Si me acerco, te retiras. ¿Cómo le hacemos?

Llegas con tu pareja y le dices que quieres platicar de algo que te molesta. Tu intención más amorosa es encontrar una solución de la mejor manera para evitar un conflicto mayor. De pronto, sin entender en qué momento sucedió, tu pareja te dice que no quiere seguir hablando de eso y se va. Tú te quedas pasmado y lo sigues diciendo ¡no lo vamos a dejar así!. A fin de cuentas, claramente hay un conflicto que se tiene que resolver, ¿no?

Tal vez sepas qué pasa después. Esto sucede muy frecuentemente cuando un pursuer (el que busca) tiene un conflicto con un withdrawer (el que se retira).

¿Te busco o me retiro?

En el episodio 228 del podcast de Multiamory, exploran a detalle estas dos formas de atender un conflicto. El punto principal que mencionan, desde mi punto de vista, es que ambos estilos son válidos y ninguno es mejor que el otro. Para entender esto, es necesario recordar qué es lo que busca una persona cuando se acerca a otra para resolver un problema:

  • Cercanía
  • Conexión
  • Cuidarse y cuidar la relación

Así de sencillo. Lo complicado es que no todos hablamos el mismo idioma y no todos procesamos igual lo que nos sucede. Vamos a ver cada uno de estos dos estilos, por qué hacen lo que hacen y de dónde viene. Sólo recuerda, ninguno es mejor que el otro.

Pursuers: Los que buscan

Estos somos esas personas que no podemos dejar algo ir. Al encontrarnos ante una situación incómoda o un conflicto, queremos resolverlo y no pensamos retirarnos hasta encontrar la solución. Por supuesto, esto implica que nuestra pareja está involucrada en el proceso. Tendemos a hacer preguntas como ¿está todo bien?, ¿pasa algo? y te noto raro, ¿qué sucede? ya que obtenemos seguridad a partir de las palabras de afirmación y la cercanía física.

En un extremo, somos los que reclamamos, hacemos acusaciones, exigencias y terminamos con el clásico es que siempre soy yo el que resuelve todo. De hecho, parece que nosotros somos los que escalamos el conflicto porque los withdrawers (los que se retiran) buscan espacio y esperar a que se calmen las aguas. Aquí surge el pues tú eres el que quiere seguir peleando que no necesariamente es acertado.

Estos extremos tienen un mensaje muy claro detrás, aunque no es expresado de la mejor manera. Lo que revelan es la necesidad del pursuer de saber que a su pareja le importa y buscan esa reconexión que anhelan tanto. Para un pursuer una conexión en conflicto es mejor que no tener ninguna conexión.

Un pursuer piensa si tan sólo podemos reconectar, todo estará bien.

Ejemplo:

P: Oye, te pedí que sacaras la basura y ahí sigue. ¿Por qué no me haces caso? ¡Siempre me das el avión! No, no te vayas, ¡vamos a platicarlo en este momento!

Mensaje detrás: Necesito sentir que te importo y que te importa lo que te pido. No quiero que te vayas porque eso refuerza mi miedo a que nuestra conexión se está perdiendo.

De nuevo, no es la forma más efectiva de buscar satisfacer esa necesidad o transmitir el mensaje, pero recordemos que no todos tenemos las mejores herramientas para lidiar con situaciones difíciles. Todos estamos haciendo lo mejor que podemos con lo que tenemos. Nuestra responsabilidad no es culpabilizarnos y juzgarnos sino conocernos mejor y obtener nuevas herramientas.

Withdrawers: Los que se retiran

Estos son los que necesitan tiempo y espacio para poder procesar un conflicto. Generalmente su respuesta es cerrarse, no responder y retirarse temporalmente. Es popular pensar que «eso es lo que debe hacerse» y, por lo tanto, asumir que ellos son los que están en lo correcto. Sin embargo, esto también puede detonar un conflicto y escalarlo de la misma forma que los pursuers, sobre todo cuando remarcan la alteración del otro y se van diciendo pues el enojado eres tú así que yo me voy y a ver cómo le haces.

Ante un conflicto, pueden usar frases como no quiero hablarlo ahora, ¿podemos dejarlo para después?, no, no me pasa nada, no es importante, y mira, ya se me quitó, sigamos con la vida. El extremo es cuando definitivamente dejan de escuchar y se vuelven monosilábicos respondiendo ajá, hmmm y otras que seguramente conoces bien.

Igual que para el pursuer, estos extremos tienen una necesidad clara y válida detrás. El withdrawer quiere evitar que el conflicto crezca, busca cuidar la conexión para evitar que se dañe con la discusión y teme no ser suficiente para su pareja.

Un withdrawer piensa si tan sólo podemos dejar que esto pase, todo estará bien.

Ejemplo:

W: No, no ando raro. (Silencio inusual y distancia física). No, no pasa nada. (Más silencio y más distancia).

Mensaje detrás: Si no digo qué está pasando, puedo evitar que haya un problema que escale y nos lleve a enojarnos. No quiero perder nuestra conexión así que mejor la cuido.

Un pequeño paréntesis aquí. El comportamiento de los withdrawers es diferente a un timeout. Este último es cuando se negocia un tiempo específico para poder respirar y tomar un descanso antes de continuar una conversación difícil. Para que sea un timeout, debe haber validación de las dos partes y un acuerdo mutuo acerca de cuánto tiempo se necesita y cómo se llevará a cabo.

Si no hablamos el mismo idioma, ¿cómo le hacemos?

En la siguiente entrada analizaré un ejemplo específico de la interacción entre withdrawers y pursuers, además de que exploraré alternativas y puntos medios que permiten la interacción.

¿Tú logras identificarte con alguno de los dos estilos? ¡Cuéntame tu experiencia!

Abriendo tu relación éticamente (antes de que te explote en la cara)

Antes de hablar de relaciones abiertas, primero tenemos que llegar a un acuerdo acerca de una palabra obscura, escondida y tabú: sexo. Y no es sólo cuestión de poder entendernos y saber que compartimos la misma definición, también es importante ubicar qué valor tiene para nosotros y cómo nos mueve.

Durante toda mi vida, mi mundo me enseñó que el sexo tiene un objetivo principal: demostrar amor a una persona muy especial. Y ya. No había otra razón. Además, siendo un hombre homosexual, tener sexo para reproducirme estaba completamente fuera de la discusión.

Abriendo la relación como una bolsa de gomitas sin abre fácil

¿Ubicas esa experiencia? Quieres abrir un paquetito de algo que no se deja y, cuando lo logras, se rompe la bolsa y explota todo el contenido por todos lados. Si te va bien, quedan algunos dulces adentro que puedes comer pero también tienes la frustración de que no era lo que esperabas, tienes que limpiar el desorden y tirar a la basura pedazos de tu relación que pensabas que podrías disfrutar mucho. Ah, ¿dije relación? Quise decir gomitas.

La primera vez que consideré abrir una relación, me pasó algo similar. Sentía muchos celos y necesidad de poseer a mi pareja para asegurarme de que me amaría A MÍ por siempre. Al mismo tiempo, estaba esta parte racional que me decía lo absurdo que era pensar que sólo por tener sexo con alguien, perdería algo importante en mi relación; sólo para que ese mismo argumento fuera seguido de un latido fuerte de mi corazón y la firme creencia de que el sexo es algo que hago con alguien que amo.

Esta constante batalla en mi interior no me permitió disfrutar las pocas ocasiones en las que nos permitimos estar sexualmente con alguien más. ¡Ah!, porque, por supuesto, sólo lo hacíamos juntos, donde pudiéramos vigilarnos y asegurarnos de que no pasara nada que no estuviera acordado.

¡Debe haber una mejor manera!

Así como la bolsa de gomitas se pudo salvar si hubiera sido paciente para planear la mejor forma de abrirla, las relaciones pueden sufrir enormemente por creer que urge que suceda. Esta necesidad de que suceda ya puede venir de varios lugares:

En todas esas opciones, la decisión se está tomando para huir de algo desagradable. El resultado son relaciones lastimadas, forzadas y básicamente sacrificadas en nombre de una idea que no tiene el bienestar de los integrantes como principal objetivo.

¿Cómo abro mi relación éticamente?

El primer paso, antes de planteárselo a tu pareja, es saber para qué quieres abrir tu relación y ser completamente honesto contigo mismo. Piensa que cualquier razón es válida porque es tuya. Desde querer algo de novedad en tu vida sexual hasta el simple hecho de tener ganas.

No es necesario que justifiques tus deseos con bases biológicas explicando que somos animales sexuales; o con una teoría de sociedades en el mundo, haciendo una cartulina para explicarle a tu pareja que hay civilizaciones donde así se hace.

El simple hecho de que lo quieras hacer es razón suficiente.

El segundo paso es entender la diferencia entre reglas, acuerdos y límites. Esto es importante para poder ser lo más claro posible en tu petición y expectativas. Te recomiendo revisar los artículos para cada uno de esos elementos dándole click a esas palabras.

Una de las razones por las cuales este paso es esencial es para evitar poner reglas no éticas que compliquen el proceso después. Un ejemplo muy popular es el /sí podemos hacerlo pero no me quiero enterar de que lo haces/. El problema con esta regla es que orilla a la relación hacia un lugar deshonesto. Es altamente probable que un día le preguntes a tu pareja /¿cómo te fue hoy, mi amor, qué hiciste?/ y tenga que omitir que pasó un par de horas en un hotel.

En lugar de huir de lo desagradable, se puede caminar hacia la intimidad. Más que decir /no quiero saber/, es una buena oportunidad para explorar qué es lo que te mueve. Juntos pueden atender esa necesidad y crecer como pareja.

Hablando con tu pareja

El tercer paso es establecer y aclarar las necesidades de cada uno y de la relación. ¿Qué necesita cada quien en este momento? ¿Qué necesita su relación? Aquí es imperativo que sean completamente honestos. Platiquen sus miedos y sus expectativas.

Ejemplo:

  • A: Me da miedo que te enamores de alguien más
  • B: ¿Qué te da miedo que suceda si me enamoro de alguien más?
  • A: Que dejes de amarme a mí
  • B: ¿Qué puedo hacer para que te sientas amado por mí? ¿Cómo podemos, juntos, hacer algo para que te sientas más seguro antes de abrir la relación?

Cuarto paso, especificar acuerdos y límites (no reglas). Debido a que no estamos hablando de una relación poliamorosa, es posible establecer acuerdos donde se mantenga el bienestar de la pareja principalmente. Y no puedo repetirlo lo suficiente, hay que ser extremadamente claros y específicos.

  • Acuerdo vago: Podemos tener sexo con quien sea
  • Acuerdo específico: Podemos tener sexo con personas desconocidas, conocidos y familiares del otro.

¿Te hizo ruido el último punto? Precisamente por eso hay que hacer esto con calma y darse tiempo para explorar lo que nos mueve. Al decir puedes tener sexo con quien sea, existe la posibilidad de que ese “quien sea” incluya a tu ex o a tu hermano. Si esto te incomoda, puedes platicarlo con tu pareja.

Finalmente, el último paso es trabajar en sus herramientas de comunicación para poder atender lo que vaya surgiendo. Recuerden que los acuerdos son flexibles y pueden ser renegociados en cualquier momento. Si algo no funciona, es necesario que todo se detenga inmediatamente y se den el tiempo de poder platicar nuevamente para entender qué es lo que necesita cada quien.

El viernes 29 de mayo, estaré en vivo platicando con mi pareja con quien llevo 6 años acerca de cómo llevamos a cabo este proceso. Platicaremos nuestra experiencia, las complicaciones que tuvimos, cómo lo resolvimos y estaremos respondiendo las preguntas que vayan surgiendo. Si quieres verlo, ¡sígueme en @gotitasdepoliamor en Instagram!

Que dice que siempre no: Parte 2 – No tuvimos sexo, sólo fajamos

Estás con tu pareja y llegan al acuerdo de que tendrán exclusividad sexual en su relación. Ambos quedan contentos y seguros, sabiendo que pidieron lo que necesitan y lo obtendrán. Un día, te enteras de que tu pareja tuvo un faje con alguien en el antro y te sientes despechado, traicionado y burlado. ¡Claramente habían quedado que eso no sucedería! Evidentemente, tu pareja violó el acuerdo.

Pues, ¿qué crees?

Ay, nomás fue un besito

Cuando se llegó al acuerdo se establece que no tendrán sexo con nadie más. Aquí el problema es que, probablemente, no se detuvieron a pensar si comparten la misma definición de sexo. Y ya te escuché, querido lector, diciendo ¡pero si es súper obvio! ¡el sexo es sexo!

Pero, ¿un beso es sexo? ¿qué tal una caricia en el cuello? Si tu pareja está con alguien en la cama, abrazados, viéndose a los ojos, escuchando sus corazones palpitar y acariciando sus manos, sus labios y su cara durante horas, ¿es sexo? Por otro lado, si tiene coito con otra persona que le es completamente indiferente y no lo disfruta, es más, ni siquiera llega al orgasmo, ¿es sexo? Y si lo es, ¿son lo mismo?

No. No es obvio.

Uno de los principales enemigos de la comunicación asertiva es esta idea de asumir que las cosas son obvias para el mundo porque lo son para mí. Hay que considerar que, aunque todos hayamos crecido en el mismo mundo, las costumbres, ideas y maneras de pensar que aprendemos en nuestra vida nunca serán las mismas. Aún hermanos que vivieron en la misma casa toda su vida experimentan la vida desde un punto de vista individual.

Veamos un ejemplo sencillo. Para ti, ¿qué es una silla? Es obvio, ¿no? Una silla es una silla. A cualquier persona que le muestres una silla te lo podrá confirmar. Pero, ¿qué hace que la silla sea una silla? Si hay una variación en el número de patas, el tamaño, el material, ¿sigue siendo una silla? Si no me puedo sentar en ella porque se le rompió una pata, ¿deja de ser silla?

Espero que no te hayas detenido para ir a buscar la definición en el diccionario. Si lo hiciste, déjame decirte que no te va a ayudar en nada. Aquí lo importante es entender que existe más de una forma de ver el mundo y que la tuya no es la única ni necesariamente la mejor.

El bache en la comunicación sucede cuando asumimos que todo es como nosotros creemos e invalidamos la experiencia del otro. Además, si yo asumo que el otro entiende, recae en esa otra persona la responsabilidad de interpretar. Y ¡ay de él que piense algo diferente a lo que yo!

Entonces, ¿cómo nos entendemos?

Si todos tenemos significados diferentes, ¿cómo es que podemos entendernos? Preguntando. En nuestra sociedad tenemos un conjunto de significados comunes que nos permiten interactuar. Si te mudas a un lugar nuevo, probablemente tengas que aprender que hay palabras inofensivas para ti que son ofensas para los habitantes de ahí. Y aunque muchas cosas pueden darse por hecho, hay que ubicar cuáles no.

No hay una lista específica de conceptos que tengas que checar con tu pareja para evitar conflictos por presunción debido a que cada relación es un mundo. Lo que sí puedes hacer es enfocarte en aquellas cosas que son importantes para ustedes, las áreas donde surjan conflictos y todo lo que tenga que ver con mis expectativas. Antes de asumir que no son compatibles porque no se pueden poner de acuerdo con el desayuno rico, primero siéntense a platicar qué es un desayuno rico para cada quien.

Y no, no hay una forma de hacer las cosas «bien»

Un detonante infalible para empezar una buena discusión (de esas donde empiezas hablando de que estás incómodo por algo y terminas peleando porque siempre dejas los zapatos en la entrada) es decirle a la persona que es inútil, incapaz e ineficiente. Un ataque de ese tipo evidentemente se vuelve un problema inmediato, ¡imagínate tratar de actuar con ecuanimidad cuando tu pareja prácticamente te dice que eres un estúpido!

Y aquí podrás decir yo nunca le diría eso a alguien que amo y probablemente tengas razón, nunca se lo dirías con esas palabras. Sin embargo, tal vez te has encontrado diciendo algo como no acomodaste los trastes bien.

Aquí un tip: En lugar de decir que las cosas no se hicieron «bien», intenta decir «como a mí me gustan». Es completamente válido que tú prefieras que la ropa esté acomodada por colores y tipos de prenda. También es válido que no entiendas cómo es que tu pareja puede vivir dejando la ropa en el sillón y tomando la que vaya a usar (con un par de olidas para revisar que esté usable) pero, por más extraño que parezca, ninguna de las dos es la manera «correcta» de acomodar la ropa. Puedes comunicar tu necesidad diciendo yo prefiero que las cosas se hagan de esta forma, ¿podrías hacerlo así?, sabiendo que es posible y aceptable que tu pareja te diga no.

Revisa las letras chiquitas antes de acceder

Es muy común decir sí a todo al entrar a una relación como si fueran los términos y condiciones de iTunes (¿sabías que estos últimos explícitamente te prohiben utilizar iTunes para hacer armas nucleares?). Lo importante es saber que puedes ir renegociando y conociendo la relación sobre la marcha también. Sobre todo, que puedes retirar tu consentimiento o renegociar los términos en el momento que tú quieras. Si accediste a algo y después recibes información nueva, es completamente valido reevaluar si quieres continuar, si necesitas algún cambio o definitivamente detenerte.

Aquí te dejo algunas áreas en las que comúnmente surgen conflictos por no compartir significados (y no preguntar antes).

  • Sexo
    • ¿Qué implica ‘tener sexo’ para ti?
    • ¿Qué significa el sexo para ti en una relación?
    • ¿Qué tan importante es el sexo para ti?
    • ¿Con qué frecuencia necesitas/deseas tener sexo en tu relación?
  • Amor
    • ¿Cómo te gusta recibir amor?
    • ¿Cómo expresas amor?
    • ¿Hay jerarquía en el amor para ti?
    • ¿Qué necesitas para sentirte amado?
  • Intimidad
    • ¿Qué es la intimidad para ti?
    • ¿Con quién compartes intimidad?
    • ¿Hay diferentes grados de intimidad?
  • Fidelidad
    • ¿Qué es fidelidad para ti?
    • ¿La fidelidad sexual es lo mismo que la exclusividad sexual para ti?
      • Referirse al primer punto para saber qué implica
    • ¿Qué implica ser fiel para ti?
    • ¿Cómo manejarías una infidelidad?
  • Ser escuchado
    • ¿Cómo es ser escuchado para ti?
    • ¿Qué acciones observables puede hacer el otro para que te sientas observado?
  • Privacidad
    • ¿Qué es para ti la privacidad?
    • ¿Qué tan importante es y cómo la ejerces?
    • ¿Qué áreas de tu vida te gustaría compartir?
    • ¿Qué áreas de tu vida te gustaría tener sólo para ti?

¿Qué otras áreas de conflicto conoces que se relacionen con incompatibilidad de significados?

Empatía es acompañar, no resolver.

Cuando alguien se acerca a ti para decirte que se siente mal, ¿le dices lo que sientes no es válido, te pasa porque eres débil y no eres como deberías ser? ¿No? ¿Estás seguro?

Tal vez te ha sucedido que alguien te cuenta que se sientes triste, frustrado, enojado o fastidiado y tú tienes toda la disposición a ayudar. A pesar de que te muestras interesado y haces un esfuerzo por mejorar las cosas, después de la plática pareciera que hasta se sienten peor. Igual y la persona se pone defensiva y terminas como el villano de la película. ¿Sabes por qué sucede?

Tus sentimientos no son válidos

Comencemos con un ejemplo de la vida real:

A: Te veo triste, ¿está todo bien?

B: Sí estoy triste. Ayer le pedí a mi pareja que viera una película que me encanta y se quedó dormido.

A: Ah, ¡no te preocupes! Eso no quiere decir que no le importes. Seguro estaba cansado. Además, hay muchas cosas por las cuales estar feliz, ¡ya quita esa cara! Malo que te hubiera sido infiel o algo así. En ese caso sí tendrías razón de estar triste. Hay gente que la pasa peor que tú así que mejor sé agradecido con lo que sí tienes.

Esa respuesta es un ejemplo muy común de lo que se entiende popularmente por ser «empático» y «apoyar» a un amigo que se siente mal.

Si lo vemos con algo de detalle, el mensaje real es este:

Lo que dices: Ah, ¡no te preocupes!

Contiene el mensaje: Deja de sentirte así

Lo que dices: Eso no quiere decir que no le importes

Contiene el mensaje: lo que sientes no es válido ya que hay otras formas de interpretarlo.

Lo que dices: Seguro estaba cansado

Contiene el mensaje: no eres capaz de ver lo evidente.

Lo que dices: Además, hay muchas cosas por las cuales estar feliz

Contiene el mensaje: nuevamente, tu sentimiento no es válido

Lo que dices: ¡ya quita esa cara!

Contiene el mensaje: deja de sentirte así y cambia tu expresión

Lo que dices: Malo que te hubiera sido infiel o algo así. En ese caso sí tendrías razón de estar triste

Contiene el mensaje: debido a que hay cosas peores, lo que sientes está fuera de proporción y, por tercera vez, no es válido

Lo que dices: Hay gente que la pasa peor que tú, así que mejor sé agradecido con lo que sí tienes

Contiene el mensaje: no sólo es inválido sino, además, debes sentirte avergonzado por ser malagradecido.

Cuando nos encontramos con alguien en una situación dolorosa o de sufrimiento, lo primero que queremos hacer es sacarlo de ahí. Inmediatamente le ofrecemos alternativas y soluciones para que deje de sentirse como se siente. Por supuesto, esto es un gesto amoroso y viene de un lugar muy compasivo.

Al tratar de arreglar una situación demasiado rápido, no estamos validando lo que la otra persona siente y, sin ninguna intención malévola, le estamos diciendo que su percepción está mal y debe cambiar.

¿Por qué sucede?

La intención superficial sí es ayudar al otro. Sin embargo, esto surge de una necesidad de estar bien uno mismo. Queremos que el otro esté mejor porque no nos enseñan a acompañar a otra persona en su malestar. Nos urge que se sienta mejor para que no nos sintamos incómodos, inadecuados o, simplemente, porque nosotros mismos queremos huir de lo que nos reflejan esas sensaciones desagradables.

La consecuencia es que demeritamos las acciones que hace al otro dándole respuestas que seguramente esa persona ya había considerado, invalidamos sus sentimientos para que los abandone o nos volvemos condescendientes diciéndole que hay otras formas de manejar lo que le está sucediendo.

La realidad es que nadie puede saber cuál sería la mejor forma de lidiar con lo que está pasando más que la persona que lo está experimentando

A veces, la persona que recibe estos comentarios puede responder de manera defensiva y tú te quedas pensando Uy, ¿y para eso te ayudo?

¿Cómo puedo acompañar a la otra persona?

Si realmente quieres ser empático y apoyar a alguien que te está compartiendo su malestar, hay que aprender a quedarnos con ella. Es necesario poder acompañar sin querer cambiar lo que está sucediendo.

Como todas las herramientas de comunicación que no nos enseñaron de chiquitos, requiere práctica y puede sentirse forzado al principio. Si lo haces lo suficiente, te aseguro que se volverá algo natural y mejorará tus relaciones románticas, laborales y amistosas.

Para responder con empatía:

  • Describe la situación que te platicó la otra persona de la forma más objetiva que puedas. Esto es sin incluir emociones, juicios ni alternativas.

Tip: Puedes empezar diciendo Escucho que…, Me dijiste que…, Entiendo que te sucedió…

  • Describe cómo se siente la otra persona según lo que te ha dicho. Evita interpretaciones y juicios. Si no estás seguro o la persona no dijo exactamente cómo se sentía, ¡pregúntale!

Tip: Puedes decir Escucho que te sientes…, Entiendo la situación pero no me queda claro cómo te sentiste, ¿me podrías decir cómo te sentiste?

  • Expresa cómo te sentirías si estuvieras en circunstancias similares. MUY IMPORTANTE: No cómo te sentirías EN ESA SITUACIÓN EXACTA sino en una similar en la que te sentirías como esa persona.

Tip: Por ejemplo, si la persona se siente triste porque perdió una gorra muy importante pero a ti no te importa la ropa, piensa cómo te sentirías si perdieras algo que es importante para ti. Si no tienes apegos a cosas materiales, puedes tratar de imaginar cómo te sentirías si algo que te hace feliz desapareciera, así fuera una persona o alguna situación de tu vida diaria.

  • Este último paso es el más esencial. NO DES CONSEJOS NI DIGAS NADA MÁS. Es probable que sientas que tu discurso se quedó incompleto y que necesitas decir algo como pero todo va a estar bien. La realidad es que no sabemos si todo va a estar bien y, en ese momento, ¡no importa!

Tip: Si tienes necesidad de decir algo más, puedes simplemente reafirmar tu apoyo diciendo algo como Aquí estoy contigo, Te escucho o preguntando si hay algo más que puedas hacer.

Para ser empáticos, el mensaje principal que debemos transmitir es: No estás exagerando, no estás siendo dramático y sí es para tanto.

Cómo se ve en acción

Veamos el ejemplo de arriba pero con una respuesta empática.

A: Te veo triste, ¿está todo bien?

B: Sí estoy triste. Ayer le pedí a mi pareja que viera una película que me encanta y se quedó dormido.

A: Escucho que hay algo importante para ti que quisiste compartir con tu pareja y no la recibió como te hubiera gustado. También escucho y veo que estás triste. Si alguien que amo no apreciara algo que es importante para mí, también me sentiría triste.

De nuevo, tal vez sientas que falta el pero todo va a estar bien o un si quieres yo puedo verla contigo. Eso ya será decisión de la otra persona. Por el momento, lo que estás haciendo con ese discurso es decirle te veo, te escucho, te entiendo y te acompaño.

No es fácil y no es cómodo pero es lo que muchos necesitamos aprender a hacer.

Los celos son amigos, no comida.

Este es el tema del que muchos queremos hablar. Cuando empecé a considerar la idea del poliamor, los celos definitivamente fueron lo primero que investigué. ¿Cómo le hacían estas personas para poder superar sus celos? ¿Qué hacían con esa presión en el pecho, esa mandíbula apretada, hombros y espalda tensos, junto con todas las fantasías catastróficas que inundaban mi cabeza cuando imaginaba la mínima posibilidad de que mi pareja se interesara por alguien que no fuera yo?

Huimos de lo que no nos gusta

Desde que estaba en relaciones monógamas me identificaba como un hombre muy celoso y controlador. Para volverme menos «tóxico» (puedes leer aquí por qué lo pongo entre comillas), leí acerca del origen de los celos, su fundamento fisiológico y me pregunté, como algunos de ustedes, si es normal sentir celos.

¡Por supuesto que no es normal!, pensé.

Cuando mi pareja me contaba de alguien de su pasado, sentía un vacío en el estómago y un apretón en el pecho. Ya, no me cuentes más. No necesito saber. y paraba la conversación. Al menos la conversación con él porque en mi cabeza había una cascada de pensamientos que detonaban más reacciones fisiológicas desagradables.

Y es que los celos no son un sentimiento por sí mismos, son una mezcla de varios otros. Cuando surgen, puedes sentir miedo, tristeza, inseguridad, enojo, soledad, rechazo, ansiedad, desesperación y frustración entre otros.

En nuestra sociedad estamos entrenados a buscar la forma más rápida y efectiva de dejar de sentirnos «mal». Si tienes un dolor de cabeza, tómate una aspirina; si te sientes cansado, toma un café; si estás triste, habla con un amigo para que se te quite y te sientas mejor pronto. Le tenemos tanto miedo a nuestras emociones que hasta las describimos como negativas.

Por supuesto que los celos, siendo una bomba de emociones, son clasificados como tóxicos e indeseables. Hay quienes dicen que si los sientes, ¡te hace falta madurez y deconstrucción!

Los celos como comida

Todo esto nos lleva a usar los celos como comida. Tomamos esos pensamientos y sensaciones y tratamos de reprimirlo o huir de ellos, sin darnos cuenta de que lo único que hacemos es alimentar esas emociones que nos dan tanto miedo.

Los celos alimentan tu inseguridad cuando te llevan a compararte con otras personas, sabiendo que siempre habrá alguien que tenga algo que tú no tienes. Alimentan tu enojo cuando no puedes hacer nada para detener una situación y te sientes tratado de manera injusta. Incrementan tu miedo y ansiedad cuando intentas evitar ver la realidad y cierras tus ojos, pensando solamente en una inmensa cantidad de fantasías catastróficas.

¿Los celos así son malos? No. ¿Son agradables? Por supuesto que no.

Al tomarlos y echarlos como papa caliente al bote de tu interior, se vuelven el combustible para el fuego que son tus reacciones fisiológicas. Ese dolor físico que sientes es real y sólo tú sabes cómo es.

En algún momento, cuando aún tenía una relación monógama con una de mis parejas, tuvimos una situación así. Poco después de empezar a vivir juntos, me comentó que había tenido sexo con una persona que a mí no me caía nada bien y que, además, vivía junto a su trabajo. Por mera coincidencia, el siguiente día llegó más tarde a casa de lo normal. Yo estaba angustiado, enojado, frustrado y dolido pensando en la posibilidad de que se hubiera ido con él. Mi pareja llegó a casa y tuve dos opciones: tragarme mis celos y alimentar esa tensión, ese vacío en el estómago y en el corazón o hacer algo con ellos.

Durante muchos años, me acostumbré a tragarme esos sentimientos. Siempre pensando que estaban mal, debía dejar de sentirlos y seguir con mi vida. Nunca me funcionó. Sólo me llevaron a tener discusiones después que escalaban mucho más allá de lo que pudieron haber sido en un momento.

Ese día, tomé a mi pareja de la mano y le dije estoy teniendo muchos celos. Tengo miedo de que te hayas ido con el sujeto que me platicaste ayer, me siento triste y adolorido. Esto que siento no tiene nada que ver con la realidad y no importa si sucedió o no. En este momento no te estoy acusando ni sospecho nada, por lo que no te pido que me expliques nada. Sólo quiero poder compartir mi malestar contigo y buscar una forma de sentirme mejor. Me gustaría que me ayudaras, ¿puedes? ¿quieres?

Los celos como amigos

¿Qué pasa si en lugar de tratarlos como algo horrible que no queremos tocar tomamos otro camino?

Las emociones y sensaciones tienen una función y existen para algo. Nos han enseñado a tenerles miedo y huir rápidamente en lugar de aprender a sentarnos con ellas a escucharlas. Si te sientas con tu cansancio sin distractores o estimulantes y escuchas lo que te dice, probablemente sea algo tan sencillo como «necesito descansar«.

Probablemente no tengas una muy buena relación con tus emociones desagradables. Es posible que hayas pasado gran parte de tu vida ignorándolas, haciéndolas a un lado, devaluándolas o peleando con ellas. Imagina a un amigo que tiene tu bienestar como prioridad y que siempre intenta avisarte de lo que necesitas pero lo tratas así. Eventualmente se desesperará y recurrirá a medidas más intensas para que lo escuches.

Tus emociones hacen lo mismo.

Cuando me senté con mis celos, la pasé muy mal. Fue como estar cayendo en un espiral obscuro sin saber cuándo iba a parar. Afortunadamente, al quedarme atendiendo mi sensación sin seguirle dando de comer ideas y sin intentar huir, la incomodidad extrema pasó bastante rápido. Lo que quedó detrás fue un mensaje muy útil.

En mi caso, mis celos me estaban avisando de mi necesidad de cuidarme, reconocerme y ponerme como prioridad. Mi miedo a que mi pareja me abandonara me habló de mi creencia de que no soy valioso. Mi ansiedad de que pasaran cosas que no podía controlar me comunicaba la necesidad de sentirme seguro. Mi tristeza por pensar que mi pareja se olvidaría de mí estando con otra persona me mostró lo poco que me reconozco y cuido. La soledad que me abrumaba cuando no estaba con mi pareja me hablaba de una necesidad enorme de sentirme suficiente.

No te los quites, úsalos

Después de que logré hacer eso, mis relaciones dieron un giro maravilloso. En lugar de simplemente sufrir porque tenía celos, pude platicar con mis parejas desde mi necesidad y pedir exactamente lo que me hacía falta.

Celos: No quiero que salgas con él

Necesidad: Tengo miedo de no ser valioso para ti, ¿podríamos buscar algo juntos para que me sienta valioso para ti?

Celos: Es que si te vas, quién sabe qué vas a hacer y a qué hora vas a regresar

Necesidad: Me siento inseguro cuando sales, ¿qué podemos hacer juntos para ayudarme a sentir seguridad?

Celos: Si te vas con él, voy a desaparecer de tu mente y de tu corazón

Necesidad: Me da tristeza pensar que no soy importante y soy reemplazable. ¿Puedes ayudarme a saber lo que aporto a tu vida y cómo soy importante?

Suena fácil. No lo es. Requiere reprogramar años y años de enseñanzas y creencias. Es necesario sentirse seguro y con la fuerza para ver al monstruo de ojos verdes a la cara para poder conocerlo.

Pero ya que lo conoces, puede ser tu amigo. Puede ayudarte a identificar lo que necesitas y pedirlo para sentirte más pleno en tus relaciones.

Ni poli ni mono – Amor Ético

Hace poco me invitaron a dar una conferencia en una universidad al norte de la ciudad. Estaba a punto de mandar mi presentación cuando me di cuenta de algo que ha estado surgiendo en mi práctica profesional. En los últimos años he estado haciendo investigación en relaciones poliamorosas y no monógamas, aprendiendo a utilizar herramientas de comunicación, deconstrucción y resignificación de conceptos. Todo eso me llevó a crear el proyecto de Gotitas de Poliamor.

Sólo que he estado olvidando el apellido de mi proyecto: Gotitas de Poliamor para los Dolores de la Monogamia.

Los dolores de la monogamia

No, el poliamor NO ES MÁS AVANZADO QUE LA MONOGAMIA. Las personas poliamorosas no somos más maduras, más evolucionadas ni el futuro de las relaciones. Y definitivamente el poliamor no es para todos.

Después de decir eso puedo hablar de qué sucede en la monogamia tradicional. Estamos tan bombardeados con ideas (vagas) de relaciones monógamas que creemos saber exactamente qué estamos buscando. Decimos «quiero tener una pareja» y no sabemos ni para qué – simplemente sabemos que es lo que nos toca hacer. Pero si todos sabemos qué es una pareja, ¿por qué no sólo la encontramos y vivimos felices para siempre?

Para mí una pareja es un confidente, un cómplice, un apoyo, una inspiración y una guía, alguien que camina a mi lado compartiendo su vida conmigo. Sin embargo, lo que caracteriza a la monogamia es la exclusividad sexual. Y ya. Eso es todo. Tu relación se mantiene monógama siempre y cuando no se acuesten con nadie más.

¿Te has puesto a pensar en eso? Las relaciones monógamas tradicionales sólo están definidas por la exclusividad sexual. ¿Realmente es eso lo más importante de una relación íntima entre dos personas?

La base de una relación ética

Yo propongo llevar el enfoque de nuestras relaciones hacia otro lado. Buscar que haya libertad, autenticidad, compromiso y, por supuesto, amor.

Sin agencia, no hay libertad. Sin honestidad, no hay autenticidad. Sin consentimiento, no hay compromiso. Sin compasión, ho hay amor.

Las relaciones poliamorosas no dependen de la exclusividad sexual sino de la ética con la que se manejan los participantes. En otras palabras, en tener un amor ético. Los autores que he revisado proponen dos o tres conceptos éticos principales… yo considero que hay un cuarto esencial para evitar que los primeros tres se utilicen como armas. Sobre todo, creo que esto puede llevarnos a pensar, más que en ser monógamo o poliamoroso, en amar éticamente.

Los cuatro pilares de una relación ética

  1. Agencia

En las relaciones poliamorosas, nadie le pertenece a nadie porque, para empezar, todos tenemos la libertad de tener más de una relación amorosa. La agencia es tener la libertad de hacer lo que quieras.

Sí, lo que quieras.

Tú como ser humano tienes el derecho de hacer lo que tú quieras. Tomar tus propias decisiones dependiendo de lo que quieras y necesites. Tienes libertad sexual, emocional, de tu tiempo y de tu espacio.

Tal vez leas eso y pienses ¡por supuesto! ¡eso es más que obvio! y tal vez algo dentro de ti se mueva y diga ¿cómo? ¿Mi pareja es libre de acostarse con quien quiera? ¿Mi pareja puede amar a otras personas? ¿Puede irse de viaje o vivir en otro lado? ¡Peor aún! ¿Puede ver el siguiente capítulo de nuestra serie favorita sin mí y yo no se lo puedo prohibir?

Así es. Porque tu pareja es libre de hacer lo que quiera. Eso también significa que si ejerce su agencia de manera libre y está contigo, es porque decide estar contigo.

Tu pareja te elige a ti. Elige el tipo de relación que tienen. No está porque tiene que hacerlo ni porque se firmó un papel. Se queda porque así lo decide.

2. Honestidad

Para que esto funcione debe haber honestidad. Puede que suene obvio pero ¿qué es ser honesto? ¿Es decir todo? ¿Qué pasa si tu pareja te dice que no quiere saber? Si tengo partes de mi vida que mantengo privadas, ¿estoy siendo deshonesto?

Además, la monogamia tradicional y el amor romántico no promueven la honestidad. Al tener la expectativa de que sólo estarás con una persona el resto de tu vida, se espera que no sientas atracción por nadie más (o al menos que mientas al respecto). Como ya sabemos cómo “debería” ser una relación, es difícil poder ver los deseos y necesidades propios.

La honestidad implica que todos los miembros de la relación (ya sean sólo dos o más) puedan comunicar sus deseos y necesidades, sabiendo que existe la posibilidad de negociación. Tal vez la parte más difícil de este pilar es poder ser honesto con lo que quiero yo mismo.

Es necesario que me pregunte qué necesito y qué quiero. Poder ver esto sin culpa, sin miedo a ser juzgado y sabiendo que si mi pareja no me lo da, no quiere decir que yo esté mal. Para lograr esto, es imprescindible tener herramientas de comunicación que me permitan pedir sin exigir y expresar mis deseos sin responsabilizar al otro de lo que me pasa.

Si ocultas información sabiendo que podría afectar tu relación, estás mintiendo. El no decir la verdad no siempre es mentir, el esconder algo que sabes debe ser dicho sí.

3. Consentimiento

Tal vez en este momento estés pensando ¿qué me protege de estar en una relación donde me siento incómodo, herido o inseguro por alguien que hace lo que quiere y me lo restriega en la cara?

El consentimiento. Más importante aún, saber que es tuyo para darlo o para retirarlo.

En las relaciones monógamas tradicionales si das tu consentimiento, ya no puedes echarte para atrás. La idea de que tienes un alma gemela y no hay más implica que, si lo encontraste, tienes que quedarte con él hasta que la muerte los separe.

La realidad es que las personas estamos cambiando todo el tiempo. La persona que eres hoy es completamente diferente a quien eras cuando conociste a tu primer pareja. Por supuesto, el ideal es poder crecer juntos y construir una vida donde la compatibilidad prospere. El problema es que si crees que no tienes opción, puedes acostumbrarte a la incomodidad.

Hay relaciones donde las personas siguen juntas por culpa (¿cómo me voy a ir después de que me ayudó tanto?), por miedo (¿qué voy a hacer sin él? ¿Qué va a hacer sin mí?) o por costumbre (llevamos tantos años juntos, ¿cómo tirarlo todo a la basura?). En todas esas situaciones, responsabilizas al otro de una decisión que tú tomas.

Si tuviste una relación maravillosa durante años y decides separarte, eso no invalida todo lo que viviste. Sigue siendo una relación exitosa. Si te quedas, es porque así lo decides.

Una persona que no es capaz de poner límites debido a trauma, problemas de autoestima o coerción, no puede dar su consentimiento. Esto incluye situaciones de violencia (explícita o sutil).

4. Compasión

Los primeros tres pilares son muy sonados y utilizados en redes poliamorosas. Desafortunadamente, es my fácil que se utilicen como un arma. De pronto alguien toma decisiones que hieren a sus parejas e ignoran su responsabilidad alegando que están actuando con agencia, siendo honestos y, finalmente, la otra persona ya dio su consentimiento así que no se puede quejar.

Yo agrego este cuarto pilar como el más esencial para poder llevar a cabo una relación ética.

En una relación con compasión, estoy con alguien que me ama y me siento amado por esa persona. Todos los involucrados actúan con el bienestar de sus seres amados en mente. Sí ejercerán su agencia, siendo conscientes de que lo que hacen afectará a otra persona y buscarán la mejor forma de hacerlo. Sí serán honestos y considerarán cómo la otra persona recibirá la verdad. Sí darán su consentimiento y se asegurarán de respetar los límites del otro. En pocas palabras, amarán éticamente.

Esto a veces no se ve así porque asumimos que todos somos seres elevados y contamos con todas las herramientas necesarias para hacerlo. La realidad es que todos hacemos lo mejor que podemos con lo que tenemos disponible.

Cuando vemos las relaciones con los lentes de la compasión, podemos darnos cuenta de que esto realmente es así. Cuando te alejas de tu pareja después de un conflicto, puede percibirse como si no te importara cuando en realidad lo que quieres es cuidarla evitando el conflicto. Si insistes en resolver un problema inmediatamente, puede percibirse como molesto e imprudente pero lo que quieres hacer es pasar ese problema rápido para que no haga más daño.

El mirar un conflicto con compasión no implica justificar las acciones e ignorar cómo nos hacen sentir. Lo que se logra es saber que la otra persona no está buscando hacerme daño; si lo hace, es porque es lo mejor que puede hacer.

Depende de mí decidir si quiero seguir ahí o no. No por odio, resentimiento o dolor, sino por amor a ti mismo y a tu pareja.

La utopía

¿Suena utópico? Tal vez. Aunque yo creo que está bien. Llevamos mucho tiempo persiguiendo un amor utópico romántico basado en historias donde se glorifican las mentiras, los celos y el control, ¿por qué no ir hacia una utopía basada en la ética? ¿Por qué no luchar por un amor ético?

Yo propongo que en una relación ética, mi pareja puede hacer lo que quiera pero elige estar conmigo, sabiendo todo lo necesario y dando su consentimiento para seguir juntos porque ambos estamos actuando con el bienestar del otro en mente.

En otras palabras…

Sin agencia, no hay libertad. Sin honestidad, no hay autenticidad. Sin consentimiento, no hay compromiso. Sin compasión, ho hay amor.

Que dice que siempre no: Parte 1 – Comunicación asertiva y decir ‘no’.

Las relaciones éticas funcionan cuando todos los involucrados tienen agencia, son honestos, dan su consentimiento y actúan con compasión (aquí puedes leer mi propuesta de cuatro pilares para una relación ética). En otras palabras, todos pueden hacer lo que quieran siempre y cuando todos estén de acuerdo. En la práctica, hay algunos baches.

Llega el momento que tanto has esperado, el día en que tu pareja y tú harán acuerdos éticos. Sabes que puedes pedir lo que quieras y que podrán negociarlo con compasión buscando el bienestar de ambos. Tu pareja te ve a los ojos con todo el amor del mundo y te pregunta ¿y tú qué quieres, mi amor?

Ves su mirada y tu corazón se detiene. ¿Qué quiero?, piensas. Pues quiero muchas cosas, quiero poder salir con mis amigos los viernes y sentirme contento de pasarla con ellos, quiero poder llegar a casa a ver mi serie favorita solo algunas veces, quiero ir al concierto de ese artista que no te gusta y que me acompañe alguien que sea fan. Todo está muy claro. Así que respondes con no sé.

Lo que realmente piensas es esto: Pues quiero muchas cosas, quiero poder salir con mis amigos los viernes y sentirme contento de pasarla con ellos (pero si me voy te vas a sentir solo e igual y te enojas o te hago daño… tal vez te den celos y te sientas inseguro o hecho a un lado), quiero poder llegar a casa a ver mi serie favorita solo algunas veces (pero siempre vemos la tele juntos y siempre vemos cosas juntos, si te digo que quiero ver algo solo, te vas a sentir rechazado e igual piensas que no me gusta tu compañía), quiero ir al concierto de ese artista que no te gusta y que me acompañe alguien que sea fan (pero igual y te dan celos porque comparta algo así con alguien que no seas tú).

A lo mucho, probablemente surja un débil me gustaría ver esta serie algún día, si no tienes problema. Y se queda ahí, como un deseo de algo que probablemente nunca suceda.

¿Por qué es tan difícil decir quiero?

Así lo aprendimos

En México tenemos algunas características que nos dificultan el poder realmente pedir lo que queremos y no forzarnos a estar en lugares que nos hacen sentir incómodos. Comencemos por lo más evidente.

Culturalmente tendemos a darle la vuelta a las cosas porque ser directo es considerado agresivo. Me gustaría, por favor, si no es demasiada molestia, que platicáramos acerca de nuestra vida sexual en algún momento pero sólo si no es un problema. Tú me avisas cuándo, ¿va? ¿Te suena? Utilizamos palabras como me gustaría, estaría padre, ojalá pasara y otras tantas en lugar de un simple, sencillo y claro quiero. Sólo que decir quiero hablar de nuestra vida sexual tiende a ser recibido peor que una cachetada.

«No» es una opción también

Parte de que recibamos un quiero como algo agresivo es que no estamos acostumbrados a decir no. En lugar de eso surgen respuestas como ahorita no, en un ratito, más o menos y demás. Entonces nos la pasamos platicando de situaciones imaginarias y dando respuestas vagas. No es de sorprenderse que nos quedemos atrapados en acuerdos que no nos satisfacen.

Pensemos en un ejemplo de la vida real:

Llegando a una tienda, preguntas por algo que te gustó. Te lo muestran y te encanta. Preguntas el precio y te das cuenta de que no quieres pagar tanto por ese objeto. ¿Dices no lo quiero, gracias o déjeme dar la vuelta y regreso? Aunque la persona de la tienda sabe que no vas a regresar. Tú sabes que no vas a regresar. El perrito de la esquina que te ve salir de la tienda sabe que no vas a regresar.

Ahora pasemos a un ejemplo en una relación:

A: Me gustaría que platicáramos acerca de nuestra vida sexual.

B: Sí, es algo importante.

A: …

B: …

A: …

B: ¿Qué quieres comer hoy?

A: (Pues sí, le vale madres lo que yo quiero. Pero es mi culpa por creer en él). Lo que tú quieras.

B: ¿Quieres comer sushi?

A: (Ya sabes que me gusta más la pizza pero nunca me escuchas ni me atiendes). Como tú quieras.

Y así podría seguir el diálogo pero probablemente tú ya lo conozcas.

Abandonado o absorbido

¿De qué sirve poder pedir claramente lo que queremos? Para empezar, si no lo dices las probabilidades de que lo obtengas son mínimas. Sí, puede ser que por una serie de sucesos coincidentales milagrosamente suceda exactamente lo que esperas; sin embargo, eso pasará muy esporádicamente. Por otro lado, me permite diferenciarme de la otra persona y seguir siendo un individuo – que es probablemente lo que generó que nuestra relación surgiera desde un principio.

Las relaciones sexoafectivas como las conocemos son un terreno fértil para la codependencia. Nos vamos acercando poco a poco hasta que perdemos la capacidad de hablar de manera individual: esa película nos gusta mucho, ese restaurante es nuestro favorito, a nosotros no nos parece cómo se lleva esa otra pareja, etc. Y no es que esté mal. De hecho, también se genera un ambiente donde hay mucha seguridad y comodidad. Ya pertenecemos a algo y estamos tan unidos que prácticamente nos fusionamos.

El problema viene cuando realmente ya no puedes distinguir entre lo que quieres tú, lo que quiere tu pareja y lo que quieren juntos. Me gusta llegar a casa a jugar videojuegos se vuelve nos gusta estar en la casa. Se siente como si fueran mutuamente exclusivos. ¿Por qué? Porque si decido hablar acerca de mí, es como si rompiera el nosotros. Al decir hoy yo quiero, pareciera que digo ya no quiero que queramos. (Si este es tu caso, en esta entrada explico cómo desenredarte)

Confía en que tu pareja es capaz

Puede sonar muy noble el sacrificio de lo que quieres para asegurarte de que el otro está bien. De hecho, probablemente es la historia que te vendes pero si le echamos un vistazo más profundo, hay un fondo no tan loable.

Detrás del no quiero que te sientas mal está el mensaje tú no puedes así que tengo que hacerlo por ti.

No quiero pedirle a mi pareja que haga esto por mí porque no creo que sea capaz de decirme que no. No quiero que sepa que estoy incómodo porque no va a poder con eso y nos va a llevar a una discusión que nos hará tronar. Todo por mi culpa, porque todo depende de mí, porque sólo yo puedo arreglar las cosas. Mi pareja no es capaz.

Suena algo crudo pero… ¿te checa? A mí sí. Mucho.

Me he dado cuenta de que mi tendencia a siempre resolver y tomar la responsabilidad de todo también viene de un lugar muy soberbio. ¿Por qué mi pareja no podría tomar las riendas de vez en cuando y resolver los conflictos? ¿Por qué creo que si le pido algo a mi pareja que no quiere hacer, no va a ser capaz de decirme que no? ¿Qué no somos adultos responsables? (Si tu respuesta es algo como uy, no, este wey nomás no va a poder, tal vez la pregunta es más: ¿quieres un compañero de vida o un hijo a quien cargar?

Confía en tu pareja. Dale la oportunidad de demostrar que sí puede. Sobre todo porque si tu relación depende de que tú no pidas lo que quieres, eventualmente te vas a cansar.

Además, la comunicación asertiva es la mejor forma de asegurarte de que el consentimiento no se vuelva coerción. En la siguiente entrada entraré en más detalle.

No pidas perdón, ofrece ser mejor.

En mis años como docente una de las palabras que más me había acostumbrado a escuchar era perdón. Sin embargo es como cuando dices una misma palabra muchas veces, ¿lo has hecho? Piensa en cualquier palabra y dila en voz alta unas treinta veces. Como en la décima, empieza a volverse más una serie de sonidos que un concepto y pierde sentido completamente. Mis alumnos lo hacían como un reflejo y ni siquiera volteaban a verme.

Al principio, empecé a cuestionar su disculpa preguntando ¿por qué pides perdón? Sus respuestas iban desde porque así debe ser hasta no sé. Cuando les proponía la idea de que estaban pidiendo perdón por haberme lastimado, les parecía exagerado. Ellos tenían la idea de que lastimar a alguien requiere violencia intensa y evidente.

En los últimos años, empecé a rechazar sus disculpas. Comencé a contestar diciéndoles no necesito que te disculpes, necesito que mejores. La primer recompensa que obtuve fue sus caras de asombro y confusión. Imagino que pensaban ¿o sea que tengo que hacer algo? ¡ya pedí perdón!

No pidas, ofrece.

Por supuesto, uno no puede observar el abismo sin que el abismo lo observe a uno también (parafraseando a Nietzsche). Empecé a darme cuenta de lo vacías que son las disculpas. Además, en nuestro idioma las disculpas son una petición. ¡Imagínate! Además de haberte hecho daño, estoy pidiéndote que me des algo. ¿No hay algo raro ahí?

Entonces me topé con un artículo que hablaba precisamente de esto. Pedir perdón u ofrecer disculpas es lo último que se hace después de haber cometido una falta – al menos si es que se busca que haya un cambio real.

Paso 1 – Reconoce el comportamiento

Antes que nada, es importante dejarle saber al otro que su percepción es válida e importante para nosotros (finalmente, si quiero pedir perdón es probable que esa persona me importe). Describe las acciones y los hechos de la forma más objetiva posible y, de preferencia, checa con la otra persona para asegurarte de que están hablando de lo mismo.

Ejemplo: En la mañana quedé de llamarte para quedar a qué hora iríamos al cine hoy. Pasó el día y no te llamé. ¿Es esto lo que sucedió?

Quédate abierto a escuchar detalles o particularidades que tal vez no percibiste. Recuerda que en este momento, no estás buscando defender tu orgullo sino acercarte y ayudar a esa persona que te importa y que está pasando por un mal rato.

Paso 2 – Reconoce las emociones del otro

Aquí entra la empatía como la expliqué en el artículo anterior. Hay que considerar cómo mi comportamiento le afectó al otro, aún si yo no me sentiría igual. ¡Esto no es acerca de ti!

Ejemplo: Veo que estás enojado y distante. Entiendo que estás lastimado.

Si no estás seguro de cómo se siente el otro (porque no eres adivino o porque no estás acostumbrado a hablar de sentimientos), es completamente válido preguntar y pedir una descripción.

Ejemplo: Sé que lo que hice te ofendió/hirió. Quiero entender cómo te sientes, ¿me podrías decir?

Paso 3 – Repara

Aquí es donde se pone bueno. No es sólo decir que lo sientes, es tomar acciones claras para repara el daño hecho. Pro tip: pregúntale a la otra persona si hay algo específico que podrías hacer para repara el daño y revisa si es algo a lo que estás dispuesto. Puede ser desde una promesa de no repetirlo, un cambio de conducta o hasta alejarte.

Ejemplo: A partir de ahora, cuando quede de llamarte pondré una alarma en mi teléfono para evitar que se me vaya el tiempo. ¿Hay algo que pueda hacer en este momento para atender tu necesidad?

Paso 4 – Ofrece disculpas

Idealmente, a estas alturas pedir disculpas puede hasta estar de más, a menos que la forma de reparar sea ofrecer una disculpa.

Bonus: Paso 5 – Revísate y no hagas promesas que no puedes cumplir

Hay quienes dicen que no hay diferencia si te disculpas o no cuando vuelves a cometer la falta. Yo creo que hay una diferencia enorme: la primera vez es un error, la segunda es descuido y ya trae un rompimiento de compromiso como postre. No sólo es una acción que le hace daño a la persona sino que también lastima la confianza en la relación.

Para evitar esto, es necesario que seas muy honesto contigo mismo y revises si es que realmente eres capaz de hacer el cambio necesario. La idea del amor romántico que nos dice que siempre se puede, aunque seamos fundamentalmente incompatibles, puede que nos lleve a forzarnos a prometer más de lo que podemos dar.

¿Cómo sé hasta dónde?

Ubica tus límites y qué tanto eres capaz de ser flexible. Tal vez no eres capaz de dejar de poner tu chamarra en la silla de la sala, pero sí puedes comprar un perchero. O quizás no puedes dejar de ligar gente en el metro pero sí puedes ser consciente de lo que haces y llegar a un acuerdo con tu pareja.

Si te das cuenta de que siempre te disculpas por lo mismo, tal vez es tiempo de checar compatibilidades y buscar alternativas.

La Trifuerza de la Comunicación – ¿Cómo quiero que me escuches?

Llegas con tu pareja después de un largo día donde todo salió mal. Buscas ese lugar seguro donde puedes ser tú y sentir que no tienes que resolver los problemas del mundo. Le platicas tu día y tu pareja te dice «ah, mira, lo que puedes hacer es…». Le ves y escuchas porque sabes que te ama y quiere que estés bien pero realmente piensas «no es que esté tonto y no sepa cómo resolverlo, ¡sólo quiero poder decir lo que me pasa!».

En el mejor de los casos, aguantas y pasa. En el peor, se vuelve un conflicto donde tu pareja piensa «yo sólo quería ayudar».

Seamos claros

La realidad es que nos enseñan a usar el lenguaje como gramática y vocabulario en el colegio, mientras que en casa se puede utilizar como una herramienta para conectar o un arma para conseguir lo que quieres a pesar de los demás. Decir «te amo» pasa de ser algo tierno y sincero a una frase que sigue de un «pero», un «para» o «mientras»; te amo pero sólo si tú me amas, te amo para que estemos juntos y me sienta seguro, te amo mientras no me mientas.

La comunicación puede tener muchas funciones que no sean tan agradables o que caigan en la agresión. Sin embargo, también puede servir para lograr conexión, cercanía e intimidad. Lo que necesitamos es simplemente aprender a usarla de esa manera.

Herramientas en lugar de armas

Las herramientas construyen mientras que las armas destruyen. Este será la primera de varias entradas donde te compartiré técnicas y estrategias para mejorar tu comunicación. Sólo recuerda que la intención no es utilizarlas para obtener lo que quieras sino para poder explorar tu relación y llegar a acuerdos éticos.

La primera, como dice el título, parece haber salido de un videojuego de un duende con nombre de mujer (no me quemen, gamers, es una broma). Multiamory.com propone la trifuerza de la comunicación como una base para poder tener conversaciones donde expresemos claramente lo que necesitamos de la otra persona.

Trifuerza 1 – Construyendo intimidad

La primera es la más simple y la más difícil de aplicar. Cuando tu objetivo es la trifuerza 1 (T1) sólo quieres compartir algo con la otra persona para que lo sepa. No necesitas respuestas específicas ni esperas que suceda nada particular. Quieres compartirlo y es suficiente. Tal vez sea algo feliz que te sucedió, un suceso desagradable o una historia que te pareció interesante.

Ejemplo: Oye, quiero compartirte que hoy tuve una situación muy estresante en el trabajo. Me gustaría que me escucharas y no espero nada más de ti. Sólo quiero saber que estás aquí y que puedo contártelo.

Ejemplo 2: Quiero decirte que hoy tuve una pelea con mi novio. No espero nada de ti ni necesito que me ayudes a resolverlo ya que es trabajo que estoy haciendo. Aún así, es posible que me notes un poco en mi cabeza y me gustaría que supieras por qué es para evitar preocupaciones o que te sientas mal.

Trifuerza 2 – Validando sentimientos

Esta surge cuando estás buscando apoyo o validación. Ya sea que haya sucedido algo maravilloso y quieras compartirlo con alguien que te aliente y te pueda dar un abrazo o que estés preocupado y quieras a alguien que pueda darte algo de empatía. Saber que alguien más ha pasado por algo similar o que simplemente validan tus sentimientos puede ser de gran ayuda en situaciones difíciles.

Ejemplo:

A: ¡Hoy mi novio me dijo ‘te amo’ por primera vez!

B: Veo que eso te tiene muy emocionado y contento, ¡me da mucho gusto por ti!

Empatía no es lástima ni menospreciar al otro

Antes de seguir con la última trifuerza, creo esencial hablar de qué es la empatía realmente. Se dice que es ponerte en los zapatos del otro pero eso trae una gran complicación: todos somos diferentes y vivimos la vida de maneras únicas. Por ejemplo, mi pareja tiene una alta tolerancia a las bajas temperaturas mientras que yo no. Si él fuera «empático» bajo la definición que conocemos, podría decir «yo en tus zapatos no tendría frío, no seas exagerado» y tendría toda la razón.

La empatía es ponerte en los zapatos del otro y considerar cómo se siente esa persona con lo que le está sucediendo. Aquí un ejemplo:

A: ¡Estoy muy contento porque compré un nuevo videojuego que he estado esperando!

B: (En su mente: odio los videojuegos pero veo que es algo que él ha estado esperando y por fin sucedió, ¿cómo me sentiría yo si obtuviera algo que me emociona y que llevo mucho tiempo esperando?) ¡Veo que estás muy contento y emocionado! ¡Qué increíble es cuando pasa eso!

Un ejemplo con una emoción menos agradable:

A: Estoy muy triste porque se acabó esta serie que me encanta.

B: (A mí no me importan las series y me da igual si terminan pero sí he tenido momentos donde algo que disfruto mucho se acaba y es horrible) Entiendo que te sientas triste porque terminó. Es algo frustrante y difícil.

Trifuerza 3 – Consejos

Esta es la única donde le pides a la otra persona que te brinde un consejo. No es pedirle la solución sino, más bien, que pueda discutirlo contigo para poder llegar a una solución juntos.

Tip: Haz más preguntas que afirmaciones. Cuando alguien nos pide consejos lo primero que queremos hacer es demostrar lo hábiles que somos y que tenemos la respuesta rápida y fácilmente. Poder discutir un problema implica profundizar y ayudar a la otra persona a encontrar nuevos puntos de vista.

Ejemplo:

A: Mi novio y yo estamos enojados y no sé qué hacer ¿me puedes dar un consejo?

B: Podemos platicarlo. ¿Por qué se enojaron? o ¿Qué hacen cuando se enojan? o ¿Qué necesitas en este momento y cómo puedo ayudarte a obtenerlo?

¿Cómo se usa?

Puedes platicarlo con tu pareja y empezar a utilizar el lenguaje técnico o encontrar formas que les sirvan a ustedes para saber qué necesitan. Desde decir quiero contarte algo y necesito T1 o quiero contarte algo y sólo necesito expresarlo. Como toda nueva habilidad, puede sentirse mecánico y poco natural al principio pero con práctica y trabajo puede ser muy útil para evitar conflictos innecesarios.

¿Qué tanto es tantito? Parte 4.5 – Respuestas

Ya estamos en fechas de tener que llevar a cabo propósitos de año nuevo. Predigo que habrá muchos memes con propósitos como dejar de ser tóxico, aprender a querer bonito, tener novio (o más de uno), aprender a ser independiente, quererme más y otros tantos clichés como aprender a tener acuerdos y límites éticos en mis relaciones.

¡Y está bien! Todos esos son válidos e importantes. Para ayudarte un poquito con el último, te dejo ejemplos de alternativas a las reglas no éticas de la parte 4 de esta serie.

  1. Puedes salir con otras personas y tener sexo pero no puedes enamorarte de nadie.

Regla: La falta de ética está en restringir lo que mi pareja puede o no hacer. La necesidad que intenta cubrir esta regla puede ser el sentirse especial. El miedo podría estar en ser desplazado. Atendiendo eso:

Acuerdo: Cuando pienso en que te enamores de alguien más siento miedo a que yo deje de ser especial o importante para ti. ¿Qué podríamos hacer para que yo pueda sentirme seguro e importante para ti?

Límite: No estaré en una relación con alguien que quiera tener vínculos románticos con otras personas. (En otras palabras, ser monógamo)

2. Puedes tener otros novios pero no puedes amar a nadie más que a mí.

Regla: Nuevamente, esta regla restringe el comportamiento de mi pareja y, además, pone una condición a una persona que no está involucrada en la negociación (¿el novio qué culpa tiene?). La necesidad y el acuerdo son similares al número uno.

3. No puedes ver el siguiente capítulo del episodio de esta serie sin mí.

Regla: Este ejemplo lo puso un poco por el efecto cómico pero es algo muy real. Aunque socialmente aceptable, esta restricción en lo que mi pareja puede hacer es muy real. La necesidad puede ser el tener algo especial juntos o mantener una conexión. ¿Qué sucede si uno de nosotros tiene mucho trabajo durante un par de semanas y no tenemos tiempo de ver la serie juntos?

Acuerdo: Me gusta ver esta serie contigo y compartir el momento juntos. Me gustaría que compartiéramos esto como algo especial entre nosotros. ¿A ti qué te gustaría?

Aunque parecen muy similares, la diferencia está en que si la regla no se cumple, viene una discusión y un problema. El acuerdo abre la conversación para atender las necesidades de ambas personas.

Límite: No voy a comprometerme a sólo ver esta serie contigo porque la disfruto mucho y no quiero esperar a que tengas tiempo.

4. No puedes venir a este lugar con nadie más que conmigo.

Regla: Similar al anterior, la necesidad puede venir de sentirse especial o importante. Más que el lugar, es lo que representa y es probable que exista temor a perder ese significado.

Acuerdo: Este lugar es especial para mí en nuestra historia porque representa algo importante para mí y me gustaría que fuera nuestro. ¿En caso de que quisieras compartirlo con alguien más, podríamos platicarlo primero y llegar a un acuerdo donde estemos cómodos ambos?

Límite: Tendré lugares especiales sólo con personas que coincidan conmigo en mantenerlos exclusivos.

5. No puedes mandarle nudes a nadie.

Regla: Aquí se limita la capacidad de la otra persona de actuar como quiera. Tal vez surja la duda ¿y si se filtran o las utilizan para algo desagradable? En ese caso, hay que confiar en que nuestra pareja es una persona adulta capaz de tomar decisiones responsables y asumir las consecuencias de las mismas.

Acuerdo: Lo que sí podemos hacer es expresar nuestras preocupaciones y necesidades.

Me preocupa que compartir nudes pueda tener consecuencias negativas en ti o en nuestra relación. ¿Podrías evitar compartirlas?

En ese caso, se está haciendo una petición y la otra persona tiene la posibilidad de decir no y es completamente válido.

Límite: No estaré en una relación con personas que compartan nudes.

Practica, practica, practica.

Todo esto puede sonar sencillo pero toma trabajo. Revisa las publicaciones anteriores para obtener tips e ideas acerca de cómo identificar tus necesidades y volverlas acuerdos éticos.

¿Cómo te ha ido haciendo acuerdos éticos y poniendo límites?