidad. Controlar a alguien para que no se vaya no permite disfrutar saber que uno es elegido por el otro a pesar de que tiene miles de oportunidades diferentes… Más importante aún, no permite gozar el saber que yo soy lo suficientemente valioso para esa persona y me ama tanto como para querer compartir su tiempo conmigo.

¿Te has puesto a pensar qué modelo utilizas? Estando en una relación, ¿por qué te quedas ahí? ¿Por amor o por miedo?

Acepto términos y condiciones

Si vamos a salir, te aviso que soy súper posesivo, celoso, inseguro, ansioso, obsesivo y me levanto a las 6 de la mañana los domingos. ¿Le entras?

La respuesta de uno enamorado, intoxicado, es inmediatamente “acepto términos y condiciones”. En esa condición, no hay nada que nos parezca inaceptable o loco. Además, el amor todo lo puede, ¿no? Ya que estemos juntos, va a cambiar porque nadie lo ha amado como yo lo amaré.

Las letras pequeñas

Cuando empiezas una relación, ¿qué tanto te detienes a ver si lo que estás aceptando es lo que quieres? En las relaciones monógamas tradicionales, este contrato se considera tan obvio y estructurado, que no parece necesario ver las cláusulas. ¡De todos modos no hay de otra!

Yo enamorado he aceptado cosas como:

1. Te amaré incondicionalmente

2. Sólo tendré relaciones sexuales contigo

3. Tú serás el dueño de mi tiempo libre

4. No te dejaré por ninguna razón porque es amor verdadero y eterno

Lo que nunca consideré fueron las sub-cláusulas:

1.1. Aunque tu lenguaje para expresar amor y el mío no sean compatibles

1.2. Aunque mis necesidades de sentirme amado no estén cubiertas

2.1 Aunque siga sintiendo atracción sexual por otras personas

2.2. Aunque nuestra sexualidad sea dinámica y eventualmente pueda tener episodios de menos compatibilidad

3.1 Aunque eso signifique que no vea tanto a mis amigos y tenga menos tiempo para mis propios hobbies

4.1 Aunque cuando pase la intoxicación me dé cuenta de que tenemos proyectos de vida y percepciones fundamentalmente incompatibles

Escribiendo el contrato juntos

Cuando empiezas una relación poliamorosa, debes estar muy consciente de que pasarás mucho del tiempo con esa persona hablando y negociando. No hay un camino a seguir y mucho de lo que sabías de la monogamia no aplica. Es necesario hablar de qué significa compromiso para cada uno de los integrantes, qué esperan y cómo les gustaría que sus necesidades sean satisfechas, cuándo, dónde y cómo se verán.

El contrato lo escriben juntos, sabiendo que sólo es un plan descriptivo de la situación actual con los participantes que se encuentran en ese momento. En el futuro, es altamente probable (casi seguro) que ese contrato tendrá que irse modificando. Puede que lleguen nuevos vínculos, puede que sus necesidades cambien o simplemente que quieran explorar algo diferente.

La clave para que tu relación poliamorosa sea lo más efectiva posible es la flexibilidad.

¿Y para los monógamos?

¡También! Una relación monógama no tiene que dar por hecho los significados y puede decidir que ambos integrantes construirán la forma en como será su relación. Todo se vale siempre y cuando todos los involucrados den su consentimiento informado y honesto.

Asumimos que la base de una relación monógama es la exclusividad sexual. Prácticamente todo es perdonable siempre y cuando ese elemento se respete. Pero, ¡qué bonito sería que cada pareja se sentara a platicar de qué necesitan y cómo pueden trabajar en equipo para construir su felicidad juntos!

Al menos, creo que sería importante que se aseguren de que tienen la misma definición de sexo. No vaya a ser que violan alguna cláusula por problemas de significado.


¡Poli-pregunta!

¿Qué es sexo para ti?

Sonará muy obvio pero cuando dices “tuve sexo con alguien”, ¿te refieres a contacto genital solamente? ¿Qué pasa si se mantienen vestidos pero pasan toda una tarde en la cama besándose y abrazándose? ¿Qué pasa si nadie tiene un orgasmo?

Este es uno de esos conceptos que deben quedar bien claros en cualquier tipo de relación. No asumas que tu pareja entiende lo mismo sólo porque para ti es obvio. Antes de hablar de fidelidad, ¡hay que asegurarnos de que hablamos de lo mismo!


El tóxico no eres tú…

No, tampoco es tu pareja, si es lo que esperabas encontrar aquí. Se ha vuelto muy común usar la palabra “tóxico” para hablar de cosas que consideramos no deberían ser o simplemente que no nos hacen felices.

¿Qué es ser tóxico?

En internet todos somos expertos en salud mental y relaciones sanas. Sólo con entrar a Facebook y publicar un problema, tendrás decenas de comentarios de todos aquellos que saben exactamente qué hacer y qué no hacer. Los memes de dejar tu “ex tóxico” abundan y todos nos reímos porque sabemos exactamente a qué se refiere. ¿Cierto? ¿Crees que tu definición de tóxico sea la misma que la de las demás personas?

Como profesional de la salud mental, más de una vez me he encontrado con personas que me piden validar su definición de toxicidad. Yo sólo los veo y les pregunto qué es toxicidad para ellos. Por más sorprendente que parezca, ni en la universidad ni en la maestría tuve una materia que se llamara “relaciones tóxicas 101: cómo identificarlas y qué hacer con ellas”.

Lo que sí puedo decir es que yo no creo que existan las personas tóxicas.

¿Toxicidad o incompatibilidad?

Veamos un ejemplo de una relación “tóxica”: A y B son pareja y tienen una discusión. A insiste que deben platicar en ese momento para resolver el problema y se rehusa a dejarlo ir. B se retrae y busca un espacio para pensar y evitar que el conflicto siga.

¿Quién es la persona tóxica?

Yo me atrevo a decir que ninguna de las dos. Más que hablar de personas tóxicas, prefiero pensar en relaciones incompatibles. Es como si nos emparejáramos al azar, sin siquiera considerar quién es la otra persona.

Para empezar, se piensa en el enamoramiento como si fuera una maldición. Te gusta alguien, te enamoras de esa persona y ya. No tienes opción. No importa si sus vidas, su forma de ser y sus necesidades son compatibles. Las películas y la sociedad nos enseñan que si es “verdadero amor”, nada de eso es esencial. Además de que estamos intoxicados y todo lo que la otra persona hace es perfecto y hermoso. El problema está cuando eso no sucede y nos quedamos pensando que tenemos una falla fundamental.

¿Demandante o amoroso?

Durante gran parte de mi vida adulta, me describí como una persona demandante, encimosa y codependiente. Frases como “pides demasiado apapacho”, “no podemos estar pegados todo el tiempo” y “si no te mando mensaje un día, no es que no te quiera, no exageres” eran comunes. Por supuesto, comencé a pensar que yo tenía un gran arsenal de actitudes tóxicas que necesitaba cambiar.

Y entonces conocí a alguien que ama ir de la mano conmigo a todos lados. Alguien con quien siempre estamos abrazados cuando estamos en casa. Alguien que me dice que me ama cada que puede, me dice lo mucho que le gusto y me demuestra su cariño de muchas maneras diferentes. Lo mejor de todo, es alguien que disfruta todo eso y lo recibe como amor y atención, no como algo fastidioso.

De pronto mi ser “demandante y codependiente” se volvió ser “amoroso y atento”. No cambió nada de cómo me manejo, simplemente encontré a una persona que es compatible con mi forma de expresar y recibir amor.

Y entonces entendí que esa persona que me decía esporádicamente que me quería, que no quería estar en contacto físico todo el tiempo y que no necesitaba que nos habláramos todo el tiempo, no era tóxica. Seguramente tenía mil maneras de demostrarme su amor y cariño, sólo que yo no lo recibía así.

Relaciones tóxicas

Tú tienes derecho a estar con alguien que cubra tus necesidades y te haga sentir amado y acompañado. El punto está en que la persona que estás no tiene que adaptarse a eso, más bien es encontrar a alguien para quien ser así sea natural. Hay que hacer del amor algo menos azaroso y más intencional.

Si te gusta alguien y te enamoras, puedes disfrutar de la intoxicación que da esos sentimientos. Si esa persona y tú no hablan el mismo lenguaje, probablemente se vuelva “tóxica”, pero no es porque tú o esa persona sean malvados o busquen hacerse daño; sólo no son compatibles.