Protegiendo tus relaciones de la pinche ENR

Ver a un vínculo completamente abrumado por esta ENR fácilmente ha desatado en mí olas y olas de inseguridades, miedos y respuestas poco funcionales. Pienso cosas como: “¿Por qué con él sí quiere hacer esas cosas que yo le he pedido y conmigo nunca quiso?”, “¿cómo es que con él quiere tener sexo a todas horas y conmigo no ha interactuado así en semanas?” y “ay, sí, qué bonito que sonría de oreja a oreja cada que le llega un mensajito de esa persona (sarcásticamente)”. ¿Qué hacer para evitar que esto joda mi relación?

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Enamoramiento: La pinche ENR

“No tomes decisiones cruciales cuando estás intoxicado”, pareciera un consejo innecesario. ¿Quién podría dudar que no es la mejor idea sacar un préstamo cuando estás bajo los efectos de alguna droga alucinógena?

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Quitarte el miedo no es la respuesta

Tal vez tu compartas mi miedo a volar o tal vez te identifiques con la sensación, pero no con la experiencia. Esas mismas sensaciones me pasaban al principio cuando empecé a abrir mi relación hacia algo más poliamoroso. Simplemente imaginar que mi pareja estaría compartiendo un momento romántico donde otra persona se volviera el centro de su atención me desataba cosas similares. La primera vez que salió con alguien, experimenté algo terriblemente similar al momento de estar sentado en el avión.

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Cuando un vínculo cruza un límite

Puede ser que en tu cabeza surja la duda de cómo esta persona que te ama puede estar haciendo lo que sea que esté haciendo. Tal vez haya incredulidad y, más que enojo, te pasmes y te congeles porque no entiendes lo que está pasando. O quizá es un simple “no, no, no, no” que resuena en tu cabeza.

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Romance sin toxicidad – Los mitos del amor romántico.

Cuando entramos a esto de la no monogamia ética, algo que escuchamos constantemente es que “debemos abandonar el amor romántico”. Después de ser gran fan de películas como Love Actually y cualquier película de princesas de Disney de las primeras dos eras, esta obligación a “deconstruirme” me llevó a abandonarlas, junto con una gran cantidad de canciones y detalles que disfruté mucho en algún momento. Pensaba, ¡hoy voy a cambiar y dejaré de ser tóxico!

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Focos rojos – una pausa para decidir.

Si buscas focos rojos (o «red flags”) en Google, vas a encontrar una gran cantidad de artículos que te aseguran tener LA lista definitiva de aquello que debes evitar para tener una relación sana y no tóxica. Sin embargo, eso asume que todos queremos exactamente la misma relación, con el mismo tipo de persona que ame exactamente de la misma forma todo el tiempo. Y, pues sí, eso es lo que nos venden en todas las películas románticas. 


Piensa más semáforo que un muro de piedra 


Imagina que vas manejando felizmente por una calle y ves un semáforo en rojo. Tienes dos opciones, detenerte o seguir. No es que el semáforo se manifieste en un muro de piedra que te diga qué hacer, sino que te avisa que no es seguro seguir y allá tú si te lanzas. Decides detenerte y ves a tu alrededor, dándote cuenta de que ese camino no es el mejor para llegar a donde quieres, así que das una vuelta y tomas uno diferente. 


Ya que cuando hablamos de relaciones afectivas, a muchos se nos confunden los cables, velo así: si comienzas a trabajar en un lugar nuevo y no te pagan cuando te lo prometieron, ¿sigues trabajando ahí? Si decides no irte, estás aceptando una relación donde no vas a obtener lo que quieres a cambio de tu esfuerzo. De igual modo, si vas por una calle en la noche y te das cuenta que está sola y sin iluminación, puedes detenerte a evaluar la situación y decidir cómo proceder.

Todos estos son foco rojos que te dicen, “detente, ¿es esto lo que quieres?”. 


Dependiendo de quién seas y en qué momento de tu vida te encuentres, es probable que esos ejemplos sean un foco rojo importante o, tal vez, sólo uno amarillo que te dice “sigue pero con precaución”. 


Si no sé a dónde quiero llegar, no habrá focos rojos


Personalmente, soy una persona que disfruta mucho del contacto y las demostraciones de amor físicas constantes. Y por “constantes” quiero decir “todo el tiempo”. Cuando estoy con cualquiera de mis parejas, siempre estamos de la mano o abrazados – SIEMPRE. En muchas ocasiones, conocí personas que me decían que eso era ser “codependiente” y “tóxico”, por lo que dudaba mucho de pedirlo explícitamente y, en relaciones anteriores, llegué a prescindir de ello. Esto es porque yo quería una relación “bonita y sana”, aunque no supiera qué era eso, es más, aunque ese modelo de relación no me fuera a satisfacer. ¿De qué me sirve una relación que no me hace feliz? 


Antes de saber cuáles son los focos rojos que me llevarán a dejar una relación, necesito determinar cuál es mi destino. Si el tipo de relación que quiero es una donde estemos de la mano todo el tiempo (como la mía) y la persona con la que salgo me dice que no le gustan las demostraciones de afecto en público, eso sería un foco rojo. No porque la persona sea un villano malvado incapaz de amar, sino porque es muy poco probable que nuestras necesidades sean compatibles. Por otro lado, si yo quiero una relación donde pasemos las festividades juntos, un foco rojo sería que la persona con la que quiero salir me diga que sólo las pasa con su familia. 


Todos estos focos me permiten tomar una decisión, ¿voy a seguir en este camino aunque me lleve a un lugar diferente al que tenía en mente? 


No es culpa de los focos, ni de los villanos


Las páginas que mencioné al principio del artículo (y de las que hablo con un poco de sarcasmo) no son del todo malas. De hecho, sirven muy bien como ejemplos de cosas que podrían ser un foco rojo para ti, siempre y cuando no los tomes como una guía a seguir ciegamente. 


Nunca sigas nada ciegamente. Es más, ni siquiera me creas completa y absolutamente a mí. Revísate, cuestiona y responsabilízate de lo que TÚ crees. 

Dicho eso, cuando leo esas páginas y hago mi lista de cosas que no quiero en mi relación según alguna persona de internet, es muy fácil echarle la culpa y decir “pues yo sí quisiera andar contigo pero eres bien tóxico según mi lista, así que bye”. Si te fijas, no estás asumiendo que es tu decisión, sino que es algo fuera de ti lo que indica qué harás. El problema con eso es que, si no es algo que yo decido, no lo puedo cambiar y muchas veces, esto resulta en encontrarte con que “todos son iguales” y “siempre me pasa lo mismo”. 


Focos rojos populares


Después de algunas publicaciones que seguían esta misma línea, alguien me preguntó en Instagram si la violencia no era un foco rojo SIEMPRE. Cuestionaban si entonces está “bien” que dos personas violentas estén juntas en su compatibilidad. Y pues… sí. Yo no soy nadie para decirle a las personas cómo deben vivir sus relaciones. Ni siquiera a aquellas que se relacionan conmigo. Si estoy con una persona violenta y eso es algo que a mí me hace daño, el que tiene que cambiar soy yo, no la otra persona. 


Además de la violencia, aquí hay algunos otros focos que tienden a generalizarse y que podrían ser una buena guía para empezar. No voy a desarrollarlos porque ya hay un sinfín de páginas en Google que lo hacen muy bien. 

  • Justificas su mal comportamiento 
  • No platica de los problemas
  • Ponen a prueba tus límites
  • Dan por hecho la relación
  • Sólo hablan de lo que les pasa a ellos, nunca de ti
  • Todos sus exes están locos
  • Te tratan con desdén
  • No tienen opinión de nada
  • No hablan de su familia
  • Son muy cercanos a su familia
  • Nunca han tenido una relación de pareja 
  • Son indecisos


Seguramente hay algunos que leíste con alarma diciendo ¡por supuesto que eso es un foco rojo! y algunos otros que te resultará extraño que tengan un lugar en la lista. ¡Eso es muy bueno! Es un excelente lugar para empezar y decidir qué es lo que quieres. 

Sigue los focos verdes 


Es cierto que los focos rojos son importantes para saber que no estás yendo hacia un destino que no es el que quieres. Eso no quiere decir que es lo único que debe tenerte alerta, también es esencial que tengas presentes los focos verdes que te dicen “por ahí sí es”. Sólo recuerda que no es tan sencillo como ver el opuesto de tu foco rojo.

 
Como tip, siéntate a hacer una lista de la relación que quieres, siendo lo más específico que puedas. Incluye el tipo de persona con quien quieres estar y el tipo de persona que tú quieres ser en esa relación. Ya que lo tengas hecho, empieza a desmenuzar los puntos determinando qué señales te dirían que vas por buen camino y cuáles te dicen que no vas a llegar ahí. 

No hay emociones negativas, sólo desagradables.

¿Viste Inside Out (Intensamente)? La película de Disney, esa donde tus emociones tienen emociones y tienen una aventura en tu cabeza. Bueno, si no la has visto te voy a hacer un gran spoiler: la villana de la película es nada más y nada menos que la alegría. Este personaje amarillo que desborda energía y sonrisas, está empeñada en que la persona que habita no sienta nada más que felicidad. Se empeña tanto en esto, que termina poniendo en peligro la integridad de la niña. 


Nuestra sociedad tiene el mismo problema. Nos enseñan que hay emociones “positivas” y “negativas”. Las “positivas” como la alegría y el afecto son ensalzadas en todos los medios – todos los productos que nos venden vienen acompañados de una buena dosis de cualquiera de estas dos. Por otro lado, las emociones “negativas» como el miedo, la tristeza, el enojo y la culpa son malas, despreciables, propias de gente débil e inadaptada que necesita terapia, medicamento o un Snickers. 


Como consecuencia de esto, aprendemos a juzgarnos constantemente cuando alguna de estas emociones “negativas” aparece. Nos castigamos y nos forzamos a pretender que no pasa nada, mostrando sólo las emociones aceptables. 

Son emociones desagradables, no negativas


El dolor, por más desagradable que sea, tiene una función. Por ejemplo, hace un año yo tuve unas molestias en una muela pero no le puse mucha atención. Es sólo un poquito de dolor, ahorita se me quita, pensé. ¡Qué sorpresa me llevé hace un par de meses cuando el dentista me dijo que ya tenía que quitarme el nervio de mi muelita! 
En cuestiones emocionales es algo similar. Estamos tan acostumbrados a no hacerle caso a esas emociones “negativas”, que lo dejamos pasar, negando que nos sentimos tristes o enojados, hasta que llega el día que explotamos o el conflicto escala a mayores. 


Si me duele la muela, es porque mi cuerpo me está avisando que hay algo que no anda del todo bien. Cuando inmediatamente me tomo un analgésico para dejar de sentir, estoy ignorando lo que mi cuerpo me dice.

Si me quedo un poco y le hago caso, podré atender el problema desde la raíz; entonces no es que sean negativas, sólo son desagradables.


Las funciones de las emociones desagradables


Myriam Muñoz, la directora del Instituto Humanista de Psicoterapia Gestalt, habla de cinco emociones básicas y con funciones de supervivencia. Ella lo maneja con un práctico acrónimo: MATEA (miedo, alegría, tristeza, enojo y afecto). Ahora, aquí hay un punto muy importante, muchos de nosotros estamos tan acostumbrados a ignorar estas emociones que, posiblemente, ni siquiera las identificamos cuando nos pasan. De pronto, a todo le decimos “ansiedad”. Un tip para esto es empezar a identificar qué sensaciones acompañan a estas emociones, así podrás identificarlas más fácilmente. Aquí te voy a explicar las funciones de las emociones desagradables y te daré un ejemplo de cómo YO las vivo (tal vez para ti sea algo diferente, pero puede servirte como primer punto de referencia).


Miedo
Hace un tiempo tomé mi primer viaje solo en carretera. Al llegar a la primer caseta, me di cuenta de que estaba tomada por hombres encapuchados con armas. Mi corazón se aceleró, sentí presión en el pecho y el estómago vacío. Mis manos me hormigueaban y me sentí muy alerta. A eso, yo le llamo miedo. 


El miedo tiene la función de protegerme de las amenazas. Me retiro, me cubro y hago lo que puedo para alejarme del peligro. 

Tristeza
Hace poco más de un año, un vínculo decidió terminar su relación conmigo. Fue la primera vez que me pasó, ya que siempre había sido yo el de la decisión con mis parejas anteriores. Sentí mi pecho muy pesado, muy poca energía, mi respiración se hizo más lenta y profunda, no podía pensar con claridad y sólo quería echarme al piso. A eso, yo le llamo tristeza.


La tristeza tiene la función de retirarme y reconectar conmigo mismo. Atenderme y reencontrarme con lo que yo necesito. 


Enojo
El otro día, sacando a mis perritos, salió un Labrador (sin correa) de la nada y se le lanzó a uno de mis hermosos caninos. Me di cuenta que era una persona que tiende a sacar a su perro sin correa y recordé que mi pareja me comentó que ya había atacado a uno de nuestros perros anteriormente. Mi cuerpo se llenó de energía, empecé a temblar, mi mandíbula y mis puños se tensaron y sentí fuego en mi interior. A eso, yo le llamo enojo. 


El enojo tiene la función de defenderme. A diferencia del miedo, el enojo me lleva a enfrentar y atacar. 


Bonus: La vergüenza/culpa
Otra emoción desagradable que no está incluida en la MATEA de Myriam es la vergüenza. Su función es reparar el vínculo y asegurar mi lugar en la sociedad. Puedes leer más a detalle acerca de esta emoción aquí


No puedo poner límites si no sé qué necesito


¿De qué me sirve saber esto? Cuando identifico lo que estoy sintiendo, puedo ver la necesidad que hay detrás y atenderla. Como explicaba en este artículo acerca de cómo los celos pueden ser tus amigos, si siento miedo de que mi pareja salga con alguien porque pueda olvidarse de mí, sé que necesito seguridad y puedo pedirla así. Si siento enojo por la misma situación, estoy intentando proteger algo entre nosotros. 


Al identificar la necesidad detrás de la emoción desagradable, puedo enfocarme en satisfacer y pedir eso que requiero, en lugar de pelear y buscar dejar de “sentirme mal”.


Ejemplo


A sabe que B va a salir a cenar con su ex, con quien tuvo una relación importante y siguen siendo cercanos. A siente que su mandíbula se aprieta, su respiración se agita y empieza a pensar ¿y como para qué va con ella si me tiene a mí? Además, ¡ya sabe que me molesta! ¿Qué no le importo?. Con cada pensamiento, sus sensaciones se intensifican. A repite en su mente no te puedes poner así, eso está mal y es súper tóxico, tú sólo sonríe y deja que pase, pero no funciona. De hecho, eso sólo aviva su malestar. 


A se da cuenta de que siente enojo (o hasta furia) y va a decirle a B que es un desgraciado por ser tan inconsciente y desinteresado… bueno, eso quiere hacer. Su cuerpo le dice que se mueva y haga exactamente eso, aunque algo más le dice que eso no le hará sentirse mejor. A recuerda este artículo y piensa que su enojo está tratando de proteger algo. ¿Qué es ese algo? En su caso, se da cuenta de que siente que su relación está siendo amenazada por esta situación y quiere protegerla con uñas y dientes. Va con B y le dice siento enojo por saber que irás a ver a tu ex. Este enojo es porque siento que amenaza mi relación contigo, que es algo muy importante para mí. Me doy cuenta de que necesito sentir que nuestra relación está protegida y segura. ¿Podrías ayudarme a sentir que es así antes de que vayas? No sé con certeza cómo hacer eso pero me gustaría poder explorar alguna alternativa.

 
A todo esto, algunos de ustedes dirán ay, nadie habla así. ¿No te gustaría a ti estar en una relación donde se hablara así? No es fácil y no es rápido.

Desaprender reaccionar visceralmente, reprimir emociones, castigarnos y juzgarnos, todo eso toma mucho trabajo. Sin embargo, no es imposible. Ya que empiezas a identificar estas emociones, puedes llegar a acuerdos que tengan en cuenta las necesidades de todas las personas involucradas y establecer límites firmes y amorosos que te protejan. 

No seré mi propia víctima

Cuando escuchas la palabra “víctima”, ¿qué te viene a la mente? Un estudio muy interesante habla de cómo esta palabra contiene un significado colectivo de pasividad, debilidad y, sobre todo, de inocencia. En algunas ocasiones de conflicto, tendemos a culpar a la otra persona viéndole como villano y eso nos pone en un lugar de víctima impotente, pasiva pero, sobre todo, libre de toda responsabilidad.

Para efectos de este artículo, estaré hablando de situaciones donde no existe amenaza de violencia física, dolo, ni abuso psicológico como luz de gas. En todos esos casos se requiere atención particular y acompañamiento profesional. Si identificas esto en tu relación, puedes ponerte en contacto conmigo para iniciar un proceso terapéutico y atenderlo personalmente.

Como parte de una campaña para promover la ética relacional, esta semana colaboré con Vínculo Colectivo con experiencias personales donde detecto que me hubiera hecho mucho bien tener esa herramienta. Ellas me mandaron una serie de casos con los que yo haría lo mismo, pero me di cuenta que en cinco de ellos el problema era el mismo pero con palabras diferentes: las personas habían caído en un papel de víctima donde se deslindaban de la responsabilidad que les pertenecía en el conflicto.

Te engaño por tu culpa

El primer caso es de un hombre que dice:

Mi deseo sexual es más bajo que el de mi esposa y por esto ella me insulta constantemente, cuestiona mi preferencia, me dice que soy poco hombre y que va a tener que engañarme con alguien más para poder satisfacerse.

Para empezar, me identifico mucho ya que mi deseo sexual es más bajo que el de mis dos parejas. Leo que su esposa reacciona violentamente atacando al esposo, llegando al punto de decirle que tendrá que hacer algo al respecto aunque implique romper un acuerdo. Desmenuzando la situación, hay enojo claro por parte de ella. Considerando que el enojo tiene la función de proteger algo, generalmente atacando, ¿qué es lo que ella está tratando de proteger? Aunque es imposible para mí saberlo sin hablarlo con ella, puedo hacer algunas inferencias como ejercicio didáctico.

OJO: ESTO NO ES ALGO GENERALIZABLE Y SÓLO ES UN EJERCICIO. No vayas a ir con tu vínculo, citando al “psicólogo de internet” diciéndole ¿ves cómo sí eres súper tóxicx?

Ya aclarado eso, puedo libremente pensar que tal vez sienta que el vínculo con su esposo se está deteriorando debido a la falta de deseo sexual. Eso puede generar mucho miedo y es válido necesitar reafirmación de que el vínculo no se está perdiendo. Sin embargo, es posible que ella no tenga ninguna herramienta para comunicar esto. ¡Yo tampoco las tuve en algún momento! Ella podría practicar comunicación no violenta leyendo este artículo.

Por otro lado, no dejemos de lado al esposo, la víctima del ataque. Recordando que responsabilidad y culpa NO son lo mismo, en este caso el esposo está en una posición pasiva. La parte del conflicto que le corresponde es, en primera, que decide permanecer en una relación con alguien que le violenta y amenaza, además de que no hay límites claros.

Es importante que empecemos a dejar de vernos como víctimas de las circunstancias y nos percibamos como agentes vivos, responsables y capaces. Y sí, yo sé que no es fácil, pero tal vez con un poco de ética relacional esto podría suceder.

Soy pobre por tu culpa

El segundo caso está relacionado con una de las razones principales por la que las relaciones terminan: el dinero.

Mi pareja y yo vivimos juntos, él gana el triple que yo y de todos modos me pide que los gastos los llevemos 50 y 50. Cada mes termino con mi cuenta vacía y no me alcanza para comprarme lo que necesito, mientras que a él lo que le sobra se lo gasta en videojuegos o salidas.

Nuevamente, esta persona es víctima de sus circunstancias. Sabe que su economía no es compatible con la de su pareja y es posible que haya resentimiento. Para escapar del lugar de víctima, es importante empoderarse y, para eso, hay que identificar qué áreas son mi responsabilidad para poder hacer algo al respecto.

En este caso, su agencia está en el decidir quedarse en esa relación, a pesar de la incomodidad que genera la diferencia en ingresos económicos. Esta persona da su consentimiento sabiendo que el acuerdo no le es placentero. En este caso, recomendaría utilizar esta herramienta para negociar.

Tengo que hacerlo porque soy mujer

Antes de iniciar con este tercer artículo, quiero atender a algunas personas que tal vez hayan leído el subtítulo y hayan sentido un golpe acompañado del pensamiento ¡eso es absurdo! Para ti que pensaste eso, comparto tu opinión e indignación.

Ya que eso quedó aclarado, algo que sucede con los roles de género es que pueden convertirse en un chivo expiatorio bastante conveniente. Le echo la culpa a que tú eres la mujer y tus responsabilidades son unas o que soy hombre y por eso no hago tal cosa. En este caso, la persona habla de que hace la limpieza por “ser la mujer”. Tal vez el primer impulso sea atacar al esposo por “machista”, pero en este momento el esposo no está y sólo tengo la experiencia de ella. Personalmente, me pregunto qué está pasando con la agencia de esta mujer. Es posible que se sienta obligada porque simplemente “así siempre ha sido” o tal vez tiene amenazas de violencia física, verbal, sexual o emocional.

El tratamiento sugerido de Gotitas de Poliamor es: Tómese tres píldoras de comunicación, una para eliminar las reglas, una para hacer acuerdos y otra para poner límites firmes y amorosos. En caso de que el problema persista, acuda a un psicoterapeuta calificado para obtener ayuda en cuanto a su agencia.

Apropiarme de lo que me toca, evita que sea víctima

El último caso es algo que varios hemos experimentado:

Mi novia acusa a todos mis amigos de intentar ligársela o de que la acosan, buscando que yo me enojé con ello y me aleje.

Aquí me pongo a pensar si la persona sabe que su novia quiere que se enoje y se aleje o solamente lo asume. De cualquier modo, nuevamente vemos que pareciera que ambas personas no tienen opción y son víctimas del entorno.

¿Logras ver el punto común en todos estos casos?

Todas las personas involucradas están siendo sujetos pasivos en la situación. Pareciera que es suficiente con asignar la responsabilidad a algo etéreo como “la obligación”, “los celos” o “las otras personas”, y las personas afectadas no tienen más opción que sufrir lo que les sucede.

Y es que también puede ser muy cómodo entregarle mi agencia a otra persona. Si tú tomas todas las decisiones, lo que salga mal no será mi culpa. Hacer esto puede servirme para no tener que establecer límites firmes, haciéndome responsable de mis deseos y necesidades. Más bien, espero que la otra persona satisfaga mis necesidades así como yo lo requiero, aunque a veces ni yo mismo sé cómo. Ponerse los lentes de la compasión para saber que eso es lo mejor que puedo hacer me permite perdonarme y atenderme; tomar el camino de la ética relacional donde me hago responsable de mi agencia, mi honestidad y mi compasión me llevan hacia donde quiero ir.

La vida después de mi ex

Antes de comenzar mi relación poliamorosa, me consideraba monógamo. De hecho, era un monógamo serial aunque utilizaba el concepto como una broma sin saber que realmente es algo que existe. Desde mis dieciocho años estuve en relaciones de dos años o más, una tras otra, con periodos de algunos meses en medio (en los cuales estaba saliendo con gente hasta encontrar a mi siguiente novio). En esos periodos de “soltería”, experimenté salir con mucha gente, estar solo, enfocarme en mis amigos y hasta practicar nuevas habilidades.

Aún así, siempre arrastraba cosas de mis relaciones pasadas y me llegaron a hacer ruido cuando empezaba una nueva. Ahora que no tengo que dejar una relación actual para empezar otra, tengo una perspectiva diferente.

Más larga no es más exitosa

Uno de los mitos del amor romántico es que tenemos que estar con nuestra pareja “hasta que la muerte nos separe”. El problema aquí es que la única forma en que tu relación monógama sea exitosa es que alguno de los involucrados se muera. Cualquier otra alternativa asume un fracaso inmediato: separarse, divorciarse, abrir la relación o tomarse un tiempo. No importa qué tan hermosa, nutritiva, amorosa y maravillosa haya sido a relación, si se separan y siguen vivos, los comentarios son qué lástima que no haya funcionado.

Esto también implica que puedes estar en una relación tormentosa con alguien que tenga una forma de amar completamente incompatible contigo y recibir aprobación social porque “no se dieron por vencidos”. Eso está algo jodido, ¿no? En algún momento uno de mis exes me dijo que yo había “estado con él dos años más de lo que debí aguantar” (duramos dos años y medio), y tenía toda la razón. Desde que nos conocimos éramos fundamentalmente incompatibles: nuestras formas de expresar y recibir amor eran opuestas y conflictivas, nuestras metas no se encontraban y sexualmente nos gustaban cosas diferentes. Pero yo seguí insistiendo que debíamos seguir intentándolo porque “era amor de verdad”.

Hoy me detengo un poco a preguntarme qué hace mi relación exitosa. Qué cosas me hacen feliz día a día y cómo me ayuda a crecer en el gozo. Además, es importante revisar con qué lentes estoy viendo mi relación.

A veces, puedo pasar un día maravilloso en un parque de diversiones pero si me caigo antes de salir para regresar a casa y me lastimo, voy a recordar ese día como “el día que me lastimé” borrando todo lo divertido.

Todos hicieron lo mejor que pudieron con lo que tenían

Dependiendo de cómo termina la relación, es posible que nos quedemos con un mal sabor de boca debido a la culpa, al enojo, el resentimiento o la decepción que vienen con perder algo que era importante para nosotros. Y ese punto de vista reescribe la historia y de pronto ya “nos damos cuenta” de todo lo malo que no habíamos visto antes. Ay, qué tonto, si siempre fue horrendo y nunca lo supe. Pues, ¿qué crees? Igual y en ese momento no era horrendo.

Es como cuando te comes una hamburguesa así súper grasosa con queso, mucha salsa y chiles. La disfrutas muchísimo mientras la comes y después la maldices mientras te retuerces por la gastritis.

Tu “yo” de ese momento no sabía lo que sabes hoy. Siendo psicoterapeuta y especializándomelos en herramientas de comunicación y resolución de conflictos en pareja, me pasa que volteo a ver mi pasado y pienso qué tonto, ¿por qué hice tanto drama por eso que es tan insignificante?. Sólo que eso no era insignificante para mi “yo” pasado, de hecho mi “yo” pasado lo necesitaba y consideraba esencial para su bienestar. Y ESTÁ BIEN.

El Jaime de 18 años no se sentía suficiente, se sentía feo y creía que nadie podría amarlo como él necesitaba. Ese Jaime pensaba que era dramático, exagerado y codependiente. La única forma que tenía de poder obtener lo que necesitaba era estableciendo reglas restrictivas y siendo inflexible. En ese tiempo, yo no tenía las herramientas que tengo ahora y estaba haciendo lo mejor que podía. Mis parejas en su momento también. Ese hombre que me castigaba ignorándome no tenía otra forma de pedirme espacio, el que me presentaba como su primo no podía aceptarse a sí mismo ante su familia y el que me engañó para quedarse con el departamento sucumbió a su terror de no tener dónde vivir.

Entender lo que hice o hicieron no es para justificarlo, es sólo para validar mi experiencia y la del otro de forma que pueda verlo más compasivamente y hacer las paces con nuestro pasado.

Empezando de nuevo pero no desde cero

La idea de “borrón y cuenta nueva” no me parece útil. Personalmente, ahora utilizo todo eso “desagradable” que sucedió antes para poder conocerme más. ¿Qué límites fueron cruzados y que ahora quiero proteger? ¿Qué acuerdos me hicieron daño y ahora necesito renegociar? ¿Qué reglas nos restringían y qué había detrás?

Cuando dejo de ver a mi ex como el villano y a mí como la víctima, soy capaz de ver mi “relación fallida” como lo que es: una relación entre dos seres humanos que se hicieron lo que pudieron.

Tips prácticos:

Conoce tus lenguajes del amor (haz el quiz aquí).

Estos no son un horóscopo ni un manual que te exhibe de responsabilidad de pedir lo que necesitas. Sin embargo, sí puede ayudarte a identificar y poner en palabras eso que necesitas.

Practica tus lenguajes del amor en ti mismo.

Ya que sabes cuáles de los cinco son los que mejor recibes, inténtalos contigo mismo y descubre cómo te sientes mejor. Esto es útil también para poder comunicárselo a una futura pareja. Es mucho más efectivo decirle a tu pareja las palabras de afirmación me ayudan a sentirme amado y especial que quiero que me hagas sentir que me amas.

Reaprópiate de tus hábitos

Cuando terminamos una relación, hay hábitos que se interrumpen de golpe. A veces extrañamos más eso que a la persona en sí. Por ejemplo, los mensajitos de buenos días, la compañía constante o la sensación de complicidad ante ciertas cosas. Desmenuza las necesidades que cubren esas acciones y explora alternativas que podrían empezar a darte algo similar.

Para hacer esto, primero piensa momentos agradables de tu relación y escríbelos, describiendo cómo te sentías físicamente en ese momento. Ubica las cosas observables que sucedieron (me dio una rosa es observable, me demostró amor es interpretación). Replica esas acciones con otras personas o pídele a alguien que lo haga para ti.

No, no es “patético” pedir lo que necesitas. Empieza a decirte a ti mismo que mereces pedir lo que quieres.

Con todo esto puedes ser más intencional al empezar una relación nueva. No es que te “pase”, puedes ir construyendo la relación que necesitas y quieres.