Yo no crecí poliamoroso – De Poli-Dioses y otros seres.

30 de septiembre de 2019by Psic. Jaime Gama2

“Gnothi Seauton” – “Conócete a ti mismo”

Antes de empezar debo confesar que no voy a hablar de dioses míticos ni de leyendas inspiradoras de poliamorosos perfectos. ¡Qué padre sería que existieran esas historias para decirnos cómo rayos hacerle en este mar de novedad!

Actualmente estoy en una relación con dos personas a quienes yo llamo “Poli-Dioses” porque están, desde mi punto de vista, increíblemente adaptados a esta filosofía poliamorosa de forma natural. Con ambos he aprendido que hay personas que no sólo no experimentan celos, sino que parecen estar pre-programados para sentir compersión. Ambos tienen una gran capacidad de sentir y compartir amor, sin el ruido que causa la necesidad de poseer o controlar al otro. Por otro lado, yo soy un simple Poli-Mortal que está en la interminable búsqueda por la deconstrucción para olvidarme de esos modelos que no me son funcionales y adquirir nuevas ideologías un poco más sanas para mí.


¡Poli-Glosario!

Compersión: Originalmente un concepto creado por la comunidad Kerista (hablaré de ellos después pero vale la pena una búsqueda en Google). La compersión es un híbrido de “compasión” y “conversión”, se define como sentimientos positivos acerca de la felicidad que tu pareja experimenta con sus otras parejas. Esencialmente, es lo opuesto a los celos.

Para más información, checa The Smart Girl’s Guide to Polyamory de Dedeker Winston.


Amor = Conflicto

Podría pasar horas escribiendo acerca de las ideas que nos enseñan acerca de cómo el amor siempre viene cargado de dificultades y problemas. No sólo no tenemos modelos positivos de relaciones poliamorosas en los medios y en la sociedad, ¡creo que tampoco hay muchos modelos monógamos!

Yo crecí creyendo que había un objetivo claro y único en las relaciones románticas: Estar juntos para siempre. A pesar de infidelidades, a pesar de conflictos, a pesar de incompatibilidades. Si era el elegido, todo eso era poco importante.

No me enseñaste…

A mí nadie me enseñó a amar. Realmente aprendí viendo mi entorno y la sociedad. Puros mensajes incongruentes. ¿Qué aprendí?

  • Si te enamoras de alguien, no tienes opción. Esa es la persona que “robó” tu corazón y ya fue.
  • Cuando amas, esa persona es tuya y de nadie más. Sus acciones, pensamientos, palabras y ausencias están relacionadas conmigo, me afectan y son dirigidas a mí. Siempre. Para bien o para mal.
  • Al momento de aceptar estar en una relación con el amor de tu vida, sucede un cambio mágico y la parte de tu cerebro que se siente atraída a otras personas se pone en modo hibernación, esperando al día que la relación termine para volver a activarse.
  • Si una relación termina, automáticamente todo lo bonito que fue pierde su valor y se convierte en un fracaso. Debes cortar completa comunicación con tu ex y tus amigos deben elegir bandos.
  • Si me cela, le importo. Si no, es que secretamente tiene amantes y no le importa si me voy con alguien porque él tiene otros tantos esperándolo.
  • El sexo es sólo con tu pareja. Es algo sagrado que se devalúa como una moneda; entre más haya, menos valioso es. Entonces hay que asegurarse de encontrar al elegido rápido porque si no, llegas pobre a tu relación destinada.

Aprendiendo en el dolor (o creciendo a trancazos)

Después de cada relación donde buscaba, de alguna forma, que todos los puntos anteriores funcionaran, pasaba por mucho dolor, sufrimiento, desesperación y desesperanza. Sin embargo, los paradigmas sociales llegaron a mi rescate: No te preocupes, con cada corazón roto, has aprendido y crecido más.

Yo sólo pensaba, “a este paso, voy a ser inmortal pronto”.

Una enseñanza más de cómo el amor y el dolor son compañeros íntimos. Para crecer y encontrar a tu verdadero amor, vas a pasar por varios sapos con los que vas a sufrir.

También en el gozo se crece

Hace un par de meses, un terapeuta me hizo la observación de que “a mí me encanta darme en la madre”. Yo sólo pensé, “claro, por eso he crecido tanto”. Afortunadamente, su intervención no terminó ahí. Me ayudó a darme cuenta que en los cinco años y medio que llevo de relación con mi pareja, hemos crecido en gozo. No mediante peleas, sufrimiento y despecho. Ambos nos hemos ido nutriendo en amor, comunicación, compañerismo, comprensión y ética. ¡Me pareció algo que no creería si no lo hubiera vivido yo mismo! Resulta que también es posible crecer en gozo; crecer mediante la felicidad y el amor.

No soy (ni seré) un Poli-Dios

En ese momento me di cuenta de que estaba esperando el momento en que yo hubiera sufrido lo suficiente para transformarme en un dios mítico que ha trascendido estos sentimientos de mortales. Y hoy no sé si eso vaya a suceder algún día, pero tampoco lo necesito.

Hoy me doy cuenta que no soy un Poli-Dios pero soy un Poli-Aprendiz. No estoy del otro lado, tal vez nunca lo esté, pero sí sé que puedo elegir el camino que voy a tomar. Si de cualquier modo el destino lejano es incierto, ¿no es mejor andar por el sendero de gozo y amor?

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