Empatía es acompañar, no resolver.

Cuando alguien se acerca a ti para decirte que se siente mal, ¿le dices lo que sientes no es válido, te pasa porque eres débil y no eres como deberías ser? ¿No? ¿Estás seguro?

Tal vez te ha sucedido que alguien te cuenta que se sientes triste, frustrado, enojado o fastidiado y tú tienes toda la disposición a ayudar. A pesar de que te muestras interesado y haces un esfuerzo por mejorar las cosas, después de la plática pareciera que hasta se sienten peor. Igual y la persona se pone defensiva y terminas como el villano de la película. ¿Sabes por qué sucede?

Tus sentimientos no son válidos

Comencemos con un ejemplo de la vida real:

A: Te veo triste, ¿está todo bien?

B: Sí estoy triste. Ayer le pedí a mi pareja que viera una película que me encanta y se quedó dormido.

A: Ah, ¡no te preocupes! Eso no quiere decir que no le importes. Seguro estaba cansado. Además, hay muchas cosas por las cuales estar feliz, ¡ya quita esa cara! Malo que te hubiera sido infiel o algo así. En ese caso sí tendrías razón de estar triste. Hay gente que la pasa peor que tú así que mejor sé agradecido con lo que sí tienes.

Esa respuesta es un ejemplo muy común de lo que se entiende popularmente por ser «empático» y «apoyar» a un amigo que se siente mal.

Si lo vemos con algo de detalle, el mensaje real es este:

Lo que dices: Ah, ¡no te preocupes!

Contiene el mensaje: Deja de sentirte así

Lo que dices: Eso no quiere decir que no le importes

Contiene el mensaje: lo que sientes no es válido ya que hay otras formas de interpretarlo.

Lo que dices: Seguro estaba cansado

Contiene el mensaje: no eres capaz de ver lo evidente.

Lo que dices: Además, hay muchas cosas por las cuales estar feliz

Contiene el mensaje: nuevamente, tu sentimiento no es válido

Lo que dices: ¡ya quita esa cara!

Contiene el mensaje: deja de sentirte así y cambia tu expresión

Lo que dices: Malo que te hubiera sido infiel o algo así. En ese caso sí tendrías razón de estar triste

Contiene el mensaje: debido a que hay cosas peores, lo que sientes está fuera de proporción y, por tercera vez, no es válido

Lo que dices: Hay gente que la pasa peor que tú, así que mejor sé agradecido con lo que sí tienes

Contiene el mensaje: no sólo es inválido sino, además, debes sentirte avergonzado por ser malagradecido.

Cuando nos encontramos con alguien en una situación dolorosa o de sufrimiento, lo primero que queremos hacer es sacarlo de ahí. Inmediatamente le ofrecemos alternativas y soluciones para que deje de sentirse como se siente. Por supuesto, esto es un gesto amoroso y viene de un lugar muy compasivo.

Al tratar de arreglar una situación demasiado rápido, no estamos validando lo que la otra persona siente y, sin ninguna intención malévola, le estamos diciendo que su percepción está mal y debe cambiar.

¿Por qué sucede?

La intención superficial sí es ayudar al otro. Sin embargo, esto surge de una necesidad de estar bien uno mismo. Queremos que el otro esté mejor porque no nos enseñan a acompañar a otra persona en su malestar. Nos urge que se sienta mejor para que no nos sintamos incómodos, inadecuados o, simplemente, porque nosotros mismos queremos huir de lo que nos reflejan esas sensaciones desagradables.

La consecuencia es que demeritamos las acciones que hace al otro dándole respuestas que seguramente esa persona ya había considerado, invalidamos sus sentimientos para que los abandone o nos volvemos condescendientes diciéndole que hay otras formas de manejar lo que le está sucediendo.

La realidad es que nadie puede saber cuál sería la mejor forma de lidiar con lo que está pasando más que la persona que lo está experimentando

A veces, la persona que recibe estos comentarios puede responder de manera defensiva y tú te quedas pensando Uy, ¿y para eso te ayudo?

¿Cómo puedo acompañar a la otra persona?

Si realmente quieres ser empático y apoyar a alguien que te está compartiendo su malestar, hay que aprender a quedarnos con ella. Es necesario poder acompañar sin querer cambiar lo que está sucediendo.

Como todas las herramientas de comunicación que no nos enseñaron de chiquitos, requiere práctica y puede sentirse forzado al principio. Si lo haces lo suficiente, te aseguro que se volverá algo natural y mejorará tus relaciones románticas, laborales y amistosas.

Para responder con empatía:

  • Describe la situación que te platicó la otra persona de la forma más objetiva que puedas. Esto es sin incluir emociones, juicios ni alternativas.

Tip: Puedes empezar diciendo Escucho que…, Me dijiste que…, Entiendo que te sucedió…

  • Describe cómo se siente la otra persona según lo que te ha dicho. Evita interpretaciones y juicios. Si no estás seguro o la persona no dijo exactamente cómo se sentía, ¡pregúntale!

Tip: Puedes decir Escucho que te sientes…, Entiendo la situación pero no me queda claro cómo te sentiste, ¿me podrías decir cómo te sentiste?

  • Expresa cómo te sentirías si estuvieras en circunstancias similares. MUY IMPORTANTE: No cómo te sentirías EN ESA SITUACIÓN EXACTA sino en una similar en la que te sentirías como esa persona.

Tip: Por ejemplo, si la persona se siente triste porque perdió una gorra muy importante pero a ti no te importa la ropa, piensa cómo te sentirías si perdieras algo que es importante para ti. Si no tienes apegos a cosas materiales, puedes tratar de imaginar cómo te sentirías si algo que te hace feliz desapareciera, así fuera una persona o alguna situación de tu vida diaria.

  • Este último paso es el más esencial. NO DES CONSEJOS NI DIGAS NADA MÁS. Es probable que sientas que tu discurso se quedó incompleto y que necesitas decir algo como pero todo va a estar bien. La realidad es que no sabemos si todo va a estar bien y, en ese momento, ¡no importa!

Tip: Si tienes necesidad de decir algo más, puedes simplemente reafirmar tu apoyo diciendo algo como Aquí estoy contigo, Te escucho o preguntando si hay algo más que puedas hacer.

Para ser empáticos, el mensaje principal que debemos transmitir es: No estás exagerando, no estás siendo dramático y sí es para tanto.

Cómo se ve en acción

Veamos el ejemplo de arriba pero con una respuesta empática.

A: Te veo triste, ¿está todo bien?

B: Sí estoy triste. Ayer le pedí a mi pareja que viera una película que me encanta y se quedó dormido.

A: Escucho que hay algo importante para ti que quisiste compartir con tu pareja y no la recibió como te hubiera gustado. También escucho y veo que estás triste. Si alguien que amo no apreciara algo que es importante para mí, también me sentiría triste.

De nuevo, tal vez sientas que falta el pero todo va a estar bien o un si quieres yo puedo verla contigo. Eso ya será decisión de la otra persona. Por el momento, lo que estás haciendo con ese discurso es decirle te veo, te escucho, te entiendo y te acompaño.

No es fácil y no es cómodo pero es lo que muchos necesitamos aprender a hacer.

Los celos son amigos, no comida.

Este es el tema del que muchos queremos hablar. Cuando empecé a considerar la idea del poliamor, los celos definitivamente fueron lo primero que investigué. ¿Cómo le hacían estas personas para poder superar sus celos? ¿Qué hacían con esa presión en el pecho, esa mandíbula apretada, hombros y espalda tensos, junto con todas las fantasías catastróficas que inundaban mi cabeza cuando imaginaba la mínima posibilidad de que mi pareja se interesara por alguien que no fuera yo?

Huimos de lo que no nos gusta

Desde que estaba en relaciones monógamas me identificaba como un hombre muy celoso y controlador. Para volverme menos «tóxico» (puedes leer aquí por qué lo pongo entre comillas), leí acerca del origen de los celos, su fundamento fisiológico y me pregunté, como algunos de ustedes, si es normal sentir celos.

¡Por supuesto que no es normal!, pensé.

Cuando mi pareja me contaba de alguien de su pasado, sentía un vacío en el estómago y un apretón en el pecho. Ya, no me cuentes más. No necesito saber. y paraba la conversación. Al menos la conversación con él porque en mi cabeza había una cascada de pensamientos que detonaban más reacciones fisiológicas desagradables.

Y es que los celos no son un sentimiento por sí mismos, son una mezcla de varios otros. Cuando surgen, puedes sentir miedo, tristeza, inseguridad, enojo, soledad, rechazo, ansiedad, desesperación y frustración entre otros.

En nuestra sociedad estamos entrenados a buscar la forma más rápida y efectiva de dejar de sentirnos «mal». Si tienes un dolor de cabeza, tómate una aspirina; si te sientes cansado, toma un café; si estás triste, habla con un amigo para que se te quite y te sientas mejor pronto. Le tenemos tanto miedo a nuestras emociones que hasta las describimos como negativas.

Por supuesto que los celos, siendo una bomba de emociones, son clasificados como tóxicos e indeseables. Hay quienes dicen que si los sientes, ¡te hace falta madurez y deconstrucción!

Los celos como comida

Todo esto nos lleva a usar los celos como comida. Tomamos esos pensamientos y sensaciones y tratamos de reprimirlo o huir de ellos, sin darnos cuenta de que lo único que hacemos es alimentar esas emociones que nos dan tanto miedo.

Los celos alimentan tu inseguridad cuando te llevan a compararte con otras personas, sabiendo que siempre habrá alguien que tenga algo que tú no tienes. Alimentan tu enojo cuando no puedes hacer nada para detener una situación y te sientes tratado de manera injusta. Incrementan tu miedo y ansiedad cuando intentas evitar ver la realidad y cierras tus ojos, pensando solamente en una inmensa cantidad de fantasías catastróficas.

¿Los celos así son malos? No. ¿Son agradables? Por supuesto que no.

Al tomarlos y echarlos como papa caliente al bote de tu interior, se vuelven el combustible para el fuego que son tus reacciones fisiológicas. Ese dolor físico que sientes es real y sólo tú sabes cómo es.

En algún momento, cuando aún tenía una relación monógama con una de mis parejas, tuvimos una situación así. Poco después de empezar a vivir juntos, me comentó que había tenido sexo con una persona que a mí no me caía nada bien y que, además, vivía junto a su trabajo. Por mera coincidencia, el siguiente día llegó más tarde a casa de lo normal. Yo estaba angustiado, enojado, frustrado y dolido pensando en la posibilidad de que se hubiera ido con él. Mi pareja llegó a casa y tuve dos opciones: tragarme mis celos y alimentar esa tensión, ese vacío en el estómago y en el corazón o hacer algo con ellos.

Durante muchos años, me acostumbré a tragarme esos sentimientos. Siempre pensando que estaban mal, debía dejar de sentirlos y seguir con mi vida. Nunca me funcionó. Sólo me llevaron a tener discusiones después que escalaban mucho más allá de lo que pudieron haber sido en un momento.

Ese día, tomé a mi pareja de la mano y le dije estoy teniendo muchos celos. Tengo miedo de que te hayas ido con el sujeto que me platicaste ayer, me siento triste y adolorido. Esto que siento no tiene nada que ver con la realidad y no importa si sucedió o no. En este momento no te estoy acusando ni sospecho nada, por lo que no te pido que me expliques nada. Sólo quiero poder compartir mi malestar contigo y buscar una forma de sentirme mejor. Me gustaría que me ayudaras, ¿puedes? ¿quieres?

Los celos como amigos

¿Qué pasa si en lugar de tratarlos como algo horrible que no queremos tocar tomamos otro camino?

Las emociones y sensaciones tienen una función y existen para algo. Nos han enseñado a tenerles miedo y huir rápidamente en lugar de aprender a sentarnos con ellas a escucharlas. Si te sientas con tu cansancio sin distractores o estimulantes y escuchas lo que te dice, probablemente sea algo tan sencillo como «necesito descansar«.

Probablemente no tengas una muy buena relación con tus emociones desagradables. Es posible que hayas pasado gran parte de tu vida ignorándolas, haciéndolas a un lado, devaluándolas o peleando con ellas. Imagina a un amigo que tiene tu bienestar como prioridad y que siempre intenta avisarte de lo que necesitas pero lo tratas así. Eventualmente se desesperará y recurrirá a medidas más intensas para que lo escuches.

Tus emociones hacen lo mismo.

Cuando me senté con mis celos, la pasé muy mal. Fue como estar cayendo en un espiral obscuro sin saber cuándo iba a parar. Afortunadamente, al quedarme atendiendo mi sensación sin seguirle dando de comer ideas y sin intentar huir, la incomodidad extrema pasó bastante rápido. Lo que quedó detrás fue un mensaje muy útil.

En mi caso, mis celos me estaban avisando de mi necesidad de cuidarme, reconocerme y ponerme como prioridad. Mi miedo a que mi pareja me abandonara me habló de mi creencia de que no soy valioso. Mi ansiedad de que pasaran cosas que no podía controlar me comunicaba la necesidad de sentirme seguro. Mi tristeza por pensar que mi pareja se olvidaría de mí estando con otra persona me mostró lo poco que me reconozco y cuido. La soledad que me abrumaba cuando no estaba con mi pareja me hablaba de una necesidad enorme de sentirme suficiente.

No te los quites, úsalos

Después de que logré hacer eso, mis relaciones dieron un giro maravilloso. En lugar de simplemente sufrir porque tenía celos, pude platicar con mis parejas desde mi necesidad y pedir exactamente lo que me hacía falta.

Celos: No quiero que salgas con él

Necesidad: Tengo miedo de no ser valioso para ti, ¿podríamos buscar algo juntos para que me sienta valioso para ti?

Celos: Es que si te vas, quién sabe qué vas a hacer y a qué hora vas a regresar

Necesidad: Me siento inseguro cuando sales, ¿qué podemos hacer juntos para ayudarme a sentir seguridad?

Celos: Si te vas con él, voy a desaparecer de tu mente y de tu corazón

Necesidad: Me da tristeza pensar que no soy importante y soy reemplazable. ¿Puedes ayudarme a saber lo que aporto a tu vida y cómo soy importante?

Suena fácil. No lo es. Requiere reprogramar años y años de enseñanzas y creencias. Es necesario sentirse seguro y con la fuerza para ver al monstruo de ojos verdes a la cara para poder conocerlo.

Pero ya que lo conoces, puede ser tu amigo. Puede ayudarte a identificar lo que necesitas y pedirlo para sentirte más pleno en tus relaciones.