Empatía es acompañar, no resolver.

Cuando alguien se acerca a ti para decirte que se siente mal, ¿le dices lo que sientes no es válido, te pasa porque eres débil y no eres como deberías ser? ¿No? ¿Estás seguro?

Tal vez te ha sucedido que alguien te cuenta que se sientes triste, frustrado, enojado o fastidiado y tú tienes toda la disposición a ayudar. A pesar de que te muestras interesado y haces un esfuerzo por mejorar las cosas, después de la plática pareciera que hasta se sienten peor. Igual y la persona se pone defensiva y terminas como el villano de la película. ¿Sabes por qué sucede?

Tus sentimientos no son válidos

Comencemos con un ejemplo de la vida real:

A: Te veo triste, ¿está todo bien?

B: Sí estoy triste. Ayer le pedí a mi pareja que viera una película que me encanta y se quedó dormido.

A: Ah, ¡no te preocupes! Eso no quiere decir que no le importes. Seguro estaba cansado. Además, hay muchas cosas por las cuales estar feliz, ¡ya quita esa cara! Malo que te hubiera sido infiel o algo así. En ese caso sí tendrías razón de estar triste. Hay gente que la pasa peor que tú así que mejor sé agradecido con lo que sí tienes.

Esa respuesta es un ejemplo muy común de lo que se entiende popularmente por ser «empático» y «apoyar» a un amigo que se siente mal.

Si lo vemos con algo de detalle, el mensaje real es este:

Lo que dices: Ah, ¡no te preocupes!

Contiene el mensaje: Deja de sentirte así

Lo que dices: Eso no quiere decir que no le importes

Contiene el mensaje: lo que sientes no es válido ya que hay otras formas de interpretarlo.

Lo que dices: Seguro estaba cansado

Contiene el mensaje: no eres capaz de ver lo evidente.

Lo que dices: Además, hay muchas cosas por las cuales estar feliz

Contiene el mensaje: nuevamente, tu sentimiento no es válido

Lo que dices: ¡ya quita esa cara!

Contiene el mensaje: deja de sentirte así y cambia tu expresión

Lo que dices: Malo que te hubiera sido infiel o algo así. En ese caso sí tendrías razón de estar triste

Contiene el mensaje: debido a que hay cosas peores, lo que sientes está fuera de proporción y, por tercera vez, no es válido

Lo que dices: Hay gente que la pasa peor que tú, así que mejor sé agradecido con lo que sí tienes

Contiene el mensaje: no sólo es inválido sino, además, debes sentirte avergonzado por ser malagradecido.

Cuando nos encontramos con alguien en una situación dolorosa o de sufrimiento, lo primero que queremos hacer es sacarlo de ahí. Inmediatamente le ofrecemos alternativas y soluciones para que deje de sentirse como se siente. Por supuesto, esto es un gesto amoroso y viene de un lugar muy compasivo.

Al tratar de arreglar una situación demasiado rápido, no estamos validando lo que la otra persona siente y, sin ninguna intención malévola, le estamos diciendo que su percepción está mal y debe cambiar.

¿Por qué sucede?

La intención superficial sí es ayudar al otro. Sin embargo, esto surge de una necesidad de estar bien uno mismo. Queremos que el otro esté mejor porque no nos enseñan a acompañar a otra persona en su malestar. Nos urge que se sienta mejor para que no nos sintamos incómodos, inadecuados o, simplemente, porque nosotros mismos queremos huir de lo que nos reflejan esas sensaciones desagradables.

La consecuencia es que demeritamos las acciones que hace al otro dándole respuestas que seguramente esa persona ya había considerado, invalidamos sus sentimientos para que los abandone o nos volvemos condescendientes diciéndole que hay otras formas de manejar lo que le está sucediendo.

La realidad es que nadie puede saber cuál sería la mejor forma de lidiar con lo que está pasando más que la persona que lo está experimentando

A veces, la persona que recibe estos comentarios puede responder de manera defensiva y tú te quedas pensando Uy, ¿y para eso te ayudo?

¿Cómo puedo acompañar a la otra persona?

Si realmente quieres ser empático y apoyar a alguien que te está compartiendo su malestar, hay que aprender a quedarnos con ella. Es necesario poder acompañar sin querer cambiar lo que está sucediendo.

Como todas las herramientas de comunicación que no nos enseñaron de chiquitos, requiere práctica y puede sentirse forzado al principio. Si lo haces lo suficiente, te aseguro que se volverá algo natural y mejorará tus relaciones románticas, laborales y amistosas.

Para responder con empatía:

  • Describe la situación que te platicó la otra persona de la forma más objetiva que puedas. Esto es sin incluir emociones, juicios ni alternativas.

Tip: Puedes empezar diciendo Escucho que…, Me dijiste que…, Entiendo que te sucedió…

  • Describe cómo se siente la otra persona según lo que te ha dicho. Evita interpretaciones y juicios. Si no estás seguro o la persona no dijo exactamente cómo se sentía, ¡pregúntale!

Tip: Puedes decir Escucho que te sientes…, Entiendo la situación pero no me queda claro cómo te sentiste, ¿me podrías decir cómo te sentiste?

  • Expresa cómo te sentirías si estuvieras en circunstancias similares. MUY IMPORTANTE: No cómo te sentirías EN ESA SITUACIÓN EXACTA sino en una similar en la que te sentirías como esa persona.

Tip: Por ejemplo, si la persona se siente triste porque perdió una gorra muy importante pero a ti no te importa la ropa, piensa cómo te sentirías si perdieras algo que es importante para ti. Si no tienes apegos a cosas materiales, puedes tratar de imaginar cómo te sentirías si algo que te hace feliz desapareciera, así fuera una persona o alguna situación de tu vida diaria.

  • Este último paso es el más esencial. NO DES CONSEJOS NI DIGAS NADA MÁS. Es probable que sientas que tu discurso se quedó incompleto y que necesitas decir algo como pero todo va a estar bien. La realidad es que no sabemos si todo va a estar bien y, en ese momento, ¡no importa!

Tip: Si tienes necesidad de decir algo más, puedes simplemente reafirmar tu apoyo diciendo algo como Aquí estoy contigo, Te escucho o preguntando si hay algo más que puedas hacer.

Para ser empáticos, el mensaje principal que debemos transmitir es: No estás exagerando, no estás siendo dramático y sí es para tanto.

Cómo se ve en acción

Veamos el ejemplo de arriba pero con una respuesta empática.

A: Te veo triste, ¿está todo bien?

B: Sí estoy triste. Ayer le pedí a mi pareja que viera una película que me encanta y se quedó dormido.

A: Escucho que hay algo importante para ti que quisiste compartir con tu pareja y no la recibió como te hubiera gustado. También escucho y veo que estás triste. Si alguien que amo no apreciara algo que es importante para mí, también me sentiría triste.

De nuevo, tal vez sientas que falta el pero todo va a estar bien o un si quieres yo puedo verla contigo. Eso ya será decisión de la otra persona. Por el momento, lo que estás haciendo con ese discurso es decirle te veo, te escucho, te entiendo y te acompaño.

No es fácil y no es cómodo pero es lo que muchos necesitamos aprender a hacer.

Los celos son amigos, no comida.

Este es el tema del que muchos queremos hablar. Cuando empecé a considerar la idea del poliamor, los celos definitivamente fueron lo primero que investigué. ¿Cómo le hacían estas personas para poder superar sus celos? ¿Qué hacían con esa presión en el pecho, esa mandíbula apretada, hombros y espalda tensos, junto con todas las fantasías catastróficas que inundaban mi cabeza cuando imaginaba la mínima posibilidad de que mi pareja se interesara por alguien que no fuera yo?

Huimos de lo que no nos gusta

Desde que estaba en relaciones monógamas me identificaba como un hombre muy celoso y controlador. Para volverme menos «tóxico» (puedes leer aquí por qué lo pongo entre comillas), leí acerca del origen de los celos, su fundamento fisiológico y me pregunté, como algunos de ustedes, si es normal sentir celos.

¡Por supuesto que no es normal!, pensé.

Cuando mi pareja me contaba de alguien de su pasado, sentía un vacío en el estómago y un apretón en el pecho. Ya, no me cuentes más. No necesito saber. y paraba la conversación. Al menos la conversación con él porque en mi cabeza había una cascada de pensamientos que detonaban más reacciones fisiológicas desagradables.

Y es que los celos no son un sentimiento por sí mismos, son una mezcla de varios otros. Cuando surgen, puedes sentir miedo, tristeza, inseguridad, enojo, soledad, rechazo, ansiedad, desesperación y frustración entre otros.

En nuestra sociedad estamos entrenados a buscar la forma más rápida y efectiva de dejar de sentirnos «mal». Si tienes un dolor de cabeza, tómate una aspirina; si te sientes cansado, toma un café; si estás triste, habla con un amigo para que se te quite y te sientas mejor pronto. Le tenemos tanto miedo a nuestras emociones que hasta las describimos como negativas.

Por supuesto que los celos, siendo una bomba de emociones, son clasificados como tóxicos e indeseables. Hay quienes dicen que si los sientes, ¡te hace falta madurez y deconstrucción!

Los celos como comida

Todo esto nos lleva a usar los celos como comida. Tomamos esos pensamientos y sensaciones y tratamos de reprimirlo o huir de ellos, sin darnos cuenta de que lo único que hacemos es alimentar esas emociones que nos dan tanto miedo.

Los celos alimentan tu inseguridad cuando te llevan a compararte con otras personas, sabiendo que siempre habrá alguien que tenga algo que tú no tienes. Alimentan tu enojo cuando no puedes hacer nada para detener una situación y te sientes tratado de manera injusta. Incrementan tu miedo y ansiedad cuando intentas evitar ver la realidad y cierras tus ojos, pensando solamente en una inmensa cantidad de fantasías catastróficas.

¿Los celos así son malos? No. ¿Son agradables? Por supuesto que no.

Al tomarlos y echarlos como papa caliente al bote de tu interior, se vuelven el combustible para el fuego que son tus reacciones fisiológicas. Ese dolor físico que sientes es real y sólo tú sabes cómo es.

En algún momento, cuando aún tenía una relación monógama con una de mis parejas, tuvimos una situación así. Poco después de empezar a vivir juntos, me comentó que había tenido sexo con una persona que a mí no me caía nada bien y que, además, vivía junto a su trabajo. Por mera coincidencia, el siguiente día llegó más tarde a casa de lo normal. Yo estaba angustiado, enojado, frustrado y dolido pensando en la posibilidad de que se hubiera ido con él. Mi pareja llegó a casa y tuve dos opciones: tragarme mis celos y alimentar esa tensión, ese vacío en el estómago y en el corazón o hacer algo con ellos.

Durante muchos años, me acostumbré a tragarme esos sentimientos. Siempre pensando que estaban mal, debía dejar de sentirlos y seguir con mi vida. Nunca me funcionó. Sólo me llevaron a tener discusiones después que escalaban mucho más allá de lo que pudieron haber sido en un momento.

Ese día, tomé a mi pareja de la mano y le dije estoy teniendo muchos celos. Tengo miedo de que te hayas ido con el sujeto que me platicaste ayer, me siento triste y adolorido. Esto que siento no tiene nada que ver con la realidad y no importa si sucedió o no. En este momento no te estoy acusando ni sospecho nada, por lo que no te pido que me expliques nada. Sólo quiero poder compartir mi malestar contigo y buscar una forma de sentirme mejor. Me gustaría que me ayudaras, ¿puedes? ¿quieres?

Los celos como amigos

¿Qué pasa si en lugar de tratarlos como algo horrible que no queremos tocar tomamos otro camino?

Las emociones y sensaciones tienen una función y existen para algo. Nos han enseñado a tenerles miedo y huir rápidamente en lugar de aprender a sentarnos con ellas a escucharlas. Si te sientas con tu cansancio sin distractores o estimulantes y escuchas lo que te dice, probablemente sea algo tan sencillo como «necesito descansar«.

Probablemente no tengas una muy buena relación con tus emociones desagradables. Es posible que hayas pasado gran parte de tu vida ignorándolas, haciéndolas a un lado, devaluándolas o peleando con ellas. Imagina a un amigo que tiene tu bienestar como prioridad y que siempre intenta avisarte de lo que necesitas pero lo tratas así. Eventualmente se desesperará y recurrirá a medidas más intensas para que lo escuches.

Tus emociones hacen lo mismo.

Cuando me senté con mis celos, la pasé muy mal. Fue como estar cayendo en un espiral obscuro sin saber cuándo iba a parar. Afortunadamente, al quedarme atendiendo mi sensación sin seguirle dando de comer ideas y sin intentar huir, la incomodidad extrema pasó bastante rápido. Lo que quedó detrás fue un mensaje muy útil.

En mi caso, mis celos me estaban avisando de mi necesidad de cuidarme, reconocerme y ponerme como prioridad. Mi miedo a que mi pareja me abandonara me habló de mi creencia de que no soy valioso. Mi ansiedad de que pasaran cosas que no podía controlar me comunicaba la necesidad de sentirme seguro. Mi tristeza por pensar que mi pareja se olvidaría de mí estando con otra persona me mostró lo poco que me reconozco y cuido. La soledad que me abrumaba cuando no estaba con mi pareja me hablaba de una necesidad enorme de sentirme suficiente.

No te los quites, úsalos

Después de que logré hacer eso, mis relaciones dieron un giro maravilloso. En lugar de simplemente sufrir porque tenía celos, pude platicar con mis parejas desde mi necesidad y pedir exactamente lo que me hacía falta.

Celos: No quiero que salgas con él

Necesidad: Tengo miedo de no ser valioso para ti, ¿podríamos buscar algo juntos para que me sienta valioso para ti?

Celos: Es que si te vas, quién sabe qué vas a hacer y a qué hora vas a regresar

Necesidad: Me siento inseguro cuando sales, ¿qué podemos hacer juntos para ayudarme a sentir seguridad?

Celos: Si te vas con él, voy a desaparecer de tu mente y de tu corazón

Necesidad: Me da tristeza pensar que no soy importante y soy reemplazable. ¿Puedes ayudarme a saber lo que aporto a tu vida y cómo soy importante?

Suena fácil. No lo es. Requiere reprogramar años y años de enseñanzas y creencias. Es necesario sentirse seguro y con la fuerza para ver al monstruo de ojos verdes a la cara para poder conocerlo.

Pero ya que lo conoces, puede ser tu amigo. Puede ayudarte a identificar lo que necesitas y pedirlo para sentirte más pleno en tus relaciones.

Ni poli ni mono – Amor Ético

Hace poco me invitaron a dar una conferencia en una universidad al norte de la ciudad. Estaba a punto de mandar mi presentación cuando me di cuenta de algo que ha estado surgiendo en mi práctica profesional. En los últimos años he estado haciendo investigación en relaciones poliamorosas y no monógamas, aprendiendo a utilizar herramientas de comunicación, deconstrucción y resignificación de conceptos. Todo eso me llevó a crear el proyecto de Gotitas de Poliamor.

Sólo que he estado olvidando el apellido de mi proyecto: Gotitas de Poliamor para los Dolores de la Monogamia.

Los dolores de la monogamia

No, el poliamor NO ES MÁS AVANZADO QUE LA MONOGAMIA. Las personas poliamorosas no somos más maduras, más evolucionadas ni el futuro de las relaciones. Y definitivamente el poliamor no es para todos.

Después de decir eso puedo hablar de qué sucede en la monogamia tradicional. Estamos tan bombardeados con ideas (vagas) de relaciones monógamas que creemos saber exactamente qué estamos buscando. Decimos «quiero tener una pareja» y no sabemos ni para qué – simplemente sabemos que es lo que nos toca hacer. Pero si todos sabemos qué es una pareja, ¿por qué no sólo la encontramos y vivimos felices para siempre?

Para mí una pareja es un confidente, un cómplice, un apoyo, una inspiración y una guía, alguien que camina a mi lado compartiendo su vida conmigo. Sin embargo, lo que caracteriza a la monogamia es la exclusividad sexual. Y ya. Eso es todo. Tu relación se mantiene monógama siempre y cuando no se acuesten con nadie más.

¿Te has puesto a pensar en eso? Las relaciones monógamas tradicionales sólo están definidas por la exclusividad sexual. ¿Realmente es eso lo más importante de una relación íntima entre dos personas?

La base de una relación ética

Yo propongo llevar el enfoque de nuestras relaciones hacia otro lado. Buscar que haya libertad, autenticidad, compromiso y, por supuesto, amor.

Sin agencia, no hay libertad. Sin honestidad, no hay autenticidad. Sin consentimiento, no hay compromiso. Sin compasión, ho hay amor.

Las relaciones poliamorosas no dependen de la exclusividad sexual sino de la ética con la que se manejan los participantes. En otras palabras, en tener un amor ético. Los autores que he revisado proponen dos o tres conceptos éticos principales… yo considero que hay un cuarto esencial para evitar que los primeros tres se utilicen como armas. Sobre todo, creo que esto puede llevarnos a pensar, más que en ser monógamo o poliamoroso, en amar éticamente.

Los cuatro pilares de una relación ética

  1. Agencia

En las relaciones poliamorosas, nadie le pertenece a nadie porque, para empezar, todos tenemos la libertad de tener más de una relación amorosa. La agencia es tener la libertad de hacer lo que quieras.

Sí, lo que quieras.

Tú como ser humano tienes el derecho de hacer lo que tú quieras. Tomar tus propias decisiones dependiendo de lo que quieras y necesites. Tienes libertad sexual, emocional, de tu tiempo y de tu espacio.

Tal vez leas eso y pienses ¡por supuesto! ¡eso es más que obvio! y tal vez algo dentro de ti se mueva y diga ¿cómo? ¿Mi pareja es libre de acostarse con quien quiera? ¿Mi pareja puede amar a otras personas? ¿Puede irse de viaje o vivir en otro lado? ¡Peor aún! ¿Puede ver el siguiente capítulo de nuestra serie favorita sin mí y yo no se lo puedo prohibir?

Así es. Porque tu pareja es libre de hacer lo que quiera. Eso también significa que si ejerce su agencia de manera libre y está contigo, es porque decide estar contigo.

Tu pareja te elige a ti. Elige el tipo de relación que tienen. No está porque tiene que hacerlo ni porque se firmó un papel. Se queda porque así lo decide.

2. Honestidad

Para que esto funcione debe haber honestidad. Puede que suene obvio pero ¿qué es ser honesto? ¿Es decir todo? ¿Qué pasa si tu pareja te dice que no quiere saber? Si tengo partes de mi vida que mantengo privadas, ¿estoy siendo deshonesto?

Además, la monogamia tradicional y el amor romántico no promueven la honestidad. Al tener la expectativa de que sólo estarás con una persona el resto de tu vida, se espera que no sientas atracción por nadie más (o al menos que mientas al respecto). Como ya sabemos cómo “debería” ser una relación, es difícil poder ver los deseos y necesidades propios.

La honestidad implica que todos los miembros de la relación (ya sean sólo dos o más) puedan comunicar sus deseos y necesidades, sabiendo que existe la posibilidad de negociación. Tal vez la parte más difícil de este pilar es poder ser honesto con lo que quiero yo mismo.

Es necesario que me pregunte qué necesito y qué quiero. Poder ver esto sin culpa, sin miedo a ser juzgado y sabiendo que si mi pareja no me lo da, no quiere decir que yo esté mal. Para lograr esto, es imprescindible tener herramientas de comunicación que me permitan pedir sin exigir y expresar mis deseos sin responsabilizar al otro de lo que me pasa.

Si ocultas información sabiendo que podría afectar tu relación, estás mintiendo. El no decir la verdad no siempre es mentir, el esconder algo que sabes debe ser dicho sí.

3. Consentimiento

Tal vez en este momento estés pensando ¿qué me protege de estar en una relación donde me siento incómodo, herido o inseguro por alguien que hace lo que quiere y me lo restriega en la cara?

El consentimiento. Más importante aún, saber que es tuyo para darlo o para retirarlo.

En las relaciones monógamas tradicionales si das tu consentimiento, ya no puedes echarte para atrás. La idea de que tienes un alma gemela y no hay más implica que, si lo encontraste, tienes que quedarte con él hasta que la muerte los separe.

La realidad es que las personas estamos cambiando todo el tiempo. La persona que eres hoy es completamente diferente a quien eras cuando conociste a tu primer pareja. Por supuesto, el ideal es poder crecer juntos y construir una vida donde la compatibilidad prospere. El problema es que si crees que no tienes opción, puedes acostumbrarte a la incomodidad.

Hay relaciones donde las personas siguen juntas por culpa (¿cómo me voy a ir después de que me ayudó tanto?), por miedo (¿qué voy a hacer sin él? ¿Qué va a hacer sin mí?) o por costumbre (llevamos tantos años juntos, ¿cómo tirarlo todo a la basura?). En todas esas situaciones, responsabilizas al otro de una decisión que tú tomas.

Si tuviste una relación maravillosa durante años y decides separarte, eso no invalida todo lo que viviste. Sigue siendo una relación exitosa. Si te quedas, es porque así lo decides.

Una persona que no es capaz de poner límites debido a trauma, problemas de autoestima o coerción, no puede dar su consentimiento. Esto incluye situaciones de violencia (explícita o sutil).

4. Compasión

Los primeros tres pilares son muy sonados y utilizados en redes poliamorosas. Desafortunadamente, es my fácil que se utilicen como un arma. De pronto alguien toma decisiones que hieren a sus parejas e ignoran su responsabilidad alegando que están actuando con agencia, siendo honestos y, finalmente, la otra persona ya dio su consentimiento así que no se puede quejar.

Yo agrego este cuarto pilar como el más esencial para poder llevar a cabo una relación ética.

En una relación con compasión, estoy con alguien que me ama y me siento amado por esa persona. Todos los involucrados actúan con el bienestar de sus seres amados en mente. Sí ejercerán su agencia, siendo conscientes de que lo que hacen afectará a otra persona y buscarán la mejor forma de hacerlo. Sí serán honestos y considerarán cómo la otra persona recibirá la verdad. Sí darán su consentimiento y se asegurarán de respetar los límites del otro. En pocas palabras, amarán éticamente.

Esto a veces no se ve así porque asumimos que todos somos seres elevados y contamos con todas las herramientas necesarias para hacerlo. La realidad es que todos hacemos lo mejor que podemos con lo que tenemos disponible.

Cuando vemos las relaciones con los lentes de la compasión, podemos darnos cuenta de que esto realmente es así. Cuando te alejas de tu pareja después de un conflicto, puede percibirse como si no te importara cuando en realidad lo que quieres es cuidarla evitando el conflicto. Si insistes en resolver un problema inmediatamente, puede percibirse como molesto e imprudente pero lo que quieres hacer es pasar ese problema rápido para que no haga más daño.

El mirar un conflicto con compasión no implica justificar las acciones e ignorar cómo nos hacen sentir. Lo que se logra es saber que la otra persona no está buscando hacerme daño; si lo hace, es porque es lo mejor que puede hacer.

Depende de mí decidir si quiero seguir ahí o no. No por odio, resentimiento o dolor, sino por amor a ti mismo y a tu pareja.

La utopía

¿Suena utópico? Tal vez. Aunque yo creo que está bien. Llevamos mucho tiempo persiguiendo un amor utópico romántico basado en historias donde se glorifican las mentiras, los celos y el control, ¿por qué no ir hacia una utopía basada en la ética? ¿Por qué no luchar por un amor ético?

Yo propongo que en una relación ética, mi pareja puede hacer lo que quiera pero elige estar conmigo, sabiendo todo lo necesario y dando su consentimiento para seguir juntos porque ambos estamos actuando con el bienestar del otro en mente.

En otras palabras…

Sin agencia, no hay libertad. Sin honestidad, no hay autenticidad. Sin consentimiento, no hay compromiso. Sin compasión, ho hay amor.

Que dice que siempre no: Parte 1 – Comunicación asertiva y decir ‘no’.

Las relaciones éticas funcionan cuando todos los involucrados tienen agencia, son honestos, dan su consentimiento y actúan con compasión (aquí puedes leer mi propuesta de cuatro pilares para una relación ética). En otras palabras, todos pueden hacer lo que quieran siempre y cuando todos estén de acuerdo. En la práctica, hay algunos baches.

Llega el momento que tanto has esperado, el día en que tu pareja y tú harán acuerdos éticos. Sabes que puedes pedir lo que quieras y que podrán negociarlo con compasión buscando el bienestar de ambos. Tu pareja te ve a los ojos con todo el amor del mundo y te pregunta ¿y tú qué quieres, mi amor?

Ves su mirada y tu corazón se detiene. ¿Qué quiero?, piensas. Pues quiero muchas cosas, quiero poder salir con mis amigos los viernes y sentirme contento de pasarla con ellos, quiero poder llegar a casa a ver mi serie favorita solo algunas veces, quiero ir al concierto de ese artista que no te gusta y que me acompañe alguien que sea fan. Todo está muy claro. Así que respondes con no sé.

Lo que realmente piensas es esto: Pues quiero muchas cosas, quiero poder salir con mis amigos los viernes y sentirme contento de pasarla con ellos (pero si me voy te vas a sentir solo e igual y te enojas o te hago daño… tal vez te den celos y te sientas inseguro o hecho a un lado), quiero poder llegar a casa a ver mi serie favorita solo algunas veces (pero siempre vemos la tele juntos y siempre vemos cosas juntos, si te digo que quiero ver algo solo, te vas a sentir rechazado e igual piensas que no me gusta tu compañía), quiero ir al concierto de ese artista que no te gusta y que me acompañe alguien que sea fan (pero igual y te dan celos porque comparta algo así con alguien que no seas tú).

A lo mucho, probablemente surja un débil me gustaría ver esta serie algún día, si no tienes problema. Y se queda ahí, como un deseo de algo que probablemente nunca suceda.

¿Por qué es tan difícil decir quiero?

Así lo aprendimos

En México tenemos algunas características que nos dificultan el poder realmente pedir lo que queremos y no forzarnos a estar en lugares que nos hacen sentir incómodos. Comencemos por lo más evidente.

Culturalmente tendemos a darle la vuelta a las cosas porque ser directo es considerado agresivo. Me gustaría, por favor, si no es demasiada molestia, que platicáramos acerca de nuestra vida sexual en algún momento pero sólo si no es un problema. Tú me avisas cuándo, ¿va? ¿Te suena? Utilizamos palabras como me gustaría, estaría padre, ojalá pasara y otras tantas en lugar de un simple, sencillo y claro quiero. Sólo que decir quiero hablar de nuestra vida sexual tiende a ser recibido peor que una cachetada.

«No» es una opción también

Parte de que recibamos un quiero como algo agresivo es que no estamos acostumbrados a decir no. En lugar de eso surgen respuestas como ahorita no, en un ratito, más o menos y demás. Entonces nos la pasamos platicando de situaciones imaginarias y dando respuestas vagas. No es de sorprenderse que nos quedemos atrapados en acuerdos que no nos satisfacen.

Pensemos en un ejemplo de la vida real:

Llegando a una tienda, preguntas por algo que te gustó. Te lo muestran y te encanta. Preguntas el precio y te das cuenta de que no quieres pagar tanto por ese objeto. ¿Dices no lo quiero, gracias o déjeme dar la vuelta y regreso? Aunque la persona de la tienda sabe que no vas a regresar. Tú sabes que no vas a regresar. El perrito de la esquina que te ve salir de la tienda sabe que no vas a regresar.

Ahora pasemos a un ejemplo en una relación:

A: Me gustaría que platicáramos acerca de nuestra vida sexual.

B: Sí, es algo importante.

A: …

B: …

A: …

B: ¿Qué quieres comer hoy?

A: (Pues sí, le vale madres lo que yo quiero. Pero es mi culpa por creer en él). Lo que tú quieras.

B: ¿Quieres comer sushi?

A: (Ya sabes que me gusta más la pizza pero nunca me escuchas ni me atiendes). Como tú quieras.

Y así podría seguir el diálogo pero probablemente tú ya lo conozcas.

Abandonado o absorbido

¿De qué sirve poder pedir claramente lo que queremos? Para empezar, si no lo dices las probabilidades de que lo obtengas son mínimas. Sí, puede ser que por una serie de sucesos coincidentales milagrosamente suceda exactamente lo que esperas; sin embargo, eso pasará muy esporádicamente. Por otro lado, me permite diferenciarme de la otra persona y seguir siendo un individuo – que es probablemente lo que generó que nuestra relación surgiera desde un principio.

Las relaciones sexoafectivas como las conocemos son un terreno fértil para la codependencia. Nos vamos acercando poco a poco hasta que perdemos la capacidad de hablar de manera individual: esa película nos gusta mucho, ese restaurante es nuestro favorito, a nosotros no nos parece cómo se lleva esa otra pareja, etc. Y no es que esté mal. De hecho, también se genera un ambiente donde hay mucha seguridad y comodidad. Ya pertenecemos a algo y estamos tan unidos que prácticamente nos fusionamos.

El problema viene cuando realmente ya no puedes distinguir entre lo que quieres tú, lo que quiere tu pareja y lo que quieren juntos. Me gusta llegar a casa a jugar videojuegos se vuelve nos gusta estar en la casa. Se siente como si fueran mutuamente exclusivos. ¿Por qué? Porque si decido hablar acerca de mí, es como si rompiera el nosotros. Al decir hoy yo quiero, pareciera que digo ya no quiero que queramos. (Si este es tu caso, en esta entrada explico cómo desenredarte)

Confía en que tu pareja es capaz

Puede sonar muy noble el sacrificio de lo que quieres para asegurarte de que el otro está bien. De hecho, probablemente es la historia que te vendes pero si le echamos un vistazo más profundo, hay un fondo no tan loable.

Detrás del no quiero que te sientas mal está el mensaje tú no puedes así que tengo que hacerlo por ti.

No quiero pedirle a mi pareja que haga esto por mí porque no creo que sea capaz de decirme que no. No quiero que sepa que estoy incómodo porque no va a poder con eso y nos va a llevar a una discusión que nos hará tronar. Todo por mi culpa, porque todo depende de mí, porque sólo yo puedo arreglar las cosas. Mi pareja no es capaz.

Suena algo crudo pero… ¿te checa? A mí sí. Mucho.

Me he dado cuenta de que mi tendencia a siempre resolver y tomar la responsabilidad de todo también viene de un lugar muy soberbio. ¿Por qué mi pareja no podría tomar las riendas de vez en cuando y resolver los conflictos? ¿Por qué creo que si le pido algo a mi pareja que no quiere hacer, no va a ser capaz de decirme que no? ¿Qué no somos adultos responsables? (Si tu respuesta es algo como uy, no, este wey nomás no va a poder, tal vez la pregunta es más: ¿quieres un compañero de vida o un hijo a quien cargar?

Confía en tu pareja. Dale la oportunidad de demostrar que sí puede. Sobre todo porque si tu relación depende de que tú no pidas lo que quieres, eventualmente te vas a cansar.

Además, la comunicación asertiva es la mejor forma de asegurarte de que el consentimiento no se vuelva coerción. En la siguiente entrada entraré en más detalle.

No pidas perdón, ofrece ser mejor.

En mis años como docente una de las palabras que más me había acostumbrado a escuchar era perdón. Sin embargo es como cuando dices una misma palabra muchas veces, ¿lo has hecho? Piensa en cualquier palabra y dila en voz alta unas treinta veces. Como en la décima, empieza a volverse más una serie de sonidos que un concepto y pierde sentido completamente. Mis alumnos lo hacían como un reflejo y ni siquiera volteaban a verme.

Al principio, empecé a cuestionar su disculpa preguntando ¿por qué pides perdón? Sus respuestas iban desde porque así debe ser hasta no sé. Cuando les proponía la idea de que estaban pidiendo perdón por haberme lastimado, les parecía exagerado. Ellos tenían la idea de que lastimar a alguien requiere violencia intensa y evidente.

En los últimos años, empecé a rechazar sus disculpas. Comencé a contestar diciéndoles no necesito que te disculpes, necesito que mejores. La primer recompensa que obtuve fue sus caras de asombro y confusión. Imagino que pensaban ¿o sea que tengo que hacer algo? ¡ya pedí perdón!

No pidas, ofrece.

Por supuesto, uno no puede observar el abismo sin que el abismo lo observe a uno también (parafraseando a Nietzsche). Empecé a darme cuenta de lo vacías que son las disculpas. Además, en nuestro idioma las disculpas son una petición. ¡Imagínate! Además de haberte hecho daño, estoy pidiéndote que me des algo. ¿No hay algo raro ahí?

Entonces me topé con un artículo que hablaba precisamente de esto. Pedir perdón u ofrecer disculpas es lo último que se hace después de haber cometido una falta – al menos si es que se busca que haya un cambio real.

Paso 1 – Reconoce el comportamiento

Antes que nada, es importante dejarle saber al otro que su percepción es válida e importante para nosotros (finalmente, si quiero pedir perdón es probable que esa persona me importe). Describe las acciones y los hechos de la forma más objetiva posible y, de preferencia, checa con la otra persona para asegurarte de que están hablando de lo mismo.

Ejemplo: En la mañana quedé de llamarte para quedar a qué hora iríamos al cine hoy. Pasó el día y no te llamé. ¿Es esto lo que sucedió?

Quédate abierto a escuchar detalles o particularidades que tal vez no percibiste. Recuerda que en este momento, no estás buscando defender tu orgullo sino acercarte y ayudar a esa persona que te importa y que está pasando por un mal rato.

Paso 2 – Reconoce las emociones del otro

Aquí entra la empatía como la expliqué en el artículo anterior. Hay que considerar cómo mi comportamiento le afectó al otro, aún si yo no me sentiría igual. ¡Esto no es acerca de ti!

Ejemplo: Veo que estás enojado y distante. Entiendo que estás lastimado.

Si no estás seguro de cómo se siente el otro (porque no eres adivino o porque no estás acostumbrado a hablar de sentimientos), es completamente válido preguntar y pedir una descripción.

Ejemplo: Sé que lo que hice te ofendió/hirió. Quiero entender cómo te sientes, ¿me podrías decir?

Paso 3 – Repara

Aquí es donde se pone bueno. No es sólo decir que lo sientes, es tomar acciones claras para repara el daño hecho. Pro tip: pregúntale a la otra persona si hay algo específico que podrías hacer para repara el daño y revisa si es algo a lo que estás dispuesto. Puede ser desde una promesa de no repetirlo, un cambio de conducta o hasta alejarte.

Ejemplo: A partir de ahora, cuando quede de llamarte pondré una alarma en mi teléfono para evitar que se me vaya el tiempo. ¿Hay algo que pueda hacer en este momento para atender tu necesidad?

Paso 4 – Ofrece disculpas

Idealmente, a estas alturas pedir disculpas puede hasta estar de más, a menos que la forma de reparar sea ofrecer una disculpa.

Bonus: Paso 5 – Revísate y no hagas promesas que no puedes cumplir

Hay quienes dicen que no hay diferencia si te disculpas o no cuando vuelves a cometer la falta. Yo creo que hay una diferencia enorme: la primera vez es un error, la segunda es descuido y ya trae un rompimiento de compromiso como postre. No sólo es una acción que le hace daño a la persona sino que también lastima la confianza en la relación.

Para evitar esto, es necesario que seas muy honesto contigo mismo y revises si es que realmente eres capaz de hacer el cambio necesario. La idea del amor romántico que nos dice que siempre se puede, aunque seamos fundamentalmente incompatibles, puede que nos lleve a forzarnos a prometer más de lo que podemos dar.

¿Cómo sé hasta dónde?

Ubica tus límites y qué tanto eres capaz de ser flexible. Tal vez no eres capaz de dejar de poner tu chamarra en la silla de la sala, pero sí puedes comprar un perchero. O quizás no puedes dejar de ligar gente en el metro pero sí puedes ser consciente de lo que haces y llegar a un acuerdo con tu pareja.

Si te das cuenta de que siempre te disculpas por lo mismo, tal vez es tiempo de checar compatibilidades y buscar alternativas.

La Trifuerza de la Comunicación – ¿Cómo quiero que me escuches?

Llegas con tu pareja después de un largo día donde todo salió mal. Buscas ese lugar seguro donde puedes ser tú y sentir que no tienes que resolver los problemas del mundo. Le platicas tu día y tu pareja te dice «ah, mira, lo que puedes hacer es…». Le ves y escuchas porque sabes que te ama y quiere que estés bien pero realmente piensas «no es que esté tonto y no sepa cómo resolverlo, ¡sólo quiero poder decir lo que me pasa!».

En el mejor de los casos, aguantas y pasa. En el peor, se vuelve un conflicto donde tu pareja piensa «yo sólo quería ayudar».

Seamos claros

La realidad es que nos enseñan a usar el lenguaje como gramática y vocabulario en el colegio, mientras que en casa se puede utilizar como una herramienta para conectar o un arma para conseguir lo que quieres a pesar de los demás. Decir «te amo» pasa de ser algo tierno y sincero a una frase que sigue de un «pero», un «para» o «mientras»; te amo pero sólo si tú me amas, te amo para que estemos juntos y me sienta seguro, te amo mientras no me mientas.

La comunicación puede tener muchas funciones que no sean tan agradables o que caigan en la agresión. Sin embargo, también puede servir para lograr conexión, cercanía e intimidad. Lo que necesitamos es simplemente aprender a usarla de esa manera.

Herramientas en lugar de armas

Las herramientas construyen mientras que las armas destruyen. Este será la primera de varias entradas donde te compartiré técnicas y estrategias para mejorar tu comunicación. Sólo recuerda que la intención no es utilizarlas para obtener lo que quieras sino para poder explorar tu relación y llegar a acuerdos éticos.

La primera, como dice el título, parece haber salido de un videojuego de un duende con nombre de mujer (no me quemen, gamers, es una broma). Multiamory.com propone la trifuerza de la comunicación como una base para poder tener conversaciones donde expresemos claramente lo que necesitamos de la otra persona.

Trifuerza 1 – Construyendo intimidad

La primera es la más simple y la más difícil de aplicar. Cuando tu objetivo es la trifuerza 1 (T1) sólo quieres compartir algo con la otra persona para que lo sepa. No necesitas respuestas específicas ni esperas que suceda nada particular. Quieres compartirlo y es suficiente. Tal vez sea algo feliz que te sucedió, un suceso desagradable o una historia que te pareció interesante.

Ejemplo: Oye, quiero compartirte que hoy tuve una situación muy estresante en el trabajo. Me gustaría que me escucharas y no espero nada más de ti. Sólo quiero saber que estás aquí y que puedo contártelo.

Ejemplo 2: Quiero decirte que hoy tuve una pelea con mi novio. No espero nada de ti ni necesito que me ayudes a resolverlo ya que es trabajo que estoy haciendo. Aún así, es posible que me notes un poco en mi cabeza y me gustaría que supieras por qué es para evitar preocupaciones o que te sientas mal.

Trifuerza 2 – Validando sentimientos

Esta surge cuando estás buscando apoyo o validación. Ya sea que haya sucedido algo maravilloso y quieras compartirlo con alguien que te aliente y te pueda dar un abrazo o que estés preocupado y quieras a alguien que pueda darte algo de empatía. Saber que alguien más ha pasado por algo similar o que simplemente validan tus sentimientos puede ser de gran ayuda en situaciones difíciles.

Ejemplo:

A: ¡Hoy mi novio me dijo ‘te amo’ por primera vez!

B: Veo que eso te tiene muy emocionado y contento, ¡me da mucho gusto por ti!

Empatía no es lástima ni menospreciar al otro

Antes de seguir con la última trifuerza, creo esencial hablar de qué es la empatía realmente. Se dice que es ponerte en los zapatos del otro pero eso trae una gran complicación: todos somos diferentes y vivimos la vida de maneras únicas. Por ejemplo, mi pareja tiene una alta tolerancia a las bajas temperaturas mientras que yo no. Si él fuera «empático» bajo la definición que conocemos, podría decir «yo en tus zapatos no tendría frío, no seas exagerado» y tendría toda la razón.

La empatía es ponerte en los zapatos del otro y considerar cómo se siente esa persona con lo que le está sucediendo. Aquí un ejemplo:

A: ¡Estoy muy contento porque compré un nuevo videojuego que he estado esperando!

B: (En su mente: odio los videojuegos pero veo que es algo que él ha estado esperando y por fin sucedió, ¿cómo me sentiría yo si obtuviera algo que me emociona y que llevo mucho tiempo esperando?) ¡Veo que estás muy contento y emocionado! ¡Qué increíble es cuando pasa eso!

Un ejemplo con una emoción menos agradable:

A: Estoy muy triste porque se acabó esta serie que me encanta.

B: (A mí no me importan las series y me da igual si terminan pero sí he tenido momentos donde algo que disfruto mucho se acaba y es horrible) Entiendo que te sientas triste porque terminó. Es algo frustrante y difícil.

Trifuerza 3 – Consejos

Esta es la única donde le pides a la otra persona que te brinde un consejo. No es pedirle la solución sino, más bien, que pueda discutirlo contigo para poder llegar a una solución juntos.

Tip: Haz más preguntas que afirmaciones. Cuando alguien nos pide consejos lo primero que queremos hacer es demostrar lo hábiles que somos y que tenemos la respuesta rápida y fácilmente. Poder discutir un problema implica profundizar y ayudar a la otra persona a encontrar nuevos puntos de vista.

Ejemplo:

A: Mi novio y yo estamos enojados y no sé qué hacer ¿me puedes dar un consejo?

B: Podemos platicarlo. ¿Por qué se enojaron? o ¿Qué hacen cuando se enojan? o ¿Qué necesitas en este momento y cómo puedo ayudarte a obtenerlo?

¿Cómo se usa?

Puedes platicarlo con tu pareja y empezar a utilizar el lenguaje técnico o encontrar formas que les sirvan a ustedes para saber qué necesitan. Desde decir quiero contarte algo y necesito T1 o quiero contarte algo y sólo necesito expresarlo. Como toda nueva habilidad, puede sentirse mecánico y poco natural al principio pero con práctica y trabajo puede ser muy útil para evitar conflictos innecesarios.

¿Qué tanto es tantito? Parte 4.5 – Respuestas

Ya estamos en fechas de tener que llevar a cabo propósitos de año nuevo. Predigo que habrá muchos memes con propósitos como dejar de ser tóxico, aprender a querer bonito, tener novio (o más de uno), aprender a ser independiente, quererme más y otros tantos clichés como aprender a tener acuerdos y límites éticos en mis relaciones.

¡Y está bien! Todos esos son válidos e importantes. Para ayudarte un poquito con el último, te dejo ejemplos de alternativas a las reglas no éticas de la parte 4 de esta serie.

  1. Puedes salir con otras personas y tener sexo pero no puedes enamorarte de nadie.

Regla: La falta de ética está en restringir lo que mi pareja puede o no hacer. La necesidad que intenta cubrir esta regla puede ser el sentirse especial. El miedo podría estar en ser desplazado. Atendiendo eso:

Acuerdo: Cuando pienso en que te enamores de alguien más siento miedo a que yo deje de ser especial o importante para ti. ¿Qué podríamos hacer para que yo pueda sentirme seguro e importante para ti?

Límite: No estaré en una relación con alguien que quiera tener vínculos románticos con otras personas. (En otras palabras, ser monógamo)

2. Puedes tener otros novios pero no puedes amar a nadie más que a mí.

Regla: Nuevamente, esta regla restringe el comportamiento de mi pareja y, además, pone una condición a una persona que no está involucrada en la negociación (¿el novio qué culpa tiene?). La necesidad y el acuerdo son similares al número uno.

3. No puedes ver el siguiente capítulo del episodio de esta serie sin mí.

Regla: Este ejemplo lo puso un poco por el efecto cómico pero es algo muy real. Aunque socialmente aceptable, esta restricción en lo que mi pareja puede hacer es muy real. La necesidad puede ser el tener algo especial juntos o mantener una conexión. ¿Qué sucede si uno de nosotros tiene mucho trabajo durante un par de semanas y no tenemos tiempo de ver la serie juntos?

Acuerdo: Me gusta ver esta serie contigo y compartir el momento juntos. Me gustaría que compartiéramos esto como algo especial entre nosotros. ¿A ti qué te gustaría?

Aunque parecen muy similares, la diferencia está en que si la regla no se cumple, viene una discusión y un problema. El acuerdo abre la conversación para atender las necesidades de ambas personas.

Límite: No voy a comprometerme a sólo ver esta serie contigo porque la disfruto mucho y no quiero esperar a que tengas tiempo.

4. No puedes venir a este lugar con nadie más que conmigo.

Regla: Similar al anterior, la necesidad puede venir de sentirse especial o importante. Más que el lugar, es lo que representa y es probable que exista temor a perder ese significado.

Acuerdo: Este lugar es especial para mí en nuestra historia porque representa algo importante para mí y me gustaría que fuera nuestro. ¿En caso de que quisieras compartirlo con alguien más, podríamos platicarlo primero y llegar a un acuerdo donde estemos cómodos ambos?

Límite: Tendré lugares especiales sólo con personas que coincidan conmigo en mantenerlos exclusivos.

5. No puedes mandarle nudes a nadie.

Regla: Aquí se limita la capacidad de la otra persona de actuar como quiera. Tal vez surja la duda ¿y si se filtran o las utilizan para algo desagradable? En ese caso, hay que confiar en que nuestra pareja es una persona adulta capaz de tomar decisiones responsables y asumir las consecuencias de las mismas.

Acuerdo: Lo que sí podemos hacer es expresar nuestras preocupaciones y necesidades.

Me preocupa que compartir nudes pueda tener consecuencias negativas en ti o en nuestra relación. ¿Podrías evitar compartirlas?

En ese caso, se está haciendo una petición y la otra persona tiene la posibilidad de decir no y es completamente válido.

Límite: No estaré en una relación con personas que compartan nudes.

Practica, practica, practica.

Todo esto puede sonar sencillo pero toma trabajo. Revisa las publicaciones anteriores para obtener tips e ideas acerca de cómo identificar tus necesidades y volverlas acuerdos éticos.

¿Cómo te ha ido haciendo acuerdos éticos y poniendo límites?

Si duele, ahí no es.

Recientemente alguien me compartió este artículo. Lo había visto en otras ocasiones pero me rehusaba a leerlo porque asumí que el título no tenía nada que ver conmigo. Pensé yo conozco todos los focos rojos de una relación abusiva, no necesito leerlos de nuevo porque, si estuvieran presentes, ya me habría dado cuenta. Aún así, lo leí y me encontré con esta frase:

«Por años, viví con casi constante ansiedad, pensando que era normal vivir así porque estaba siendo poli y se suponía que ser poli era difícil. Cuando eres parte de una minoría, buscas una comunidad que te ayude. Mi comunidad era el mainstream poli de autoayuda. Me decía que siguiera intentándolo, que difícil era normal, que poli era un trabajo muy duro, ya sabes, como un empleo. – Inés Rolo

El artículo se llama Estuve en una relación poliamorosa y abusiva durante 7 años… Esto es lo que aprendí. La primera de la cita de arriba resonó tanto con lo que estaba viviendo que me dejó frío. Llevaba meses viviendo ansioso, estresado y en constante conflicto. ¡Pero yo creía que eso era normal! ¿No? Como el experto en poliamor y relaciones no-monógamas, soy una biblioteca andante de teoría y herramientas para resolver este tipo de situaciones. Cada crisis me llevaba a investigar más, aprender más, crecer más. Entonces, ¿qué estaba pasando? Esto es lo que yo he aprendido.

Antes de seguir debo aclarar que no, ninguna de mis relaciones de pareja actuales es con una persona abusiva. Y eso fue lo que no me permitía darme cuenta de el problema real que estaba viviendo, porque mis parejas son personas amorosas, compasivas y éticas.

El problema era yo. El abuso venía de mí, hacia mí.

Del cuento de hadas a la tortura

Toda mi vida he sufrido de ansiedad y cierto grado de paranoia. Para atenderme, he estado en procesos psicoterapéuticos en los que he aprendido a vivir con eso y poder seguir adelante. Tiendo a trabajar hasta estar agotado y a mantener mi calendario lleno de actividades todos los días. Mi pareja me dice bromeando cuando le comento que quiero tomar alguna clase «puedes agendarla en tu tiempo libre, creo que tienes un par de horas entre una y tres de la mañana».

Cuando empecé a explorar el poliamor, lo hice con mi pareja con quien había tenido una relación de más de cinco años. Esa relación estaba basada en la comunicación, el amor, el cuidado, la confianza y la complicidad. Yo siempre decía que no era una relación de cuento de hadas, sino de libro de texto de cómo tener una relación sana y nutritiva. Mucha gente pensaba al ver nuestras redes sociales que no era posible que fuéramos así de felices en la vida real. Pero sí éramos así. Siempre.

El poliamor, debido a lo que requiere, siempre encuentra las pequeñas grietas y las ideas fosilizadas y las expone. Hay que redefinir lo que es una relación afectiva, el compromiso, la intimidad y la fidelidad. Es necesario explorar tus inseguridades y hacer frente a tus más atemorizantes demonios. Pero yo, psicólogo y hombre extraordinario, estaba dispuesto y preparado. Porque cuando decido que voy a hacer algo, lo hago. Cueste lo que cueste.

Ese fue mi primer error. Estar dispuesto a pagar cualquier precio.

Actitudes de abuso

Por supuesto, la transición implicó muchos cambios y mucho esfuerzo de mi pareja y mío. Ambos motivados, confiados y amándonos como cuando nos conocimos, nos lanzamos al ruedo. Yo, siendo el académico y ñoño que siempre he sido, me di a la tarea de leer, conocer e investigar todo lo posible para estar mejor preparados.

Me aseguré de tratar a mi pareja con toda la ética que soy capaz de manejar. Tomé mis creencias rígidas y me forcé a flexibilizarlas. Encontré todo aquello que, desde la teoría, no cabe en el poliamor y lo desterré de mí.

El proceso fue así: encontrar en mi ser algo que yo consideraba generaba conflicto (como los celos), deconstruirlo para encontrar la inseguridad base (miedo al abandono) y buscar la forma de trabajarlo. Al empezar a hacerlo, llegué a un lugar de obscuridad y terror muy profundo. Hubo días en los que lloré de desesperación, diciéndome a mí mismo que es lo que tenía que hacerse – era necesario cruzar el bosque para llegar al claro. Me arrastré mientras escuchaba mi cuerpo rogar que me detuviera. No es una opción, me dije, lo vas a hacer porque se tiene que hacer.

Ser experto no te hace invulnerable

En mi historia he sobrevivido situaciones de abuso y dolor. En mi cabeza, me convencí que cada una de ellas me había hecho el hombre fuerte, resiliente, admirable y capaz que soy hoy. Por lo tanto, para mí era obvio que este era sólo uno más de esos retos. En algún momento eso de mí que no me gustaba iba a morirse para dejar terreno fértil para que algo nuevo surgiera.

Entonces leí esta otra frase en el artículo:

No sabía que el dolor siempre es una advertencia. Nuestros cuerpos y nuestros sentimientos saben qué onda antes que nosotros. Aún si nuestros cerebros nos convencen de otra cosa. Poner atención a lo que siento fue una de las lecciones más grandes que aprendí» – Inés Rolo

Como psicoterapeuta Gestalt, estoy muy consciente de mis emociones y sentimientos. Soy capaz de identificarlos, verlos, abrazarlos y vivirlos. En mi práctica profesional puedo ayudar a otros a ponerse atención y atender sus necesidades. He aprendido que no hay personas tóxicas, sino relaciones tóxicas.Como dice la autora, esos conocimientos me daban un sentido falso de seguridad. Lo imagino como un entrenador en el gimnasio haciendo ejercicio y pensando que no hay forma de que se lastime con algún aparato porque los conoce perfectamente bien.

Cuando me sentía triste, solo, temeroso y abandonado, simplemente me decía a mí mismo que era normal. Todo estaba en mi cabeza y debía simplemente quedarme ahí y vivirlo. Sobrevivirlo. Cuando esté del otro lado, todo estará mejor. Y, ¿sabes qué? Sí pasó. Después de cada crisis, me sentía un poco más fuerte. Mi conclusión fue, entonces, que estaba haciendo lo correcto. Simplemente estaba creciendo.

Mi abusador era yo

Y ahí estuvieron los focos rojos todo el tiempo. Al leer el artículo de Inés, me di cuenta de eso. ¿Por qué no lo vi? ¿Cómo es que un experto como yo no pudo ver los claros signos de una relación abusiva?

Fácil. Porque la persona que ha estado abusando de mí no ha sido mi pareja – he sido yo.

Nunca me perdoné ningún error. Siempre que recaí en algún sentimiento o idea que me parecían inaceptables, me reproché sin piedad. Cuando me encontraba con una situación nueva que sentía era demasiado abrumadora, me forcé a pasar por ella y a vivirla. Cuando mi cuerpo me reclamaba y me gritaba, tensando músculos, subiendo mi presión arterial, cayendo en enfermedades, me decía a mí mismo que simplemente tenía que ser más fuerte. Me aislé de mis círculos sociales porque todo mi tiempo debía estar dedicado a trabajar aquello que me es difícil hacer. Protegí a todos los involucrados para evitar que sintieran incomodidad o dolor, aunque eso implicara sacrificar mi seguridad y mi integridad emocional. ¿Qué más señales de una relación abusiva necesitaba?

Peor aún, utilicé todas esas herramientas para tener una relación sana en mi contra. En lugar de ver mis emociones y ser compasivo conmigo mismo, las escrudiñé hasta agotarme y ya no querer más. Me obligué a deconstruir todo lo deconstruible inmediata y simultáneamente. Sin importar el cansancio y el dolor que eso causaba. ¿Dónde estaba ese discurso de compasión que se me da tan bien cuando hablo de los demás?

Si alguien más me hiciera lo que yo me he hecho en los últimos meses, no hubiera dudado un segundo en defenderme y huir. Si alguien tratara a alguna de mis parejas como me trato yo a mí mismo, me rompería el corazón.

¿Qué se hace con un abusador?

Dejarlo. Es difícil porque un abusador nos hace creer que necesitamos de él para sobrevivir. Al estar impregnado en todas las áreas de nuestra vida, no sólo es dejarlo a él sino modificar todo lo que sabemos y conocemos. A veces parece que es más fácil seguir viviendo el dolor que empezar de nuevo.

No hacerlo solo. Ya que se ha identificado esta situación, es importante rodearte de gente que te nutra, te ame y tenga tu bienestar como prioridad. Te ayudará a tomar energía y sentirte fuerte para escapar en el momento correcto.

¿Ven cómo sí sé cosas? La cosa es, no puedo dejarme a mí mismo ¿o sí?

Si duele, ahí no es

Cuando haces ejercicio, hay un cierto malestar que acompaña el crecimiento de tus músculos. No es cómodo y no siempre es placentero. De hecho, cuando trabajas algo completamente nuevo, al siguiente día no puedes ni moverte. Sin embargo, sabes que lo estás haciendo mal cuando te lastimas.

El dolor y la incomodidad son diferentes. Es difícil explicarlo pero creo que es algo que percibimos y sabemos naturalmente. Si doblas una articulación hacia un ángulo para el cual no está diseñado, sientes un dolor diferente. Si estás haciendo ejercicio y te lastimas un músculo, se siente diferente al dolor de trabajarlo. Mi cuerpo sabe la diferencia. Mi cuerpo me avisa. El que no escucha soy yo.

¿El problema es el poliamor? No. Siempre he abusado de mí mismo. Sólo que ahora lo veo más claro porque las relaciones afectivas son mi área de especialidad.

Afortunadamente sé qué hacer. Sé cómo seguir. Tengo el privilegio de contar con la información, la consciencia y el apoyo de gente increíble que me ayudará.

Si te encuentras en una relación abusiva, con alguien o contigo mismo, ¿sabes dónde buscar ayuda?

¿Qué tanto es tantito? Parte 4 – ¡Practiquemos!

En papel y en teoría todo suena fácil, rápido y muy cómodo. Ahora que ya sabes qué es lo no ético de las reglas, la alternativa mágica que son los acuerdos y la protección que te dan los límites, ¡ya estás listo para que tu relación esté libre de conflicto!

Bueno, no. Ojalá fuera tan fácil.

Como todo, para aprender algo y que realmente nos caiga el veinte, hay que practicarlo. Mucho. Por lo que en esta entrada voy a compartir contigo algunos ejemplos de reglas, acuerdos y límites. Al final, dejaré algunos ejemplos de reglas comunes para que practiques cómo podrían ser replanteadas como acuerdos o, en su caso, cuáles deberían ser límites.

Olor a cigarro (de Multiamory.com)

Regla: No puedes fumar porque me molesta el olor a cigarro. Tampoco puedes salir con amigos que fumen porque llegas a casa oliendo mal.

La necesidad detrás de esta regla que intenta controlar lo que mi pareja hace es que no quiero estar cerca del olor a cigarro porque yo no fumo.

Acuerdo: Cuando sales y fumas o estás alrededor de gente que fuma y llegas a casa, me molesta el olor a cigarro. ¿Hay algo que podamos hacer para mitigar esa situación?

En este caso, la petición permite negociación y toma en cuenta a la otra persona como independiente. Un acuerdo al que se podría llegar sería que la otra persona se cambiara de ropa antes de llegar a dormir a la cama. El punto está en que se encuentre una solución colaborativa.

Límite: Si llegas oliendo a cigarro y te acuestas junto a mí en la cama, me iré a dormir al sofá.

Recuerda que el límite te protege al ser algo que puedes hacer tú, de forma individual. Tal vez pienses ¿y por qué me voy a ir yo si él es el que viene oliendo a cigarro? Si el acuerdo no funciona y es algo que realmente te molesta, esta solución evita que estés en un lugar que no quieres. Posteriormente sería necesario replantear el acuerdo que no funcionó. Si después de varios intentos te das cuenta de que tu límite sigue siendo cruzado, habría que evaluar si realmente es un límite o más bien una preferencia.

Tu tiempo libre es para mí (de Multiamory.com)

Regla: Sólo puedes salir con tus amigos cuando yo esté ocupado. / Versión 2: Debemos tener, al menos, cinco tardes a la semana juntos.

La necesidad aquí puede ser querer asegurarse de tener tiempo de calidad juntos o no sentirse reemplazado por alguien más. También podría venir del miedo a que mi pareja esté fuera todo el tiempo y no pase tiempo conmigo. No es tanto que esté con otras personas sino que no esté conmigo.

Acuerdo: Necesito que pasemos tiempo de calidad juntos y quiero saber que te importa pasar tiempo conmigo. ¿Podemos planear tiempo de calidad donde estemos juntos y podamos conectar y acercarnos?

Este acuerdo no sólo atiende la necesidad, sino que se basa en la idea de ir hacia la intimidad y la conexión, en lugar de enfocarse en evitar la incomodidad y el miedo.

Límite: No estaré en una relación donde no sienta que puedo tener tiempo de calidad con mi pareja.

Este límite funciona siempre y cuando yo esté consciente de qué es tiempo de calidad, qué tanto necesito y sea capaz de pedirlo. Si empiezo una relación con alguien que tiene dos trabajos, estudia, va al gimnasio, tiene actividades artísticas y dos perros, es poco probable que pueda darme seis horas, siete días de la semana. Sin embargo, no es que mi demanda de tiempo sea absurda, simplemente sería mejor buscar a alguien más compatible con quien esa necesidad pudiera ser satisfecha.

Avísame que estás vivo cada dos horas

Regla: Si sales con alguien más, debes mandarme mensaje a lo mucho cada dos horas.

Esta regla puede sonar perfectamente razonable si lo pensamos como cuestión de seguridad. Si no me avisas dónde estás, puedo preocuparme por lo que es mejor así. El problema es que es inflexible y se vuelve una imposición.

Acuerdo: Es importante para mí que cuidemos de nuestra seguridad cuando estamos con otras personas. ¿Cómo podemos checar que el otro esté bien sin ser intrusivos? ¿Te parece si nos mandamos un mensaje periódicamente? Entiendo que puede haber actividades que te distraigan y se te pueda olvidar, ¿está bien si yo te mando un mensaje y me lo contestas en cuanto puedas?

Se atiende la necesidad de seguridad y se dan opciones (flexibilidad). Es completamente ético y valido pedir lo que quieras, siempre y cuando sea una petición y no una exigencia (checa acuerdos para ver la diferencia).

Límite: No puedo estar en una relación donde mi pareja no esté de acuerdo en hacer check-ins periódicos cuando estamos con otras personas.

¡Cuidado! Este puede volverse una amenaza fácilmente. Si le digo a mi pareja si no me mandas mensaje cada dos horas, me voy, es una amenaza. Para que sea un límite, debe ser algo que realmente no sea negociable y signifique lo suficiente para que no te permita seguir ahí.

¡Ahora vas tú!

Aquí dejo algunos ejemplos de reglas no éticas que he escuchado o vivido. La semana que viene daré alternativas de reglas y límites. Mientras, ¿cómo lo plantearías tú?

  1. Puedes salir con otras personas y tener sexo pero no puedes enamorarte de nadie.
  2. Puedes tener otros novios pero no puedes amar a nadie más que a mí.
  3. No puedes ver el siguiente episodio de esta serie sin mí.
  4. No puedes venir a este lugar con nadie más que conmigo.
  5. No puedes mandarle nudes a nadie.

Después de que hayas hecho el ejercicio, puedes checar las respuestas aquí.

¿Qué tanto es tantito? Parte 3 – Límites

Si no puedo poner reglas para controlar lo que hace mi pareja y los acuerdos son flexibles, adaptándose a las situaciones que van surgiendo, ¿qué me protege de estar en una relación donde no soy feliz y sólo estoy aguantando cosas que me lastiman?

Cuando estás en una relación donde los acuerdos no se cumplen, puedes caer en un espiral constante donde pareciera que sólo cedes. ¿Hasta qué punto sigue la negociación?

Deal-Breakers (No-negociables)

Es muy común confundir los límites con las reglas y los acuerdos. Sin embargo, para mí es más fácil identificar ejemplos de límites en relaciones monógamas.

  • No tendré una relación con alguien que quiere seguir teniendo sexo con otras personas.
  • No me quedaré en una relación si mis ideas de formar una familia y las de mi pareja no son compatibles.
  • No tendré una relación con alguien que ya tenga una relación con alguien más.

En todos estos ejemplos, no se está imponiendo ninguna acción a la otra persona y el resultado de cruzar el límite es muy claro.

En la casa, la escuela y la oficina…

Lo particular de los límites es que pueden ser llevados a cabo unilateralmente; no requieren el consentimiento, permiso ni participación de nadie más. Generalmente, el resultado de que un límite sea cruzado es que tú mismo te retires de una situación o dejes de hacer algo específico.

De hecho, son algo que hacemos todo el tiempo. En una situación laboral, por ejemplo, un límite puede ser no trabajaré para alguien que no me paga. Esto no implica forzar a tu jefe a que te pague, sino que te retirarás en caso de que eso suceda.

Tipos de límites

Los límites pueden dividirse en físicos y mentales. Los físicos incluyen lo que sucede con tu cuerpo y tu sexualidad, por lo que puede ser más evidente cuando se cruzan. Al decir no quiero ser tocado así o no tendré relaciones sexuales sin condón estás estableciendo un límite claro. Por otro lado, los mentales/emocionales pueden ser un poco más complejos ya que implican tu intimidad, tus emociones y tus afectos. Por ejemplo, no participaré en una discusión donde me sienta agredido o demeritado.

Hay aquí un detalle. Los límites emocionales pueden fácilmente volverse coercitivos cuando lo enfoco más en lo que tendría que hacer la otra persona en lugar de mi propia agencia. Por ejemplo, no hagas cosas que me molesten no es un límite, es una advertencia o una preferencia. En ese caso, estoy intentando controlar lo que la otra persona haga o no y le estoy dando una orden. La versión de límite sería me retiraré si es que me siento enojado e incómodo.

No es una amenaza

No creo que sea posible repetir suficiente la importancia que tiene entender que los límites no actúan sobre el comportamiento de la otra persona. Parte de vivir una relación ética es aceptar que mi pareja es libre de tomar cualquier decisión que quiera. Es por eso que debemos tener cuidado en tratar de utilizar los límites como amenazas.

Si establezco un límite (no voy a estar en una relación con alguien que me mienta) y se cruza pero lo dejo pasar, realmente no es un límite – es una preferencia. Si sólo aviso y pospongo la consecuencia (ya te dije que no voy a estar en una relación con alguien que me mienta, si me mientes otra vez, me voy a ir), entonces es una amenaza. Esta última está intentando cambiar lo que hace la otra persona.

Y, ¿cómo le hago?

Recuerda que los límites son pocos. Abusar de esta herramienta puede volver una relación coercitiva o fundada en miedo. Además, siempre debes buscar establecer esos límites de forma ética y compasiva.

Primero es esencial identificar qué cosas no son negociables en tu vida. Puede ser algo tan evidente como no querer ser violentado físicamente hasta algo tan aparentemente mundano como no tolerar que alguien chifle.

Después, ¿qué tan flexible es? ¿Puedes adaptarte a alguien que de pronto silbe canciones mientras se baña? Es posible que algo de esto se resuelva con un acuerdo, más que un límite. También debes tomar en cuenta de dónde viene esa necesidad. ¿Es un límite que te protege de algo que te sucedió en una relación anterior? Podría ser que le estés cobrando facturas pasadas a alguien que ni siquiera existía en tu vida en ese momento.

¿Cómo los ejerces?

Ya que encontraste aquellas cosas que simplemente no son negociables, piensa en qué acción puedes tomar tú mismo para protegerte. Puede ser retirarte temporalmente, retirar consentimiento o, en casos más severos, terminar una relación.

¡Ojo! Los límites no siempre son tan extremos como para decir si esto sucede, ¡me voy!

La panacea

Desafortunadamente ni los límites, ni los acuerdos, ni las reglas van a garantizarte que no tendrás problemas en tus relaciones. Ninguna de esas cosas va a evitar que pases por situaciones incómodas y dolorosas. Lo que sí puede ayudar a que suceda poco y dure menos es ser flexible y aprender a comunicarte.

En esta entrada puedes encontrar ejemplos y ejercicios para que puedas practicar cambiar reglas no éticas a acuerdos y establecer límites.

¿A ti cómo te va con este tema? ¿Qué preguntas tienes?