Si duele, ahí no es.

Recientemente alguien me compartió este artículo. Lo había visto en otras ocasiones pero me rehusaba a leerlo porque asumí que el título no tenía nada que ver conmigo. Pensé yo conozco todos los focos rojos de una relación abusiva, no necesito leerlos de nuevo porque, si estuvieran presentes, ya me habría dado cuenta. Aún así, lo leí y me encontré con esta frase:

«Por años, viví con casi constante ansiedad, pensando que era normal vivir así porque estaba siendo poli y se suponía que ser poli era difícil. Cuando eres parte de una minoría, buscas una comunidad que te ayude. Mi comunidad era el mainstream poli de autoayuda. Me decía que siguiera intentándolo, que difícil era normal, que poli era un trabajo muy duro, ya sabes, como un empleo. – Inés Rolo

El artículo se llama Estuve en una relación poliamorosa y abusiva durante 7 años… Esto es lo que aprendí. La primera de la cita de arriba resonó tanto con lo que estaba viviendo que me dejó frío. Llevaba meses viviendo ansioso, estresado y en constante conflicto. ¡Pero yo creía que eso era normal! ¿No? Como el experto en poliamor y relaciones no-monógamas, soy una biblioteca andante de teoría y herramientas para resolver este tipo de situaciones. Cada crisis me llevaba a investigar más, aprender más, crecer más. Entonces, ¿qué estaba pasando? Esto es lo que yo he aprendido.

Antes de seguir debo aclarar que no, ninguna de mis relaciones de pareja actuales es con una persona abusiva. Y eso fue lo que no me permitía darme cuenta de el problema real que estaba viviendo, porque mis parejas son personas amorosas, compasivas y éticas.

El problema era yo. El abuso venía de mí, hacia mí.

Del cuento de hadas a la tortura

Toda mi vida he sufrido de ansiedad y cierto grado de paranoia. Para atenderme, he estado en procesos psicoterapéuticos en los que he aprendido a vivir con eso y poder seguir adelante. Tiendo a trabajar hasta estar agotado y a mantener mi calendario lleno de actividades todos los días. Mi pareja me dice bromeando cuando le comento que quiero tomar alguna clase «puedes agendarla en tu tiempo libre, creo que tienes un par de horas entre una y tres de la mañana».

Cuando empecé a explorar el poliamor, lo hice con mi pareja con quien había tenido una relación de más de cinco años. Esa relación estaba basada en la comunicación, el amor, el cuidado, la confianza y la complicidad. Yo siempre decía que no era una relación de cuento de hadas, sino de libro de texto de cómo tener una relación sana y nutritiva. Mucha gente pensaba al ver nuestras redes sociales que no era posible que fuéramos así de felices en la vida real. Pero sí éramos así. Siempre.

El poliamor, debido a lo que requiere, siempre encuentra las pequeñas grietas y las ideas fosilizadas y las expone. Hay que redefinir lo que es una relación afectiva, el compromiso, la intimidad y la fidelidad. Es necesario explorar tus inseguridades y hacer frente a tus más atemorizantes demonios. Pero yo, psicólogo y hombre extraordinario, estaba dispuesto y preparado. Porque cuando decido que voy a hacer algo, lo hago. Cueste lo que cueste.

Ese fue mi primer error. Estar dispuesto a pagar cualquier precio.

Actitudes de abuso

Por supuesto, la transición implicó muchos cambios y mucho esfuerzo de mi pareja y mío. Ambos motivados, confiados y amándonos como cuando nos conocimos, nos lanzamos al ruedo. Yo, siendo el académico y ñoño que siempre he sido, me di a la tarea de leer, conocer e investigar todo lo posible para estar mejor preparados.

Me aseguré de tratar a mi pareja con toda la ética que soy capaz de manejar. Tomé mis creencias rígidas y me forcé a flexibilizarlas. Encontré todo aquello que, desde la teoría, no cabe en el poliamor y lo desterré de mí.

El proceso fue así: encontrar en mi ser algo que yo consideraba generaba conflicto (como los celos), deconstruirlo para encontrar la inseguridad base (miedo al abandono) y buscar la forma de trabajarlo. Al empezar a hacerlo, llegué a un lugar de obscuridad y terror muy profundo. Hubo días en los que lloré de desesperación, diciéndome a mí mismo que es lo que tenía que hacerse – era necesario cruzar el bosque para llegar al claro. Me arrastré mientras escuchaba mi cuerpo rogar que me detuviera. No es una opción, me dije, lo vas a hacer porque se tiene que hacer.

Ser experto no te hace invulnerable

En mi historia he sobrevivido situaciones de abuso y dolor. En mi cabeza, me convencí que cada una de ellas me había hecho el hombre fuerte, resiliente, admirable y capaz que soy hoy. Por lo tanto, para mí era obvio que este era sólo uno más de esos retos. En algún momento eso de mí que no me gustaba iba a morirse para dejar terreno fértil para que algo nuevo surgiera.

Entonces leí esta otra frase en el artículo:

No sabía que el dolor siempre es una advertencia. Nuestros cuerpos y nuestros sentimientos saben qué onda antes que nosotros. Aún si nuestros cerebros nos convencen de otra cosa. Poner atención a lo que siento fue una de las lecciones más grandes que aprendí» – Inés Rolo

Como psicoterapeuta Gestalt, estoy muy consciente de mis emociones y sentimientos. Soy capaz de identificarlos, verlos, abrazarlos y vivirlos. En mi práctica profesional puedo ayudar a otros a ponerse atención y atender sus necesidades. He aprendido que no hay personas tóxicas, sino relaciones tóxicas.Como dice la autora, esos conocimientos me daban un sentido falso de seguridad. Lo imagino como un entrenador en el gimnasio haciendo ejercicio y pensando que no hay forma de que se lastime con algún aparato porque los conoce perfectamente bien.

Cuando me sentía triste, solo, temeroso y abandonado, simplemente me decía a mí mismo que era normal. Todo estaba en mi cabeza y debía simplemente quedarme ahí y vivirlo. Sobrevivirlo. Cuando esté del otro lado, todo estará mejor. Y, ¿sabes qué? Sí pasó. Después de cada crisis, me sentía un poco más fuerte. Mi conclusión fue, entonces, que estaba haciendo lo correcto. Simplemente estaba creciendo.

Mi abusador era yo

Y ahí estuvieron los focos rojos todo el tiempo. Al leer el artículo de Inés, me di cuenta de eso. ¿Por qué no lo vi? ¿Cómo es que un experto como yo no pudo ver los claros signos de una relación abusiva?

Fácil. Porque la persona que ha estado abusando de mí no ha sido mi pareja – he sido yo.

Nunca me perdoné ningún error. Siempre que recaí en algún sentimiento o idea que me parecían inaceptables, me reproché sin piedad. Cuando me encontraba con una situación nueva que sentía era demasiado abrumadora, me forcé a pasar por ella y a vivirla. Cuando mi cuerpo me reclamaba y me gritaba, tensando músculos, subiendo mi presión arterial, cayendo en enfermedades, me decía a mí mismo que simplemente tenía que ser más fuerte. Me aislé de mis círculos sociales porque todo mi tiempo debía estar dedicado a trabajar aquello que me es difícil hacer. Protegí a todos los involucrados para evitar que sintieran incomodidad o dolor, aunque eso implicara sacrificar mi seguridad y mi integridad emocional. ¿Qué más señales de una relación abusiva necesitaba?

Peor aún, utilicé todas esas herramientas para tener una relación sana en mi contra. En lugar de ver mis emociones y ser compasivo conmigo mismo, las escrudiñé hasta agotarme y ya no querer más. Me obligué a deconstruir todo lo deconstruible inmediata y simultáneamente. Sin importar el cansancio y el dolor que eso causaba. ¿Dónde estaba ese discurso de compasión que se me da tan bien cuando hablo de los demás?

Si alguien más me hiciera lo que yo me he hecho en los últimos meses, no hubiera dudado un segundo en defenderme y huir. Si alguien tratara a alguna de mis parejas como me trato yo a mí mismo, me rompería el corazón.

¿Qué se hace con un abusador?

Dejarlo. Es difícil porque un abusador nos hace creer que necesitamos de él para sobrevivir. Al estar impregnado en todas las áreas de nuestra vida, no sólo es dejarlo a él sino modificar todo lo que sabemos y conocemos. A veces parece que es más fácil seguir viviendo el dolor que empezar de nuevo.

No hacerlo solo. Ya que se ha identificado esta situación, es importante rodearte de gente que te nutra, te ame y tenga tu bienestar como prioridad. Te ayudará a tomar energía y sentirte fuerte para escapar en el momento correcto.

¿Ven cómo sí sé cosas? La cosa es, no puedo dejarme a mí mismo ¿o sí?

Si duele, ahí no es

Cuando haces ejercicio, hay un cierto malestar que acompaña el crecimiento de tus músculos. No es cómodo y no siempre es placentero. De hecho, cuando trabajas algo completamente nuevo, al siguiente día no puedes ni moverte. Sin embargo, sabes que lo estás haciendo mal cuando te lastimas.

El dolor y la incomodidad son diferentes. Es difícil explicarlo pero creo que es algo que percibimos y sabemos naturalmente. Si doblas una articulación hacia un ángulo para el cual no está diseñado, sientes un dolor diferente. Si estás haciendo ejercicio y te lastimas un músculo, se siente diferente al dolor de trabajarlo. Mi cuerpo sabe la diferencia. Mi cuerpo me avisa. El que no escucha soy yo.

¿El problema es el poliamor? No. Siempre he abusado de mí mismo. Sólo que ahora lo veo más claro porque las relaciones afectivas son mi área de especialidad.

Afortunadamente sé qué hacer. Sé cómo seguir. Tengo el privilegio de contar con la información, la consciencia y el apoyo de gente increíble que me ayudará.

Si te encuentras en una relación abusiva, con alguien o contigo mismo, ¿sabes dónde buscar ayuda?

¿Qué tanto es tantito? Parte 4 – ¡Practiquemos!

En papel y en teoría todo suena fácil, rápido y muy cómodo. Ahora que ya sabes qué es lo no ético de las reglas, la alternativa mágica que son los acuerdos y la protección que te dan los límites, ¡ya estás listo para que tu relación esté libre de conflicto!

Bueno, no. Ojalá fuera tan fácil.

Como todo, para aprender algo y que realmente nos caiga el veinte, hay que practicarlo. Mucho. Por lo que en esta entrada voy a compartir contigo algunos ejemplos de reglas, acuerdos y límites. Al final, dejaré algunos ejemplos de reglas comunes para que practiques cómo podrían ser replanteadas como acuerdos o, en su caso, cuáles deberían ser límites.

Olor a cigarro (de Multiamory.com)

Regla: No puedes fumar porque me molesta el olor a cigarro. Tampoco puedes salir con amigos que fumen porque llegas a casa oliendo mal.

La necesidad detrás de esta regla que intenta controlar lo que mi pareja hace es que no quiero estar cerca del olor a cigarro porque yo no fumo.

Acuerdo: Cuando sales y fumas o estás alrededor de gente que fuma y llegas a casa, me molesta el olor a cigarro. ¿Hay algo que podamos hacer para mitigar esa situación?

En este caso, la petición permite negociación y toma en cuenta a la otra persona como independiente. Un acuerdo al que se podría llegar sería que la otra persona se cambiara de ropa antes de llegar a dormir a la cama. El punto está en que se encuentre una solución colaborativa.

Límite: Si llegas oliendo a cigarro y te acuestas junto a mí en la cama, me iré a dormir al sofá.

Recuerda que el límite te protege al ser algo que puedes hacer tú, de forma individual. Tal vez pienses ¿y por qué me voy a ir yo si él es el que viene oliendo a cigarro? Si el acuerdo no funciona y es algo que realmente te molesta, esta solución evita que estés en un lugar que no quieres. Posteriormente sería necesario replantear el acuerdo que no funcionó. Si después de varios intentos te das cuenta de que tu límite sigue siendo cruzado, habría que evaluar si realmente es un límite o más bien una preferencia.

Tu tiempo libre es para mí (de Multiamory.com)

Regla: Sólo puedes salir con tus amigos cuando yo esté ocupado. / Versión 2: Debemos tener, al menos, cinco tardes a la semana juntos.

La necesidad aquí puede ser querer asegurarse de tener tiempo de calidad juntos o no sentirse reemplazado por alguien más. También podría venir del miedo a que mi pareja esté fuera todo el tiempo y no pase tiempo conmigo. No es tanto que esté con otras personas sino que no esté conmigo.

Acuerdo: Necesito que pasemos tiempo de calidad juntos y quiero saber que te importa pasar tiempo conmigo. ¿Podemos planear tiempo de calidad donde estemos juntos y podamos conectar y acercarnos?

Este acuerdo no sólo atiende la necesidad, sino que se basa en la idea de ir hacia la intimidad y la conexión, en lugar de enfocarse en evitar la incomodidad y el miedo.

Límite: No estaré en una relación donde no sienta que puedo tener tiempo de calidad con mi pareja.

Este límite funciona siempre y cuando yo esté consciente de qué es tiempo de calidad, qué tanto necesito y sea capaz de pedirlo. Si empiezo una relación con alguien que tiene dos trabajos, estudia, va al gimnasio, tiene actividades artísticas y dos perros, es poco probable que pueda darme seis horas, siete días de la semana. Sin embargo, no es que mi demanda de tiempo sea absurda, simplemente sería mejor buscar a alguien más compatible con quien esa necesidad pudiera ser satisfecha.

Avísame que estás vivo cada dos horas

Regla: Si sales con alguien más, debes mandarme mensaje a lo mucho cada dos horas.

Esta regla puede sonar perfectamente razonable si lo pensamos como cuestión de seguridad. Si no me avisas dónde estás, puedo preocuparme por lo que es mejor así. El problema es que es inflexible y se vuelve una imposición.

Acuerdo: Es importante para mí que cuidemos de nuestra seguridad cuando estamos con otras personas. ¿Cómo podemos checar que el otro esté bien sin ser intrusivos? ¿Te parece si nos mandamos un mensaje periódicamente? Entiendo que puede haber actividades que te distraigan y se te pueda olvidar, ¿está bien si yo te mando un mensaje y me lo contestas en cuanto puedas?

Se atiende la necesidad de seguridad y se dan opciones (flexibilidad). Es completamente ético y valido pedir lo que quieras, siempre y cuando sea una petición y no una exigencia (checa acuerdos para ver la diferencia).

Límite: No puedo estar en una relación donde mi pareja no esté de acuerdo en hacer check-ins periódicos cuando estamos con otras personas.

¡Cuidado! Este puede volverse una amenaza fácilmente. Si le digo a mi pareja si no me mandas mensaje cada dos horas, me voy, es una amenaza. Para que sea un límite, debe ser algo que realmente no sea negociable y signifique lo suficiente para que no te permita seguir ahí.

¡Ahora vas tú!

Aquí dejo algunos ejemplos de reglas no éticas que he escuchado o vivido. La semana que viene daré alternativas de reglas y límites. Mientras, ¿cómo lo plantearías tú?

  1. Puedes salir con otras personas y tener sexo pero no puedes enamorarte de nadie.
  2. Puedes tener otros novios pero no puedes amar a nadie más que a mí.
  3. No puedes ver el siguiente episodio de esta serie sin mí.
  4. No puedes venir a este lugar con nadie más que conmigo.
  5. No puedes mandarle nudes a nadie.

Después de que hayas hecho el ejercicio, puedes checar las respuestas aquí.

¿Qué tanto es tantito? Parte 3 – Límites

Si no puedo poner reglas para controlar lo que hace mi pareja y los acuerdos son flexibles, adaptándose a las situaciones que van surgiendo, ¿qué me protege de estar en una relación donde no soy feliz y sólo estoy aguantando cosas que me lastiman?

Cuando estás en una relación donde los acuerdos no se cumplen, puedes caer en un espiral constante donde pareciera que sólo cedes. ¿Hasta qué punto sigue la negociación?

Deal-Breakers (No-negociables)

Es muy común confundir los límites con las reglas y los acuerdos. Sin embargo, para mí es más fácil identificar ejemplos de límites en relaciones monógamas.

  • No tendré una relación con alguien que quiere seguir teniendo sexo con otras personas.
  • No me quedaré en una relación si mis ideas de formar una familia y las de mi pareja no son compatibles.
  • No tendré una relación con alguien que ya tenga una relación con alguien más.

En todos estos ejemplos, no se está imponiendo ninguna acción a la otra persona y el resultado de cruzar el límite es muy claro.

En la casa, la escuela y la oficina…

Lo particular de los límites es que pueden ser llevados a cabo unilateralmente; no requieren el consentimiento, permiso ni participación de nadie más. Generalmente, el resultado de que un límite sea cruzado es que tú mismo te retires de una situación o dejes de hacer algo específico.

De hecho, son algo que hacemos todo el tiempo. En una situación laboral, por ejemplo, un límite puede ser no trabajaré para alguien que no me paga. Esto no implica forzar a tu jefe a que te pague, sino que te retirarás en caso de que eso suceda.

Tipos de límites

Los límites pueden dividirse en físicos y mentales. Los físicos incluyen lo que sucede con tu cuerpo y tu sexualidad, por lo que puede ser más evidente cuando se cruzan. Al decir no quiero ser tocado así o no tendré relaciones sexuales sin condón estás estableciendo un límite claro. Por otro lado, los mentales/emocionales pueden ser un poco más complejos ya que implican tu intimidad, tus emociones y tus afectos. Por ejemplo, no participaré en una discusión donde me sienta agredido o demeritado.

Hay aquí un detalle. Los límites emocionales pueden fácilmente volverse coercitivos cuando lo enfoco más en lo que tendría que hacer la otra persona en lugar de mi propia agencia. Por ejemplo, no hagas cosas que me molesten no es un límite, es una advertencia o una preferencia. En ese caso, estoy intentando controlar lo que la otra persona haga o no y le estoy dando una orden. La versión de límite sería me retiraré si es que me siento enojado e incómodo.

No es una amenaza

No creo que sea posible repetir suficiente la importancia que tiene entender que los límites no actúan sobre el comportamiento de la otra persona. Parte de vivir una relación ética es aceptar que mi pareja es libre de tomar cualquier decisión que quiera. Es por eso que debemos tener cuidado en tratar de utilizar los límites como amenazas.

Si establezco un límite (no voy a estar en una relación con alguien que me mienta) y se cruza pero lo dejo pasar, realmente no es un límite – es una preferencia. Si sólo aviso y pospongo la consecuencia (ya te dije que no voy a estar en una relación con alguien que me mienta, si me mientes otra vez, me voy a ir), entonces es una amenaza. Esta última está intentando cambiar lo que hace la otra persona.

Y, ¿cómo le hago?

Recuerda que los límites son pocos. Abusar de esta herramienta puede volver una relación coercitiva o fundada en miedo. Además, siempre debes buscar establecer esos límites de forma ética y compasiva.

Primero es esencial identificar qué cosas no son negociables en tu vida. Puede ser algo tan evidente como no querer ser violentado físicamente hasta algo tan aparentemente mundano como no tolerar que alguien chifle.

Después, ¿qué tan flexible es? ¿Puedes adaptarte a alguien que de pronto silbe canciones mientras se baña? Es posible que algo de esto se resuelva con un acuerdo, más que un límite. También debes tomar en cuenta de dónde viene esa necesidad. ¿Es un límite que te protege de algo que te sucedió en una relación anterior? Podría ser que le estés cobrando facturas pasadas a alguien que ni siquiera existía en tu vida en ese momento.

¿Cómo los ejerces?

Ya que encontraste aquellas cosas que simplemente no son negociables, piensa en qué acción puedes tomar tú mismo para protegerte. Puede ser retirarte temporalmente, retirar consentimiento o, en casos más severos, terminar una relación.

¡Ojo! Los límites no siempre son tan extremos como para decir si esto sucede, ¡me voy!

La panacea

Desafortunadamente ni los límites, ni los acuerdos, ni las reglas van a garantizarte que no tendrás problemas en tus relaciones. Ninguna de esas cosas va a evitar que pases por situaciones incómodas y dolorosas. Lo que sí puede ayudar a que suceda poco y dure menos es ser flexible y aprender a comunicarte.

En esta entrada puedes encontrar ejemplos y ejercicios para que puedas practicar cambiar reglas no éticas a acuerdos y establecer límites.

¿A ti cómo te va con este tema? ¿Qué preguntas tienes?

¿Qué tanto es tantito? Parte 2 – Acuerdos

A veces, pareciera que las relaciones de pareja son una competencia entre dos personas a ver quién puede más. He visto (y vivido) relaciones donde uno de los miembros dice «puedes tener sexo con otras personas pero no puedes mantener contacto con ellos», sólo para recibir la respuesta «entonces tú no puedes salir con el chavo ese que te anda tirando la onda». Este tipo de escenarios no sólo es común sino hasta esperado en nuestra cultura. Y todo porque no nos enseñan a detenernos para saber qué necesitamos y mucho menos a cómo expresarlo.

¿Y mi mensaje de buenas noches?

En la entrada anterior expliqué mi punto de vista de por qué las reglas no son éticas. También mencioné un concepto que puede ser la alternativa a esas restricciones. Pero antes, un ejemplo de la vida real.

Mi novio y yo nos mandamos mensajes diariamente al despertar y antes de ir a dormir. Sin falta. Sin embargo, es algo que jamás platicamos – simplemente se dio. Después de varios meses, para mí sería algo muy extraño si me fuera a dormir y no le dijera buenas noches.

¿Qué pasaría si no lo hiciera? ¿Tronaríamos? Yo creo que no. Lo más probable sería que recibiría un mensaje como «me hizo falta tu mensajito ayer». De ahí surgiría una conversación donde podríamos explorar nuestro gusto por mantener contacto y lo bonito que es. Si fuera una regla que tenemos que mensajearnos diario y no lo hiciera, la conversación sería más «¿por qué no me mandaste mensaje ayer? ¿ya no te importo?» o algo parecido.

En tu libertad eliges hacerme feliz

La diferencia principal entre acuerdos y reglas, como decía en la entrada anterior, es que los primeros son flexibles mientras que las segundas son rígidas. Los acuerdos también atienden a las necesidades de todos los participantes, tomando en cuenta que todos somos diferentes y queremos cosas particulares. Finalmente, los acuerdos no tienen “consecuencias”. Si un acuerdo se rompe, la pareja debe sentarse a replantear por qué sucedió, qué necesidad no fue tomada en cuenta y pensar en uno nuevo.

Los acuerdos son un me gustaría más que un tienes que. Permiten que los participantes elijan qué harán, cómo y cuándo.

Ajá y ¿cómo le hago?

Las reglas con sencillas en cuanto a que nos permiten evitar conversaciones incómodas. Los acuerdos surgen precisamente de esas pláticas que nos puede dar miedo tener. Para poder generar acuerdos, debes estar muy claro en cuáles son tus necesidades, tus miedos y tus deseos.

Ejemplo: Si tu regla es «no puedes mandarle flores a nadie más que a mí», es necesario que pienses qué necesidad o miedo está detrás. Podría ser que necesites demostraciones de afecto que atiendan tu deseo de sentirte apreciado. O, tal vez, sea el miedo a que la otra persona sea más importante que tú y te lleve a dejar de ser considerado.

Por lo tanto, también requiere mucha honestidad contigo mismo. Es necesario que tomes las riendas de tu propio crecimiento y saber que el que tiene que decir lo que necesita eres . Cualquier deseo es válido y tienes el derecho a expresarlo (aunque no a exigirlo).

Paso a paso

Y como nadie nos enseña a hacer acuerdos basados en confianza, honestidad, responsabilidad y ética, vamos a verlo con más detenimiento.

  1. Rueditas de entrenamiento – Las reglas

Empieza por lo que se te da naturalmente – controlar utilizando reglas. Realmente no es que sean malas y, más bien, te pueden dar una muy buena idea de cuáles son tus necesidades más importantes.

Ejemplo: No puedes subir fotos abrazando cariñosamente a nadie más en redes sociales.

Esto puede venir del miedo a ser desplazado, el deseo de ser visto y apreciado o la necesidad de reconocimiento social de tu relación. Para efectos de este ejercicio, pensemos que lo más presente es el miedo a ser desplazado. El hecho de que tu pareja no suba fotos así, no necesariamente va a cubrir esa necesidad. Es más, es posible que surja de otras formas y genere conflictos.

2. ¿Qué es importante?

Ahora veamos qué es lo importante. En este caso lo importante es saber que tu lugar está siendo respetado y recibir seguridad por parte de tu pareja. La necesidad es precisamente sentirte seguro.

3. Petición versus exigencia

Ya que sabes qué es lo que necesitas, el siguiente paso es hacer una petición. Tal vez pienses «entonces ¿puedo pedir lo que yo quiera?» ¡Sí! Pero aquí necesito hacer una pausa. La diferencia está en que cuando exijo, espero obtener algo específico y hay consecuencias desagradables si no es así, mientras que las peticiones pueden ser negadas. Mi pareja tiene todo el derecho de decir que «no» a mis peticiones.

4. ¿Cómo lo expreso?

Ya con todo eso, tu propuesta de acuerdo quedaría así:

«Cuando subes fotos a redes sociales abrazando cariñosamente a alguien, me da miedo ser desplazado. Me gustaría encontrar alguna forma de cubrir esa necesidad. ¿Podríamos platicar de algunas formas en las que yo podría sentirme más seguro en nuestra relación?»

En este caso, primero describo la situación, después expreso mi deseo y, finalmente, hago una petición desde esa necesidad. Nótese que no estoy diciendo cómo quiero que mi necesidad sea cubierta («quiero que no subas fotos con nadie»), sino que invito a mi pareja a buscar alguna manera de cubrir mi necesidad sin coartar su agencia.

Trabajo en equipo

Los acuerdos son colaborativos. No son algo que decides ni tú ni tu pareja de manera unilateral. Asumiendo que hay confianza y compasión (hacer lo mejor para el bien de todos), se vuelve un trabajo donde el mensaje es «¿cómo le hacemos juntos para cubrir las necesidades de ambos?». Por lo tanto, no habrá una sola respuesta y no será siempre igual. Las parejas que mantienen comunicación abierta y se enfocan en su crecimiento son capaces de identificar cuando las necesidades van cambiando. Yo recomiendo establecer un chequeo mensual de acuerdos para asegurarse de que no haya cambios que te tomen por sorpresa.

¿Y si se rompen?

Cuando un acuerdo se «rompe» o no funciona, es posible que haya dolor, tristeza o decepción. Aquí es necesario poder platicarlo y replantear a partir de lo que no funcionó.

Ejemplo: «Oye, teníamos un acuerdo de que me avisarías si llegarías a casa o no y no lo hiciste. Me siento triste e inseguro. ¿Qué alternativa podemos explorar para cubrir mi necesidad?».

Y ¿qué tanto es tantito?

La pregunta que escucho en este punto es «¿y si nos la pasamos replanteando acuerdos y nomás no funciona? ¿hasta qué momento dejas de buscar alternativas y pones un ‘hasta aquí’?». Ahí es donde entran los límites, que puedes leer aquí.

Pronto estaré ofreciendo un taller para practicar acuerdos y límites. ¡Sígueme en Instagram (@gotitasdepoliamor) y en este blog para que no te lo pierdas!

¿Qué tanto es tantito? Parte 1 – Reglas

Si le dices a tu pareja que no puede ver La Casa de las Flores con nadie más antes de verla contigo, ¿es ético? Y si lo hace y terminas tu relación con esa persona, ¿es exagerado y dramático?

Relaciones éticas

Antes de hablar de qué le vas a prohibir a tu pareja- digo, de cómo llegar a acuerdos éticos, vamos a ver un resumen de qué hay en una relación ética. Los cuatro pilares que propongo son:

  1. Agencia – Cada persona es independiente y tiene todo el derecho de hacer lo que quiera. Nadie puede decirte qué hacer o no hacer. Tú eres responsable de tus propias decisiones.
  2. Consentimiento – Tú decides estar o no en una relación. Como persona con agencia, también puedes decidir retirar tu consentimiento en cualquier momento que te sientas incómodo.
  3. Honestidad – Decir la verdad implica que las personas que dan su consentimiento cuentan con toda la información pertinente. Si tienes información que cambiaría cómo alguien se comporta contigo y eliges retenerla, cuenta como mentir.
  4. Compasión – Todos hacemos lo mejor que podemos con lo que tenemos. Todas las personas en la relación hacen todo lo posible para que los participantes estén bien. A veces no sale como queremos pero no es por mala fe.

Si quieres ver estos cuatro pilares más a fondo, checa mi artículo en https://vinculocolectivo.com/2019/09/27/cuando-todos-pueden-hacer-lo-que-quieran-poliamor-y-etica/

Reglas para controlar y apaciguar el miedo

Si no ponemos reglas, ¡esto no va a funcionar! Imagínate, ¡si cada quien hace lo que quiera, vamos a salir lastimados todos!!

Cuando digo que las reglas son poco éticas esa es la respuesta que generalmente recibo. Estamos tan acostumbrados a vivir con miedo de que toda la gente quiere lastimarnos y aprovecharse de nosotros que necesitamos asegurarnos de alguna forma que eso no suceda. El miedo a perder el control, a sentirnos incómodos o a ser abandonados nos puede llevar a querer restringir lo que nuestra pareja hace.

¿Por qué no son éticas?

Una regla se establece para limitar la agencia de la otra persona. Debido a que las consecuencias generalmente implican recriminación, enojo o castigo, lo que era consentimiento se vuelve coerción. Reglas como «no puede gustarte nadie más que yo», puede comprometer la honestidad de la otra persona. Finalmente, una regla se establece para que yo no me sienta incómodo y no toma en cuenta el bienestar y las necesidades de mi pareja, careciendo entonces de compasión.

Las reglas van en contra de los cuatro pilares de una relación ética.

¿Entonces anarquía?

No vivimos en un mundo donde todo es blanco o negro; de hecho, más bien es un mundo de grises. La alternativa ética a las reglas son los acuerdos y los límites.

Mientras que las reglas terminan conversaciones (vas a hacer esto o tienes esta consecuencia y punto), los acuerdos las comienzan. Donde las reglas intentan controlar el comportamiento de mi pareja, los límites me protegen y atienden mis necesidades de forma independiente.

Además, ¿cuántas veces no hemos caído en el hoyo negro de la semántica? Como cuando dices «¡ayer no llegaste a casa y nuestra regla es que no puedes dormir con nadie más!», pero tu pareja astutamente contesta «pero no dormimos, así que no rompí la regla».

Más que palabras bonitas

Uno de los miembros del grupo que manejo me comentaba que para él, la diferencia entre reglas y acuerdos no era más que las palabras que se utilizan. Esto puede suceder, sobre todo cuando la diferencia no está muy clara.

Los acuerdos son flexibles y se adaptan a los cambios que suceden conforme la relación crece. En la siguiente entrada hablaré más a fondo acerca de estas diferencias.

Ejemplo de regla:

No puedes ver La Casa de las Flores si no estamos juntos (¡o verás lo que sucede!).

Ejemplo de acuerdo:

Quiero ver La Casa de las Flores y me gustaría mucho verla contigo. ¿Te parece si vemos la serie juntos?

Se trata de confianza

En Multiamory.com explican que mientras que las reglas dicen «no puedes hacer X o Y porque me puedo sentir mal o incómodo», los acuerdos dicen «espero que tomes decisiones que me beneficien y nos hagan bien y confío en que harás lo posible por que así sea».

Si te suena utópico, sería importante explorar qué tanto confías en tu pareja. Qué tanto sabes que tu pareja tiene tu bienestar en mente y hará lo mejor que puede con lo que tiene. ¡Elige estar con alguien en quien confíes!

Práctica

Por supuesto, esto requiere práctica. La semana que viene seguiré con la segunda parte de este tema, explorando qué son los acuerdos, tips para poder utilizarlos y ejemplos de cómo funcionan.