«El poliamor es sólo una excusa para putear a gusto» – Todos, siempre.
Esa es de las frases que más escucho cuando comento que no sólo practico el poliamor sino que mi investigación de maestría está enfocada en el tema.
Spoiler: Nunca conocí «el amor de mi vida»
Como muchas personas de mi generación y mi ubicación geográfica, crecí con la idea del cuento de hadas que terminaba en el final feliz: una boda donde hay un beso romántico al final y salen los créditos. Por supuesto, a nadie le importa qué pasa después porque ya los protagonistas obtuvieron lo que querían. Entonces me dediqué a entregarme completamente cuando me enamoraba – uno nunca sabe si ese sería el indicado. Además, cuando fuera «amor de verdad» yo dejaría de sentir atracción por otras personas y mi pareja sería todo lo que necesitaría en mi vida, ¿no? El problema es que eso no pasaba.
La conclusión más evidente era que ese no era «el indicado» y era necesario seguir buscando. Dejar de lado lo que se había construido y buscar aquella relación que haría redundante la existencia de cualquier otra persona en el mundo. Spoiler: nunca la encontré.
Gays promiscuos
En el ambiente gay, me encontré con que muchas parejas terminaban abriendo su relación. Fue algo tan común que deduje que todas la relaciones entre hombres homosexuales estaban destinadas a terminar siendo abiertas. La sociedad nos dice que los hombres somos calientes y necesitamos sexo – mucho sexo. Además, «sólo es coger» y ya, o eso escuchaba. Por ahora, dejaré de lado todas las implicaciones morales y éticas que tiene el ser sexualmente activo y libre (o esta publicación sería eterna).
Entonces tenía dos opciones: ser monógamo y negar que sentía atracción por otras personas o ser «promiscuo» y coger con todo mundo.
Poliamorosos y sus parejas desechables
Después escuché la idea del «poliamor» – que para mí era lo mismo que una relación abierta pero donde ya de plano todos hacen lo que quieran sin preocuparse por el compromiso que tenían al principio. No ayudó a mi experiencia el hecho de que sólo conocía parejas «poliamorosas» que utilizaban a la gente y luego los desechaban cuando ya se aburrían de ellos. O la otra variante, personas que preferían ser «poliamorosos» porque no querían «atarse» a una persona.
Por supuesto, alguien tan celoso, posesivo y controlador como yo jamás podría llegar a un punto donde mi pareja (énfasis en MI) fuera a involucrarse con alguien más allá de algo banal y carnal. Y yo jamás podría enamorarme de alguien más mientras estaba con MI pareja, el indicado, el «verdadero amor».
Hasta que sucedió.
Entrando al bosque
Mi pareja y yo conocimos a alguien guapo, interesante, entregado y poliamoroso. Comenzamos a frecuentarnos y, sin saber en qué momento sucedió, empezamos a dormir con él al menos una vez cada quince días. De pronto había flores, mensajes diarios, llamadas, salidas, fotos juntos en redes sociales y, por supuesto, mucho cariño. Cuando nos dimos cuenta ya había pasado casi un año.
Yo me rehusaba a pensar que podríamos tener una «relación» los tres – eso no era algo que estuviera dentro de mis capacidades y paradigmas. Desafortunadamente, el negarlo no era suficiente para cambiar la realidad. Lo único que sucedió fue que la relación se desgastó para los tres y tuvo que transicionar a algo diferente (ah, en poliamor no hablamos de «tronar», pero ese también es tema para otro día).
¿Y luego?
Hoy, después de mucho tiempo de investigación, estudio y pláticas con otras personas, puedo identificar qué es lo que realmente quería, quiero y, probablemente, querré para mis relaciones actuales y futuras. Ahora puedo enfocarme en la ética del poliamor, la comunicación asertiva, el crecimiento y, sobre todo, el amor.
En este blog planeo compartir contigo esta jornada. Estaré compartiendo mi experiencia personal mezclándola con toda la parte académica que me ha ayudado a navegar tanta novedad. ¿Tú cómo empezaste?
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